10 – Bajas Vibraciones – ENCUARZAMIENTO MÍSTICO COMUNICACIONAL =€

En principio esto no iba a ser una entrega de Bajas Vibraciones, sino una breve respuesta en clave de humor; que tanta seriedad no puede ser buena para la salud. El caso es que, las musas me pillaron con los dedos sobre el teclado y me enrollé más de la cuenta. Y yo, modestia aparte, soy como los cerdos, no tengo desperdicio. Así que, ahí os va el “ENCUARZAMIENTO MÍSTICO COMUNICACIONAL”.

LAS AUTORIDADES ESPIRITUALES ADVIERTEN QUE LA VERDADERA FELICIDAD ESTÁ EN LAS COSAS PEQUEÑAS: UNA PEQUEÑA MANSIÓN, UN PEQUEÑO YATE, UNA PEQUEÑA FORTUNA, …

Todo comenzó aquel día en que, sin darme cuenta, me senté sobre una pequeña pirámide de cuarzo que alguien había dejado sobre el sillón por descuido. Reaccionando al dolor, levante la mano derecha y emití un grito seguido de unas cuantas frases, que el decoro me impide reproducir, y que, por lo visto, debieron actuar a modo de mantra. El caso es que, durante una fracción de segundo, me pareció percibir un fragmento de una extraña comunicación.

Más tarde supe que la señal provenía de Orión. Curiosamente, en el reverso de mi mano derecha tengo tres lunares que coinciden exactamente con la distribución de la constelación de Orión, lo cual me faculta para canalizar cualquier tipo de información que se emita desde allí. ¿Casualidad?. En la mano izquierda, sin embargo, no tengo ningún lunar, por lo que puedo canalizar e interferir lo que me de la gana, e incluso cambiar el canal de mi televisión y la de los vecinos sin necesidad de mando a distancia.

En un principio, lo pase muy mal, pues me atormentaba el no poder encontrar una explicación racional para este fenómeno, pero el destino quiso que llegara a conocer los trabajos de eminente profesor D. Indagacio Cuestiones de Tarabán y Pliplás, autor de numerosas publicaciones científicas entre las que destacan: “El whisky como medio para acceder a nuevas formas de conocimiento. Una superación de la cerveza”, “Como curar cualquier enfermedad respirando por la nariz. Una guía practica”, “Estudio epistemológico de la palabra “epistemológico””, “100 razones por la que los extraterrestres no son de este planeta”, “La acupuntura con agujas de tricotar” y “Teoría y práctica de la cartomancia. Por qué el cartero llama dos veces”.

Pero entre todo el conocimiento que este genio ha aportado al saber, me impactó especialmente el experimento cuyo relato, en las propias palabras de este sabio, reproduzco a continuación:

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Hace unos años me compre un coche. Como todo el mundo sabe, un coche (o automóvil, o carro, o buga, etc.) es un vehículo a motor que extrae su ENERGIA del combustible, ya sea gasolina o gas-oil. Pues bien, si de suministrar energía se trata, hay fuentes de energía mucho más poderosas que los combustibles fósiles. ¿Quien no ha oído hablar de la energía de las pirámides, de los minerales y las gemas y sobre todo de los astros, que desde enormes distancias rigen el azar en la Tierra? Incluso el cuerpo humano tiene innumerables nodos y flujos energéticos que debidamente canalizados son una fuente asombrosa de poder.

Así que comencé mi estudio de como poder aplicar esa energía para hacer funcionar mi vehículo. Y para que esos que se denominan “científicos” no vengan poniendo pegas, expongo a continuación el método utilizado:

A) Hipótesis de trabajo: La energía de diversos elementos no reconocidos por la ciencia oficial debe servir para transmitir movimiento al vehículo.
Como paso previo a la experimentación, y para que no digan que hay trampa y cartón, vacié el depósito de combustible y retire la batería.

B) Experimento 1: Coloque una pirámide de cristal sobre el techo del vehículo. En una cuesta arriba, el coche se fue hacia atrás, mientras que en una cuesta abajo fue hacia adelante. En una superficie horizontal no se movió.

c) Experimento 2: Llene el deposito de combustible con diversas gemas minerales: cuarzos de colores, granitos pulidos, y piedras de colores usadas en bisutería. En una cuesta arriba, el coche se fue hacia atrás, mientras que en una cuesta abajo fue hacia adelante. En una superficie horizontal no se movió.

D) Experimento 3: Me coloque dentro del coche y me concentre. Alcanzado el estado tántrico, solté el freno. En una cuesta arriba, el coche se fue hacia atrás, mientras que en una cuesta abajo fue hacia adelante. En una superficie horizontal no se movió.

E) Conclusiones: Analizados los resultados del experimento en un ordenador como los que usa la NASA en las películas, se obtuvieron las siguientes conclusiones:

1) Las cuestas arriba poseen una energía retroactiva que canalizada por un concentrador psicoenergético, provoca el movimiento del vehículo marcha atrás.

2) Las cuestas abajo, por contra, poseen una energía frente-direccional focalizada que debidamente encauzada por un concentrador psicoenergético, provoca el movimiento del vehículo hacia adelante.

3) Cuando la superficie es horizontal, existe una energía cósmico-cuántica que escapa a nuestro entendimiento y que no se puede canalizar ni con una pirámide ni con piedras minerales ni a través de la concentración mental. Otro enigma que la ciencia “oficial” nos ha ocultado porque carece de respuesta para el.

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No hay palabras para ponderar adecuadamente la labor de D. Indagacio. El caso es que, aplicando esos mismos principios a mi experiencia accidental y accidentada con el cuarzo, no sólo pude elaborar una hipótesis aceptable, sino que me lancé a investigar a fondo los cristales como forma de energía aplicada a la comunicación interdimensional, campo éste que, hasta ahora, estaba reservado a personas muy preparadas (interdimensionalmente hablando, claro).

Pero gracias a mis estudios, eso va a cambiar radicalmente. Con las técnicas que he desarrollado todas las personas podrán comunicarse con cualquier punto de esta u otras dimensiones, en cualquier idioma (conocido o no), podrán recibir y enviar imágenes y sonido en cualquier formato. Incluso podrán abrirse gratuitamente una cuenta de correo hiperespacial, en cuya bandeja cósmica de entrada se almacenarán los mensajes estelares recibidos. Será la revolución que cambiará definitivamente el mundo.

Precisamente acabo de publicar un libro divulgativo que va a conmocionar a la comunidad científica, y que transformará a todos aquellos que pongan en práctica los ejercicios que en él se detallan.

Si no lo encontráis en las librerías especializadas (sin duda, porque se habrá agotado) me ofrezco desinteresadamente a suministraros, a contra reembolso, ejemplares del libro, así como el material necesario para la realización de los ejercicios, que se detalla más adelante. Los precios pueden parecer un poco elevados, pero sólo son orientativos y pueden sufrir variaciones, al alza. También hay que añadir los gastos de envío y embalaje, que incluyen el alquiler de la limusina que me lleva a Correo y me devuelve a mi casa, una vez enviado el paquete.

Pero que nadie vaya a suponer que hay en mí ánimo de lucro; ¡nada más alejado de la realidad!. Mi única motivación y anhelo es el progreso de la ciencia y el servicio a la Humanidad y a nuestros hermanos de la Confederación Galáctica. Y, como prueba de mi altruismo, voy a dedicar todos los beneficios que se generen a financiar la construcción de dos persianas de dimensiones colosales para cubrir los agujeros de los polos de la Tierra, que es hueca, como todos sabemos, y como han demostrado las imágenes recogidas por el satélite artificial OGT-1 (Observator of Gilipolleces and Tonterías).

Pretendo controlar así las fuertes corrientes de aire que se forman en el interior y que son causa del enfriamiento acelerado del planeta, así como de los impresionantes catarros crónicos que padecen los habitantes del interior. Estas persianas también evitarán que algunos animales enfermos y desorientados salgan del interior y se congelen, como algunos dinosaurios y mamuts que han encontrado a veces, y a los cuales los científicos les atribuyen edades prehistóricas porque están compinchados con los gobiernos para ocultar la verdad. Por supuesto, todas las naves de los diversos pueblos extraterrestres que pueblan el interior de la Tierra disponen de una frecuencia holográfica desmodulada, que les permite replegar la persiana en el cuadrante que deseen y así poder efectuar las salidas y entradas que precisan para realizar sus misiones o para darse un garbeo y abducirse una buena moza, que todo no va ser trabajo.

Como sois personas bondadosas de elevada sensibilidad, y es seguro que estáis deseosas de mostrar vuestra generosidad colaborando con esta buena causa, os indico el número de cuenta en el que podéis realizar el ingreso de ese bendito donativo: 0043 8426 18 8030000775

No puedo desvelar todo el contenido del libro pero, como prueba de la calidad y seriedad de mi trabajo, voy a obsequiaros con un sencillo ejercicio que todos podéis realizar en casa. Se trata del “Encuarzamiento Místico Comunicacional”. Son necesarios los siguientes elementos:

MATERIALES

CUARZO.- Es elemento principal, actúa como una pila que nunca se gasta. Debe tener forma de pirámide; mejor cuantos más lados tenga su base, así las aristas son menos pronunciadas. La energía suministrada por el cristal es directamente proporcional a su tamaño, pero recomiendo empezar por piezas pequeñas e ir aumentado progresivamente según se vaya desarrollando nuestra tolerancia.

VENTOSA.- Sirve para inmovilizar el cuarzo. Puede valer la ventosa desmontable del desatascador que tenemos en el fregadero.

PIRÁMIDE.- Lo ideal es el modelo plegable, realizado en materiales ultraligeros  para colgar del techo (no le quitan cobertura al móvil), que podéis conseguir por el módico precio de 5.000 €. Cuanto más grande sea mayor será la amplificación de las frecuencias que enviamos y recibimos de otras dimensiones, ya que, como todos sabemos, las pirámides de Egipto fueron construidas con fines comunicativos por los atlantes, antes de convertirse en extraterrestres. Precisamente, las hicieron principalmente para hacer reservas de pisos de alquiler y de plazas escolares para sus niños en otros mundos.

El poder de las pirámides está sobradamente demostrado. Entre los muchos efectos beneficiosos que tiene, he comprobado fehacientemente que, una pirámide forrada con posters de Alejandro Sanz, retrasa el crecimiento del vello corporal. De forma que, con tan sólo cinco horas al día bajo la pirámide, los hombres no tienen que afeitarse más de dos o tres veces por semana, mientras que las mujeres conservan una depilación perfecta durante un mes y medio, por lo menos.

BRÚJULA.- Sirve para orientar la pirámide. No hay mucho más que decir a cerca de esto. Todos sabéis lo que es una brújula; una viéjula motádula en una escóbula.

INCIENSO.- No hacía falta decirlo, pero, por si a caso hay algún despistado por ahí, que se vaya enterando de que el incienso u otras hierbas aromáticas son fundamentales en este tipo de experimentos. Personalmente, suelo quemar unas hierbas cuyo nombre no recuerdo, me las trae un amigo de Ketama, creo.

INDUMENTARIA

Aunque el hábito no hace al monje, la indumentaria tiene una especial importancia es este ejercicio. Vamos a necesitar las siguientes prendas:

TÚNICA.- En caso de que prefieras dejar escapar esta oportunidad única para hacerte con esta magnífica túnica, que he diseñado personalmente, por el insignificante precio de 3.500 €, y que ha sido realizada con pura lana de ovejas casi vírgenes, y manufacturada con los pies por la AMI (Asociación de Mancos Invidentes) de Torre del Villorio, puedes valerte de un poncho mejicano o de una sabana con dos agujeros (en plan fantasma).

GORRO.- Para evitar que las imágenes percibidas puedan distraernos no basta con cerrar los ojos, ya que la mente desocupada puede generarlas impidiéndonos un estado de concentración óptima. La solución es confundir a la mente enfocando algún objeto situado a menos de 5 cm. entre los dos ojos. Lo ideal son los típicos gorritos legionarios con la bolita roja pendulante. Estos gorros sirven también para ejercicios de auto-hipnosis (MUY IMPORTANTE: antes de comenzar a mover la cabeza de un lado a otro debéis acordaros de poner el despertador).

Si no disponemos del efectivo gorrito legionario, podemos apañarnos con una aceituna sin hueso a la que pasaremos un hilo que ataremos a un bolígrafo, el cual sujetaremos sobre nuestra cabeza con ayuda de una de esas cintas elásticas que utilizan los deportistas para absorber el sudor de sus frentes. El caso es que la aceituna quede posicionada entre nuestros ojos a la distancia máxima indicada. Si no tenemos ni gorrito legionario, ni aceituna si hueso podemos concentrar la visión sobre la punta de la nariz, aunque advierto que resulta más incómodo y no es tan efectivo.

TÉCNICAS

RESPIRACIÓN.- Los radicales libres son los causantes del envejecimiento del ser humano. Si están libres es porque nosotros mismos los ponemos en libertad al respirar. Se ha comprobado que cuando aguantamos la respiración envejecemos mucho menos, y si hemos expulsado todo el aire antes, entonces no envejecemos nada prácticamente. Así que deberemos procurar respirar lo menos posible. Empezaremos con una inspiración cada 3 minutos e iremos aumentando el tiempo progresivamente hasta poder aguantar unos 15 minutos.

POSTURA.- De estilo oriental. Concretamente, pertenece a la secta Patú . Y, por ser la primera postura que se conoció en occidente, la denominamos Patú-Prima. Nos pondremos de rodillas, sentados sobre nuestros pies, pero separándolos todo lo posible hacia ambos lados. La mano es muy importante, debe estar abierta pero ligeramente curvada y con el dedo corazón en ángulo de 90º respecto a la palma; como simulando una antena parabólica con la que iremos  haciendo barridos en el espacio-tiempo holográfico. Cuando hayamos adquirido la suficiente destreza podremos utilizar las dos manos simultáneamente, reduciendo así a la mitad el tiempo de rastreo

MANTRA.- He desarrollado un mantra híbrido que combina el concepto de unidad armoniosa del Todo (elaborado por el pensador chino Musha Shito durante la dinastía Pring Wao), con el poder de invocación de la divinidad radiante desarrollado, y mantenido en secreto durante más de 30 siglos, por una cofradía de sacerdotes egipcios que ha sobrevivido hasta nuestros días. Por cierto, estos sacerdotes también son los creadores del videt. Los occidentales, por ignorancia, lo usamos para la higiene íntima, pero en realidad sirve para lavarse los pies antes de los rezos, como exigen sus preceptos religiosos.

Este mantra debe pronunciarse como si estuviéramos cantando. Con voz gutural, iremos recitando, cada vez más rápido y más fuerte, “TOSHOI KETÓN”.

DESARROLLO

Ataviados como se ha indicado, nos situaremos bajo la pirámide correctamente orientada. Fijamos la ventosa al suelo y encajamos el cuarzo en ella, encendemos el incienso, contenemos la respiración y fijamos la mirada en la bolita o, en su caso, aceituna deshuesada.

Mientras descendemos lentamente con la túnica remangada para adoptar la postura Patú-Prima, empezamos a susurrar el mantra “TOSHOI KETÓN”. Aunque pueda resultar un poco chocante, debemos dejar de lado nuestros prejuicios y sentarnos completamente sobre el cuarzo. De esta forma no se desperdicia ni chispa de energía. Además, si el cuarzo es como una pila, lo más sensato es colocarla en la parte trasera, como en la mayoría de aparatos eléctricos.

En ese momento sentiremos que una poderosa energía nos invade. Ahora sólo debemos utilizar las manos como se ha explicado para rastrear las frecuencias espacio-temporales.

Entre los miles de mensajes extraterrestres que llevo captados y decodificados con la técnica descrita, he escogido éste por su especial relevancia para el futuro de la Humanidad:

“Abuelito dime tú
qué sonidos son los que oigo yo.

Abuelito dime tú
por qué en las nubes voy.

Dime por qué huele el aire así
dime por qué yo soy tan feliz…”

Presten atención a la letra que es la clara narración de una abducción extraterrestre. El abuelito es, según la afamada arqueoastróloga Paca Lavaca de Aravaca, el símbolo universal de la sabiduría como se demuestra porque en dialecto sánscrito-aragonés, abuelito se dice begéte mientras que, en búlgaro castizo, al laurel se le llama begetal.

La apelación al abuelito pidiendo que explique el porqué de las cosas, es muestra de su profunda sabiduría. Es una personificación del venerable anciano que conoce todas las respuestas.

Sigue con “qué sonidos son los que oigo yo” señal de que las máquinas extraterrestres no producen ruidos molestos sino una agradable melodía inindentificable para los oídos humanos.

Continúa “por qué en la nube voy.” Ahí lo tenemos. Monta en una nube que es el camuflaje típico de las naves extraterrestres cuando no quieren pasar desapercibidas encendiendo luces de colorines.

Continúa “porqué huele el aire así” ¿Hacen falta más pruebas? Las naves extraterrestres no pegan el pestazo de los autobuses urbanos. No. Exhalan una suave fragancia a Pachuli number five.

Que no es una experiencia ordinaria, lo demuestra la siguiente frase: “porqué yo soy tan feliz” El abducido (o abducida” entra en una situación paraextática como le sucedió a San Juan de Baños al Fondo a la Derecha y a Santa Tereshina del Jesús qué Niño.

9 – Bajas Vibraciones – QUITÁNDOLE EL CARAMELO AL NIÑO =€€

Tal y como amenacé en la anterior entrega, cae sobre vosotros esta nueva plaga que, por razones que os parecerán obvias tras la lectura, he titulado “QUITÁNDOLE EL CARAMELO AL NIÑO”.

En “JERUSALÉN AÑO CERO” analizábamos el surgimiento del cristianismo. Vamos a ver ahora como ese movimiento de espíritu revolucionario,  que satisfacía los anhelos de los oprimidos (eso si, en la esfera de la fantasía únicamente), se convierte en la religión del Imperio Romano; sostenedora del Estado y sometedora de las masas.

LAS AUTORIDADES ESPIRITUALES ADVIERTEN QUE SI BUSCAS UNA MANO DISPUESTA A AYUDARTE, LA ENCONTRARÁS AL FINAL DE TU BRAZO.

El primer gran cambio que ocurre en la composición de los creyentes tuvo lugar cuando la propaganda cristiana se volcó hacia los paganos y ganó adeptos en casi todo el Imperio Romano. La importancia del cambio de nacionalidad de los cristianos debe ser tenida en cuenta, pero no tuvo ningún papel decisivo mientras no cambió la composición social de la comunidad cristiana, es decir, mientras estuvo compuesta por gente pobre, oprimida, analfabeta, que sufría en común, odiaba en común y tenía esperanzas en común.

El juicio de Pablo referente a la comunidad corintia es válido para ilustrar la realidad de la segunda y tercera generación de las comunidades cristianas, así como para el período apostólico:

“Pues, mirad vuestra vocación, hermanos, como que no muchos de vosotros erais sabios de acuerdo con las normas terrenales, no muchos erais poderosos, no muchos erais nobles de cuna; pero Dios escogió las cosas insensatas del mundo para confundir a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte; y las cosas viles del mundo y las despreciadas ha escogido Dios, y aun las que no son, para anonadar a las que son.” (I. Corintios, 1:26-28)

Pero si bien la mayoría de los adeptos que Pablo ganó para la cristiandad en la primera centuria eran todavía gentes de las clases más bajas –artesanos de baja categoría, esclavos y esclavos emancipados-, otro elemento social, educado y pudiente, comenzó a infiltrar gradualmente la comunidad. El mismo Pablo no provenía de las clases bajas. Era hijo de un acomodado ciudadano romano, había sido fariseo y, por lo tanto, pertenecía al grupo de intelectuales que despreciaban a los cristianos y que, a su vez, era odiado por ellos.

Con su propaganda, Pablo apeló principalmente a los estratos sociales más bajos, pero también a algunos de clase acomodada y educada, en especial mercaderes que, mediante sus viajes tuvieron una decidida importancia para la difusión del cristianismo. A mediados de la segunda centuria, el cristianismo comenzó a ganar adeptos entre las clases alta y media del Imperio Romano; el cristianismo penetró gradualmente en los círculos de la aristocracia dirigente.

Como ejemplo de la composición social de la iglesia cristiana de las tres primeras centurias, volvemos a recurrir a Pablo que, en su Epístola a los Filipenses (4:22), pide que sus saludos sean transmitidos “especialmente a aquellos que son de la casa del César”. Otro hecho ilustrativo era las sentencias de muerte que (como las que impuso Nerón sobre los cristianos) podían ser aplicadas únicamente a los “humiliores” y no a los “honestiores” (los más prominentes).

El punto hasta el cual había cambiado la composición de la iglesia postapostólica se pone de manifiesto en un pasaje de la primera Epístola de Clemente (38:2): “El rico deberá ofrecer ayuda al pobre, y el hombre pobre deberá agradecer a Dios que le haya dado alguien a través de quien su necesidad puede ser atendida.” No hay ya ni rastro de la animosidad hacia los ricos que teñía todas las prédicas de antaño.

Naturalmente, el número creciente de cristianos ricos y prominentes creó tensiones y diferencias en las iglesias. Una de estas diferencias se relacionaba con la cuestión de si los amos cristianos debían liberar a sus esclavos cristianos. Esto se ve en las palabras de Pablo, al exhortar a los esclavos para que no busquen la emancipación.

Entre doscientos cincuenta y trescientos años después del nacimiento del cristianismo, los que profesaban esta fe ya no eran judíos que creían con vehemencia en un tiempo mesiánico que no tardaría en llegar. Eran más bien griegos, romanos, sirios y galos, es decir, miembros de todas las naciones del Imperio Romano. El grueso de la comunidad cristiana seguía estando constituido por las masas de las clases bajas; pero se había convertido también en la religión de las clases prominentes y dominantes del Imperio Romano.

La situación económica y política general del Imperio Romano había experimentado un cambio fundamental. Las diferencias nacionales características del Imperio habían ido desapareciendo paulatinamente. Hasta un extranjero podía convertirse en ciudadano romano (edicto de Caracalla, 212). El desarrollo económico se caracterizaba por un proceso de gradual feudalización. La expresión política de esta economía declinante era la monarquía absoluta. En un tiempo relativamente corto el Imperio Romano se convirtió en un Estado clasista feudal, con un orden rígidamente establecido en el cual los rangos más bajos no podían tener ninguna esperanza de ascender, pues el estancamiento causado por el receso de las fuerzas productoras hacía imposible un desarrollo progresivo. El sistema se estabilizaba y regulaba desde arriba, y era imperativo hacer que a los individuos que ocupaban la parte inferior les fuera más fácil contentarse con su situación.

La transformación del cristianismo, en especial del concepto de Cristo y su relación con el Dios Padre, se adaptó para asumir una nueva función sociológica. En realidad puede decirse que la religión original se transformó en otra completamente distinta (la nueva religión tenía sus razones para ocultar esta transformación). El punto más importante es la desaparición gradual de las esperanzas escatológicas que había constituido el núcleo central de la fe y esperanza de la primitiva comunidad. Si en el comienzo, las dos concepciones escatológica y espiritual, estaban íntimamente ligadas, con mayor énfasis sobre la primera de ellas, después se separaron lentamente. La fe cristiana se alejó del segundo advenimiento de Cristo y se centró en el primer advenimiento, en virtud del cual la salvación ya estaba preparada para el hombre y el hombre para la salvación.

Hubo intentos continuos de revivir el viejo entusiasmo cristiano con su expectativa escatológica; eran intentos de aquellos grupos que se asemejaban a los primeros cristianos en cuanto a su situación económica y social, porque se hallaban oprimidos y buscaban la libertad. Pero, para la mayoría de los nuevos cristianos, el mundo real, histórico, ya no necesitaba cambiar; por fuera todo podía seguir como estaba –Estado, sociedad, ley, economía- , pues la salvación se había convertido en un asunto interno, espiritual, ahistórico, individual, garantizado por la fe en Cristo. La salvación real o histórica había sido reemplazada por la fe en la salvación espiritual.

Junto con ello se desvanecieron las demandas éticas que caracterizaron a cristianismo de la primera centuria. Este rigorismo práctico y ético fue reemplazado por los medios de gracia dispensados por la Iglesia. Estrechamente ligada a esta renuncia se producía la reconciliación de los cristianos con el Estado. En la segunda centuria la iglesia cristiana ya exhibe unas líneas de desarrollo tendentes a una reconciliación con el Estado y la sociedad. Incluso las ocasionales persecuciones de los cristianos por el Estado no afectaron para nada ese desarrollo. La iglesia adoptó esta actitud en todas partes tras el comienzo de la tercera centuria. El Estado ganó así numerosos ciudadanos tranquilos, respetuosos y conscientes, quienes, lejos de causar ninguna dificultad, mantenían el orden y la paz en la sociedad. Dado que había abandonado su actitud rígida y negativa hacia el mundo, la Iglesia se convirtió gradualmente en una fuerza sostenedora del Estado.

Esta transformación es fundamental en la historia del cristianismo. De religión de los oprimidos, pasó a ser la religión de los dirigentes y las masas manejadas por ellos. El cristianismo, que había sido la religión de una comunidad de hermanos iguales, sin jerarquía ni burocracia, se convirtió en “la Iglesia”, la imagen refleja de la monarquía absoluta del Imperio Romano. En la primera centuria no había una autoridad externa claramente definida. Las comunidades cristianas estaban construidas sobre la independencia y la libertad del cristiano individual. La segunda centuria se caracterizó por el desarrollo gradual de una unión eclesiástica con líderes autoritarios y por el establecimiento de una doctrina sistemática de la fe a la que el cristiano individual debía someterse. Originariamente era sólo Dios quien podía perdonar los pecados. Después, únicamente la iglesia ofrece protección contra cualquier pérdida de gracia.

Este cambio también afectó al concepto que los creyentes debían tener sobre la naturaleza de Jesús. En el cristianismo primitivo prevaleció la doctrina adopcionista, es decir, el hombre había sido elevado a la dignidad de un dios. El desarrollo continuado de la iglesia dio lugar a un nuevo concepto: Ya no podía, un hombre, ser elevado a la categoría de dios, sino que un dios descendía para convertirse en hombre. Ésta fue la base del concepto que culminó con la doctrina de Anastasio, adoptada por el Concilio de Nicea: Jesús, el Hijo de Dios, engendrado por el Padre antes de todo tiempo, de naturaleza una con el Padre.

El cristianismo primitivo era hostil a la autoridad y al Estado. Satisfacía en la fantasía los deseos revolucionarios de las clases bajas, hostiles al padre. Cuando el cristianismo que fue elevado al rango de religión oficial del Imperio Romano trescientos años más tarde tenía una función social completamente diferente: conducir a las masas y mantenerlas en un estado de obediencia e integración en el sistema absolutista del Imperio Romano. El cristianismo poseía una cualidad que no tenían ni el mitraísmo ni el culto al emperador, y que lo hacía superior para el cumplimiento de esa función: las masas sufrientes y oprimidas podían identificarse en mayor grado con el Hijo crucificado de Dios.

Bajo el liderazgo de la clase dirigente fue creado nuevo dogma de Jesús. Al evitar que un hombre pudiera convertirse en dios, se eliminó el carácter revolucionario de la doctrina antigua. El crimen de Edipo contenido en la fórmula anterior (el desplazamiento del padre por el hijo), fue desechado. El padre siguió intacto en su posición. La idea de que Dios se convirtiera en un hombre se transformó en un símbolo del lazo tierno y pasivo con el padre. Además, al retener al antiguo representante revolucionario, la necesidad emocional de las masas seguía quedando satisfecha. La clave de la victoria del cristianismo sobre otros cultos reside en su potencial para eliminar tendencias hostiles hacia el padre y, por extensión, hacia las figuras paternales: los sacerdotes, el emperador y en especial los dirigentes.

Toda esperanza de derrocar a los dirigentes y alcanzar la victoria para su propia clase era tan remota que, desde el punto de vista psíquico, habría sido en vano y antieconómico persistir en la actitud de odio. Si no había esperanza alguna de derrocar al padre, entonces el mejor escape psíquico era someterse a él, amarlo y recibir su amor. Este cambio de actitud era el resultado inevitable de la derrota final sufrida por la clase oprimida.

Pero los impulsos agresivos no podían haber desaparecido de golpe, pues su causa real, la opresión impuesta por los dirigentes, no había sido superada. Simplemente se los había redirigido hacia el propio ser individual. La identificación con el Jesús sufriente ofrecía una magnífica oportunidad para ello. En el dogma católico, a diferencia de la primitiva doctrina cristiana, el énfasis ya no estaba en el derrocamiento del padre sino en la autoaniquilación del hijo. Ya no era a los dirigentes a los que había que culpar por las desdichas y sufrimientos; los culpables eran más bien los sufrientes mismos.  Deben reprocharse a sí mismos si son desdichados. Sólo por medio de la constante expiación, sólo por medio del sufrimiento personal pueden purgar su culpa y ganarse el perdón y el amor de Dios y de sus representantes terrenales.

De forma magistral la Iglesia católica aceleró y reforzó este cambio de actitud, acrecentando el sentimiento de culpa de las masas hasta el punto de hacerlo casi insoportable; y al proceder así no sólo logro desplazar los reproches que recaían sobre las autoridades, sino que ella misma se ofrecía a las masas sufrientes como un padre bueno y amoroso, dado que los sacerdotes aseguraban perdón y expiación para la culpa que ellos habían provocado.

Para las autoridades y dirigentes, la fantasía del Jesús sufriente, tenía además una importante función psíquica añadida; los liberaba de la culpa que pudieran sentir a causa de la desdicha y sufrimiento que su opresión y explotación generaba en las masas. Los grupos explotadores podían consolarse con la idea de que para las masas el sufrimiento era una gracia de Dios, y por lo tanto no tenían motivo para reprocharse a sí mismos por causar tal sufrimiento. En resumen, la transformación del dogma correspondió, sencillamente, a la función de estabilización social y a la necesidad de preservar los intereses de la clase gobernante.

Pero tras el nuevo concepto de la naturaleza de Jesús subyace una contradicción lógica: Dos es igual a uno. Resulta que hay una sola situación real en que esta fórmula tiene sentido, la situación de la criatura en el vientre materno. Madre e hijo son entonces dos seres y al mismo tiempo son uno. El padre fuerte y poderoso, se convirtió en la madre que da abrigo y protección; el hijo una vez rebelde y luego sufriente y pasivo, pasó a ser el niño pequeño. La Gran Madre emerge otra vez para convertirse en la figura dominante del cristianismo medieval. La iglesia se trasviste para presentarse a sí misma como la “Santa Madre Iglesia” a través de la cual sus hijos, los creyentes, pueden alcanzar seguridad y bendición.

En los relatos del Nuevo Testamento, María en ningún caso es elevada más allá de la esfera de la humanidad ordinaria. Ahora, cuanto más retrocedía la figura del Jesús histórico y humano a favor del preexistente Hijo de Dios, tanto más se deificaba a María, que representaba esa divinidad materna en la que se pueden experimentar directamente las cualidades maternales que, inconscientemente siempre habían formado parte de Dios Padre.

A la terminación de la cuarta centuria surgió con fuerza el culto a María y los cristianos comenzaron a elevarle oraciones. En las centurias siguientes le asignaron cada vez más importancia a la madre de Dios; su adoración se generalizó y se hizo más exuberante. En la controversia nestoriana se llegó, en el año 431, a la decisión (contra Nestorio) de que María no era sólo la madre de Cristo, si no también, la madre de Dios. De receptora de la gracia pasó a ser dispensadora de la gracia. Maria con el niño Jesús se convirtió en el símbolo del medioevo católico.

En la fantasía del Jesús crucificado, el perdón se logra por una actitud pasiva autocastradora de sumisión al padre. En la fantasía del niño Jesús en el pecho de la Madona encontramos a la madre que, mientras apacigua al niño, concede perdón y expiación. Esta era la fórmula óptima que el cristianismo tenía para ofrecer. La identificación con el lactante implicaba una regresión inconsciente a una actitud pasiva e infantil. Esta posición excluía la revuelta activa; fue la actitud psíquica de la sociedad medieval. El ser humano dependía de sus gobernantes y esperaba que le permitiera obtener una mínima subsistencia; el hambre y otros males que padecía eran una prueba de sus pecados.

En la segunda centuria, el cristianismo ya había comenzado un “revisionismo” que se caracterizó por una batalla mantenida en dos frentes. Por una parte, se debían suprimir las tendencias revolucionarias que aún brotaban; por otra, se debían ralentizar los impulsos propensos a desarrollarse demasiado rápidamente en la dirección del conformismo social. Las masas sólo podían seguir un curso lento y gradual desde la esperanza en un Jesús revolucionario a la fe en un Jesús que apoyaba al Estado.

El montanismo (Montano, profeta frigio de mediados de la segunda centuria) fue una reacción contra las tendencias conformistas del cristianismo que acabó siendo combatida como herejía por las autoridades de la iglesia. Representaba el resurgir de un movimiento revolucionario que ya había sido dominado y que encerraba un peligro real para los actuales líderes del cristianismo. Por cierto, que la conducta de Lutero hacia los campesinos rebeldes y los anabaptistas fue similar en muchos aspectos.

En el otro extremo encontramos a los gnósticos, representantes intelectuales de la clase media helenista, que también fueron atacados por la iglesia justo por todo lo contrario; se adelantaron ciento cincuenta años al desarrollo del cristianismo. El gnosticismo negaba enteramente la primitiva escatología cristiana, particularmente el segundo advenimiento de Cristo y la resurrección de la carne; tan sólo esperaban la futura liberación del espíritu de su envoltura material. Los gnósticos diferenciaban entre el Dios supremo y el creador del mundo, y afirmaban que “el mundo presente surgió de una caída del hombre, o de una empresa hostil a Dios, y es en consecuencia el producto de un ser maligno o intermedio”. Para estos griegos no había ningún problema en derrocar a Yahvé, un dios judío por el que no sentían ningún respeto.

Por lo tanto, según los gnósticos, si la creación es mala desde el comienzo, no puede ser redimida. El gnosticismo rechazó el verdadero cambio colectivo y la redención de la humanidad y los sustituyó por un ideal individual de conocimiento, dividiendo a los hombres, según líneas religiosas y espirituales, en clases y castas definidas; las divisiones sociales y económicas eran consideradas como buenas y dadas por Dios.

Lo gnósticos no reconocieron ninguna unión real entre Cristo y Jesús, a quien consideraban como un hombre terrenal. Entre ellos, los valentinianos enseñaban que el cuerpo de Jesús era una formación psíquica celestial. Otros, como Saturnino, declaraban que la apariencia visible de Jesús era un fantasma y negaban el nacimiento de Cristo. En un mundo malo por naturaleza no hay lugar para que un hombre se pueda convertir en Dios, así como no hay nada en la situación social que deba ser cambiado. La idea de un Dios creador inferior era necesaria para demostrar la tesis de la inmutabilidad del mundo y la sociedad humana.

La Iglesia católica de la cuarta centuria se acercaba a las posiciones gnósticas, aunque no fue tan radical. Intentaron presentar al cristianismo como la filosofía más elevada; formularon el contenido del Evangelio de una manera que apelaba al sentido común de todos los pensadores serios y hombres inteligentes de la época. La idea de moda era el desdoblamiento divino: el logos, que Dios expulsó fuera de sí para la finalidad de la Creación, era el Hijo de Dios. Jesús se convirtió en el preexistente unigénito de Dios, consubstanciado con él y sin embargo una segunda persona a su lado. El Cristo de la historia fue sustituido por un Cristo conceptual.

La fe de los cristianos puso definitivamente rumbo a la contemplación de ideas y dogmas, preparando así el camino para a una cristiandad tutelada. Se legitimaron centenares de cuestiones de cosmología y de la naturaleza del mundo, dándoles el carácter de cuestiones religiosas y exigiendo una respuesta definida ante ellas, so pena de perder la salvación. Esto llevó a una situación en la que, en lugar de predicar la fe, se predicó la fe en la fe.

Llegamos así a la controversia entre Arrio y Anastasio que halló un arreglo preliminar en el concilio de Nicea. Aparentemente se trataba de una pequeña diferencia (si Dios y su Hijo eran la misma persona o de igual naturaleza), pero tras este debate se ocultaba nada menos que el viejo conflicto entre las tendencias revolucionarias y reaccionarias. El dogma arriano fue una de las convulsiones finales del cristianismo primitivo; la victoria de Anastasio selló la derrota de la religión y las esperanzas de los pequeños campesinos, artesanos  y proletarios de Palestina. La renuncia definitiva a las tendencias revolucionarias subyacentes, a la liberación histórica y colectiva, abrió la puerta para que, en la cuarta centuria, el cristianismo se convirtiera en la religión oficial del Imperio Romano.

8 – Bajas Vibraciones – JERUSALEM AÑO CERO =€€

La presente entrega de Bajas Vibraciones, aunque tiene un enfoque muy distinto, es la continuación obligada a “JESUSITO DE MI VIDA” Y “POR LOS CRISTOS DEL CLAVO”. Con el enfoque del historicismo materialista intentaremos seguir el rastro del origen y la evolución del cristianismo primitivo, y desarrollaremos ideas que, por motivos de espacio, tan sólo pudieron ser apuntadas en los escritos anteriores.

Con el contenido de “JERUSALÉN AÑO CERO” no se pretende dañar ni ofender a nadie. Si alguien se siente molesto con la lectura, puede descargar su enfado en forma de respuesta, pero antes debería preguntarse si su reacción no es la del niño que descubre que los Reyes Magos son los padres. Seguirá recibiendo regalos en Navidad, pero ha perdido una bonita fantasía. De la misma manera, lo esencial de las creencias siempre seguirá siendo válido.

Bajas Vibraciones le invita a madurar (sin dejar de ser como niños en los aspectos positivos).

LAS AUTORIDADES ESPIRITUALES ADVIERTEN QUE, SI DISFRUTA VIVIENDO UNA FANTASÍA, NO TIENE QUE RENUNCIAR A ELLA. SIMPLEMENTE, ABSTÉNGASE DE SEGUIR LEYENDO.

Si buscamos información sobre el surgimiento del cristianismo es probable que sólo encontremos propaganda más o menos encubierta. Tras dos milenios de dictadura religiosa, con lavado de cerebros, represión violenta de la discrepancia y destrucción de la información alternativa, es difícil hallar elementos dignos de consideración y análisis. Así las cosas, para comprender el origen del cristianismo, lo más aconsejable es comenzar por hacer una valoración de la situación económica, social y cultural de los primeros creyentes.

Palestina era una parte del Imperio Romano sometida a las condiciones de su desarrollo económico y social. El régimen de Augusto significó el fin de la dominación de una oligarquía feudal y contribuyó al triunfo de la ciudadanía urbana. El creciente comercio internacional no implicaba mejoras para las grandes masas. La actividad comercial interesaba únicamente a la reducida clase pudiente. Un proletariado desocupado y hambriento, en número sin precedente, poblaba las ciudades.

Después de Roma, Jerusalén era la ciudad con el mayor porcentaje de ese tipo de proletariado. La situación era más penosa para artesanos, mendigos, obreros sin oficio y campesinos de Jerusalén, ya que no gozaban de los derechos civiles romanos. Para ellos no había reparto de cereales, ni juegos.

La población rural soportaba enormes impuestos cuyo impago les despojaba de la pequeña hacienda y/o les convertía en esclavos. Algunos de estos campesinos abandonaban su inviable forma de vida y se trasladaban a Jerusalén, engrosado las filas de su proletariado. También existía una clase media económicamente estable y una poderosa e influyente aristocracia feudal, eclesiástica y adinerada.

Estas diferencias tenían su reflejo en diferentes grupos políticos. Los saduceos representaban a la rica clase alta. Los fariseos representaban a la reducida ciudadanía urbana media. Algunos de sus seguidores provenían de estratos más bajos, lo que dio pie a contradicciones respecto de la actitud mantenida hacia la dominación romana y los movimientos revolucionarios. Desde el punto de vista económico y social, la clase más baja estaba fuera de la sociedad judía integrada en conjunto en al Imperio Romano. Estos desposeídos odiaban a los fariseos y, a su vez, eran despreciados por ellos.

A medida que se hacía más pesada la opresión romana y aumentaban las penurias creció el conflicto entre la clase media y el proletariado dentro del grupo farisaico. Así mismo, las clases más bajas se convirtieron en partidarias de los movimientos revolucionarios nacionalistas y religiosos. Estas aspiraciones revolucionarias de las masas hallaron expresión en dos direcciones: Intentos políticos de revuelta y emancipación contra su propia aristocracia y los romanos, y toda clase de movimientos mesiánicos-religiosos.

Poco antes de la muerte de Herodes dos sabios fariseos encabezaron una revuelta popular durante la cual fue destruida el águila romana puesta en la entrada del Templo. Los instigadores acabaron en la hoguera. Después de la muerte de Herodes el populacho hizo una demostración de fuerza ante su sucesor (Arquelao) exigiendo la liberación de los presos políticos, la abolición del impuesto del mercado y una reducción del tributo anual. Estas demandas no fueron satisfechas, pero de todos modos el movimiento cobró fuerza. En relación con estas mismas reivindicaciones, ya se produjo una revuelta en el año 4 antes de J.C. que fue reprimida sangrientamente.
Siete semanas más tarde se producen en Jerusalén nuevas rebeliones violentas contra Roma. Las luchas se extendieron a Galilea (antiguo foco revolucionario) y a la Transjordania. Los romanos coronaron su victoria crucificando a dos millares de prisioneros.

Durante algunos años el país se mostró tranquilo, pero en el año 6 después de J.C. hubo un nuevo movimiento revolucionario. Comenzó entonces una separación entre las clases baja y media. Si diez años antes los fariseos habían participado en las revueltas, ahora se hallaban dispuestos a la reconciliación con los romanos. Por su parte, las clases bajas del campo y la ciudad, que no tenían nada que perder y tal vez algo que ganar, se unieron a un nuevo partido (los celotes) que ganaba más adeptos cuanto mayor era la desesperación de las masas.

Cuanto más se apartaba la clase media de la lucha política contra Roma, más radicales se volvían las clases bajas. El ala izquierda de los celotes formó la facción secreta de los “sicarios”, que mediante la acción terrorista atacaban despiadadamente a los ciudadanos de clase media y alta de Jerusalén. Al mismo tiempo, invadían, saqueaban y reducían a cenizas las aldeas cuyos habitantes rehusaban unirse a sus bandas revolucionarias. De forma paralela, los profetas y los seudomesías no cesaban en su agitación del pueblo. En esta opción las tendencias revolucionarias perdían su carácter político y  entraban en la esfera de las fantasías religiosas y de las ideas mesiánicas.

Finalmente, en el año 66, estalló la gran revuelta popular contra Roma. En su comienzo, la lucha estaba dirigida por personas educadas y propietarios, pero éstos obraban con escasa energía y se mostraban dispuestos a llegar a arreglos. Por eso las masas les atribuyeron el mal resultado del primer año de guerra y sus líderes intentaron por todos los medios apoderarse del mando. Este enfrentamiento degeneró en una sangrienta guerra civil paralela. En Jerusalén las masas asaltaron el palacio del rey, donde muchos judíos acomodados habían guardado sus tesoros, se apoderaron del dinero y mataron a sus dueños. Muchos pudientes lograron salvarse pasándose a los romanos. Así las cosas, la guerra romana y la guerra civil terminaron con la victoria romana que, a su vez, era la victoria del grupo judío dominante y la ruina de los campesinos y las clases urbanas más bajas.

Junto a las luchas  e intentos revolucionarios, cabe destacar el recurso a  distintos tipos de literatura apocalíptica. Por ejemplo, el ala izquierda de los defensores de Jerusalén encontró inspiración en la exhortación final del Libro de Enoch: “Desgraciados vosotros los ricos, pues habéis confiado en vuestras riqueza, y de vuestras riquezas seréis separados porque no habéis recordado al Altísimo en los días del juicio… No temáis, vosotros los sufrientes, pues la curación será vuestra. Una luz fulgurante brillará y oiréis la voz de quietud desde el cielo”

Hubo otro movimiento que encendió una revuelta popular y llevó directamente al cristianismo. Se trata de Juan el Bautista; despreciado por la clase alta, encontraba la máxima audiencia en las masas desposeídas. Predicaba que el reino de los cielos y el día del juicio estaban cerca, trayendo la salvación para el bueno y la destrucción del malo. Su estribillo favorito era “Arrepentíos, pues el reino de los cielos está próximo”. Cuanto más se debilitaba la esperanza de las clases bajas de alcanzar una mejora real, tanto más buscaban satisfacción en las fantasías. Esta gente amaba la fantasía de un padre bueno que los ayudaría y salvaría, y odiaban al padre malo que los oprimía, atormentaba y despreciaba.

A partir de este estrato de las masas pobres, analfabetas y revolucionarias surgió el cristianismo. La doctrina cristiana primitiva no se dirigió a propietarios y personas educadas, sino a los oprimidos y los sufrientes. Si las esperanzas de otros grupos se cifraban en provocar la revolución política y social, las de la primitiva comunidad cristiana estaban puestas únicamente en el gran acontecimiento. Creían que no tenían tiempo para difundir el cristianismo entre los paganos, tal era la sensación de provisionalidad. Con la inminente llegada del Reino los pobres serían ricos, los hambrientos satisfechos y los oprimidos tendrían autoridad. Lucas refleja el ánimo de los primeros cristianos en los siguientes versículos:

“Bienaventurados vosotros, los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que tenéis hambre ahora; porque seréis saciados.
Bienaventurados los que lloráis ahora; porque reiréis.
Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecieren, y cuando os apartaren de su trato, y os vituperaren, y desecharen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Regocijaos en aquel día, y saltad de gozo; porque, he aquí, vuestro galardón es grande en el cielo; pues del mismo modo hacían los padres de ellos (los ricos) con los profetas.
Mas ¡ay de vosotros, los ricos! Porque ya tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados ahora! Porque tendréis hambre.
¡Ay de vosotros, los que reís ahora! Porque os lamentaréis y lloraréis.”

Además de expresar el anhelo de los pobres, estas palabras manifiestan también su radical odio a las autoridades: los ricos, los sabios y los poderosos. Raras veces el odio de clases del proletariado moderno a alcanzado los niveles del cristianismo primitivo. Ligada a este odio hacia cualquier forma de autoridad, destaca la estructura social democrática de estos cristianos. Era una hermandad libre de pobres, despreocupada de instituciones y normas. Después de todo, ¿para qué querían instituciones permanentes si el Reino estaba al caer?

Los primeros cristianos no estaban más resignados a la voluntad de Dios que los campesinos y proletarios en lucha contra Roma. Todos odiaban del mismo modo a los dominantes, deseaban presenciar la caída de éstos y el comienzo de su propio mandato y de un futuro satisfactorio. Mientras que los celotes y los sicarios se empeñaban en dar curso a sus deseos en la esfera de la realidad política, la completa desesperanza de realización llevó a los primeros cristianos a formular los mismos deseos en la fantasía. Un mensaje que les permitiera proyectar todo lo que la realidad les había negado debió resultar fascinante. Si para los celotes no restaba otra cosa que morir en batallas desesperadas, los adeptos de Cristo podían soñar con su meta. El mensaje cristiano no sació el hambre de los oprimidos, pero satisfizo sus anhelos de esperanza y venganza.

Todo esto tiene su reflejo en la expresión de la primitiva fe y, especialmente, en la idea de Jesús en relación con el Dios Padre. “Dios ha hecho Señor y Cristo a este mismo Jesús” (Hechos, 2:36). Esta (que posteriormente fue suplantada por otras) es la doctrina de Cristo más antigua y se la denomina teoría “adopcionista”. La idea es que Jesús no era un Mesías ni el Hijo de Dios desde el comienzo, sino que adquirió tal carácter sólo por la voluntad de Dios. Para los primeros cristianos Jesús sólo era “un varón acreditado, de parte del mismo Dios, por obras poderosas, maravillas, y señales que hizo Dios por él en medio de vosotros” (Hechos, 2:22)

El concepto de Mesías había sido familiar para las masas judías. La novedad (importada de cultos y mitos del Cercano Oriente) residía en su exaltación como Hijo de Dios y en el hecho de que no se tratara de un héroe poderoso y victorioso, sino que su importancia y dignidad provenían de su padecimiento y muerte en la cruz. El destino del hombre halla su prototipo en la pasión de un dios que sufre sobre la tierra, muere y resucita. Este dios permitirá que participen de tal bendita inmortalidad todos aquellos que lo acompañen en sus misterios o que, simplemente, se identifiquen con él.

Como ya se ha dicho, esta gente odiaban a las autoridades y, aunque conscientemente no se atrevía a calumniar al Dios padre que era aliado de sus opresores, la hostilidad hacia el “padre” encontró expresión en la fantasía de Cristo. En su inconsciente, ellos mismos eran ese dios crucificado. Pusieron un hombre a la vera de Dios y lo hicieron regir junto a Él. Si un hombre se podía convertir en Dios, este último quedaría privado de su privilegiada posición. En esto subyace el deseo inconsciente de eliminar al padre divino.

El Apocalipsis precristiano habla de un Mesías victorioso y fuerte. Este era el deseo y la fantasía de unas gentes que sufrían menos y abrigaban esperanzas de victoria. Los cristianos de los primeros ciento cincuenta años no se podían identificar con ese Mesías tan poderoso (terrenalmente hablando); el suyo sólo podía ser un Mesías sufriente y crucificado. Algunos deseos de muerte dirigidos contra el dios padre pasaron al hijo. La muerte del dios mismo era la deseada fantasía. En el mito cristiano el padre es muerto en el hijo.

Al mismo tiempo, y dado que los entusiastas creyentes estaban imbuidos de odio y deseos de muerte –conscientemente contra sus dirigentes, inconscientemente contra Dios padre- se identificaban con el crucificado; ellos mismos padecían la muerte en la cruz y de este modo expiaban sus deseos de muerte contra el padre. Por medio de su muerte, Jesús expiaba la culpa de todos, y los primeros cristianos estaban muy necesitados de tal expiación.

En esta época el Imperio Romano estaba dedicado activamente al culto del emperador que, desde el punto de vista psicológico, estaba íntimamente ligado al monoteísmo, pues representaba al padre justo y bueno. En opinión de los paganos, el cristianismo era visto como una suerte de ateísmo. Y en el fondo estaban el lo cierto, pues esta fe en el hombre sufriente elevado a la dignidad de dios era la fantasía de una clase oprimida que deseaba desplazar a las fuerzas dirigentes –dios, emperador y padre- para ocupar ella misma esos lugares. Y, precisamente, por esa formulación revolucionaria inconsciente que dio satisfacción a los anhelos más vehementes de los oprimidos, se explica que el cristianismo se convirtiera tan rápidamente en la religión de la clase baja de todo el Imperio. Aunque, como veremos en la próxima entrega, el cristianismo pronto se transformaría para dejar de ser algo exclusivo de los esclavos, pobres, campesinos y artesanos.

Estos apuntes están basados principalmente en trabajos de Erich Fromm

7 – Bajas Vibraciones – MARCO AURELIO =€

El presente número trata sobre una figura histórica muy ilustrativa de una época histórica que considero interesante. Aunque se den algunas notas sobre su vida, no es exactamente una biografía, esto lo podéis conseguir haciendo una sencilla búsqueda en la red.

Si visteis la película “Gladiators”, ya habéis tenido un acercamiento al protagonista de este escrito. Se trata del viejo emperador de aspecto honorable que muere a manos de su hijo al comienzo de la proyección.

El lector podrá pensar que se ha producido un cambio de rumbo. Esto es relativamente cierto, pero incorrecto en el fondo. Por supuesto, no vamos a dedicarnos a la crítica cinematográfica. Muy al contrario, “MARCO AURELIO” es una panorámica histórica que, por sí sola, puede tener algún un interés documental para quien guste del tema. Pero, si tenemos en cuenta que estamos hablando de un pagano, emperador de Roma, supone una continuación de la línea argumental propia de Bajas Vibraciones.

LAS AUTORIDADES ESPIRITUALES ADVIERTEN QUE EL CONOCIMIENTO NO DA LA FELICIDAD. ADEMÁS, SI DIOS NOS QUISIERA INSTRUIDOS NO NACERÍAMOS IGNORANTES.

Marco Aurelio nació en Roma el 26 de abril del año 121. Murió en Vindobona (Viena) el 17 de marzo del 180. Estuvo al frente del Imperio Romano veinte años y fue un gran gobernante, el último emperador de lo que los historiadores consideraron como la Edad de Oro del Imperio. De él se ha dicho que fue “el único de los emperadores que dio fe de su filosofía no con palabras ni con afirmaciones teóricas de sus creencias, sino con su carácter digno y su virtuosa conducta”.

En 161, a la muerte de Antonino, Marco Aurelio, que a sus cuarenta años ya había ocupado las más altas magistraturas, heredó el cargo de Emperador tal y como estaba previsto. Al igual que su antecesor, no había luchado por el poder. Aquel mismo año su esposa Faustina dio a luz a una pareja de gemelos, uno de los cuales moriría a los pocos años. El otro descendiente, Cómodo, sería sucesor de Marco Aurelio y una calamidad para el futuro de Imperio.

Por ironía del destino, Marco Aurelio, de natural sedentario y pacífico, se ve convertido en un emperador viajero y militar. Quien había recibido una esmerada educación intelectual, pasó la mayor parte de su gobierno al frente de aquellos combates para los que nadie le había adiestrado. Se vio envejecer entre largas campañas en el Danubio y cortas visitas a Roma, a su familia. Pero también sacó provecho de los períodos de paz. Supo continuar la labor jurídica de Antonino e hizo redactar unos 300 textos legales, de los cuales más de la mitad tienden a mejorar la condición de los esclavos, de las mujeres y de los niños.

La represión del cristianismo, conducida con rigor feroz en algunas provincias, es un hecho sorprendente de la política de este emperador filósofo. En esa época los cristianos hacían méritos para ser considerados como una secta de fanáticos, necrófilos y extravagantes enemigos del Estado; y, por ello, Marco Aurelio cedió a la excitación popular, soliviantada en circunstancias penosas, en los sucesos crueles de la Galia Lugdunense en el 177. El servicio al Estado era un deber sagrado para un estoico romano, que no podía sentir simpatía por la actuación política, harto turbia, de los cristianos como grupo social. Si bien él no dirigió directamente las persecuciones,  se promulgó una ley durante su reinado que castigaba a todos los exiliados que intentaran influir la mente de las personas mediante el temor a la Divinidad, y esta ley estaba dirigida, indudablemente, a los cristianos.

No obstante, este enfrentamiento debió resultar bastante desagradable a quien, por su bondad natural, humanitarismo, filantropía, ascetismo, piedad, caridad y desprecio de las vanidades mundanas, compartía algunos importantes valores con los cristianos. Marco Aurelio escribe: “Lo propio de hombre es amar incluso a quienes nos dañan”. Y esta generosidad en el perdón no era sólo teórica; la practicó una y otra vez, silenciando los nombres de sus enemigos, olvidando las rencillas y las traiciones.

Como pensador, Marco Aurelio no es un filósofo original ni complicado, como otros estoicos de la época imperial (es decir la Estoa Nueva). Su originalidad básica consiste en la reducción de la filosofía a la ética, dejando de lado otros aspectos teóricos. Tampoco pretende ser un maestro de virtud. Se propone un cierto modelo estoico del sabio como modelo; aunque es consciente de la distancia que le separa de él. Lo más atractivo de este personaje es la sinceridad con la que intenta vivir según esas pautas éticas. Por eso su estoicismo tiene el atractivo de la doctrina vivida, y no de la predicada.

Marco Aurelio resulta un tipo de héroe muy poco frecuente en la Historia. A pesar de carecer de la alegría autoafirmativa, de la arrolladora ambición y del énfasis jovial de otras grandes figuras, su posición histórica, su conducta personal y su actitud filosófica hacen de él un ejemplo apasionante de humanidad. Por su tremenda coherencia, se ha ganado la admiración de pensadores e historiadores que han llegado a decir de él que era “el mejor y más grande de su siglo” y “el alma más noble que haya existido”.

“El arte de vivir –escribe Marco Aurelio- se acerca más al de la lucha que al de la danza”. Efectivamente, el personaje mantuvo a lo largo de su vida esa postura del guerreo digno y noble ante lo que acontezca: muertes familiares, desastres públicos, engaños e hipocresías. Como buen actor, desempeñó su papel en la vida, sin irritarse con el director de escena cuando éste le obligó a retirarse. “Porque fija el término el que un día fue también responsable de tu composición, como ahora de tu disolución. Tú eres irresponsable en ambos casos. Vete, pues, con el ánimo propicio, porque te aguarda propicio el que ahora te libera”. Así concluye el último libro de sus “Meditaciones”.

A continuación, he intentado resumir su libro I y he intercalado algunas explicaciones que estimo necesarias. En este texto, Marco Aurelio, mediante unas rápidas y precisas evocaciones, pone de manifiesto su afecto para con todos aquellos que le han aportado algo, pagando así una cordial deuda de gratitud.

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De mi abuelo Vero (M. Anio Vero, abuelo paterno que se hizo cargo de Marco Aurelio debido a la muerte prematura de su padre. Desempeñó cargos políticos de importancia): el buen carácter y la serenidad.

De la reputación y memoria legadas por mi progenitor (Anio Vero, padre de Marco Aurelio. Murió prematuramente): el carácter discreto y viril.

De mi madre (Domicia Lucila, mujer culta, excelente helenista. Amaba la vida austera y exenta de lujos, a pesar de su acomodada situación económica): el respeto a los dioses, la generosidad y la abstención no sólo de obrar mal, sino incluso de incurrir en semejante pensamiento; más todavía, la frugalidad en el régimen de vida y el alejamiento del modo de vivir propio de los ricos.

De mi bisabuelo (L. Catilio Severo, su bisabuelo materno. Ocupó puestos de relieve en la política de la época. Hombre de basta cultura. Aportó medios económicos para que Marco Aurelio recibiera una educación completa en su domicilio particular): el no haber frecuentado las escuelas públicas y haberme servido de buenos maestros en casa, y el haber comprendido que, para tales fines es preciso gastar con largueza.

De mi preceptor: el no haber sido de la facción de los Verdes ni de los Azules (colores con los que se distinguían las facciones rivales en las competiciones circenses), ni partidario de los parmularios ni de los escutarios (dos de los cuatro equipos de gladiadores); el soportar las fatigas y tener pocas necesidades; el trabajo con esfuerzo personal y la abstención de excesivas tareas, y la desfavorable acogida a la calumnia.

De Diogneto (pintor, filósofo y músico): el evitar inútiles ocupaciones; y la desconfianza en lo que cuentan los que hacen prodigios y hechiceros acerca de encantamientos y conjuración de espíritus, y de otras prácticas semejantes; el soportar la conversación franca y familiarizarme con la filosofía; y el haber escrito diálogos en la niñez; y haber deseado el catre cubierto de piel de animal, y todas las demás prácticas vinculadas a la formación helénica.

De Rústico (Junio Rústico, filósofo estoico y maestro de Marco Aurelio) el haber concebido la necesidad de enderezar y cuidar mi carácter; el no haberme desviado a la emulación sofística, ni escribir tratados teóricos ni recitar discursillos de exhortación ni hacerme pasar por persona ascética o filántropo con vistosos alardes; y el haberme apartado de la retórica, de la poética y del refinamiento cortesano. Y el no pasear con la toga (prenda para ceremonias y sesiones de gala) por casa ni hacer otras cosas semejantes. También el escribir cartas de modo sencillo; el estar dispuesto a aceptar con indulgencia la llamada y la reconciliación con los que nos han ofendido y molestado, tan pronto como quieran retractarse; la lectura con precisión, sin contentarme con una consideraciones globales, y el no dar mi asentimiento con prontitud a los charlatanes.

De Apolonio (Apolunio de Calcis, filósofo estoico e instructor): la libertad de criterio y la decisión firme sin vacilaciones ni recursos fortuitos; no dirigir la mirada a ninguna otra cosa más que a la razón, ni siquiera por poco tiempo; el ser siempre inalterable, en los agudos dolores, en la pérdida de un hijo, en las enfermedades prolongadas; el haber visto claramente en un modelo vivo que la misma persona puede ser muy rigurosa y al mismo tiempo desenfadada; el no mostrar un carácter irascible en las explicaciones; el haber visto a un hombre que claramente consideraba como la más ínfima de sus cualidades la experiencia y la diligencia en transmitir las explicaciones teóricas; el haber aprendido cómo hay que aceptar los aparentes favores de los amigos, sin dejarse sobornar por ellos ni rechazarlos sin tacto.

De Sexto (Sexto de Queronea, filósofo estoico, sobrino de Plutarco): la benevolencia, el proyecto de vivir conforme a la naturaleza; la dignidad sin afectación; el atender a los amigos con solicitud; la tolerancia con los ignorantes y con los que opinan sin reflexionar; la armonía con todos, de manera que su trato era más agradable que cualquier adulación, y le tenían el máximo respeto; la capacidad de descubrir con método inductivo y ordenado los principios necesarios para la vida; el no haber dado nunca la impresión de cólera ni de ninguna otra pasión, antes bien, el ser el menos afectado por las pasiones y a la vez el que ama más entrañablemente a los hombres; el elogio, sin estridencias; el saber polifacético, sin alardes.

De Alejandro el gramático (maestro y preceptor): la aversión a criticar; el no reprender con injurias a los que han proferido un barbarismo, solecismo o sonido mal pronunciado, sino proclamar con destreza el término preciso que debía ser pronunciado, en forma de respuesta, o de ratificación o de una consideración en común sobre el tema mismo, no sobre la expresión gramatical, o por medio de cualquier otra sugerencia ocasional y apropiada.

De Frontón (M. Cornelio Frontón, distinguido orador y amigo): el haberme detenido a pensar cómo es la envidia, la astucia y la hipocresía propia del tirano, y que, en general, los que entre nosotros son llamados “eupátridas”, son, en cierto modo, incapaces de afecto.

De Alejandro el platónico (probablemente, su secretario griego): el no decir a alguien muchas veces y sin necesidad o escribirle por carta: “Estoy ocupado”, y no rechazar de ese modo sistemáticamente las obligaciones que imponen las relaciones sociales, pretextando excesivas ocupaciones.

De Catulo (filósofo estoico poco conocido): el no dar poca importancia a la queja de un amigo, aunque casualmente fuera infundada, sino intentar consolidar la relación habitual; el elogio cordial a los maestros; el amor verdadero por los hijos.

De “mi hermano” Severo (Claudio Severo, filósofo peripatético): el amor a la familia, a la verdad y la justicia; el haber conocido, gracias a él, a Traseas, Helvidio, Cantón, Dión, Bruto; el haber conocido la idea de una constitución basada en la igualdad ante la ley, regida por la equidad y la libertad de expresión igual para todos, y de una realeza que honra y respeta, por encima de todo, la libertad de sus súbditos. De él también: la uniformidad y constante aplicación al servicio de la filosofía; la beneficencia y generosidad constante; el optimismo y la confianza en la amistad de los amigos; ningún disimulo con los que merecían su censura; el no requerir que sus amigos conjeturaran qué quería o qué no quería, pues estaba claro.

De Máximo (Claudio Máximo, filósofo estoico y maestro): el dominio de sí mismo y no dejarse arrastrar por nada; el buen ánimo en todas las circunstancias y especialmente en las enfermedades; la moderación de carácter, dulce y a la vez grave; la ejecución sin refunfuñar de las tareas propuestas; la confianza de todos en él, porque sus palabras respondían a sus pensamientos y en sus actuaciones procedía sin mala fe; el no sorprenderse ni arredrarse; en ningún caso precipitación o lentitud, ni impotencia, ni abatimiento, ni risa a carcajadas, seguidas de accesos de ira o de recelo. La beneficencia, el perdón y la sinceridad; el dar la impresión de hombre recto e inflexible más bien que corregido; que nadie se creyera menospreciado por él ni sospechara que se consideraba superior a él; su amabilidad en la vida de sociedad.

De mi padre (Emperador Antonino Pío, su tío político y padre adoptivo); la mansedumbre y la firmeza serena en las decisiones profundamente examinadas. El no vanagloriarse con los honores aparentes; el amor al trabajo y la perseverancia; el estar dispuesto a escuchar a los que podían hacer una contribución útil a la comunidad. El distribuir sin vacilaciones a cada uno según su mérito. La experiencia para distinguir cuando es necesario un esfuerzo sin desmayo, y cuando hay que relajarse. El examen minucioso en las deliberaciones y la tenacidad, sin eludir la indagación, satisfecho con las primeras impresiones. El celo por conservar los amigos, sin mostrar nunca disgusto ni loco apasionamiento. La autosuficiencia en todo y la serenidad. La represión de las aclamaciones y de toda adulación dirigida a su persona. El velar constantemente por las necesidades del Imperio. La administración de los recursos públicos y la tolerancia ante la crítica en cualquiera de estas materias; ningún temor supersticioso respecto a los dioses ni disposición para captar el favor de los hombres mediante agasajos o lisonjas al pueblo; por el contrario, sobriedad en todo y firmeza. El uso de los bienes que contribuyen a una vida fácil –y la Fortuna se los había deparado en abundancia-, sin orgullo y a la vez sin pretextos, de manera que los acogía con naturalidad, cuando los tenía, pero no sentía necesidad de ellos, cuando le faltaban. El cuidado moderado del propio cuerpo, no como quien ama la vida, ni con coquetería ni tampoco negligentemente, sino de manera que, gracias a su cuidado personal, en contadísimas ocasiones tuvo necesidad de asistencia médica, de fármacos ni emplastos. Y, especialmente, su complacencia, exenta de envidia, en los que poseían alguna facultad, por ejemplo, la facilidad de expresión, el conocimiento de la historia de las leyes, de las costumbres o de cualquier otra materia; su ahínco en ayudarles para que cada uno consiguiera los honores acordes a su peculiar excelencia. El no tener muchos secretos, sino muy pocos, excepcionalmente, y sólo sobre asuntos de Estado. Su sagacidad y mesura en la celebración de fiestas, en la construcción de obras públicas, en las asignaciones y en otras cosas semejantes. Ni baños a destiempo, ni amor por la construcción de casas, ni preocupación por las comidas, ni por las telas, ni por el color de los vestidos, ni por el buen aspecto de sus servidores.

De los Dioses: el tener buenos abuelos, buenos progenitores, buena hermana, buenos maestros, buenos amigos íntimos, parientes y amigos, casi todos buenos; el haber estado sometido a la órdenes de un gobernante, mi padre, que debía arrancar de mí todo orgullo y llevarme a comprender que es posible vivir en palacio sin tener necesidad de guardia personal, de vestidos suntuosos, de candelabros, de estatuas y otras cosas semejantes y de un lujo parecido; sino que es posible ceñirse a un régimen muy próximo al de un simple particular, y no por ello ser más desgraciado o más negligente en el cumplimiento de los deberes que soberanamente nos exige la comunidad. El haberme representado claramente y en muchas ocasiones qué es la vida acorde con la naturaleza, de manera que, en la medida que depende de los dioses, de sus comunicaciones, de sus socorros y de sus inspiraciones, nada impedía ya que viviera de acuerdo con la naturaleza, y si continuo todavía lejos de ese ideal, es culpa mía por no observar las sugerencias de los dioses y a duras penas sus enseñanzas; el no haber caído, cuando me aficioné a la filosofía, en manos de un sofista ni haberme entretenido en el análisis de autores o de silogismos ni ocuparme a fondo de los fenómenos celestes.

Todo esto “requiere ayuda de los dioses y de la Fortuna”.

6 – Bajas Vibraciones – POR LOS CRISTOS DEL CLAVO =€

Puede que, para algunas personas, resulte muy chocante la falta de evidencias de un Jesús histórico, que se puso de manifiesto en la anterior entrega. En realidad, el que Cristo sea un mito o un personaje real debería de carecer de importancia para cualquiera que haya captado algo de las enseñanzas y el mensaje positivo que se le atribuye. Estas ideas tienen plena vigencia y son tan necesarias hoy como entonces.

La divulgación de argumentos contrarios a las falsificaciones de la Iglesia sólo debe molestar a las estructuras políticas y religiosas que fundamentan su poder en ellas. La verdad puede cambiar la forma de pensar de los feligreses y hacer peligrar su monopolio. Por eso, estas instituciones siempre se han caracterizado por el oscurantismo y su fiera oposición al conocimiento.

El cristianismo, en su esencia, afronta lo trascendente desde una libertad de conciencia revolucionaria que le dio la razón de ser. Pero la Iglesia modeló la realidad, destruyó la información alternativa y ejerció un poder absoluto sobre las personas que habían apostado por la esperanza en un mundo mejor y más solidario. En esta política, cualquier intento del cristiano de a pie por profundizar en lo trascendente era mal visto, ya que esa profundización podía hacer que las clases sacerdotales resultaran innecesarias.

Seres excepcionales, que fueron grandes místicos, tuvieron serios problemas con las autoridades eclesiásticas. Sólo aquellos que se plegaron sumisos a la obediencia fueron “perdonados” por su espiritualidad. Los que se atrevieron a proclamar su verdad sin tapujos fueron considerados herejes y castigados en la medida en que su “rebelión” se hizo patente.

Bajas Vibraciones no es el resultado de un ejercicio de soberbia intelectual que persigue desechar las creencias arraigadas en el corazón de las gentes. Muy al contrario, la intención es restaurar la conciencia ancestral y, como si de una pintura antigua se tratara, limpiar las capas de suciedad con las que, en forma de imposiciones, la estructura religiosa quiso asfixiar las manifestaciones espirituales de los pueblos. No es tarea fácil, pero merece la pena intentarlo, pues cuanto mejor se realice esta limpieza más se pondrá de relieve la idea universal de la unidad por encima de cualquier distinción. Creo que a esto  se refería Jonathan Swift (1667-1745) cuando dijo: “Tenemos la suficiente religión para odiarnos unos a otros, pero no para amarnos”.

Desde Bajas Vibraciones se reivindica el derecho a conocer las sucesivas capas que vienen a conformar, cuando no a deformar, nuestra identidad religiosa.

LAS AUTORIDADES ESPIRITUALES ADVIERTEN QUE, PARA SABER A DONDE VAMOS, DEBEMOS CONOCER DE DONDE VENIMOS.

Rastrear el origen de todos los elementos de las biografías de Jesús requería un voluminoso y aburrido libro. Por eso, aquí sólo vamos a dar unos pocos ejemplos de cómo se extrajo la materia prima literaria necesaria para “la Vida de Cristo”.

Las características generales de la historia de Cristo son muy antiguas (por supuesto, anteriores a Jesús), desde el nacimiento de una virgen hasta la muerte en sacrificio que salvó a su gente: todo ha sido escrito una y otra vez, por religiosos de muchas culturas.

Numerosos manuscritos anteriores al Nuevo Testamento expresaron la misma narrativa con diversos topónimos y pertenencias étnicas. El mito de Jesús incorporó elementos de otros héroes y dioses registrados en una extensa área. Hay reveladoras coincidencias con más de treinta salvadores del mundo e “hijos de dios”, muchos de los cuales fueron  ejecutados.

Todas estas narrativas son tan similares porque están basadas en los movimientos del sol a través del cielo. Es decir Jesús Cristo y todas las demás personificaciones del sol son adaptaciones de una fórmula mitológica ancestral cuyo origen reside en la astronomía.

En algunas culturas, la observación astronómica y el calendario pudieron comenzar cuando los equinoccios estaban situados en la constelación de virgo. Por lo tanto, el Sol, “salvador de la humanidad” nació de una “virgen”. Y aún hoy día lleva la “corona de espinas” y sus doce “discípulos” son los doce meses y los doce signos del zodiaco, a través de los cuales debe pasar.

Los antiguos no eran tan ignorantes como solemos creer y, aunque solían personificar a sus dioses e inventar alegorías que se desarrollaban en lugares reales, los hombres doctos eran concientes de la naturaleza astronómica de éstos. Entre los pueblos más desarrollados era aceptada la idea de un dios-fuerza no visible. El sol era considerado como el aspecto visible de Dios, es decir, el “hijo del dios”.

Estos “hijos de Dios”, “salvadores del mundo”, tienen su cumpleaños tradicional el 25 diciembre porque los primeros astrónomos reconocieron que (desde una perspectiva geocéntrica, en el hemisferio norte) el sol realiza su descenso anual hacia el sur hasta el 21 o 22 de diciembre (el solsticio del invierno), cuando se detiene su movimiento por tres días y después comienza a moverse hacia el norte nuevamente. Para divulgar sus conocimientos entre gente más ignorante, los sabios de diferentes culturas, venían a decir que el “dios sol” “había muerto” por tres días y “había vuelto a nacer” el 25 de diciembre.

Por ejemplo, el Horus egipcio, cuyas leyendas son de una antigüedad indiscutible, nació de una virgen el 25 de diciembre, tenía doce discípulos, fue enterrado y resucitó. Él era también “El camino, la verdad, la luz, el salvador, hijo ungido de dios, el buen pastor”, etc. Realizaba diversos milagros, entre los que figura la resurrección de El-Azar-us (Lazaro), la momia levantada de entre los muertos, con más de mil años de anticipación a la versión cristiana. En realidad, es una alegoría del paso del sol a través de la “constelación de la momia,” trayéndole la luz y vida.

El sobrenombre de Horus era “Iusa/Iao/Iesu” (el hijo) de “Ptah,” (el padre). También le llamaban Horus “el KRST,” o el “Ungido”. El enemigo principal de Horus (originalmente su otra cara o aspecto “oscuro”) fue “Set” o “Sata,” de dónde surge “Satán” y “Satanás”. Horus lucha con Set durante cuarenta días en el desierto. Horus también fue bautizado por “Anup el Bautista”. En las catacumbas de Roma podemos encontrar imágenes del bebé Horus que es sostenido por la madre virginal Isis (la “Madonna y niño” original).

También encontramos muchas semejanzas con Krishna, el salvador indio. Krishna nació de la Virgen Devaki (“Divina”), la cual lo colocó en un barco de caña y lo puso a la deriva en un río hasta que otra mujer lo encontró (esta “coincidencia” atañe a Moisés). Un tirano lo persiguió y pidió la matanza de millares de niños. Krishna es la segunda persona de la trinidad, hacía milagros y ascendió al cielo.

Pero sin duda, los cristianos deben estar más agradecidos al mitraismo. Y no lo digo sólo por todo lo que Jesús ha tomado prestado de Mitra.

Mitra, el “dios del sol” de los Persas, nació de una virgen en un  establo el 25 de diciembre. Él vino de los cielos y se reencarnó como hombre. Fue un gran maestro que viajaba. Le llamaban “el buen pastor.” Lo consideraban “El camino, la verdad y la luz”. Tenía sobrenombres como “el Redentor,” “el Salvador,” “el Mesías”. Lo identificaban con el león y el cordero. Su día sagrado era domingo, “día del Señor”. Su festividad principal se convirtió en la Pascua. Tenía 12 discípulos. Realizaba milagros, lavó el pecado de toda la humanidad y la salvó. Lo enterraron en una tumba y después de tres días se levantó. Celebraban su resurrección cada año.

Además, del mitraismo se copió buena parte de la escenografía, rituales, vestimentas sacerdotales, iconografía, etc. Hasta tal punto que, si viajáramos en el tiempo a la Roma anterior al supuesto nacimiento de Jesús, en el día 25 de Noviembre, y visitásemos el templo de Mitra, podríamos ver gran cantidad de velas, sacerdotes en el altar luciendo prendas blancas y mitras (sombreros idénticos al de los obispos cristianos), niños encendiendo inciensos,… Todo exactamente igual que en una iglesia católica, pero sin el crucifijo. No obstante, como Mitra era representado con un halo o gloria alrededor de su cabeza, nos habría resultado muy difícil decidir si se trataban de representaciones de Mitra o Jesús. Los adoradores de Mitra hacían una comida sagrada (Myazda) que era completamente análoga al servicio Eucarístico Católico (Misa o Masa). Como los cristianos, ellos celebraban la muerte reparadora de un salvador que resucitó un domingo.

El líder del culto era llamado “Papa” y gobernó desde un “mitraeum” sobre la Colina Vaticana en Roma. Un importante rasgo iconográfico  del mitraismo era una llave grande, necesaria para abrir las puertas celestiales por las que se creía pasaban las almas de los difuntos. Por tanto, “las llaves del Reino”, sostenidas por los papas como sucesores  de “San Pedro”, se deriva de Mitra y no de un Mesías palestino. Un centro principal de filosofía mitráica estaba en Tarsos (la ciudad natal de Pablo) en el Sudeste de Turquía.

Por último, existe la posibilidad de que fuera el propio clero mitráico, el que, basándose en interpretaciones astrológicas, puso en marcha la cadena de causas-efectos que daría como resultado el cristianismo. El asunto tiene que ver con el bamboleo de la Tierra mientras gira en su eje. El eje de los polos norte y sur no siempre apunta a los mismos puntos sobre la esfera celeste. Como consecuencia, los equinoccios se desplazan con respecto a las llamadas estrellas fijas, incluyendo las que forman las doce constelaciones del zodiaco. Esto es lo que se conoce como precesión de los equinoccios, y da origen al concepto de Era Astrológica.

El mitraismo nació cuando el equinoccio de primavera se había desplazado de Tauro a Aries. Mitra se instaló como un Señor del tiempo, el dios que gobernaría sobre la Era de Aries. El clero Mitrico que, como ya he dicho, estaba muy involucrado en la astrología de culto, era consciente de que la edad de Mitra llegaba a su final (el equinoccio se movería a Piscis en algún momento del siglo I de la era cristiana). Tendría que surgir un Señor de Piscis y sabían que el símbolo de la nueva religión sería el pez. Efectivamente, los epitafios e inscripciones cristianas más viejas suelen mostrar dos peces.

Los astrólogos consideraban que Piscis tenía conexiones especiales con los judíos. Así, es posible que se extendiera el rumor de la predicción por la amplia zona de influencia de Mitraismo, o incluso que formaran una delegación para intentar localizar la nueva encarnación del hijo de Dios. Habrían abandonado sus centros de culto en Frigia, Cilicia y Tarsos para ir a Palestina “siguiendo una estrella”. No es casualidad que las primeras representaciones de la visita de los Reyes Magos los mostraran llevando gorros Frigios (Mitras). Aunque todo esto puede ser sólo una leyenda originada a raíz del rumor.

En cualquier caso, el Mitraismo era una religión muy importante que había ejercido una poderosa influencia sobre el judaísmo. La simple noticia de una predicción de los sabios mitráicos que situaba allí el nacimiento del nuevo señor del tiempo, habría bastado para actuar como catalizador de varios grupos judíos (y quizás algunos no-judíos) que proclamaron la llegada del esperado el Mesías.

Los judíos durante los dos últimos siglos A.C. esperaban a un Mesías, y hacían las listas interpretando los pasajes del Antiguo Testamento. Los textos reales a menudo eran sacados de contexto, deformados y citados incorrectamente. Las listas de comprobación mesiánicas habrían sido reinterpretadas después de la visita de los Reyes Magos. La noticia de que el Mesías había venido se extendería rápidamente.

Ahora se sabe que el gnosticismo es más viejo que el cristianismo, y se puede argumentar que éste es una herejía gnóstica. A través “de la revelación”, los gnósticos y otros podían decidir como debían ser reinterpretadas las listas de comprobación. Y, dicho sea de paso, la “revelación” también servía para plagiar todo tipo de documentos y reinventar cualquier historia sin sentirse culpables de fraude, a pesar de que hubiese poca o ninguna verdad en sus escritos. Todo lo que se necesitaba era que alguna persona, que quizás había ayunado demasiado, tuviera un sentimiento muy fuerte con el que le era comunicado el conocimiento desde otro mundo.

La biblioteca gnóstica descubierta en Nag Hammadi en Egipto suministra algunos ejemplos de como materiales no-cristianos podían convertirse en la base de textos cristianos. Como pueden suponer, este material es considerado apócrifo y herético por las autoridades de la Iglesia, que condenan su estudio académico y hacen todo lo posible para que queden enterrados en museos y archivos.

Los “Evangelios Gnósticos” son pertenecientes de una colección de rollos de sectas cristiano-judaicas de comienzos del año 70 d.C., recopiladas y enterradas alrededor del año 350. Estos escritos se refieren a la resurrección como un medio de la búsqueda de la verdad por medio de una “muerte en vida”, para después levantarse entre los vivos. Esto puede ser un ceremonial de iniciación que fue interpretado literalmente por los cristianos ignorantes. Pero los dirigentes de la Iglesia se dieron cuenta de que ese error les confería un poder indiscutible, por lo que, en lugar de rectificar, mostraron gran interés en asentar la resurrección como una verdad literal.

Pronto surgió el conflicto entre las autoridades eclesiásticas y los dirigentes de las sectas esenias y gnósticas, por lo que se vieron en la necesidad de sepultar sus escritos para que no fuesen destruidos, de ahí que no se tenga ninguna otra referencia de escritos o sociedades distintas al catolicismo a partir del siglo IV, ya que la Iglesia alcanzó un sorprendente poder político que defendía con uñas y dientes, cometiendo todo tipo de atrocidades cuando era necesario, pues en este caso, el piadoso fin justificaba los medios.

James M. Robinson, el editor de los escritos de Nag Hammadi publicados en inglés, nos dice: “La biblioteca de Nag Hammadi presenta el proceso de cristianización. El tratado filosófico no-cristiano “Eugnostos el Bendito” es cortado arbitrariamente en discursos separados que son puestos en la boca de Jesús, en  respuestas que, a veces, no encajan exactamente con las preguntas que los discípulos le dirigen. El resultado es un nuevo tratado: “la Sophia de Jesucristo”.

Parte de la biografía de Jesús ha sido sacada del gnosticismo pre-cristiano, y algún material ha sido incorporado de la literatura de sabiduría helénica judía. Algunos artículos, como la doctrina de los logos, “la Palabra”, provenían de los filósofos Estoicos. El refrán “Dar es más bendito que recibir” [Hechos 20:35] es en realidad un aforismo antiguo griego. El refrán en [Mateo 11:17], “le tocamos la flauta y ustedes no bailaron”, se deriva de una de las fábulas de Esopo. El refrán “Donde hay un cadáver, ahí se juntan los buitres.” [Mateo 24:28 = Lucas 17:37] es atestiguado por un numero de antecedentes Griegos (Luciano, Aelianus) y latinos (Seneca, Marcial, y Lucan).

Sobre las denominaciones de Jesús, cabe señalar que el título “Masiah” (“Ungido”, “Cristo” en griego) era propiedad exclusiva de los que se sentaban en el trono de Israel, quienes literalmente eran ungidos con aceites aromáticos (en cambio, los griegos realizaban esta práctica con sus atletas). Su utilización fuera del contexto de la realeza habría sido un delito de impostura. Por eso, el nombre de “Jesús Cristo” no se adopta hasta después del Concilio de Nicea (año 325).

El nombre Jesús de Nazaret al principio no era un nombre, sino un título. En hebreo “Yeshua” significa “salvador”, y “Netser” significa “brote o rama”. Esto es una referencia a Isaías 11:1, que predijo un Mesías de la línea de Jesse (el Rey padre de David): “y allí vendrá en adelante una vara del tallo de Jesse, y una Rama superará sus raíces…”

Mientras esta referencia a una rama de Jesse parece oscura a los lectores modernos, no lo era para los primeros cristianos que, en principio, fueron llamados Jesseanos. Pero en griego, “Iesous Nazarenus”, carecía de su verdadero significado y pronto pasó a ser considerada como un simple nombre  unido a un hipotético lugar de origen (en latín, Jesús de Nazaret). El problema es que no había ningún lugar llamado Nazaret.

Con la intención de ocultar sus “secretillos” a las masas, la Iglesia instauró una censura que sumió al mundo antiguo en la oscuridad. Los cristianos persiguieron a los eruditos de otras creencias y destruyeron los trabajos en los que denunciaban la fabricación de una criatura mitológica. Hemos perdido los argumentos de estos disidentes. No obstante, los cristianos preservaron las críticas con sus propias refutaciones. Por ejemplo, el padre de la temprana iglesia, Tertuliano (160-220), obispo de Cartago, que renunció más adelante al cristianismo, admite irónico los orígenes verdaderos del mito de Cristo, indicando en la refutación a sus críticos: “Ustedes dicen que adoramos el sol; ustedes también”.