La perturbación anómala es un término acuñado por la corporación Science Applications International Corporation (SAIC) para referirse a la psicokinesis, también conocida como telequinesis. Este concepto describe la supuesta capacidad de influir en objetos físicos o sistemas mediante la mente, sin la intervención de fuerzas físicas conocidas. La elección del término busca presentar una apariencia neutral y científica, lo que resulta más aceptable en contextos académicos o en solicitudes de financiamiento. Sin embargo, desde una perspectiva científica, la perturbación anómala carece de evidencia empírica y es considerada un fenómeno pseudocientífico.
Historia y contexto
El término “perturbación anómala” fue introducido por SAIC en el contexto de sus investigaciones sobre fenómenos parapsicológicos. Esta organización, contratada en su momento por el gobierno de los Estados Unidos para investigar posibles aplicaciones militares de la percepción extrasensorial (ESP) y la psicokinesis, buscaba un lenguaje menos controvertido para describir fenómenos altamente cuestionados por la comunidad científica. La “perturbación anómala” se utilizaba específicamente para referirse a la supuesta influencia mental sobre objetos, mientras que la “cognición anómala” cubría fenómenos relacionados con la percepción extrasensorial.
SAIC argumentaba que este lenguaje era más neutral y, por tanto, más apropiado para un entorno científico. Sin embargo, críticos del escepticismo señalaron que la terminología no añadía claridad ni rigor al concepto, sino que simplemente lo disfrazaba para obtener mayor aceptación.
Análisis científico y crítica
No existe evidencia científica sólida que respalde la existencia de la perturbación anómala o la psicokinesis. Experimentos diseñados para probar este fenómeno han presentado resultados inconsistentes y no replicables, incluso bajo condiciones controladas. Además, muchos de los supuestos éxitos atribuidos a la perturbación anómala han sido desmentidos como fraudes, errores experimentales o ilusiones.
Un ejemplo recurrente es el uso de experimentos con generadores de números aleatorios (RNG) para intentar demostrar la psicokinesis. En estos experimentos, los sujetos intentan influir mentalmente en el comportamiento de un RNG, pero los análisis estadísticos no han mostrado desviaciones significativas más allá de lo esperado por azar. Además, estudios metaanalíticos han revelado que los efectos positivos observados tienden a desaparecer cuando los experimentos son replicados con mayor rigurosidad.
El término “perturbación anómala” ilustra cómo el uso de un lenguaje ambiguo y aparentemente científico puede ser utilizado para dar legitimidad a conceptos carentes de fundamento empírico. Esto refuerza la necesidad de abordar afirmaciones extraordinarias con escepticismo y aplicar criterios estrictos de evaluación científica.
Aunque fenómenos como la perturbación anómala siguen capturando la imaginación del público y de ciertos investigadores, su permanencia en el ámbito de las pseudociencias subraya la importancia de distinguir entre terminología sofisticada y evidencia verificable.