En 1554, Sebastián Castellión, con el seudónimo de Martinus Bellius publicó De haerectis an sint persequendi, un ataque frontal a la tesis según la cual los herejes deben ser ejecutados, obra que lo enfrentó definitivamente con Calvino. Castellion reaccionó contra la ejecución de Miguel Servet por los calvinistas en Ginebra el 27 de octubre de 1553: «Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un ser humano; no prueba uno su fe quemando a un hombre sino haciéndose quemar para ella», escribió. «Buscar y decir la verdad, tal y como se piensa, no puede ser nunca un delito. A nadie se le debe obligar a creer. La conciencia es libre», añadió.
Definió a los herejes como "aquellos que no están de acuerdo con nuestra opinión"; que si nos apegamos a la etimología de algunos autores dan a la palabra, vaya que guarda razón, ya que según estos proviene del latín hereticus, que significa opción. Afirmó que los cristianos que se engañan a sí mismos hasta el punto de justificar la persecución religiosa son peores que cualquiera a quien pretendan "convertir"; reclamó la libertad de culto: "que los judíos o los turcos no condenen a los cristianos, y que tampoco los cristianos condenen a los judíos o a los turcos… y nosotros, los que nos llamamos cristianos, no nos condenemos tampoco los unos a los otros… Una cosa es cierta. que cuanto mejor conoce un humano la verdad, menos inclinado está a condenar".
Muchas veces idealizamos a los héroes que fueron condenados por sus ideas, como Galileo Galilei, así como satanizamos a los que condenan a otros por pensar diferente, pero obviamos a aquellos que defendieron la libertad de expresarlas. Este es el caso de Sebastián Castellión, un humanista, biblista y teólogo cristiano francés, que al comienzo de las guerras religiosas que asolarían Francia, abogo por la tolerancia, sus denuncias en contra del fanatismo lo hicieron presa de la intolerancia religiosa de los calvinistas que al igual que los católicos romanos, no tenían empacho en quemar a aquellos que divergían de su única verdad o censurar a los que los denunciaban su tiranía emanada de su fanatismo religioso.
Castillión era un hombre, adelantado a su época, sus llamados a la tolerancia religiosa hallaron eco 30 años después de su propuesta en el Edicto de Nantes que solucionaba el problema de las luchas intestinas religiosas francesas; proclamando "dos religiones para un estado" . Murió antes del proceso por herejía que se le había abierto, en medio de la indeferencia de los que antes lo defendieron, Montaigne le rindió homenaje en uno de sus ensayos. Pero, su legado continuó, un siglo más tarde Pierre Bayle (1647-1706) le consagró una extensa nota en su Dictionnaire Historique et Critique, y es indudable que su espíritu esta en "La declaración de los derechos del hombre" de a Rabaut Saint-Etienne (1743-1793), cuando este introduce la libertad de conciencia. Como también incide en Buisson (1841-1932) uno de los fundadores del laicismo francés, aunque mayor fue su influencia en Holanda por medio de los seguidores de Jacobus Arminius, y en el mundo anglosajón vía Locke y Milton.
En tiempos modernos es de la pluma del imprescindible escritor Stefan Zweig por medio un ensayo espléndido CASTALION CONTRA CALVINO (EN TORNO A LA HOGUERA DE SERVET) donde se nos da a conocer a "a este "soldado desconocido" de la gran guerra de la liberación de la humanidad", es precisamente este libro que quisiera poner a consideración, sobre todo de aquellos jóvenes que desconocen a este genial biógrafo-psicoanalista y novelista austriaco que; desesperado por los triunfos bélicos nazis, motivación también del libro de marras, se quita la vida, en Brasil, al igual que su esposa en común acuerdo suicida, amargados por lo que el consideran el eminente triunfo de la barbarie.
Tres son los caracteres, personajes y situaciones principales que del libro de Zwieg nos quiere exponer ; El primero es Calvino y la entrega de parte de los ciudadanos de Ginebra a su dictatorial doctrina, del medico y teólogo español Miguel Servet quién es quemado por el primero debido a su tesis teológica que postula la humanidad de Cristo, y al humanista Castellión quién condena tan brutal acto catalogándolo como asesinato.
Este libro, como la historia, nos enseña que el perseguido de ayer se vuelve el perseguidor de mañana, por una sola razón, por creer que tiene la razón. Si bien la religión ha sido la gran excusa del hombre para perseguir a otros hombres, no hay que olvidar que la religión solo es una idea, y al igual que el nacionalismo, anarquismo, nazismo, comunismo, machartismo, fundamentalismo, dogmatismo, lucha contra el terrorismo, el hombre las ha utilizado para oprimir a otros hombres, y triste sería el papel de los racionalistas al hacerle el juego a los integristas antirreligiosos, que pretender condenar la religión por uno solo de sus aspectos; el fanatismo de una minoría y ser nosotros ahora, los que condenemos a otras personas por sus ideas.
Flaco favor le haríamos a esta lucha contra la irracionalidad, si pretendemos "racionalmente" descalificar una idea, que no tiene ninguna base racional, nuestro alcance está en lo que es defendible, que es el laicismo, como diría el intelectual mexicano Carlos Monsivais: Implantar la tolerancia requiere obligadamente de la educación laica (la garantía del saber moderno), y la separación de Iglesia y Estado, con la ley del divorcio, la libertad de cultos, y de conciencia, etcétera. Los Liberales mexicanos del siglo XIX y los revolucionarios de la primera mitad del siglo XX se expresan con claridad: si se usan las leyes y se vigila su cumplimiento (hasta sonde es posible), se crean las condiciones del progreso, y se eliminan de la conciencia nacional el fanatismo, la intolerancia y, muy destacadamente, la obstinación teocrática.