Por Robert L. Park
(Depto. de Física, Universidad de Maryland
College Park, MD 20742)

Las llamadas terapias “alternativas”, la mayoría derivadas de tradiciones de curación antiguas y supersticiones, han tenido una fuerte atracción para la gente que se siente dejada atrás por el explosivo crecimiento del conocimiento científico. Paradójicamente, sin embargo, su nostalgia por un tiempo cuando las cosas parecían más simples y más naturales está mezclado con respecto por el poder de la ciencia moderna (Tourney 1996). Quieren creer que las prácticas de curación “natural” pueden ser explicadas por la ciencia. Los proveedores de medicina alternativa han tenido que, entonces, invocar rápidamente los símbolos y lenguaje de la ciencia. No es sorprendente que los mecanismos propuestos para acreditar la supuesta eficacia de tales métodos como el toque terapéutico, la curación psíquica, y la homeopatía involucren serias malas interpretaciones de la física moderna.

La Medicina Sin Medicina

La homeopatía, fundada por un médico alemán, Samuel Hahnemann (1755-1843), es relativamente nueva. La homeopatía esta basada en la así llamada “teoría de similares” (similila similibus curantur), la cual asegura que las substancias que producen un cierto tipo de síntomas en una persona saludable puede curar aquellos mismos síntomas en alguien quien está enfermo. Aunque hay nociones relacionadas en la medicina China, Hahnemann parece haber llegado a la idea independientemente. Hahnemann pasó mucho tiempo de su vida probando sustancias naturales para encontrar qué síntomas producían y prescribiéndolas a la gente que exhibía los mismo síntomas. Aunque la sola evidencia anecdotal en la que basó sus conclusiones no hubiera sido tomada seriamente hoy en día, la homeopatía hoy todavía se basa casi completamente en la lista de substancias de Hahnemann y sus indicaciones para su uso.

Las substancias naturales, claro, son a veces bastante tóxicas. Perturbado por los efectos secundarios que a veces acompañaban sus medicamentos, Hahnermann experimentó diluyéndolas. Después de cada dilución sucesiva, el sometía la solución a una agitación vigorosa, o “sucusión”. Hizo el notable descubrimiento de que aunque la dilución eliminaba los efectos secundarios, no disminuía la efectividad de los medicamentos. Esto es conocido como “la ley de los infinitesimales”.

Hahnemann de hecho hizo un tercer “descubrimiento”, el cual sus seguidores ya no mencionan. “La sola causa verdadera y fundamental que produce todas las incontables formas de enfermedad,” escribe Hahnemann en su Organon, “es psora”. La psora es más comúnmente conocida como la “picazón”. Su principio no parece involucrar ninguna ley de física y es en cualquier caso ignorada por los seguidores modernos de Hahnemann.

Mediante sucesivas diluciones, se podían alcanzar soluciones extremadamente diluidas con bastante facilidad. El límite de dilución es alcanzado cuando el volumen del solvente ya no tenga ninguna molécula de la solución. Hahnermann no pudo haber sabido que en sus preparaciones él estaba, de hecho, excediendo el límite de dilución. Aunque fue contemporario con el físico Amadeo Avogadro (1776-1856), el Organon der Rationellen Heikunde de Hahnemann fue publicado en 1810, un año antes de que Avogadro avanzara su famosa hipótesis, y muchos años antes de que otros físicos determinaran el número de Avogadro. (Avogadro mostró que había un gran pero finito y específico número de átomos o moléculas en un mol de substancia, específicamente 6.022x10E+23. Un mol es el peso molecular de una substancia expresada en gramos. Entonces, un mol de agua, H2O, peso molecular 2+16=18, es 18 gramos. Entonces existen 6.022x10E+23 moléculas de agua en 18 gramos de agua.)

Los seguidores modernos de Hahnemann, sin embargo, conocen perfectamente el número de Avoagdro. Aún así, el regularmente excedido límite de dilución –a veces a un punto sorprendente. Recientemente examiné las diluciones listadas en las etiquetas de docenas de remedios homeopáticos vendidos en las tiendas naturistas, y cada vez más en farmacias, como remedios desde nerviosismo hasta gripe. Estos remedios normalmente están en forma de tabletas de lactosa en la cual se ha puesto una sola gota del medicamento “diluido”. El “solvente” es usualmente una mezcla de alcohol y agua. La solución menor que encontré listada en todas estas botellas fue de 6X, pero la mayoría de las diluciones eran de 30X o mayores, en el caso del oscillococcinum, un sorprendente 200C. (El Oscillococcinum, el cual es derivado del hígado de pato, es el remedio homeopático regular para la gripe. Como veremos, sin embargo, su extendido uso no es un factor de riesgo contra la población de patos.)

¿Qué significan todas estas notaciones? La notación 6X significa que la sustancia activa es diluida 1:10 en una mezcla de agua-alcohol y luego sucusada. Este procesimiento (dilución y sucusión) se repite secuencialmente seis veces. La concentración de la substancia activa es entonces una parte en diez elevada a la sexta potencia (10E+6), o una parte por millón. Un análisis de las pastillas podría esperar encontrar numerosas impurezas a niveles de partes por millón.

La notación 30X significa que la solución 1:10, seguida por sucusión, es repetida treinta veces. Los resultados en una parte en 10E+30, o un 1 seguido por 30 ceros. No conozco el nombre para ese número, pero déjame ponértelo de esta manera: necesitarías hacer dos mil millones de pastillas, un total de alrededor de mil toneladas de lactosa, para esperar tener una sola molécula de medicamento. En otras palabras, las pastillas no contienen nada más que lactosa y sus inevitables impurezas. Esta es literalmente medicina sin medicina.

¿Y qué hay del 200C? Esto significa que la substancia activa es secuencialmente diluida 1:100 y sucusada doscientas veces. Esto te dejaría con solo una molécula de la sustancia activa en cada cien a la doscientosava potencia moléculas de solvente, o un 1 seguido por cuatrocientos ceros (10E+400). Pero el número de átomos en el universo completo es estimado que es de aproximadamente un googol, lo que es un 1 seguido por solo 100 ceros.

Este es el punto en el que todos suponemos darnos cuenta qué tan ridículo esto es y contagiarnos con una buena risa. Pero los homeópatas no se ríen. Ellos han hecho los mismos cálculos. Y mientras que ellos están de acuerdo de que no puede quedar ni una sola molécula de la sustancia activa, ellos alegan que no importa, que la mezcla del agua-alcohol de alguna manera recuerda que la sustancia alguna vez estuvo ahí. El proceso de sucusión es presumido que carga el volumen entero del líquido con la misma memoria. ¿Existe evidencia de dicha memoria?

¿Agua Inteligente?

Los homeópatas han administrado este tipo de medicina sin medicina por dos siglos. La mayoría de los científicos, sin embargo, llegaron a darse cuenta de sus extraordinarias afirmaciones cuando Nature publicó un ensayo por el homeópata/epidemiólogo francés Jacques Benveniste (ver mensaje del Dr. Germán en http://www.enlaweb.com.mx/bc/foros/viewtopic.php?topic=214&forum=18) y varios colegas, en el cual reportaron que una solución de anticuerpos continuaba evocando una respuesta biológica incluso después de haberse diluido a 30X –mucho más allá del límite de dilución (Davenas et al. 1988). Benveniste interpretó esto con evidencia de que el agua de alguna forma “recordaba” el anticuerpo.

Para llegar a esa conclusión, Benveniste volteó la lógica científica convencional sobre su cabeza. Una gran parte de la ciencia experimental consiste en divisar pruebas que aseguren que un resultado experimental no sea el resultado de algún artefacto sutil de la conducción o diseño del experimento. “Dilución infinita” es un procedimiento utilizado por químicos. El efecto de algún agente, por ejemplo, es trazado como función de concentración. Si está a bajas concentraciones, el trazo no se extrapola a través del origen, y es tomado como prueba de que el efecto observado es debido a algo más que el agente. Por la lógica de Benveniste, su evidencia de que el agente dejara algún tipo de impresión en la solución que continuaba produciendo el efecto.

Se ha llamado la atención al artículo de Benveniste por el editor de Nature, John Maddox, quien apunto en un editorial que Benveniste tenía que estar equivocado (Maddox 1988). Como el que revisó no pudo encontrar ningún error, Nature accedió a publicar el artículo en el espíritu de intercambio científico abierto. Los revisores, claro, no tenían forma de saber si el autor reportaba fielmente los resultados de las mediciones, o si los instrumentos estaban defectuosos. Sin embargo, la existencia de este artículo publicado en un diario respetable ha sido extensamente trompeteado por la comunidad homeopática como prueba de que la homeopatía tiene una base legítimamente científica.

La editorial Maddox animó a otros científicos a repetir los experimentos de Benveniste. Un intento de replicar el trabajo tan precisamente como fue posible fue reportado por Foreman y colegas en Nature en 1993 (Foreman et. al. 1993). Los autores encontraron que “ningún aspecto de los datos es consistente con la afirmación (de Benveniste).” Yo no conozco ningún trabajo que replique los hallazgos de Benveniste. ¿Por qué fue el agua de Foreman mas tonta que la de Benveniste? Regresaremos a esa pregunta más adelante.

Bastante aparte del asunto de cómo la mezcla agua/alcohol recuerda, hay otras cuestiones obvias que piden a gritos ser preguntadas:

1) ¿Por qué la mezcla agua/alcohol recuerda los poderes curativos de una sustancia activa, pero olvida sus efectos secundarios?
2) ¿Qué sucede cuando una gota de la solución se evapora, como debe, de la tableta de lactosa? ¿Se transfiere la memoria a la lactosa?
3) ¿El agua recuerda otras substancias también? Dependiendo de su historia, el agua podría haber estado en contacto con un asombroso número de sustancias diferentes.

Un número de mecanismos han sido propuestos para acreditar esta memoria milagrosa. Estos mecanismos son discutidos por Wayne Jonas en su reciente libro, “Healing with Homeopathy”, con la coautora Jennifer Jacobs (Jonas y Jacobs 1996). Jonas es el Director de la Oficina de Medicina Alternativa de los Institutos Nacionales de Salud y es identificado en su libro como uno de los “investigadores líderes de la medicina homeopática de América”. Jonas parece aceptar, desde el mero principio, la posibilidad de que el efecto de la medicina homeopática puede “resultar ser solo un efecto placebo”. Pero como veremos, en los círculos de la medicina alternativa el efecto placebo puede ser la explicación más absurda de todas.

Si no es el efecto placebo, dice Jonas, la “información” de la sustancia activa debe ser almacenada de alguna forma en la solución agua/alcohol, tal vez en la estructura de la mezcla líquida. Ha habido una abundancia de especulaciones sobre el tipo de “estructura” que debe ser: grupos de moléculas de agua arreglados en patrones específicos (Anagnostatos 1994); arreglos de isótopos tales como el deuterio o el oxígeno-18 (Berezin 1990); o “vibración coherente” de las moléculas del agua (Rubik 1990). No puedo encontrar una sola pieza de evidencia que respalde cualquiera de esas especulaciones, y existen sonadas razones científicas para rechazar cada una de ellas. Jonas refiere los estudios estructurales que muestran regiones de orden local en líquidos. Una “toma” de la estructura de una mezcla de agua/alcohol con toda seguridad mostrará regiones de orden local, pero estas son transitorias, no pueden persistir más allá de los más breves tiempos de relajación dependiendo de la temperatura. Que ni siquiera orden local pueda persistir es la definición de un líquido. El problema, claro, es la entropía. La segunda ley de la termodinámica es la más firmemente establecida de todas las leyes naturales, pero si de alguna manera tu pudieras repeler la segunda ley, todavía tendrías que confrontar la pregunta de cómo esta información almacenada puede comunicarse con el cuerpo.

El Biofotón Ilusivo

Una posibilidad, de acuerdo a Jonas, es que la información es transferida por “energía bioelectromagnética” (Ver Germán http://www.enlaweb.com.mx/bc/foros/viewtopic.php?topic=214&forum=18). Aquí él (Jonas) cita como “uno de los trabajos ejecutados más cuidadosamente en esta área”, estudios del efecto de diluciones agitadas serialmente de tiroxina de rana en ranas de altas planicies que están en el estado de metamorfosis de escaladoras (Endler et al. 1994). La tiroxina es reportada como que incrementa la capacidad de escalar de las ranas –y la respuesta continua aún después de que las diluciones de tiroxina se han llevado más allá del límite de dilución. En otras palabras, cuando ya es seguro que ya no hay tiroxina.

Esto puede parecer clara evidencia de que algo más que la tiroxina es responsable por la estimulación de las ranas. En este caso, por ejemplo, puede ser el alcohol que está produciendo la respuesta de escalar, o alguna impureza, o las ranas pueden ser estimuladas por el acto de administrar el medicamento, o puede haber una predisposición inconsciente por parte del experimentador en decidir si las ranas son estimuladas. Una vez más, sin embargo, la lógica científica se ha volteado de cabeza, los resultados han sido interpretados como evidencia de que una impresión de tiroxina de alguna manera ha quedad en el agua.

Pero si aún el agua contuviera información sobre tiroxina, ¿cómo es que esta información es comunicada a las ranas? En vez de administrar la solución agua/alcohol directamente a la rana, los investigadores trataron de poner la solucione en un tubo de ensayo de vidrio sellado y lo pusieron en el agua con las ranas. Las ranas respondieron siguieron respondiendo. ¿Por qué no estoy sorprendido?

¿A qué conclusión llegaron los investigadores? Concluyeron que la información que una vez residió en la estructura molecular de la sustancia activa, y la cual fue de alguna manera transferida al agua sucusada, debe haberse transmitido a las ranas por medio de un efecto “radiante”, tal vez un “biofotón” ilusivo. Ninguna evidencia de tal radiación ha sido reportada. Benveniste, sin embargo, ahora afirma que un campo magnético de 50Hz puede borrar la memoria de sus soluciones anticuerpos (Benveniste 1993) (Ver Germán en http://www.enlaweb.com.mx/bc/foros/viewtopic.php?topic=214&forum=18), lo cual podría explicar por qué otros investigadores no encuentra una memoria. Este enlace electromagnético llevó a Benveniste a un descubrimiento más de que el puede “ptenciar” el agua por una línea telefónica.

Una posibilidad, de acuerdo a Jonas, es que la información no pasa de la solución a la rana –o de un medicamento a un paciente humano –sino al revés. El insaludable estado del paciente puede ser “extraído a través del remedio”. “Tales teorías especulativas”, admite Jonas, “necesitan más trabajo experimental para confirmarlas o refutarlas”.

El Caso Contra las Mariposas

Jonas también especuló que la teoría del caos podría ofrecer una idea en el efecto de los remedios homeopáticos en los mecanismos de autocuración del cuerpo. Un concepto de la teoría del caos es que muy pequeños cambios en una variable puede cuasar un sistema a saltar a un patrón muy diferente de actividad, tal como una pequeño cambio en la dirección del viento directamente afectando los patrones climáticos de la temperatura y la precipitación. Bajo esta manera de pensar, el remedio homeopático puede ser visto como una variable que altera el patrón sintomático de una enfermedad. (Jonas y Jacobs 1996, 89).

Esta atrevida asunción traiciona un total desentendimiento de lo que se trata el caos. “Caos” se refiere a sistemas complejos que son sensitivos a condiciones iniciales que no son posibles de predecir cómo se comportarán. Por eso, mientras el aleteo de las alas de las mariposas pueda concebiblemente provocar un huracán, el matar las mariposas es poco probable que reduzca la incidencia de huracanes. Para los remedios homeopáticos que exceden el límite de dilución, una mejor analogía sería el aleteo de las alas de una oruga.

Curación Psíquica

Pero si ninguno de estos mecanismos funciona, dice Jonas, “altamente especulativos e imaginarias explicaciones podrían ser necesarias.” Lo que él tiene en mente es el efecto placebo. “Creer en una terapia”, explica Jones, “puede ser un factor importante en la curación.” ¿Quién podría estar en desacuerdo? Si es el efecto placebo el que trabaja en la homeopatía, toda la parafernalia pseudocientífica de similla similibus curantor y la ley de los infinitesimales solamente sirve como apoyo para engañar a las personas para que crean que las pastillas de azúcar son medicina. Pero el “efecto placebo”, como es utilizado por Jonas y otros proponentes de la medicina alternativa, resulta ser la bestia más extraña de todas. Está teñida con la noción Nueva Era de una conciencia universal. El efecto placebo se vuelve curación psíquica. De nuevo de Jonas: Algunos teoristas sugieren que la intencionalidad y la conciencia debe ser traída a cualquier explicación de qué tan no-locales, y no-específicos los potenciales cuánticos deben ser “colapsados” en los así llamados patrones de coherencia informacional (moléculas), los cuales entonces tienen efectos específicos. Una vez que estos patrones coherentes previamente inestables e ilocalizables (tales como los pensamientos y las creencias) empujen efectos potenciales a la existencia (por la intención de sanar en la persona o practicante), entonces son vistos por el cuerpo como estructuras “moleculares” estables y actuando localmente, que producen señales biológicas específicas y tienen efectos predecibles en la persona. (Jonas y Jacobs 1996, 90)

Todo esto suena mucho como Deepak Chopra (1989 y 1993), quien asegura que: “Creencias, pensamientos, y emociones crean reacciones químicas que mantienen la vida en cada célula.” La noción de que por el pensamiento solo las medicinas necesarias para curar enfermedades pueden ser creadas en el cuerpo viene de Ayurveda, la medicina religiosa tradicional de India que data desde miles de años. Chopra ha creado, en cualquier caso, una vasta fortuna personal simplemente invocando la “curación cuántica” en libro tras libro. Sus libros no revelan ni una pista de que él sepa algún concepto sobre mecánica cuántica.

Sin embargo, existen místicos cuánticos, incluyendo algunos físicos, quienes interpretan la función onda como algún tipo de vibración de un éter holístico que impregna el universo. El colapso de la función onda, creen ellos, sucede a través del universo instantáneamente como resultado de alguna conciencia cósmica. Eso, claro está, violaría la causalidad en el sentido relativista, y también violaría la teoría de campo cuántica (Eberhard y Ross 1989).

Terapéutica de Biocampos (Toque Terapéutico)

La medicina alternativa consiste en un amplio espectro de tratamientos no relacionados que van desde lo apenas admisible hasta lo totalmente absurdo. En el extremo absurdo, yo he puesto esas terapias que no tienen consecuencias físicas directas de ningún tipo, tales como la homeopatía y la curación psíquica. Uno debe también incluir la “terapia de biocampo” o “toque terapéutico”, aunque de hecho sería más exácto llamarle “no-toque terapéutico”, ya que las manos del practicante no hacen contacto con el paciente. En vez de esto, se afirma que los “campos de energía” del paciente, “qi”, o “aura”, es “suavizado” por las manos del terapeuta o cambiado de un lugar a otro para obtener balance. Se dice que los campos de energía interactúan con los campos del practicante.

La naturaleza de estos supuestos campos de energía es obscura, pero los proponentes muy seguido la ligan de alguna manera con la relatividad y la equivalencia de materia y energía. También se ha sugerido que el campo de energía del cuerpo es electromagnético. La mecánica cuántica, a pesar de su popularidad en muchos círculos de medicina alternativa, rara vez parece ser invocada en el toque terapéutico. B. Brennan, autor d eHands of Light (1987), escribe: “Yo no puedo explicar estas experiencias sin usar el marco de trabajo de la vieja física clásica”. Confieso que a mí la física clásica no me lo hace más fácil de explicar. Los practicantes afirman poder “sentir” el campo de energía y muchas veces emplean péndulos sostenidos por la mano para localizar los “chakras”, o vértices, en el campo que debe ser suavizado para promover la curación. Parecería ser una simple cuestión de examinar un campo que puede ser sentido con el tacto, o que afecte el movimiento de un péndulo, pero hasta ahora nadie ha afirmado detectar el campo de energía con ningún instrumento que no sea sostenido con la mano. Esta es extraordinario ya que se ha dicho que hay centenas de miles en los Estados Unidos quienes han sido entrenado en algún tipo de esta terapia. En el Reino Unido hay 8,500 toqueterapéutas (Benor 1993).

El público gasta miles de millones de dólares anualmente en pastillas de azúcar para curar sus resfriados, en movimientos de manos para recobrarse rápidamente de operaciones, y buenos pensamientos para resguardarlos de enfermedades, todo con la aseguración de que están basadas en la ciencia. La sociedad ha sido preparada para ser timada en parte por la cobertura de la ciencia moderna por parte de los medios sensacionalistas. Las discusiones populares de la relatividad, mecánica cuántica, y el caos, muchas veces dejan a la gente con la impresión de que el sentido común no es de fiar –cualquier cosa es posible. Los mismos científicos muchas veces alimentan el apetito del público con la “loquera” de la ciencia moderna en un esfuerzo para estimular interés –o simplemente porque los científicos, también, pueden ser seducidos por lo misterioso.

Referencias

· Anagnostatos, G. S. 1994. In Ultra High Dilution: Physiology and Physics, edited by J. Schulte and P. C. Endler. Dordrecht: Kluwer.
· Benor, D. J. Frontier Perspectives 3: 33.
· Benveniste, J. 1993. Frontier Perspectives 3: 13.
· Berezin, A. A. 1990. Medical Hypothesis 31: 43.
· Brennan, B. 1987. Hands of Light. New York: Bantam.
· Chopra, D. 1989. Quantum Healing. New York: Bantam.
· — — — . 1993. Ageless Body, Timeless Mind: The Quantum Alternative to Growing Old. New York: Random House.
· Davenas, E., et al. 1988. Nature 333: 816. The “Benveniste” paper.
· Eberhard, P. H., and R. R. Ross. 1989. Foundations of Physics Letters 2: 127.
· Endler, P. C., et al. 1994. FASEB Journal 8: 2313.
· Foreman, J. C., et al. 1993. Nature 336: 525.
· Jonas, W. B., and J. Jacobs. 1996. Healing with Homeopathy. Warner.
· Maddox J. 1988. Nature 333: 287.
· Rubik, B. 1990. Berlin Journal of Research in Homeopathy 1: 27.
· Toumey, C. P. 1996. Conjuring Science. New Brunswick, N.J.: Rutgers.