Es común escuchar a los creyentes en fenómenos paranormales una frasecita que intenta tener la fuerza de una máquina demoledora. Quizás la hayan escuchado alguna vez: No es posible que el mundo se limite a lo que nuestros ojos consiguen ver: ¡Debe de haber algo más!

 

   El problema con esta frasecilla es que apela directamente a una argumentación muy distinta de lo que nosotros llamamos pensamiento crítico. La frase no sólo intenta derrumbar de una manera tramposa cualquier argumento escéptico, sino que trae implícita la sugerencia de que toda persona que repare en algún punto de vista de corte sobrenatural, debe ser inmediatamente trasladada a la clasificación de hombre de mente cerrada.

 

   Mi crítica directa a esta frase es que no demuestra de ninguna manera la existencia de algún elemento paranormal, sino todo lo contrario. Quien utiliza regularmente esta expresión no está demostrando cabalmente que cualquier asunto sobrenatural exista, sino que está mostrando que muy dentro de quien está enunciando existe un profundo deseo de que el supuesto fenómeno en cuestión sea verdadero. El argumento intrínseco del creyente sería el siguiente: No puedo probar que los fantasmas –por ejemplo- existan, pero también la ciencia me estorba en mi creencia, así que la hago a un lado diciendo que sus seguidores son unos cerrados y que su método no es perfecto. Así pues deseo profundamente que existan los casos de seres fantasmales. Cualquier argumento racional que lo niegue debe ser desechado, mientras que hasta la prueba más insulsa debe ser suficiente para cultivar mi fe y reforzar mi creencia. Finalmente, todo aquel que la contradiga es un ciego, cerrado y necio.

 

   Esta es más o menos la premisa que utilizan los creyentes para argumentar y sostener las creencias. Ante tal situación, no nos queda a los escépticos más que seguir difundiendo nuestra manera de pensar y realizar de vez en cuando una crítica a los argumentos de los creyentes desde nuestra perspectiva que a mi juicio, es la más efectiva que puede haber a la hora de entender nuestro mundo.