Una TORMENTA de escepticismo ha recibido los resultados experimentales que emergieron del laboratorio de un laureado Nobel que, de  confirmarse, estremecerían los cimientos de varios campos de la ciencia. “Si los resultados son correctos”, dice el químico teórico Jeff Reimers de la Universidad de Sydney, Australia, “estos serán los experimentos más significativos realizados en los últimos 90 años, y requerirán la re-evaluación de todo el marco conceptual de la química moderna.”

Luc Montagnier, quien compartió el Premio Nobel de medicina en 2008 por su parte en establecer que el VIH causa el SIDA, dice que tiene evidencia de que el ADN puede enviar espectrales impresiones electromagnéticas de sí mismo hacia células distantes en fluidos. Y por si esto no fuera lo suficientemente etéreo, también sugiere que las encimas pueden confundir las impresiones fantasmagóricas por ADN real, y copiarlas fielmente para producir cosas reales. Sí, esto efectivamente significaría que el ADN posee propiedades de teletransportación cuántica.

Muchos investigadores que han sido contactados para comentar para el New Scientist reaccionaron con incredulidad. Gary Schuster, quien estudia los efectos de conductancia en el ADN en el Instituto de Tecnología de Georgia, en Atlanta, lo comparó a la “ciencia patológica“. Jacqueline Barton, quien hace un trabajo similar en el Instituto de Tecnología de California, en Pasadena, está igualmente escéptica. “No se han dado suficientes datos, y no me creo la explicación”, dice. Un bloguero sugirió que a Montagnier se le debería dar el premio IgNobel.

Sin embargo, los resultados no pueden desestimarse a simple vista. “Los métodos experimentales utilizados parecen exhaustivos”, dice Reimers. ¿Qué fue entonces lo que Montagnier y su equipo encontraron?

Los detalles de los experimentos no están disponibles todavía, pero la configuración básica es como sigue: dos tubos de ensayo adyacentes pero físicamente separados fueron colocados dentro de una espiral de cobre y sujetos a un muy débil campo electromagnético extremadamente bajo de 7 hertz. El aparato fue aislado del campo magnético natural de la Tierra para evitar que interfiriera con el experimento. Un tubo contenía un fragmento de ADN de alrededor de 100 bases de largo; el otro tubo contenía solo agua pura.

Después de 16 a 18 horas, ambas muestras independientemente fueron sujetas a una reacción en cadena de la polimerasa (RCP), un método usado rutinariamente para amplificar los rastros de ADN mediante el uso de encimas para hacer muchas copias del material original. Aparentemente fueron recuperados fragmentos de genes de ambos tubos, incluso cuando uno debió haber contenido solo agua.

El ADN solamente fue recuperado si la solución original de ADN – cuya concentración no ha sido revelada- había sido sujeta a varios ciclos de dilución antes de ser colocada en el campo magnético. En cada ciclo fue diluída 10 veces más, y el ADN “fantasma” solo fue recuperado después de entre 7 y 12 diluciones de la original. No fue encontrado en diluciones ultra-altas como las utilizadas en homeopatía.

Unos físicos en el equipo de Montagnier sugirieron que el ADN emite ondas electromagnéticas de baja frecuencia que imprimen la estructura de la molécula  en el agua. Esta estructura, afirman, está preservada y amplificada por medio de efectos de coherencia cuántica, y debido a que imita la forma del ADN original, las encimas en el proceso de RCP la confunden por un ADN real, y de alguna forma lo usan como plantilla para crear ADN idéntico al que “envió” la señal (arxiv.org/abs/1012.5166).

“Los experimentos biológicos parecen intrigantes, y no los desestimaría”, dice Greg Scholes de la Universidad de Toronto en Canadá, quien el año pasado demostró que ocurren efectos cuánticos en plantas. Sin embargo, de acuerdo con Klaus Geerwert, quien estudia las interacciones entre agua y biomoléculas en la Universidad Ruhr en Bochum, Alemania, “Es difícil entender cómo la información puede ser guardada en el agua en una escala de tiempo mayor a pico segundos”.

“La estructura sería destruida instantáneamente”, concuerda Felix Franks, un químico académico en Londres quien ha estudiado el agua por muchos años. Franks estuvo involucrado como revisor por pares en la refutacióon de un estudio controversial en 1988 que afirmaba que el agua tenía memoria (ver “Cómo las ‘moléculas fantasmas’ fueron exorcisadas“). “El agua no tiene ‘memoria'”, dice ahora. “No puedes crear una impresión y recuperarla después”.

A pesar del escepticismo sobre la explicación de Montagnier, el consenso fue que los resultados merecen ser más investigados. El colega de Montagnier, el físico teórico Giuseppe Vitiello de la Universidad de Salerno en Italia, está confidente de que el resultado es confiable. “Yo excluiría que es contaminación”, dice. “Es muy importante que otros grupos lo repitan”.

En un artículo el año pasado (Interdisciplinary Sciences: Computational Life Sciences, DOI: 10.1007/s12539-009-0036-7), Montagnier describió cómo él descubrió la aparente habilidad tanto de fragmentos de ADN como de una bacteria completa para producir campos electromagnéticos débiles y para “regenerarse” a sí mismas en células previamente no infectadas. Montagnier coló una solución de la bacteria Mycoplasma prium a través de un filtro con poros lo suficientemente pequeños  para prevenir que la bacteria penetrase. El agua filtrada emitió la misma frecuencia de señal electromagnética que la que la bacteria misma emitió. Dice que tiene evidencia de que muchas especies de bacterias y muchos virus emiten señales electromagnéticas, como lo hacen algunas células humanas enfermas.

Montagnier dice que los detalles completos de sus más recientes experimentos no serán revelados hasta que el artículo sea aceptado para su publicación. “Seguramente están al tanto de que los investigadores no revelan el contenido detallado de sus trabajos experimentales antes que aparezcan por primera vez en diarios de revisión por pares”, dice.

Cómo las ‘moléculas fantasmas’ fueron exorcisadas

Los más recientes hallazgos por Luc Montagnier evocaron un trabajo muy desacreditado por el investigador Francés Jacques Benveniste. En un artículo en Nature (vol 333, p 816) en 1988, afirmó mostrar que el agua tenía una “memoria” qu que la actividad de los anticuerpos humanos era retenida en soluciones tan diluídas que no era posible que contuvieran ninguna molécula de anticuerpos (ver New Scientist, 14 July 1988, p 39).

Enfrentado con un escepticismo generalizado sobre el artículo, incluyendo al químico Felix Franks que le advirtió contra su publicación, Nature reclutó al mago James Randi y al químico y  “refutador de fraudes” Walter Stewart de la U.S. National Institutes of Health en Bethesda, Maryland, a investigar los métodos de Benveniste. Encontraron que sus resultados eran una “falsa ilusión”, basada en un diseño defectuoso. En 1991, Benveniste repitió su experimento bajo condiciones doble-ciegas, pero no a la satisfacciones de los jueces en Nature y Science. Dos años después llegó la humillación final cuando fue suspendido por dañar la imagen de su instituto. Murió en Octubre de 2004.

Eso no significa que los efectos cuánticos deban estar ausentes de los sistemas biológicos. Los efectos cuánticos han sido propuestos tanto en plantas como en aves. Montagnier y sus colegas esperan que su artículo no sufra la misma suerte de Benveniste.

Vía NewScientist.com.

Autor: Andy Coghlan

De la edición 2795 de la revista New Scientist, páginas 8-9.

Traducido por Lalo Márquez