El ufólogo español Javier García Blanco, escribió el libro Humanoides, una recopilación de relatos de supuestos testigos oculares que presenciaron la aparición de seres de apariencia humanoide, en distintas épocas y países. Como saben todos los partidarios de las pruebas firmes y de las demostraciones rigurosas, los simples testimonios no tienen gran validez como pruebas, y por lo tanto, el libro mencionado no contribuye mucho a apuntalar a la ufología. El mismo autor reconoce la ausencia total de pruebas en el fenómeno que estudia:
Por desgracia para todos nosotros, escépticos o “creyentes” en la realidad ovni, no poseemos una sola prueba física y tangible de la autenticidad del fenómeno. Existen evidencias y testimonios, si, pero el fenómeno de los no identificados resulta tan irritante y huidizo que se escapa igual que el agua entre nuestras manos.
Desde este punto de vista, los mismos testimonios que publica el autor español tienen un valor bastante modesto. Pero podemos encontrar mas concesiones en el libro de García Blanco, como por ejemplo, afirmar que la mayoría de los casos del fenómeno ovni no implican nada más que sucesos prosaicos:
En la casuística ufológica son miles las fotografías que pretenden constituir la evidencia definitiva de la presencia de ovnis –y en menor medida de sus ocupantes- en nuestro planeta. Por desgracia para nosotros, una gran mayoría de ellas corresponden a fraudes conscientes o, simplemente, a curiosos efectos de luz, defectos en el revelado, reflejos, etc., que son interpretados por sus autores –generalmente sin mala fe de por medio- como prueba irrefutable de algo sobrenatural.
Respecto a las abducciones, declara lo siguiente:
Personalmente, aunque considero muy interesante el fenómeno abducción, soy bastante crítico con estos relatos y creo que seguramente no forman parte de lo que conocemos como fenómeno ovni.
Otro aspecto que llama la atención son las descripciones que se hacen en el libro de las supuestas criaturas. Encontramos una gran variedad de descripciones contradictorias respecto a la apariencia de los tripulantes de los ovnis: humanoides de baja estatura, seres gigantes, humanoides de aspecto “asiático”, seres con “sotana”, criaturas con apariencia de duende, etc. García Blanco no se cuestiona si estas contradicciones son en realidad un indicio de la falsedad de los reportes. De casos como estos ha surgido el mito de las diversas “razas” de extraterrestres. Se llega al extremo de intentar construir un sistema de clasificación (en un anexo del libro). Se inventan sistemas taxonómicos para catalogar a seres totalmente quiméricos.
El capitulo ocho del libro está dedicado a “encuentros” en los que se obtuvo “evidencia” fotográfica. El autor del libro comenta dos casos, el del inglés Philip Spencer y el de Jeff Greenhaw. Ambos casos son tan dudosos, que ni siquiera García Blanco confía del todo en ellos. En sus propias palabras, mantengo mis dudas de los casos que voy a relatar a continuación. Y en efecto, hay razones más que suficientes para dudar de estos. En el primero de ellos, la evidencia consiste en una fotografía excesivamente brumosa. Le concedo razón al autor cuando afirma, resulta imposible demostrar la autenticidad de la imagen. Del segundo caso, declara el autor, se sospecha que el supuesto humanoide es en realidad un traje ignífugo para bomberos.
Por supuesto, no habrían de faltar las teorías conspirativas, aunque en este caso no se llega a las paranoias extremas que defienden muchos de los entusiastas de los ovnis. García Blanco menciona varios casos de avistamientos de humanoides que presuntamente se dieron en instalaciones militares españolas, pero al tratar de localizar algún tipo de documentación para acreditar los casos, se encontró con una ausencia total de esta. Se menciona que el Centro de Estudios Interplanetarios y la Fundación Anomalía, realizaron gestiones y entrevistaron a mandos militares, pero estos negaron las afirmaciones. García Blanco supone (sin pruebas) que los militares encubrieron los hechos. Como siempre, en ausencia de información fidedigna se recurre a presuntas conspiraciones gubernamentales.
Otro de los casos descritos es el de Gary Wilcox, un granjero del Estado de Nueva York. Según su testimonio, este personaje conversó con los tripulantes de un ovni, y estos confesaron que provenían ¡de Marte! Como sabemos bien no existe vida compleja en Marte ni civilizaciones extraterrestres. García Blanco busca sin embargo, la forma de salvar la credibilidad del testimonio. Según el, ¡los tripulantes del Ovni mintieron! Una excusa absurda para defender un relato absurdo. Citando textualmente, la “confesión” de los hombrecillos en cuanto a su origen bien podría haber sido una de sus maniobras de distracción. Aquí nos encontramos otra característica de la los métodos de investigación de los ufólogos. Aún encontrándose absurdos en las informaciones que manejan, siempre tienen a la mano justificaciones que mantengan en pie a dichas informaciones. En otras palabras, la ufología no es falsable, y este es uno de los motivos por los que se le considera una pseudociencia.
García Blanco por lo visto confía también en testimonios de segunda mano (testimonios aún menos creíbles). Relata la historia de Manuel Mora Ramos, en España, de quien se afirma observó un extraño ovni del cual surgieron criaturas flotantes. El relato proviene, no del testigo mismo, sino de los hijos de este, que fueron entrevistados por J. J. Benitez.
En conclusión, el libro Humanoides es otra muestra del método excesivamente deficiente y endeble de la ufología.