LA CIENCIA POR GUSTO
Moderadores: tequileitor, ASIMOV22, Moravec
LA CIENCIA POR GUSTO
Pues he recibido quejas (no de los miembros de Sobrenatural) de que ya no posteo la columna semanal. Pues bien, para que nadie se pierda y la podamos seguir comentando, aquí están los últimos comentarios que no he posteado.
Saludos
ASIMOV22
La ciencia por gusto
Eficiencia neuronal
Martín Bonfil Olivera
http://www.mileniodiario.com.mx/mexico/ ... asp?id=305
1-Marzo-06
Alguna vez el escritor Mark Twain se disculpó diciendo “lamento que esta carta sea tan larga, pero no tuve tiempo de hacerla más corta”. Hoy que el flamante rediseño de MILENIO Diario exige mayor concisión, sus colaboradores tendremos que dedicar más tiempo –y labor neuronal– para compactar la información en menos líneas sin perder, esperamos, calidad ni frescura.
Afortunadamente, el sistema nervioso de los mamíferos (incluyendo a los humanos) está especialmente adaptado para procesar información eficientemente (aunque no para escribir textos), como muestran dos estudios publicados en la revista Nature.
El cerebro de los animales usa la información de los órganos de los sentidos para tomar decisiones que favorezcan la supervivencia. Aunque se conoce la anatomía y fisiología de la recepción sensorial, una incógnita es cómo se codifica la información sensorial para enviarla, en forma de pulsos nerviosos, al cerebro: el “código neural”.
Una hipótesis es que la codifi-cación debe ser lo más eficiente posible: el máximo de información con el menor gasto de energía y procesamiento neural. Una investigación de la Universidad Carnegie Mellon somete a prueba esta idea en el sistema auditivo de los gatos.
El método consistió en generar un modelo computacional que simula la codificación auditiva. Como no hay un algoritmo óptimo, sino que la eficiencia depende del tipo de sonidos a codificar, se supuso que el sistema auditivo gatuno habría evolucionado en respuesta a tres tipos principales de sonidos: los de otros animales, ruido ambiental de fondo (lluvia) y ruidos súbitos (crujido de ramas u hojas). Luego se compararon los patrones de pulsos producidos por el modelo con los del nervio auditivo de gatos reales que escuchaban los mismos sonidos: la coincidencia fue impresionante: el modelo acertó.
Por su parte, investigadores de la Universidad de California hallaron que el sistema visual de los gatos cambia en segundos su codificación, adaptándose a las imágenes que recibe, para transmitir la información de modo más eficiente.
Conocer el código neural de los sentidos abre grandes posibilidades. Quizás usándolo podamos fabricar prótesis sensoriales que se conecten directamente al cerebro. Quizá llegue a ser posible construir realidades virtuales como la de la película Matrix. Ese será también un rediseño radical.
mbonfil@servidor.unam.mx
La ciencia por gusto
Oscares científicos
Martín Bonfil Olivera
Para Alejandra y Jose, que no quieren pingüinos humanizados.
Aunque la entrega de los Oscares ya no es lo que era, sigue causando gran expectación. Y más allá de los sorpresivamente pocos premios que ganó Secreto en la montaña (debido, creo, a la autocensura del Hollywood decente ante el reto de premiar una historia de amor homosexual presentada simplemente como una historia de amor más), da gusto ver que al menos un premio fue para una película científica.
La revista Seed, (“la ciencia es cultura”; seedmagazine.com), propuso nuevas categorías para reforzar la presencia científica en los Oscares. Entre ellas, el “Premio Gattacca al reparto más atractivo en una cinta de ciencia-ficción” para La isla, en la que aparecen ¡dos Ewans McGregor y dos Scarletts Johansson!; el premio a “La hipótesis más conmovedora (e inconcluyente”) para Flores rotas, cinta en que Bill Murray no logra saber si la madre de su supuesto hijo es alguna de las ex novias que visita; y finalmente, el premio al mejor vestuario para La marcha de los pingüinos, cuyo diseño “trasciende las tendencias modernas y posmodernas y captura la naturaleza eterna del ciclo reproductivo” de estas aves.
Es curiosa la indignación que la película pingüinesca despierta entre biólogos, especialmente etólogos (especialistas en comportamiento animal; véase la excelente reseña que aparece en la revista ¿Cómo ves? de este mes). Como presenta a los protagonistas como aves que se enamoran y son monógamas, además de condimentar las imágenes con música romántica (entre otras cosas), se la acusa del pecado del antropomorfismo: proyectar actitudes y valores humanos en animales que no los poseen.
La crítica no carece de razón. Incluso, grupos conservadores han tomado la cinta como emblema en sus campañas por la fidelidad y la monogamia. Sin embargo, el documental no hubiera obtenido el Oscar si no fuera también un éxito comercial; un excesivo rigor científico puede cegarnos ante su valor como herramienta en la lucha ambientalista. Quizá vale la pena antropomorfizar un poco a los pingüinos, por más que estrictamente sea un error científico, si a cambio logramos que miles de espectadores disfruten y se conmuevan con un documental como éste y aprecien, desde un nuevo punto de vista, el valor de la conservación animal.
Ni qué decir que disfruté mucho la cinta y creo que su Oscar es bien merecido.
La ciencia por gusto
Y la genómica mexicana avanza
Martín Bonfil Olivera
Siempre es bueno recibir buenas noticias, y la publicada el pasado viernes (“Descifran mexicanos genoma de bacteria”) es especialmente buena (aunque algún periódico hablara de que era “el primer genoma completo de un organismo”, como si nunca se hubiera descifrado otro).
Conviene comentar por qué es buena noticia. Lo primero que uno se pregunta es por qué secuenciar (o leer la secuencia de bases o letras que forman la información genética de un organismo) el genoma de una bacteria, cuando ya se ha secuenciado el genoma humano.
Respuesta: incluso el genoma de una humilde bacteria es conocimiento importante. Comparando genomas de más y más organismos de todo tipo, se puede ir aprendiendo sobre principios generales de la evolución y la genética. Y la bacteria elegida, Rhizobium etli, no es un microbio cualquiera: se trata de una de las cruciales bacterias fijadoras de nitrógeno, que al tomar este gas del aire, donde abunda, y convertirlo en amonio, permiten que las plantas lo usen y puedan crecer.
El nitrógeno es parte indispensable de las proteínas y los ácidos nucleicos; todo organismo lo necesita, pero sólo unos pocos –las bacterias fijadoras– pueden tomarlo del aire. Rhizobium etli, que se asocia en simbiosis con la planta de frijol, ha sido estudiado por investigadores del antiguo Centro de Fijación del Nitrógeno de la UNAM (hoy Centro de Ciencias Genómicas) durante años. La secuenciación de su genoma indica la madurez de un proyecto que continuará creciendo, para beneficio de la ciencia mexicana y de nuestra sociedad.
Y no sólo por el conocimiento científico producido, sino por la adquisición de importante infraestructura (computadoras, aparatos de secuenciación) y sobre todo por la formación de recursos humanos especializados que se logró.
Es también interesante saber que el genoma de Rhizobium etli está repartido en un cromosoma circular (los humanos son lineales) y 6 pequeños cromosomitas extra llamados plásmidos (el genoma humano consta de 23 cromosomas). La secuenciación de los 6.5 millones de letras del genoma de R. etli (el humano tiene unos 3 mil 200 millones) duró siete años y costó de seis a siete millones de dólares. Dinero bien invertido que dará dividendos científicos, tecnológicos y económicos a largo plazo. En ciencia, como en la cocina, se requiere paciencia (y constancia) para lograr calidad. ¡Enhorabuena!
mbonfil@servidor.unam.mx
Y... ¿qué tiene de especial el agua?
Martín Bonfil Olivera
La semana ha sido muy húmeda en la capital, debido a la celebración del Foro Mundial del Agua.
Más allá de lo que oímos a cada rato (el agua es indispensable para la vida; el cuerpo humano es 60% agua; podemos vivir semanas sin comer, pero sólo días sin beber; 3% del agua terrestre es dulce, y sólo una pequeña fracción es potable…), cabe preguntarse, ¿por qué es tan indispensable este líquido?
La respuesta está en la química. Comencemos por otro lugar común: el agua es el disolvente universal. Esto no quiere decir que disuelva todo (afortunadamente), sino que puede disolver gran variedad de moléculas (sobre todo las que presenten cargas eléctricas). De ahí parte su gran importancia ecológica, fisiológica y biomolecular.
Y es que la célula, unidad base de todos los seres vivos, no es más que un sistema complejo de moléculas disueltas en agua. Las membranas que definen a toda célula, por ejemplo, están hechas de moléculas jabonosas que espontáneamente, en medio acuoso, tienden a organizarse y formar membranas. Y todas las demás biomoléculas (proteínas, ácidos nucleicos…) pueden funcionar sólo disueltas en agua; de otro modo se deshilachan e inactivan. Por otra parte, el agua de lagos y mares funciona como regulador térmico ambiental, pues absorbe y libera calor con gran dificultad (por eso tarda tanto en hervir el agua, comparada con otros líquidos).
Bien: todas estas propiedades se deben a que la molécula del agua (dos átomos de hidrógeno unidos a uno de oxígeno) tiene una débil carga eléctrica repartida irregularmente: el oxígeno tiene mayor carga negativa y los hidrógenos cargas positivas. Esto causa que las moléculas se atraigan entre sí (lo que dificulta separarlas para transformarla en gas, cuando hierve), y que puedan atraer y formar uniones con otras moléculas con carga positiva o negativa (de ahí su poder disolvente y su capacidad de organizar los componentes celulares).
El hielo es menos denso que el agua (sus moléculas, al atraerse, van formando una red porosa). Si no fuera así, el hielo se hundiría y los mares se congelarían hasta el fondo en el primer invierno, lo cual impediría la vida marina. Si el agua no tuviera estas propiedades, la vida nunca habría surgido, pues lo hizo en este líquido. Si hoy celebramos al agua, es en parte debido a las propiedades de los átomos de hidrógeno y oxígeno.
mbonfil@servidor.unam.mx
MILENIO/La ciencia por gusto
Lem: novela, filosofía y ciencia
Martín Bonfil Olivera
Pensar en relaciones entre ciencia y literatura remite siempre a la ciencia ficción. Es común verla como un simple uso fantasioso de conceptos vagamente científicos (como La Guerra de las Galaxias, que por supuesto NO es ciencia ficción). Tampoco es muy cierta la idea de que la ciencia ficción predice futuros descubrimientos científicos (aunque se den casos).
Más bien lo que logra la verdadera ciencia ficción –sobre todo la más fina, la de mayor calidad y profundidad– muchas veces es comenzar a explorar caminos que más tarde la ciencia abordará con sus poderosos métodos. Y lo hace sin más instrumentos que la mente y creatividad del escritor, quien logra no sólo llegar más lejos que sus contemporáneos, sino proponer perspectivas novedosas que sólo luego de muchos años son redescubiertas por científicos y tecnólogos.
No pretendo ser un experto en la obra de Stanislaw Lem, el genial novelista y cuentista polaco cuya muerte fue anunciada ayer, a los 84 años. Sin embargo, sí soy uno de sus fans.
Lo conocí gracias a mi hermano Ramón, el oceanólogo, quien me regaló los Diarios de las estrellas, que narran las sorprendentes aventuras filosófico-científico-tecnológicas del astronauta Ijon Tichy por diversos planetas. Más tarde y gracias a algunos amigos aprecié mejor esos relatos y conocí otros, y me fui dando cuenta de que entre sus ironías y paradojas (y sus extraordinarios juegos de lenguaje, cuya traducción es toda una proeza), Lem inmiscuía cuestiones verdaderamente profundas en las que los avances científicos fuerzan a la humanidad a encarar profundas cuestiones filosóficas. ¿Qué derechos tendrá, por ejemplo, una máquina con inteligencia y conciencia? ¿Qué derechos tendremos sus creadores? ¿Qué pasará cuando la realidad virtual llegue a ser más real que el mundo físico que creemos habitar?
El médico mexicano Ruy Pérez Tamayo, al intentar definir la ciencia, la describe como una “actividad humana creativa”. Hay quien se extraña, pues parecería que el terreno de lo creativo fuera exclusivo de los artistas. Pero alguien que conozca bien cómo funciona la ciencia no tendrá más remedio, si ha tenido el placer de leer a Stanislaw Lem, que conceder que se trataba de un novelista científico (y filosófico, que en el fondo son lo mismo). En el mejor sentido de ambas palabras. Habrá que seguirlo leyendo.
mbonfil@servidor.unam.mx
La ciencia por gusto
La amenaza de los cerditos light
Martín Bonfil Olivera
No hay nada más parecido al corazón de un hombre que... el corazón de un cerdo.
No soy antimachista ni me refiero a ningún candidato presidencial. Es un hecho comprobado: por su fisiología y tamaño, un corazón porcino es excelente modelo para estudios del funcionamiento cardiaco que sería imposible realizar con humanos. También han sido usados para transplantes, con resultados poco halagüeños debido al rechazo inmunitario (así que no se sabe si el corazón de puerco haría que los pacientes se volvieran más sucios, patanes o indolentes), así que la relación entre cochinos y humanos sigue siendo básicamente que nosotros nos los comemos.
En este esquema carnicero, la genética moderna ofrece promesas, como la presentada en MILENIO Diario el pasado 4 de abril: la obtención de cerdos transgénicos que producen ácidos grasos omega-3, presuntamente buenos para la salud, en vez de los insalubres omega-6.
A decir del reporte publicado en la revista científica Nature Biotechnology, la verdadera meta del experimento, más que producir jamón o tocino light, era estudiar qué sucede con el corazón de los cerdos en un ambiente con alta concentración de grasas omega-3. Para ello se utilizó un gen de la lombriz Caenorhabditis elegans (muy estudiada por los biólogos y ganadora de un premio Nobel reciente) que le permite transformar grasas omega-6 en omega-3 (el nombre, por cierto, se refiere a qué tan lejos -3 o 6 carbonos- del extremo, llamado omega por la última letra del alfabeto griego, se encuentra un doble enlace en la cadena de carbonos que forma la molécula).
El gen lombriciento se introdujo en células embrionarias de cerdo y éstas se fusionaron con óvulos porcinos para producir cerdos clonados (el mismo método con que se obtuvo a la oveja Dolly).
No han habido, hasta ahora, airadas protestas de grupos ecologistas, quizá porque los genes de cerdo no andan por ahí propagándose en el aire. Pero no dudo que pronto se alzarán voces de alarma. En el ínter, quizá algún día los cerditos light sí logren llegar a las carnicerías y sustituyan al pescado, hoy fuente preferida de estas grasas, con frecuencia contaminada con mercurio. Mientras tanto, los beneficios de los omega-3 para prevenir males cardiacos y cáncer están siendo cuestionados por otros estudios recientes. ¡Ah, la ineludible incertidumbre de la ciencia!
mbonfil@servidor.unam.mx
Wednesday, April 12, 2006
La ciencia por gusto
La ciencia no existe para los candidatos
Martín Bonfil Olivera
La bien ganada mala fama que tiene la política queda más que confirmada por el vergonzoso tono de las campañas presidenciales en los últimos días.
Pero no es ese nuestro tema, sino señalar que ninguno de los candidatos ha tomado realmente en cuenta a la ciencia ni la tecnología en sus campañas. Quizá las mencionan –sobre todo a la segunda; la llamada ciencia “básica” sigue siendo despreciada, a pesar de ser la raíz de la que podría surgir una tecnología propia–, pero no hacen propuestas para impulsar su desarrollo y aprovechar su potencial. Cansa repetirlo, pero lo que distingue al primer mundo del tercero es en gran parte su desarrollo científico, que sustenta su poderío tecnológico e industrial.
El 4 de abril, en La Jornada, el científico mexicano René Drucker hace el ejercicio de vislumbrar lo que podría ser la situación de la ciencia mexicana a finales del próximo sexenio, en diciembre del 2012, si todo saliera razonablemente bien. Entre otras cosas, imagina que el presupuesto en ciencia y tecnología podría haber crecido hasta un 0.85% del PIB, que la planta de investigadores nacionales aumentó, que hubo investigaciones útiles en áreas como salud, petróleo y nanotecnología, que se establecieron colaboraciones con empresas mexicanas, y un plausible etcétera.
La propuesta de Drucker podría ser calificada de cándida, parcial o simplista. Pero es una propuesta. Y aparentemente está fundada en un proyecto. Es más de lo que puede decirse de cualquier candidato. Desgraciadamente, Drucker no menciona un aspecto fundamental en su esbozo de proyecto de ciencia y tecnología: la comunicación pública de la ciencia.
Y es que no puede esperarse que una sociedad como la nuestra apoye la inversión en ciencia y tecnología si nuestros ciudadanos –incluyendo a nuestros gobernantes– no conocen qué son, cómo funcionan y para qué sirven estas disciplinas. Una estrategia nacional de divulgación científica (propuesta de la que se ha hablado mucho en la comunidad de divulgadores mexicanos), que fomentara la apreciación y comprensión públicas de la ciencia y la técnica, así como la responsabilidad social al respecto, sería fundamental en el establecimiento de la tan deseada –y necesaria– política de estado en ciencia y tecnología.
Ojalá los candidatos escucharan, y no estuvieran tan ocupados echándose lodo.
mbonfil@servidor.unam.mx
Saludos
ASIMOV22
La ciencia por gusto
Eficiencia neuronal
Martín Bonfil Olivera
http://www.mileniodiario.com.mx/mexico/ ... asp?id=305
1-Marzo-06
Alguna vez el escritor Mark Twain se disculpó diciendo “lamento que esta carta sea tan larga, pero no tuve tiempo de hacerla más corta”. Hoy que el flamante rediseño de MILENIO Diario exige mayor concisión, sus colaboradores tendremos que dedicar más tiempo –y labor neuronal– para compactar la información en menos líneas sin perder, esperamos, calidad ni frescura.
Afortunadamente, el sistema nervioso de los mamíferos (incluyendo a los humanos) está especialmente adaptado para procesar información eficientemente (aunque no para escribir textos), como muestran dos estudios publicados en la revista Nature.
El cerebro de los animales usa la información de los órganos de los sentidos para tomar decisiones que favorezcan la supervivencia. Aunque se conoce la anatomía y fisiología de la recepción sensorial, una incógnita es cómo se codifica la información sensorial para enviarla, en forma de pulsos nerviosos, al cerebro: el “código neural”.
Una hipótesis es que la codifi-cación debe ser lo más eficiente posible: el máximo de información con el menor gasto de energía y procesamiento neural. Una investigación de la Universidad Carnegie Mellon somete a prueba esta idea en el sistema auditivo de los gatos.
El método consistió en generar un modelo computacional que simula la codificación auditiva. Como no hay un algoritmo óptimo, sino que la eficiencia depende del tipo de sonidos a codificar, se supuso que el sistema auditivo gatuno habría evolucionado en respuesta a tres tipos principales de sonidos: los de otros animales, ruido ambiental de fondo (lluvia) y ruidos súbitos (crujido de ramas u hojas). Luego se compararon los patrones de pulsos producidos por el modelo con los del nervio auditivo de gatos reales que escuchaban los mismos sonidos: la coincidencia fue impresionante: el modelo acertó.
Por su parte, investigadores de la Universidad de California hallaron que el sistema visual de los gatos cambia en segundos su codificación, adaptándose a las imágenes que recibe, para transmitir la información de modo más eficiente.
Conocer el código neural de los sentidos abre grandes posibilidades. Quizás usándolo podamos fabricar prótesis sensoriales que se conecten directamente al cerebro. Quizá llegue a ser posible construir realidades virtuales como la de la película Matrix. Ese será también un rediseño radical.
mbonfil@servidor.unam.mx
La ciencia por gusto
Oscares científicos
Martín Bonfil Olivera
Para Alejandra y Jose, que no quieren pingüinos humanizados.
Aunque la entrega de los Oscares ya no es lo que era, sigue causando gran expectación. Y más allá de los sorpresivamente pocos premios que ganó Secreto en la montaña (debido, creo, a la autocensura del Hollywood decente ante el reto de premiar una historia de amor homosexual presentada simplemente como una historia de amor más), da gusto ver que al menos un premio fue para una película científica.
La revista Seed, (“la ciencia es cultura”; seedmagazine.com), propuso nuevas categorías para reforzar la presencia científica en los Oscares. Entre ellas, el “Premio Gattacca al reparto más atractivo en una cinta de ciencia-ficción” para La isla, en la que aparecen ¡dos Ewans McGregor y dos Scarletts Johansson!; el premio a “La hipótesis más conmovedora (e inconcluyente”) para Flores rotas, cinta en que Bill Murray no logra saber si la madre de su supuesto hijo es alguna de las ex novias que visita; y finalmente, el premio al mejor vestuario para La marcha de los pingüinos, cuyo diseño “trasciende las tendencias modernas y posmodernas y captura la naturaleza eterna del ciclo reproductivo” de estas aves.
Es curiosa la indignación que la película pingüinesca despierta entre biólogos, especialmente etólogos (especialistas en comportamiento animal; véase la excelente reseña que aparece en la revista ¿Cómo ves? de este mes). Como presenta a los protagonistas como aves que se enamoran y son monógamas, además de condimentar las imágenes con música romántica (entre otras cosas), se la acusa del pecado del antropomorfismo: proyectar actitudes y valores humanos en animales que no los poseen.
La crítica no carece de razón. Incluso, grupos conservadores han tomado la cinta como emblema en sus campañas por la fidelidad y la monogamia. Sin embargo, el documental no hubiera obtenido el Oscar si no fuera también un éxito comercial; un excesivo rigor científico puede cegarnos ante su valor como herramienta en la lucha ambientalista. Quizá vale la pena antropomorfizar un poco a los pingüinos, por más que estrictamente sea un error científico, si a cambio logramos que miles de espectadores disfruten y se conmuevan con un documental como éste y aprecien, desde un nuevo punto de vista, el valor de la conservación animal.
Ni qué decir que disfruté mucho la cinta y creo que su Oscar es bien merecido.
La ciencia por gusto
Y la genómica mexicana avanza
Martín Bonfil Olivera
Siempre es bueno recibir buenas noticias, y la publicada el pasado viernes (“Descifran mexicanos genoma de bacteria”) es especialmente buena (aunque algún periódico hablara de que era “el primer genoma completo de un organismo”, como si nunca se hubiera descifrado otro).
Conviene comentar por qué es buena noticia. Lo primero que uno se pregunta es por qué secuenciar (o leer la secuencia de bases o letras que forman la información genética de un organismo) el genoma de una bacteria, cuando ya se ha secuenciado el genoma humano.
Respuesta: incluso el genoma de una humilde bacteria es conocimiento importante. Comparando genomas de más y más organismos de todo tipo, se puede ir aprendiendo sobre principios generales de la evolución y la genética. Y la bacteria elegida, Rhizobium etli, no es un microbio cualquiera: se trata de una de las cruciales bacterias fijadoras de nitrógeno, que al tomar este gas del aire, donde abunda, y convertirlo en amonio, permiten que las plantas lo usen y puedan crecer.
El nitrógeno es parte indispensable de las proteínas y los ácidos nucleicos; todo organismo lo necesita, pero sólo unos pocos –las bacterias fijadoras– pueden tomarlo del aire. Rhizobium etli, que se asocia en simbiosis con la planta de frijol, ha sido estudiado por investigadores del antiguo Centro de Fijación del Nitrógeno de la UNAM (hoy Centro de Ciencias Genómicas) durante años. La secuenciación de su genoma indica la madurez de un proyecto que continuará creciendo, para beneficio de la ciencia mexicana y de nuestra sociedad.
Y no sólo por el conocimiento científico producido, sino por la adquisición de importante infraestructura (computadoras, aparatos de secuenciación) y sobre todo por la formación de recursos humanos especializados que se logró.
Es también interesante saber que el genoma de Rhizobium etli está repartido en un cromosoma circular (los humanos son lineales) y 6 pequeños cromosomitas extra llamados plásmidos (el genoma humano consta de 23 cromosomas). La secuenciación de los 6.5 millones de letras del genoma de R. etli (el humano tiene unos 3 mil 200 millones) duró siete años y costó de seis a siete millones de dólares. Dinero bien invertido que dará dividendos científicos, tecnológicos y económicos a largo plazo. En ciencia, como en la cocina, se requiere paciencia (y constancia) para lograr calidad. ¡Enhorabuena!
mbonfil@servidor.unam.mx
Y... ¿qué tiene de especial el agua?
Martín Bonfil Olivera
La semana ha sido muy húmeda en la capital, debido a la celebración del Foro Mundial del Agua.
Más allá de lo que oímos a cada rato (el agua es indispensable para la vida; el cuerpo humano es 60% agua; podemos vivir semanas sin comer, pero sólo días sin beber; 3% del agua terrestre es dulce, y sólo una pequeña fracción es potable…), cabe preguntarse, ¿por qué es tan indispensable este líquido?
La respuesta está en la química. Comencemos por otro lugar común: el agua es el disolvente universal. Esto no quiere decir que disuelva todo (afortunadamente), sino que puede disolver gran variedad de moléculas (sobre todo las que presenten cargas eléctricas). De ahí parte su gran importancia ecológica, fisiológica y biomolecular.
Y es que la célula, unidad base de todos los seres vivos, no es más que un sistema complejo de moléculas disueltas en agua. Las membranas que definen a toda célula, por ejemplo, están hechas de moléculas jabonosas que espontáneamente, en medio acuoso, tienden a organizarse y formar membranas. Y todas las demás biomoléculas (proteínas, ácidos nucleicos…) pueden funcionar sólo disueltas en agua; de otro modo se deshilachan e inactivan. Por otra parte, el agua de lagos y mares funciona como regulador térmico ambiental, pues absorbe y libera calor con gran dificultad (por eso tarda tanto en hervir el agua, comparada con otros líquidos).
Bien: todas estas propiedades se deben a que la molécula del agua (dos átomos de hidrógeno unidos a uno de oxígeno) tiene una débil carga eléctrica repartida irregularmente: el oxígeno tiene mayor carga negativa y los hidrógenos cargas positivas. Esto causa que las moléculas se atraigan entre sí (lo que dificulta separarlas para transformarla en gas, cuando hierve), y que puedan atraer y formar uniones con otras moléculas con carga positiva o negativa (de ahí su poder disolvente y su capacidad de organizar los componentes celulares).
El hielo es menos denso que el agua (sus moléculas, al atraerse, van formando una red porosa). Si no fuera así, el hielo se hundiría y los mares se congelarían hasta el fondo en el primer invierno, lo cual impediría la vida marina. Si el agua no tuviera estas propiedades, la vida nunca habría surgido, pues lo hizo en este líquido. Si hoy celebramos al agua, es en parte debido a las propiedades de los átomos de hidrógeno y oxígeno.
mbonfil@servidor.unam.mx
MILENIO/La ciencia por gusto
Lem: novela, filosofía y ciencia
Martín Bonfil Olivera
Pensar en relaciones entre ciencia y literatura remite siempre a la ciencia ficción. Es común verla como un simple uso fantasioso de conceptos vagamente científicos (como La Guerra de las Galaxias, que por supuesto NO es ciencia ficción). Tampoco es muy cierta la idea de que la ciencia ficción predice futuros descubrimientos científicos (aunque se den casos).
Más bien lo que logra la verdadera ciencia ficción –sobre todo la más fina, la de mayor calidad y profundidad– muchas veces es comenzar a explorar caminos que más tarde la ciencia abordará con sus poderosos métodos. Y lo hace sin más instrumentos que la mente y creatividad del escritor, quien logra no sólo llegar más lejos que sus contemporáneos, sino proponer perspectivas novedosas que sólo luego de muchos años son redescubiertas por científicos y tecnólogos.
No pretendo ser un experto en la obra de Stanislaw Lem, el genial novelista y cuentista polaco cuya muerte fue anunciada ayer, a los 84 años. Sin embargo, sí soy uno de sus fans.
Lo conocí gracias a mi hermano Ramón, el oceanólogo, quien me regaló los Diarios de las estrellas, que narran las sorprendentes aventuras filosófico-científico-tecnológicas del astronauta Ijon Tichy por diversos planetas. Más tarde y gracias a algunos amigos aprecié mejor esos relatos y conocí otros, y me fui dando cuenta de que entre sus ironías y paradojas (y sus extraordinarios juegos de lenguaje, cuya traducción es toda una proeza), Lem inmiscuía cuestiones verdaderamente profundas en las que los avances científicos fuerzan a la humanidad a encarar profundas cuestiones filosóficas. ¿Qué derechos tendrá, por ejemplo, una máquina con inteligencia y conciencia? ¿Qué derechos tendremos sus creadores? ¿Qué pasará cuando la realidad virtual llegue a ser más real que el mundo físico que creemos habitar?
El médico mexicano Ruy Pérez Tamayo, al intentar definir la ciencia, la describe como una “actividad humana creativa”. Hay quien se extraña, pues parecería que el terreno de lo creativo fuera exclusivo de los artistas. Pero alguien que conozca bien cómo funciona la ciencia no tendrá más remedio, si ha tenido el placer de leer a Stanislaw Lem, que conceder que se trataba de un novelista científico (y filosófico, que en el fondo son lo mismo). En el mejor sentido de ambas palabras. Habrá que seguirlo leyendo.
mbonfil@servidor.unam.mx
La ciencia por gusto
La amenaza de los cerditos light
Martín Bonfil Olivera
No hay nada más parecido al corazón de un hombre que... el corazón de un cerdo.
No soy antimachista ni me refiero a ningún candidato presidencial. Es un hecho comprobado: por su fisiología y tamaño, un corazón porcino es excelente modelo para estudios del funcionamiento cardiaco que sería imposible realizar con humanos. También han sido usados para transplantes, con resultados poco halagüeños debido al rechazo inmunitario (así que no se sabe si el corazón de puerco haría que los pacientes se volvieran más sucios, patanes o indolentes), así que la relación entre cochinos y humanos sigue siendo básicamente que nosotros nos los comemos.
En este esquema carnicero, la genética moderna ofrece promesas, como la presentada en MILENIO Diario el pasado 4 de abril: la obtención de cerdos transgénicos que producen ácidos grasos omega-3, presuntamente buenos para la salud, en vez de los insalubres omega-6.
A decir del reporte publicado en la revista científica Nature Biotechnology, la verdadera meta del experimento, más que producir jamón o tocino light, era estudiar qué sucede con el corazón de los cerdos en un ambiente con alta concentración de grasas omega-3. Para ello se utilizó un gen de la lombriz Caenorhabditis elegans (muy estudiada por los biólogos y ganadora de un premio Nobel reciente) que le permite transformar grasas omega-6 en omega-3 (el nombre, por cierto, se refiere a qué tan lejos -3 o 6 carbonos- del extremo, llamado omega por la última letra del alfabeto griego, se encuentra un doble enlace en la cadena de carbonos que forma la molécula).
El gen lombriciento se introdujo en células embrionarias de cerdo y éstas se fusionaron con óvulos porcinos para producir cerdos clonados (el mismo método con que se obtuvo a la oveja Dolly).
No han habido, hasta ahora, airadas protestas de grupos ecologistas, quizá porque los genes de cerdo no andan por ahí propagándose en el aire. Pero no dudo que pronto se alzarán voces de alarma. En el ínter, quizá algún día los cerditos light sí logren llegar a las carnicerías y sustituyan al pescado, hoy fuente preferida de estas grasas, con frecuencia contaminada con mercurio. Mientras tanto, los beneficios de los omega-3 para prevenir males cardiacos y cáncer están siendo cuestionados por otros estudios recientes. ¡Ah, la ineludible incertidumbre de la ciencia!
mbonfil@servidor.unam.mx
Wednesday, April 12, 2006
La ciencia por gusto
La ciencia no existe para los candidatos
Martín Bonfil Olivera
La bien ganada mala fama que tiene la política queda más que confirmada por el vergonzoso tono de las campañas presidenciales en los últimos días.
Pero no es ese nuestro tema, sino señalar que ninguno de los candidatos ha tomado realmente en cuenta a la ciencia ni la tecnología en sus campañas. Quizá las mencionan –sobre todo a la segunda; la llamada ciencia “básica” sigue siendo despreciada, a pesar de ser la raíz de la que podría surgir una tecnología propia–, pero no hacen propuestas para impulsar su desarrollo y aprovechar su potencial. Cansa repetirlo, pero lo que distingue al primer mundo del tercero es en gran parte su desarrollo científico, que sustenta su poderío tecnológico e industrial.
El 4 de abril, en La Jornada, el científico mexicano René Drucker hace el ejercicio de vislumbrar lo que podría ser la situación de la ciencia mexicana a finales del próximo sexenio, en diciembre del 2012, si todo saliera razonablemente bien. Entre otras cosas, imagina que el presupuesto en ciencia y tecnología podría haber crecido hasta un 0.85% del PIB, que la planta de investigadores nacionales aumentó, que hubo investigaciones útiles en áreas como salud, petróleo y nanotecnología, que se establecieron colaboraciones con empresas mexicanas, y un plausible etcétera.
La propuesta de Drucker podría ser calificada de cándida, parcial o simplista. Pero es una propuesta. Y aparentemente está fundada en un proyecto. Es más de lo que puede decirse de cualquier candidato. Desgraciadamente, Drucker no menciona un aspecto fundamental en su esbozo de proyecto de ciencia y tecnología: la comunicación pública de la ciencia.
Y es que no puede esperarse que una sociedad como la nuestra apoye la inversión en ciencia y tecnología si nuestros ciudadanos –incluyendo a nuestros gobernantes– no conocen qué son, cómo funcionan y para qué sirven estas disciplinas. Una estrategia nacional de divulgación científica (propuesta de la que se ha hablado mucho en la comunidad de divulgadores mexicanos), que fomentara la apreciación y comprensión públicas de la ciencia y la técnica, así como la responsabilidad social al respecto, sería fundamental en el establecimiento de la tan deseada –y necesaria– política de estado en ciencia y tecnología.
Ojalá los candidatos escucharan, y no estuvieran tan ocupados echándose lodo.
mbonfil@servidor.unam.mx
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Aquí les posteo la columna de esta semana.
Saludos
MILENIO DIARIO
Refacciones a la medida
Martín Bonfil Olivera
Una de las características menos comprendidas de la ciencia es que es
impredecible.
El proceso por el que genera conocimiento confiable sobre la naturaleza
es
caprichoso, como todo proceso creativo. Por eso es absurda la idea de
que
basta con poner a un grupo de científicos con suficiente equipo y
dinero
para tener, en un plazo fijo, la cura contra el cáncer, la cruda o de
perdida el catarro común.
Desgraciadamente para los burócratas neoliberales, la ciencia no
funciona
así. Lo mejor que puede hacerse es formar el grupo de científicos,
fijarles
directivas generales, darles recursos y cuidar que el trabajo sea de
buena
calidad. ¿Qué producirán? No puede saberse con claridad, pero sí que
será
buena ciencia y que, de un modo u otro, beneficiará a la sociedad que
la
financia.
Dos curiosas noticias son buenos ejemplos. Tienen que ver con el sueño
de
producir órganos de repuesto para transplantes. Las esperanzas se
centraban
en genetistas y biólogos moleculares, que prometían que cuando
conociéramos
suficiente acerca de los complejos mecanismos de la diferenciación
celular,
podríamos producir órganos completos a voluntad (por ejemplo partiendo
de
células madre).
Pero los caminos de la ciencia (y la técnica) son misteriosos. El
médico
Anthony Atala, de Carolina del Norte, logró producir los primeros
órganos
cultivados y transplantados exitosamente a siete pacientes. Se trata de
vejigas (un órgano bastante sencillo: básicamente, una bolsa de tejido
muscular y epitelial) cultivadas sobre moldes biodegradables a partir
de
células de los propios pacientes (para evitar rechazos). Resultó más
fácil
hacer un molde y dejar que las células crecieran solitas que andar
manipulando sus genes.
¿Y para órganos más complejos? La revista New Scientist reporta que
Gabor
Forgacs, de Missouri, ha aplicado una tecnología inspirada en las
impresoras de chorro de tinta para "imprimir" capas de tejido usando
"biotinta" (células suspendidas en líquido nutritivo). La impresora va
depositando sobre un soporte células que luego se unen espontáneamente
(los
sistemas biológicos son muy nobles). La técnica, hoy rudimentaria,
quizá
permita construir estructuras con la forma que se requiera.
¿Quién habría imaginado que enfoques tan ingenieriles lograrían lo que
los
genetistas no han podido? Como en el arte y el amor, en ciencia lo
inesperado es muchas veces lo que tiene más chiste.
<mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece
todos los miércoles en el periódico Milenio Diario
Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/***
____________________________________________________
Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
email: mbonfil@servidor.unam.mx
Universum, Edificio A, tercer piso,
Circuito Cultural, Ciudad Universitaria, México D. F.
** Consulta El Muégano Divulgador,
** boletín para divulgadores de la ciencia, en:
** http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/
***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece
los
miércoles en el periódico Milenio Diario
Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/
Saludos
MILENIO DIARIO
Refacciones a la medida
Martín Bonfil Olivera
Una de las características menos comprendidas de la ciencia es que es
impredecible.
El proceso por el que genera conocimiento confiable sobre la naturaleza
es
caprichoso, como todo proceso creativo. Por eso es absurda la idea de
que
basta con poner a un grupo de científicos con suficiente equipo y
dinero
para tener, en un plazo fijo, la cura contra el cáncer, la cruda o de
perdida el catarro común.
Desgraciadamente para los burócratas neoliberales, la ciencia no
funciona
así. Lo mejor que puede hacerse es formar el grupo de científicos,
fijarles
directivas generales, darles recursos y cuidar que el trabajo sea de
buena
calidad. ¿Qué producirán? No puede saberse con claridad, pero sí que
será
buena ciencia y que, de un modo u otro, beneficiará a la sociedad que
la
financia.
Dos curiosas noticias son buenos ejemplos. Tienen que ver con el sueño
de
producir órganos de repuesto para transplantes. Las esperanzas se
centraban
en genetistas y biólogos moleculares, que prometían que cuando
conociéramos
suficiente acerca de los complejos mecanismos de la diferenciación
celular,
podríamos producir órganos completos a voluntad (por ejemplo partiendo
de
células madre).
Pero los caminos de la ciencia (y la técnica) son misteriosos. El
médico
Anthony Atala, de Carolina del Norte, logró producir los primeros
órganos
cultivados y transplantados exitosamente a siete pacientes. Se trata de
vejigas (un órgano bastante sencillo: básicamente, una bolsa de tejido
muscular y epitelial) cultivadas sobre moldes biodegradables a partir
de
células de los propios pacientes (para evitar rechazos). Resultó más
fácil
hacer un molde y dejar que las células crecieran solitas que andar
manipulando sus genes.
¿Y para órganos más complejos? La revista New Scientist reporta que
Gabor
Forgacs, de Missouri, ha aplicado una tecnología inspirada en las
impresoras de chorro de tinta para "imprimir" capas de tejido usando
"biotinta" (células suspendidas en líquido nutritivo). La impresora va
depositando sobre un soporte células que luego se unen espontáneamente
(los
sistemas biológicos son muy nobles). La técnica, hoy rudimentaria,
quizá
permita construir estructuras con la forma que se requiera.
¿Quién habría imaginado que enfoques tan ingenieriles lograrían lo que
los
genetistas no han podido? Como en el arte y el amor, en ciencia lo
inesperado es muchas veces lo que tiene más chiste.
<mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece
todos los miércoles en el periódico Milenio Diario
Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/***
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Martín Bonfil Olivera
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Circuito Cultural, Ciudad Universitaria, México D. F.
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***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece
los
miércoles en el periódico Milenio Diario
Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Y aquí está la columna de esta semana.
SALUDOS
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto
El cerebro lector
Martín Bonfil Olivera
En su clásico Los demasiados libros, Gabriel Zaid describe las
diferentes
etapas que implica aprender a leer (integrar las letras de una palabra;
las
palabras de una oración; todo un párrafo; leer un libro "de golpe") y
las
dificultades que tienen los lectores que no han logrado dominarlas.
"¿Hay
manera más segura de hacer un libro completamente ininteligible que
leerlo
suficientemente despacio?", se pregunta Zaid, y añade: "Es como ver un
mural a dos centímetros de distancia y recorrerlo a razón de diez
centímetros cuadrados cada tercer día durante un año, como una
lagartija
miope".
Las neurociencias han propuesto que existen áreas especializadas no
sólo en
la visión, sino específicamente para la lectura. El tema es debatido,
pues
se sabe que el cerebro no consta de "módulos" anatómica y
fisiológicamente
separados, cada uno dedicado a una función particular, sino que es un
órgano integrado y flexible en que las funciones, aunque a grandes
rasgos
puedan localizarse, se encuentran también distribuidas.
Por ello sorprende el artículo publicado recientemente en la revista
Neuron
y firmado por Laurent Cohen y colaboradores. Gracias a un caso fortuito
(un
paciente epiléptico que requirió cirugía cerebral), los científicos
tuvieron la oportunidad de probar las habilidades lectoras de una
persona
antes y después de que se eliminara cierta área cerebral presuntamente
relacionada específicamente con el reconocimiento visual de palabras.
Antes de la operación, el paciente tardaba unos 600 milisegundos en
reconocer una palabra de 3 a 9 letras. Ya operado, tardaba mil
milisegundos
en reconocer una de tres letras, y 300 milisegundos más por letra
extra.
Este déficit de lectura, llamado "alexia", comprueba que el área
estudiada
efectivamente permite reconocer las palabras por su forma, sin tener
que
deletrear; función indispensable, dice Zaid, para la buena lectura.
Queda por explicar el problema de cómo, en los sólo seis mil años en
que ha
existido la escritura, pudo evolucionar un área cerebral especializada
para
leer.
Pero ¡ojo!: no es probable que el bajísimo índice de lectura de los
mexicanos se deba a un defecto cerebral congénito (que en principio
sería
remediable). Seguramente se trata más bien de una carencia de tipo de
cultural que no se remedia con simple cirugía cerebral& ni mucho menos
con
la construcción de megabibliotecas inútiles. ¡Mala suerte!
<mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
SALUDOS
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto
El cerebro lector
Martín Bonfil Olivera
En su clásico Los demasiados libros, Gabriel Zaid describe las
diferentes
etapas que implica aprender a leer (integrar las letras de una palabra;
las
palabras de una oración; todo un párrafo; leer un libro "de golpe") y
las
dificultades que tienen los lectores que no han logrado dominarlas.
"¿Hay
manera más segura de hacer un libro completamente ininteligible que
leerlo
suficientemente despacio?", se pregunta Zaid, y añade: "Es como ver un
mural a dos centímetros de distancia y recorrerlo a razón de diez
centímetros cuadrados cada tercer día durante un año, como una
lagartija
miope".
Las neurociencias han propuesto que existen áreas especializadas no
sólo en
la visión, sino específicamente para la lectura. El tema es debatido,
pues
se sabe que el cerebro no consta de "módulos" anatómica y
fisiológicamente
separados, cada uno dedicado a una función particular, sino que es un
órgano integrado y flexible en que las funciones, aunque a grandes
rasgos
puedan localizarse, se encuentran también distribuidas.
Por ello sorprende el artículo publicado recientemente en la revista
Neuron
y firmado por Laurent Cohen y colaboradores. Gracias a un caso fortuito
(un
paciente epiléptico que requirió cirugía cerebral), los científicos
tuvieron la oportunidad de probar las habilidades lectoras de una
persona
antes y después de que se eliminara cierta área cerebral presuntamente
relacionada específicamente con el reconocimiento visual de palabras.
Antes de la operación, el paciente tardaba unos 600 milisegundos en
reconocer una palabra de 3 a 9 letras. Ya operado, tardaba mil
milisegundos
en reconocer una de tres letras, y 300 milisegundos más por letra
extra.
Este déficit de lectura, llamado "alexia", comprueba que el área
estudiada
efectivamente permite reconocer las palabras por su forma, sin tener
que
deletrear; función indispensable, dice Zaid, para la buena lectura.
Queda por explicar el problema de cómo, en los sólo seis mil años en
que ha
existido la escritura, pudo evolucionar un área cerebral especializada
para
leer.
Pero ¡ojo!: no es probable que el bajísimo índice de lectura de los
mexicanos se deba a un defecto cerebral congénito (que en principio
sería
remediable). Seguramente se trata más bien de una carencia de tipo de
cultural que no se remedia con simple cirugía cerebral& ni mucho menos
con
la construcción de megabibliotecas inútiles. ¡Mala suerte!
<mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Y aquí está la columna de esta semana.
Saludos
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
El condón de Ratzinger
Martín Bonfil Olivera
El biólogo Stephen Jay Gould decía que ciencia y religión constituyen
"magisterios separados": no tienen por qué entrar nunca en conflicto porque
sus respectivas áreas de autoridad son distintas.
No estoy muy de acuerdo. Hace días el papa Benedicto XVI reiteró la
tradicional oposición de la Iglesia católica al uso del condón. No
sorprende, pues como cardenal y cabeza de la Congregación para la Doctrina
de la Fe (antes Santa Inquisición), Joseph Ratzinger representó siempre las
posiciones más conservadoras del catolicismo.
La postura católica se basa en la idea de que existe un orden o ley
natural, es decir, determinada por Dios, y que oponerse a ella es pecado.
El uso del condón despoja al acto sexual de su fin reproductivo (para la
Iglesia, su único fin natural), y por ello resulta inaceptable.
¿Qué dice la ciencia al respecto? La ciencia estudia el mundo natural (en
el sentido laico: aquello que existe en la naturaleza), y no dicta normas
de comportamiento. Pero sí proporciona información confiable y pertinente
que permite tomar decisiones a personas y a sociedades.
Desde un punto de vista científico, hay hechos incontrovertibles: 1) existe
una pandemia de Sida, causada por un virus; 2) el sida se contagia
principalmente por relaciones sexuales sin protección; 3) el número de
personas infectadas sigue aumentando; 4) el uso adecuado del condón es
notoriamente efectivo (más del 99%) para evitar el contagio; y finalmente,
5) por experiencia, no es realista esperar que jóvenes (ni adultos)
recurran a la abstinencia (solteros) o fidelidad rigurosa (casados) para
evitar el contagio.
No se trata de juicios: son sólo hechos, independientemente de si se los
juzga "buenos" o "malos". La conclusión es ineludible: oponerse al uso del
condón equivale, en los hechos, a fomentar más infecciones por Sida.
La oposición católica se justifica diciendo que es criminal recomendar una
medida que no es 100% segura. Pero no existen medidas así. El uso del
cinturón de seguridad no garantiza la supervivencia en un accidente, pero
eso no significa que no convenga usarlo siempre (ni que haya que abandonar
el uso del automóvil).
Es duro decirlo, pero cuando de casos prácticos se trata, a veces hay que
oponerse claramente a algunas de las posturas de la Iglesia. En estas
ocasiones, es Dios (o sus representantes) quienes se están metiendo con lo
que es del César.
mbonfil@servidor.unam.mx
***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece
todos los miércoles en el periódico Milenio Diario
Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/***
____________________________________________________
Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
email: mbonfil@servidor.unam.mx
Universum, Edificio A, tercer piso,
Circuito Cultural, Ciudad Universitaria, México D. F.
** Consulta El Muégano Divulgador,
** boletín para divulgadores de la ciencia, en:
** http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/
***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece los
miércoles en el periódico Milenio Diario
Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/
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Saludos
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
El condón de Ratzinger
Martín Bonfil Olivera
El biólogo Stephen Jay Gould decía que ciencia y religión constituyen
"magisterios separados": no tienen por qué entrar nunca en conflicto porque
sus respectivas áreas de autoridad son distintas.
No estoy muy de acuerdo. Hace días el papa Benedicto XVI reiteró la
tradicional oposición de la Iglesia católica al uso del condón. No
sorprende, pues como cardenal y cabeza de la Congregación para la Doctrina
de la Fe (antes Santa Inquisición), Joseph Ratzinger representó siempre las
posiciones más conservadoras del catolicismo.
La postura católica se basa en la idea de que existe un orden o ley
natural, es decir, determinada por Dios, y que oponerse a ella es pecado.
El uso del condón despoja al acto sexual de su fin reproductivo (para la
Iglesia, su único fin natural), y por ello resulta inaceptable.
¿Qué dice la ciencia al respecto? La ciencia estudia el mundo natural (en
el sentido laico: aquello que existe en la naturaleza), y no dicta normas
de comportamiento. Pero sí proporciona información confiable y pertinente
que permite tomar decisiones a personas y a sociedades.
Desde un punto de vista científico, hay hechos incontrovertibles: 1) existe
una pandemia de Sida, causada por un virus; 2) el sida se contagia
principalmente por relaciones sexuales sin protección; 3) el número de
personas infectadas sigue aumentando; 4) el uso adecuado del condón es
notoriamente efectivo (más del 99%) para evitar el contagio; y finalmente,
5) por experiencia, no es realista esperar que jóvenes (ni adultos)
recurran a la abstinencia (solteros) o fidelidad rigurosa (casados) para
evitar el contagio.
No se trata de juicios: son sólo hechos, independientemente de si se los
juzga "buenos" o "malos". La conclusión es ineludible: oponerse al uso del
condón equivale, en los hechos, a fomentar más infecciones por Sida.
La oposición católica se justifica diciendo que es criminal recomendar una
medida que no es 100% segura. Pero no existen medidas así. El uso del
cinturón de seguridad no garantiza la supervivencia en un accidente, pero
eso no significa que no convenga usarlo siempre (ni que haya que abandonar
el uso del automóvil).
Es duro decirlo, pero cuando de casos prácticos se trata, a veces hay que
oponerse claramente a algunas de las posturas de la Iglesia. En estas
ocasiones, es Dios (o sus representantes) quienes se están metiendo con lo
que es del César.
mbonfil@servidor.unam.mx
***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece
todos los miércoles en el periódico Milenio Diario
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Martín Bonfil Olivera
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** Consulta El Muégano Divulgador,
** boletín para divulgadores de la ciencia, en:
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***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece los
miércoles en el periódico Milenio Diario
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[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Columna de esta semana. Saludos de ASIMOV22
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto:
Televisión y método científico
Martín Bonfil Olivera
La llamada "caja tonta" tiene tan mala (y tan bien ganada) fama que
parecería imposible pensar hallar algo decente (por ejemplo, ciencia)
en
ella. Sin embargo, de vez en cuando ha ofrecido excelentes ejemplos de
ciencia popular: el más famoso es la serie Cosmos, del astrónomo Carl
Sagan. Y desde hace años el Discovery Channel ha estado refutando,
aunque
sea de manera superficial, el mito de que "la ciencia no vende".
Hace poco encontré un programa que, indirecta y quizá incluso
involuntariamente, muestra cómo trabaja cualquier investigador
científico.
Se trata de la serie Myth Busters, en que los protagonistas -dos tipos
bastante divertidos, cruza de exploradores, ingenieros y detectives- se
dedican a investigar si ciertas "leyendas" que tienen que ver de alguna
manera con la tecnología son o no ciertas.
Por ejemplo, en un capítulo trataban de averiguar si se puede
electrocutar
a una persona que toma un baño en tina arrojando una tostadora a la
bañera
(un truco favorito de novelistas y directores de cine). Claro, como no
podían experimentar directamente primero tuvieron que desarrollar un
modelo
de "humano" (un maniquí hecho de gel) que tuviera un detector de
amperaje
incorporado, para saber cuánta corriente recibiría el candidato a ser
electrocutado. Luego, tuvieron que averiguar cuánta corriente basta
para
matar a un ser humano.
No acabaron ahí los problemas: muchos artilugios eléctricos, al menos
en
Estados Unidos, tienen un fusible de seguridad que se funde si el
aparato
cae al agua, así que tuvieron que diseñar la manera de anularlo.
Ensayaron
con una secadora de pelo, pues razonaron que era mucho más probable
hallar
una en el baño que una tostadora (aunque ya encarrerados usaron hasta
una
plancha). En fin, el programa mostró cómo para buscar la respuesta
primero
había que estudiar el problema, buscar información, formular hipótesis,
diseñar instrumentos específicos que permitan someterlas a prueba, de
preferencia en forma cuantificable... ¡justo lo que hacen los
científicos!
No recuerdo si lo de la tostadora era o no un mito, pero es lo de
menos. Lo
importante es que la serie muestra que si bien no existe el llamado
"método
científico", entendido como receta segura para producir conocimiento,
para
hacer buena ciencia sí hace falta cierta forma metódica de abordar los
problemas. No está nada mal.
mbonfil@servidor.unam.mx
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto:
Televisión y método científico
Martín Bonfil Olivera
La llamada "caja tonta" tiene tan mala (y tan bien ganada) fama que
parecería imposible pensar hallar algo decente (por ejemplo, ciencia)
en
ella. Sin embargo, de vez en cuando ha ofrecido excelentes ejemplos de
ciencia popular: el más famoso es la serie Cosmos, del astrónomo Carl
Sagan. Y desde hace años el Discovery Channel ha estado refutando,
aunque
sea de manera superficial, el mito de que "la ciencia no vende".
Hace poco encontré un programa que, indirecta y quizá incluso
involuntariamente, muestra cómo trabaja cualquier investigador
científico.
Se trata de la serie Myth Busters, en que los protagonistas -dos tipos
bastante divertidos, cruza de exploradores, ingenieros y detectives- se
dedican a investigar si ciertas "leyendas" que tienen que ver de alguna
manera con la tecnología son o no ciertas.
Por ejemplo, en un capítulo trataban de averiguar si se puede
electrocutar
a una persona que toma un baño en tina arrojando una tostadora a la
bañera
(un truco favorito de novelistas y directores de cine). Claro, como no
podían experimentar directamente primero tuvieron que desarrollar un
modelo
de "humano" (un maniquí hecho de gel) que tuviera un detector de
amperaje
incorporado, para saber cuánta corriente recibiría el candidato a ser
electrocutado. Luego, tuvieron que averiguar cuánta corriente basta
para
matar a un ser humano.
No acabaron ahí los problemas: muchos artilugios eléctricos, al menos
en
Estados Unidos, tienen un fusible de seguridad que se funde si el
aparato
cae al agua, así que tuvieron que diseñar la manera de anularlo.
Ensayaron
con una secadora de pelo, pues razonaron que era mucho más probable
hallar
una en el baño que una tostadora (aunque ya encarrerados usaron hasta
una
plancha). En fin, el programa mostró cómo para buscar la respuesta
primero
había que estudiar el problema, buscar información, formular hipótesis,
diseñar instrumentos específicos que permitan someterlas a prueba, de
preferencia en forma cuantificable... ¡justo lo que hacen los
científicos!
No recuerdo si lo de la tostadora era o no un mito, pero es lo de
menos. Lo
importante es que la serie muestra que si bien no existe el llamado
"método
científico", entendido como receta segura para producir conocimiento,
para
hacer buena ciencia sí hace falta cierta forma metódica de abordar los
problemas. No está nada mal.
mbonfil@servidor.unam.mx
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Columna de esta semana.
SALUDOS
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto
martín bonfil olivera
CIENCIA, RELIGIÓN Y DEMOCRACIA
Hace unos días asistí al simposio anual sobre la democracia que
organiza la
Kent State University, de Kent, Ohio. El tema fueron las relaciones
entre
ciencia y religión en una sociedad democrática.
El simposio conmemora los hechos ocurridos el 4 de mayo de 1970, cuando
4
estudiantes murieron asesinados por miembros de la Guardia Nacional
estadounidense (la misma que patrullará la frontera con México), en
medio
de fuertes disturbios en protesta contra la guerra de Vietnam. Para
convertir esa amarga experiencia en algo positivo, la universidad creó
un
Centro para el Manejo de Conflictos y el Simposio sobre Democracia, con
el
lema "Indagar, aprender, reflexionar".
La reflexión sobre las relaciones entre ciencia y religión es urgente
en la
sociedad estadounidense, que enfrenta fuertes discusiones respecto a la
educación científica. El intento de grupos fundamentalistas religiosos
por
imponer ideas creacionistas en las clases de biología, y descalificar
la
enseñanza de la teoría de la evolución por selección natural (columna
vertebral de toda la biología) es el mejor ejemplo.
Durante el simposio se discutieron los problemas que surgen cuando el
respeto que toda sociedad democrática debe garantizar a las creencias,
valores y formas de comportamiento individuales o colectivas entra en
conflicto con la convicción, también profundamente democrática, de que
todo
individuo debe recibir la mejor educación posible, incluyendo el
conocimiento científico actualmente aceptado, sin importar si éste
contradice creencias religiosas o de otro tipo.
En nuestro país el creacionismo no es problema, pero la enseñanza
básica no
está exenta de disputas. El artículo 3º constitucional expresamente
excluye
la religión de la enseñanza oficial, y exige la inclusión de la
ciencia.
Esto es resultado de nuestra historia, especialmente de la guerra de
reforma y el conflicto cristero, en los dos siglos pasados. No es
casual
que la ciencia haya quedado incluida en la Constitución y la religión
no;
la primera ha demostrado ser parte del bagaje cultural con el que todo
ciudadano debe contar para ser plenamente libre, mientras que la
segunda,
sin disminuir su importancia, ha mostrado encajar mejor en la esfera de
lo
privado.
Son temas que se siguen discutiendo, sin duda. Será interesante ver qué
rumbo toma la política educativa en el próximo sexenio.
comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
SALUDOS
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto
martín bonfil olivera
CIENCIA, RELIGIÓN Y DEMOCRACIA
Hace unos días asistí al simposio anual sobre la democracia que
organiza la
Kent State University, de Kent, Ohio. El tema fueron las relaciones
entre
ciencia y religión en una sociedad democrática.
El simposio conmemora los hechos ocurridos el 4 de mayo de 1970, cuando
4
estudiantes murieron asesinados por miembros de la Guardia Nacional
estadounidense (la misma que patrullará la frontera con México), en
medio
de fuertes disturbios en protesta contra la guerra de Vietnam. Para
convertir esa amarga experiencia en algo positivo, la universidad creó
un
Centro para el Manejo de Conflictos y el Simposio sobre Democracia, con
el
lema "Indagar, aprender, reflexionar".
La reflexión sobre las relaciones entre ciencia y religión es urgente
en la
sociedad estadounidense, que enfrenta fuertes discusiones respecto a la
educación científica. El intento de grupos fundamentalistas religiosos
por
imponer ideas creacionistas en las clases de biología, y descalificar
la
enseñanza de la teoría de la evolución por selección natural (columna
vertebral de toda la biología) es el mejor ejemplo.
Durante el simposio se discutieron los problemas que surgen cuando el
respeto que toda sociedad democrática debe garantizar a las creencias,
valores y formas de comportamiento individuales o colectivas entra en
conflicto con la convicción, también profundamente democrática, de que
todo
individuo debe recibir la mejor educación posible, incluyendo el
conocimiento científico actualmente aceptado, sin importar si éste
contradice creencias religiosas o de otro tipo.
En nuestro país el creacionismo no es problema, pero la enseñanza
básica no
está exenta de disputas. El artículo 3º constitucional expresamente
excluye
la religión de la enseñanza oficial, y exige la inclusión de la
ciencia.
Esto es resultado de nuestra historia, especialmente de la guerra de
reforma y el conflicto cristero, en los dos siglos pasados. No es
casual
que la ciencia haya quedado incluida en la Constitución y la religión
no;
la primera ha demostrado ser parte del bagaje cultural con el que todo
ciudadano debe contar para ser plenamente libre, mientras que la
segunda,
sin disminuir su importancia, ha mostrado encajar mejor en la esfera de
lo
privado.
Son temas que se siguen discutiendo, sin duda. Será interesante ver qué
rumbo toma la política educativa en el próximo sexenio.
comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Columna de la semana pasada.
SALUDOS
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto
Darwin, al museo
Martín Bonfil Olivera
La educación es un arma poderosa. Por eso las luchas religiosas, que
antes
solían resolverse mediante conflictos armados, hoy se dan en el ámbito
educativo.
En México, la Guerra de Reforma (1857-1861) y la Cristera (1926-1929)
son
buenos ejemplos de que religión y política no conviven tan
armoniosamente
como a veces se cree. Las limitaciones constitucionales a las
libertades
políticas de los religiosos en México -que se han ido eliminando desde
1993, en el sexenio de Carlos Salinas- tenían pues justificación
histórica:
impedir que volviera a haber conflictos armados debido a la religión.
Pero hoy la lucha por promover el pensamiento y los valores religiosos
se
da en la escuela. Aquello que queda plasmado en los libros de texto
gratuitos, leídos por todos los estudiantes de primaria de la nación,
pasa
a formar parte de la cultura compartida por todos los mexicanos. Por
eso
nunca cesan las disputas sobre el contenido de estos textos.
Nuestros vecinos del norte afrontan problemas equivalentes, aunque
distintos. Allá el tema es la inclusión de visiones religiosas
disfrazadas
de ciencia en las clases de biología (el "diseño inteligente") y la
lucha
por descalificar la biología darwinista como "sólo una teoría más".
Ante ello, el Museo Estadunidense de Historia Natural, en Nueva York,
armó
una magna exposición -que pude visitar recientemente- titulada
simplemente
"Darwin".
La exposición presenta la vida de este naturalista: su formación, el
largo
viaje que realizó alrededor del mundo en el barco Beagle (1831-1836),
su
posterior retiro a una apacible casa en el pueblo de Down, su muerte en
1881 (¡todo acompañado de pertenencias originales de Darwin!). Y a la
vez
muestra la génesis de su obra -vida y obra que se entrelazan- y cómo la
publicación en 1959 de El origen de las especies no es resultado de la
simple ocurrencia de un individuo, sino de toda una vida de
observación,
recolección y estudio de especímenes, planteamiento de preguntas y
reflexión profunda en busca de respuestas.
Lejos de ser "sólo teorías", la ciencia se basa en evidencia
comprobable, y
por ello es útil para la sociedad. Y por ello ha merecido un sitio en
la
enseñanza pública. La exposición sobre Darwin es muestra de que el
pueblo
estadunidense tiene claro que sus estudiantes merecen conocer la mejor
ciencia posible. ¿Tendrán nuestras autoridades educativas las cosas
igual
de claras?
mbonfil@servidor.unam.mx
SALUDOS
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto
Darwin, al museo
Martín Bonfil Olivera
La educación es un arma poderosa. Por eso las luchas religiosas, que
antes
solían resolverse mediante conflictos armados, hoy se dan en el ámbito
educativo.
En México, la Guerra de Reforma (1857-1861) y la Cristera (1926-1929)
son
buenos ejemplos de que religión y política no conviven tan
armoniosamente
como a veces se cree. Las limitaciones constitucionales a las
libertades
políticas de los religiosos en México -que se han ido eliminando desde
1993, en el sexenio de Carlos Salinas- tenían pues justificación
histórica:
impedir que volviera a haber conflictos armados debido a la religión.
Pero hoy la lucha por promover el pensamiento y los valores religiosos
se
da en la escuela. Aquello que queda plasmado en los libros de texto
gratuitos, leídos por todos los estudiantes de primaria de la nación,
pasa
a formar parte de la cultura compartida por todos los mexicanos. Por
eso
nunca cesan las disputas sobre el contenido de estos textos.
Nuestros vecinos del norte afrontan problemas equivalentes, aunque
distintos. Allá el tema es la inclusión de visiones religiosas
disfrazadas
de ciencia en las clases de biología (el "diseño inteligente") y la
lucha
por descalificar la biología darwinista como "sólo una teoría más".
Ante ello, el Museo Estadunidense de Historia Natural, en Nueva York,
armó
una magna exposición -que pude visitar recientemente- titulada
simplemente
"Darwin".
La exposición presenta la vida de este naturalista: su formación, el
largo
viaje que realizó alrededor del mundo en el barco Beagle (1831-1836),
su
posterior retiro a una apacible casa en el pueblo de Down, su muerte en
1881 (¡todo acompañado de pertenencias originales de Darwin!). Y a la
vez
muestra la génesis de su obra -vida y obra que se entrelazan- y cómo la
publicación en 1959 de El origen de las especies no es resultado de la
simple ocurrencia de un individuo, sino de toda una vida de
observación,
recolección y estudio de especímenes, planteamiento de preguntas y
reflexión profunda en busca de respuestas.
Lejos de ser "sólo teorías", la ciencia se basa en evidencia
comprobable, y
por ello es útil para la sociedad. Y por ello ha merecido un sitio en
la
enseñanza pública. La exposición sobre Darwin es muestra de que el
pueblo
estadunidense tiene claro que sus estudiantes merecen conocer la mejor
ciencia posible. ¿Tendrán nuestras autoridades educativas las cosas
igual
de claras?
mbonfil@servidor.unam.mx
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Columna de esta semana.
SALUDOS
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
LA CIENCIA POR GUSTO
Verdades de El código Da Vinci
Martín Bonfil Olivera
No soy experto en cine. A veces disfruto más una película comercial que
la
Muestra Internacional de Cine. Y tampoco soy experto en religión. Lo
digo
para que cuando lea usted que acabo de ver El código Da Vinci y que la
disfruté mucho, sabrá que es una opinión de simple espectador.
Pues sí: la disfruté y no me pareció nada aburrida (quizá porque no he
leído el libro&). También da material para reflexionar.
Claro, gran parte de los "hechos" presentados en la película (y la
novela)
son totalmente inventados. Pero Dan Brown, el autor, tuvo que leer
bastante
historia de la religión (y otras cosas) para elaborar su argumento. Y
cuando uno lee historia, es prácticamente inevitable darse cuenta de
algo
que la película muestra, y que es lo que ha alarmado al Vaticano y las
organizaciones católicas.
Se trata del hecho, ese sí no ficticio, de que las "verdades" que
conocemos
como históricas son realmente construcciones sociales. Versiones que
pueden
(o no) coincidir con eso que llamamos "realidad", y que pueden (o no)
estar
apoyadas en evidencia más o menos confiable (o bien en creencias,
revelaciones, fe, equivocaciones o prejuicios). Versiones, eso sí, que
han
sido acordadas y aceptadas por un grupo de personas. Es precisamente el
acuerdo y aceptación del grupo lo que le da realidad histórica a un
hecho.
El punto peliagudo es que la película muestra que también las
"verdades" de
la Iglesia (la divinidad de Jesús, el papel de María Magdalena&) son
hechos
históricamente construidos. Versiones acordadas en algún momento por un
grupo, que antes de tal acuerdo no existían como verdades. Ésta es una
concepción filosóficamente muy peligrosa (incluso subversiva) para una
institución que funda su poder en la aceptación incuestionada de su fe.
Pero si las verdades religiosas se construyen históricamente, ¿no
ocurre lo
mismo con las "verdades" científicas? Por supuesto que sí, como mostró
hace
40 años Thomas Kuhn. La diferencia entre ciencia y religión estriba
-afirma
el biólogo Richard Dawkins- en que las ideas religiosas se propagan y
arraigan en los cerebros de los creyentes sólo debido a su poder
infeccioso
(promueven la fe y amenazan con castigo al que carezca de ella), igual
que
una epidemia, mientras que las ideas científicas convencen con base en
algo
más: evidencia comprobable (y además funcionan cuando se aplican).
¡Disfrute la película!
mbonfil@servidor.unam.mx
[/list]
SALUDOS
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
LA CIENCIA POR GUSTO
Verdades de El código Da Vinci
Martín Bonfil Olivera
No soy experto en cine. A veces disfruto más una película comercial que
la
Muestra Internacional de Cine. Y tampoco soy experto en religión. Lo
digo
para que cuando lea usted que acabo de ver El código Da Vinci y que la
disfruté mucho, sabrá que es una opinión de simple espectador.
Pues sí: la disfruté y no me pareció nada aburrida (quizá porque no he
leído el libro&). También da material para reflexionar.
Claro, gran parte de los "hechos" presentados en la película (y la
novela)
son totalmente inventados. Pero Dan Brown, el autor, tuvo que leer
bastante
historia de la religión (y otras cosas) para elaborar su argumento. Y
cuando uno lee historia, es prácticamente inevitable darse cuenta de
algo
que la película muestra, y que es lo que ha alarmado al Vaticano y las
organizaciones católicas.
Se trata del hecho, ese sí no ficticio, de que las "verdades" que
conocemos
como históricas son realmente construcciones sociales. Versiones que
pueden
(o no) coincidir con eso que llamamos "realidad", y que pueden (o no)
estar
apoyadas en evidencia más o menos confiable (o bien en creencias,
revelaciones, fe, equivocaciones o prejuicios). Versiones, eso sí, que
han
sido acordadas y aceptadas por un grupo de personas. Es precisamente el
acuerdo y aceptación del grupo lo que le da realidad histórica a un
hecho.
El punto peliagudo es que la película muestra que también las
"verdades" de
la Iglesia (la divinidad de Jesús, el papel de María Magdalena&) son
hechos
históricamente construidos. Versiones acordadas en algún momento por un
grupo, que antes de tal acuerdo no existían como verdades. Ésta es una
concepción filosóficamente muy peligrosa (incluso subversiva) para una
institución que funda su poder en la aceptación incuestionada de su fe.
Pero si las verdades religiosas se construyen históricamente, ¿no
ocurre lo
mismo con las "verdades" científicas? Por supuesto que sí, como mostró
hace
40 años Thomas Kuhn. La diferencia entre ciencia y religión estriba
-afirma
el biólogo Richard Dawkins- en que las ideas religiosas se propagan y
arraigan en los cerebros de los creyentes sólo debido a su poder
infeccioso
(promueven la fe y amenazan con castigo al que carezca de ella), igual
que
una epidemia, mientras que las ideas científicas convencen con base en
algo
más: evidencia comprobable (y además funcionan cuando se aplican).
¡Disfrute la película!
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[/list]
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
- Roberto
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Ese es precisamente el punto que he estado diciendo, la película es “disfrutable” si se desconoce de historia; al afirmar: “tuvo que leer bastante historia de la religión (y otras cosas) para elaborar su argumento.” Es triste , si el buen Bonfil supiera historia, no haría una afirmación tan absurda, y lo que es más lamentable es que es un divulgador científico, y lo más patético es este divorcio y menosprecio mutuo entre los científicos de ciencias duras y los científicos de ciencias sociales. Si el buen Bonfiel se escandaliza por la pretensión de enseñar “diseño inteligente” en las escuelas estadounidenses, debería de exigir el mismo respeto por la desestimación que se le hace a la ciencia histórica con esta novela. Muy lamentable comentario.
"Todo aquel que crea en la telequinesis, que por favor levante mi mano.– James Randi."
- REFICUL
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Precisamente, el mayor problema es leer la novela si se desconoce que partes son hechos reales y cuales invenciones del autor.
En mi modesta opinión, la obra tiene muy poco valor divulgativo, ya que hay poco de "documento histórico" y, lo que es peor, al estar todo mezclado, puede inducir a error a quien se acerque por primera vez a estos temas.
En mi modesta opinión, la obra tiene muy poco valor divulgativo, ya que hay poco de "documento histórico" y, lo que es peor, al estar todo mezclado, puede inducir a error a quien se acerque por primera vez a estos temas.
- tequileitor
- Moderador
- Mensajes: 464
- Registrado: Mar Abr 05, 2005 9:00 pm
Pues me robaron los comentarios de de la boca. Solamente me queda añadir que me sacó de onda mucho este comentario, sobre todo al final al decir que disfrutemos la película... Esa recomendación es el punto de mi extrañeza.
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Hola amigos:
Después de la última columna de Martín donde hacía mucho tiempo que no estaba de acuerdo con él en algo, je je, aquí les posteo la columna de esta semana.
SALUDOS
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
*La ciencia por gusto*
Las mutaciones de los X-Men
Martín Bonfil Olivera
La cinta X-Men 3, La batalla final, que se anuncia como de ciencia
ficción
aunque más bien es simple fantasía, da nuevamente pretexto para jugar
al
comentarista cinematográfico.
Y es que quienes disfrutamos de la ciencia ficción seria no podemos
evitar
el ligero malestar que nos ocasionan las películas con supuestas
explicaciones científicas que son más bien marañas de errores y
malentendidos.
En el caso de los X-Men (historieta y película), el punto central es
que se
trata de "mutantes": individuos que tienen una "mutación". Y aquí
comienzan
los problemas: usé comillas porque lo que en los X-Men se considera
mutación no tiene nada que ver con el concepto biológicamente correcto:
sencillamente, un cambio en la información contenida en el material
genético (ADN).
El ADN contiene instrucciones (genes) para fabricar proteínas (y para
controlar a otros genes). Y las proteínas son máquinas moleculares que
llevan a cabo la mayoría de las funciones de la célula viva. Hay
enfermedades, como la anemia falciforme, causadas por el cambio de una
sola
de los tres mil 200 millones de letras de nuestro ADN. Pero no es
concebible una mutación que conceda poderes paranormales.
Sin embargo, no es ese el malentendido más importante (después de todo,
poniéndose así de estricto no se puede hacer ficción), sino la idea de
que
un individuo puede "mutar" súbitamente (debido, digamos, a alguna
radiación
rara). Para ello se necesitaría que el ADN de todas sus células
sufriera el
mismo cambio simultáneamente: algo imposible. De hecho, todos sufrimos
mutaciones constantemente en células aisladas de nuestro cuerpo (en
ocasiones desafortunadas, esto puede dar origen a un cáncer). Pero el
individuo como un todo no muta.
Para tener un mutante de cuerpo entero se necesita que el óvulo o el
espermatozoide de sus progenitores hayan sufrido la mutación. Cuando se
unen y el óvulo fecundado comienza a dividirse, la mutación pasará a
todas
las células del nuevo individuo.
La idea de los mutantes como monstruos dañinos que se producen de golpe
es
uno de los grandes malentendidos de la biología. En parte es causa del
rechazo a toda posibilidad de manipulación genética. Y es que, si lo
pensamos con cuidado, ningún ser vivo es exactamente igual a otro,
porque
ninguno tenemos exactamente la misma información genética.
En el fondo, todos somos mutantes.
mbonfil@servidor.unam.mx
Después de la última columna de Martín donde hacía mucho tiempo que no estaba de acuerdo con él en algo, je je, aquí les posteo la columna de esta semana.
SALUDOS
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
*La ciencia por gusto*
Las mutaciones de los X-Men
Martín Bonfil Olivera
La cinta X-Men 3, La batalla final, que se anuncia como de ciencia
ficción
aunque más bien es simple fantasía, da nuevamente pretexto para jugar
al
comentarista cinematográfico.
Y es que quienes disfrutamos de la ciencia ficción seria no podemos
evitar
el ligero malestar que nos ocasionan las películas con supuestas
explicaciones científicas que son más bien marañas de errores y
malentendidos.
En el caso de los X-Men (historieta y película), el punto central es
que se
trata de "mutantes": individuos que tienen una "mutación". Y aquí
comienzan
los problemas: usé comillas porque lo que en los X-Men se considera
mutación no tiene nada que ver con el concepto biológicamente correcto:
sencillamente, un cambio en la información contenida en el material
genético (ADN).
El ADN contiene instrucciones (genes) para fabricar proteínas (y para
controlar a otros genes). Y las proteínas son máquinas moleculares que
llevan a cabo la mayoría de las funciones de la célula viva. Hay
enfermedades, como la anemia falciforme, causadas por el cambio de una
sola
de los tres mil 200 millones de letras de nuestro ADN. Pero no es
concebible una mutación que conceda poderes paranormales.
Sin embargo, no es ese el malentendido más importante (después de todo,
poniéndose así de estricto no se puede hacer ficción), sino la idea de
que
un individuo puede "mutar" súbitamente (debido, digamos, a alguna
radiación
rara). Para ello se necesitaría que el ADN de todas sus células
sufriera el
mismo cambio simultáneamente: algo imposible. De hecho, todos sufrimos
mutaciones constantemente en células aisladas de nuestro cuerpo (en
ocasiones desafortunadas, esto puede dar origen a un cáncer). Pero el
individuo como un todo no muta.
Para tener un mutante de cuerpo entero se necesita que el óvulo o el
espermatozoide de sus progenitores hayan sufrido la mutación. Cuando se
unen y el óvulo fecundado comienza a dividirse, la mutación pasará a
todas
las células del nuevo individuo.
La idea de los mutantes como monstruos dañinos que se producen de golpe
es
uno de los grandes malentendidos de la biología. En parte es causa del
rechazo a toda posibilidad de manipulación genética. Y es que, si lo
pensamos con cuidado, ningún ser vivo es exactamente igual a otro,
porque
ninguno tenemos exactamente la misma información genética.
En el fondo, todos somos mutantes.
mbonfil@servidor.unam.mx
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Hola:
Les comparto la columna de esta semana.
Saludos
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
Discriminación y mutantes
Martín Bonfil Olivera
14 de junio de 2006
Es irremediable: no soporto el futbol, y la política (el otro tema de
moda)
ha alcanzado un nivel de lodazal (especialmente entre los panistas,
desesperados ante la mera posibilidad de no ganar). Sigamos mejor
hablando
de los X-Men.
Mi colaboración anterior, debido las críticas que hacía yo a la cinta
desde
el punto de vista científico (ideas erróneas de mutaciones que
confieren
poderes paranormales, de individuos que "mutan" de súbito, o de las
mutaciones como anormalidades monstruosas), pudo dar la impresión de
que no
la disfruté.
No es así: como cinta dominguera es muy efectiva. Los X-Men se han
caracterizado por algo especial y distinto: presentan una subtrama
sobre
derechos humanos y discriminación. En X-Men III este tema es central,
pues
se plantea el descubrimiento de una "cura" para los mutantes: una
inyección
que instantáneamente corrige la mutación del ficticio "gen X" que les
confiere sus poderes.
En cómic y película, la sociedad teme y hasta odia a los X-Men y demás
mutantes por ser diferentes (y poderosos). Por ello su archienemigo, el
mutante Magneto, harto de ser maltratado, decide lanzarse a una guerra
para
sustituir de una vez por todas a los anticuados Homo sapiens por la
raza
superior de los mutantes. Así, en este ámbito de fantasía científica se
discuten temas que, en el mundo real, afectan a muchos tipos de
minorías
que no sólo no tienen "poderes especiales", sino que se encuentran en
franca desventaja: minusválidos, negros, indígenas, homosexuales,
bisexuales y demás orientaciones sexuales alternas, e incluso las
mujeres
(consideradas minoría no por el porcentaje de la población que
representan,
sino por el trato discriminatorio al que todavía son frecuentemente
sometidas).
El punto polémico de la película es qué debe considerarse "normal" y
qué
"anormal". ¿Son los mutantes enfermos, o simplemente diferentes? ¿Qué
pasaría, ya en la vida real, si alguien descubriera una "cura" para la
homosexualidad, o bien, como ya sucede, un método para "blanquear" a
los
negros? ¿Qué ocurrirá cuando, no dentro de tanto, se vuelva posible
elegir
el color de piel u ojos, o las capacidades físicas y hasta
intelectuales de
los bebés? Se trata ya no sólo de cuestiones científicas, sino sociales
y
éticas, que dejan de ser ficticias y se vuelven urgentes.
A veces, hasta la ficción comercial tiene sus dimensiones profundas.
comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
Les comparto la columna de esta semana.
Saludos
ASIMOV22
MILENIO DIARIO
Discriminación y mutantes
Martín Bonfil Olivera
14 de junio de 2006
Es irremediable: no soporto el futbol, y la política (el otro tema de
moda)
ha alcanzado un nivel de lodazal (especialmente entre los panistas,
desesperados ante la mera posibilidad de no ganar). Sigamos mejor
hablando
de los X-Men.
Mi colaboración anterior, debido las críticas que hacía yo a la cinta
desde
el punto de vista científico (ideas erróneas de mutaciones que
confieren
poderes paranormales, de individuos que "mutan" de súbito, o de las
mutaciones como anormalidades monstruosas), pudo dar la impresión de
que no
la disfruté.
No es así: como cinta dominguera es muy efectiva. Los X-Men se han
caracterizado por algo especial y distinto: presentan una subtrama
sobre
derechos humanos y discriminación. En X-Men III este tema es central,
pues
se plantea el descubrimiento de una "cura" para los mutantes: una
inyección
que instantáneamente corrige la mutación del ficticio "gen X" que les
confiere sus poderes.
En cómic y película, la sociedad teme y hasta odia a los X-Men y demás
mutantes por ser diferentes (y poderosos). Por ello su archienemigo, el
mutante Magneto, harto de ser maltratado, decide lanzarse a una guerra
para
sustituir de una vez por todas a los anticuados Homo sapiens por la
raza
superior de los mutantes. Así, en este ámbito de fantasía científica se
discuten temas que, en el mundo real, afectan a muchos tipos de
minorías
que no sólo no tienen "poderes especiales", sino que se encuentran en
franca desventaja: minusválidos, negros, indígenas, homosexuales,
bisexuales y demás orientaciones sexuales alternas, e incluso las
mujeres
(consideradas minoría no por el porcentaje de la población que
representan,
sino por el trato discriminatorio al que todavía son frecuentemente
sometidas).
El punto polémico de la película es qué debe considerarse "normal" y
qué
"anormal". ¿Son los mutantes enfermos, o simplemente diferentes? ¿Qué
pasaría, ya en la vida real, si alguien descubriera una "cura" para la
homosexualidad, o bien, como ya sucede, un método para "blanquear" a
los
negros? ¿Qué ocurrirá cuando, no dentro de tanto, se vuelva posible
elegir
el color de piel u ojos, o las capacidades físicas y hasta
intelectuales de
los bebés? Se trata ya no sólo de cuestiones científicas, sino sociales
y
éticas, que dejan de ser ficticias y se vuelven urgentes.
A veces, hasta la ficción comercial tiene sus dimensiones profundas.
comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Pues que bueno que ya estamos de regreso todos. Aquí les posteo lasúltimas columnas semanales.
Saludos
MILENIO DIARIO
LA CIENCIA POR GUSTO
Como te ven te tratan
Martín Bonfil Olivera
21 de junio de 2006
Es importante es el aspecto personal de los científicos? Más allá de la
lamentable imagen del "científico loco", distraído y despeinado
(herencia
de Einstein), rara vez, en la imagen popular, salen bien parados.
Veamos
ejemplos..
El físico Stephen Hawking, famoso por su Breve historia del tiempo,
descubrió los hoyos negros, y sus ideas han revolucionado la
cosmología.
Padece de esclerosis amiotrófica lateral, enfermedad que lo ha
paralizado,
confinándolo a una silla de ruedas. Hoy no puede ya hablar, y se
comunica
por medio de un sintetizador de voz. Esta perturbadora imagen -un
cerebro
genial alojado en un cuerpo inmovilizado, rodando en su silla
motorizada y
que se comunica mediante una extraña voz electrónica- se ha convertido
en
un nuevo icono del científico. Incluso ha aparecido en Los Simpson, y
una
ópera moderna tenía un personaje inspirado en él.
Hawking refuerza la imagen de los científicos como personajes extraños,
y
seguramente no atrae a los ciudadanos hacia la ciencia. Pero no todo
está
perdido: también hay científicos famosos de aspecto más normal.
Algunos son graciosos: Richard Feynman, físico ganador del Premio
Nobel,
gustaba de gastar bromas, tocar los bongós y desfilar bailando samba en
Río. Siempre sonriente, era de un sport desenfadado, aunque si era
necesario vestía traje. El desaliñado James Watson, también Nobel y
codescubridor de la doble hélice del ADN, gozaba en su juventud de
hacer
bromas y parecía no tener la menor idea de nada. En sus libros relata
sus
dificultades para ligar chicas.
Hay también científicos empresarios, como Craig Venter, biólogo
molecular
dueño de la compañía Celera Genomics, que secuenció el genoma humano.
Bien
trajeado, su agresiva imagen es la del perfecto hombre de negocios.
Otros científicos cultivan la imagen informal, como Carl Sagan, a quien
se
recuerda conduciendo Cosmos con saco de pana y camisa de cuello de
tortuga.
El biólogo Richard Dawkins cultiva un aspecto similar, y es percibido
como
bastante galán. Otro biólogo famoso, Stephen Jay Gould (que también
apareció en Los Simpson), era más bien comodón, y siempre daba la
impresión
de recién haber despertado de la siesta.
En el fondo, los científicos son sólo personas normales. Aunque,
pensándolo
bien, y para conseguir fondos, quizá convendría que cultivaran su
imagen de
genios locos. ¡Al menos podrían rentarse para anuncios!
comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
MILENIO DIARIO
*La ciencia por gusto*
Ciencia, votos y pensamiento crítico
Martín Bonfil Olivera
28 de junio de 2006
Varios colegas columnistas de este diario han expresado por quién van a
votar y por qué. Aunque esta columna está dedicada a la ciencia y no a
la
política, me tomo por una vez la libertad de hacer lo mismo. Y es que
tengo
la impresión, quizá subjetiva o ilusoria, de que algo tiene que ver mi
decisión con mi perspectiva profesional como divulgador científico (es
decir, como parte de la comunidad científica del país).
Lamentablemente, ninguno de los tres candidatos punteros incluyó en sus
campañas una propuesta de política científica de Estado. Los candidatos
siguen sin tener idea de la importancia que una ciencia madura y
pujante
(parte de un sistema científico-tecnológico-industrial vigoroso)
tendría
para el bienestar nacional.
Si la racionalidad juega un papel central en la ciencia, también debe
jugarlo en la democracia. Como ciudadano promotor de la ciencia, me
encuentro imposibilitado para votar por el partido de la derecha: el
del
paternalismo católico que prohíbe la investigación con células madre,
que
penaliza indiscriminada e irracionalmente el aborto, que se opone al
reconocimiento de los derechos ciudadanos de las minorías sexuales que
prefiere defender dogmas (incluyendo los neoliberales) por encima de la
voluntad y el bienestar ciudadanos. Que niega la posibilidad de
construir
algo diferente y mejor.
Tampoco puedo votar por el partido de la dictadura perfecta y la
corrupción. Menos con un candidato como Madrazo. Quizá algún día lejano
el
PRI recupere sus ideales revolucionarios y nacionalistas y se convierta
en
una verdadera opción de centro. Todavía no.
Queda pues, el partido de la izquierda, acorde con mis afinidades
personales y con la tendencia ideológica de la mayoría, creo, de los
universitarios y científicos del país. Su candidato, aunque tiene
defectos,
ofrece buscar el bien común y ha sabido remontar las tretas más sucias
para
descalificarlo de la contienda (no olvidemos la canallada del
desafuero).
La izquierda sigue cargando defectos históricos. Y sigue crónicamente
dividida (aquí la capacidad de los científicos para formar acuerdos
sería
útil). También es la opción más honestamente democrática.
Por eso, con más esperanza que certeza, con más convicción y voluntad
crítica que ilusiones, este columnista votará el domingo por el PRD.
Luego,
claro, habrá que exigir que se cumpla lo prometido.
Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
Saludos
MILENIO DIARIO
LA CIENCIA POR GUSTO
Como te ven te tratan
Martín Bonfil Olivera
21 de junio de 2006
Es importante es el aspecto personal de los científicos? Más allá de la
lamentable imagen del "científico loco", distraído y despeinado
(herencia
de Einstein), rara vez, en la imagen popular, salen bien parados.
Veamos
ejemplos..
El físico Stephen Hawking, famoso por su Breve historia del tiempo,
descubrió los hoyos negros, y sus ideas han revolucionado la
cosmología.
Padece de esclerosis amiotrófica lateral, enfermedad que lo ha
paralizado,
confinándolo a una silla de ruedas. Hoy no puede ya hablar, y se
comunica
por medio de un sintetizador de voz. Esta perturbadora imagen -un
cerebro
genial alojado en un cuerpo inmovilizado, rodando en su silla
motorizada y
que se comunica mediante una extraña voz electrónica- se ha convertido
en
un nuevo icono del científico. Incluso ha aparecido en Los Simpson, y
una
ópera moderna tenía un personaje inspirado en él.
Hawking refuerza la imagen de los científicos como personajes extraños,
y
seguramente no atrae a los ciudadanos hacia la ciencia. Pero no todo
está
perdido: también hay científicos famosos de aspecto más normal.
Algunos son graciosos: Richard Feynman, físico ganador del Premio
Nobel,
gustaba de gastar bromas, tocar los bongós y desfilar bailando samba en
Río. Siempre sonriente, era de un sport desenfadado, aunque si era
necesario vestía traje. El desaliñado James Watson, también Nobel y
codescubridor de la doble hélice del ADN, gozaba en su juventud de
hacer
bromas y parecía no tener la menor idea de nada. En sus libros relata
sus
dificultades para ligar chicas.
Hay también científicos empresarios, como Craig Venter, biólogo
molecular
dueño de la compañía Celera Genomics, que secuenció el genoma humano.
Bien
trajeado, su agresiva imagen es la del perfecto hombre de negocios.
Otros científicos cultivan la imagen informal, como Carl Sagan, a quien
se
recuerda conduciendo Cosmos con saco de pana y camisa de cuello de
tortuga.
El biólogo Richard Dawkins cultiva un aspecto similar, y es percibido
como
bastante galán. Otro biólogo famoso, Stephen Jay Gould (que también
apareció en Los Simpson), era más bien comodón, y siempre daba la
impresión
de recién haber despertado de la siesta.
En el fondo, los científicos son sólo personas normales. Aunque,
pensándolo
bien, y para conseguir fondos, quizá convendría que cultivaran su
imagen de
genios locos. ¡Al menos podrían rentarse para anuncios!
comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
MILENIO DIARIO
*La ciencia por gusto*
Ciencia, votos y pensamiento crítico
Martín Bonfil Olivera
28 de junio de 2006
Varios colegas columnistas de este diario han expresado por quién van a
votar y por qué. Aunque esta columna está dedicada a la ciencia y no a
la
política, me tomo por una vez la libertad de hacer lo mismo. Y es que
tengo
la impresión, quizá subjetiva o ilusoria, de que algo tiene que ver mi
decisión con mi perspectiva profesional como divulgador científico (es
decir, como parte de la comunidad científica del país).
Lamentablemente, ninguno de los tres candidatos punteros incluyó en sus
campañas una propuesta de política científica de Estado. Los candidatos
siguen sin tener idea de la importancia que una ciencia madura y
pujante
(parte de un sistema científico-tecnológico-industrial vigoroso)
tendría
para el bienestar nacional.
Si la racionalidad juega un papel central en la ciencia, también debe
jugarlo en la democracia. Como ciudadano promotor de la ciencia, me
encuentro imposibilitado para votar por el partido de la derecha: el
del
paternalismo católico que prohíbe la investigación con células madre,
que
penaliza indiscriminada e irracionalmente el aborto, que se opone al
reconocimiento de los derechos ciudadanos de las minorías sexuales que
prefiere defender dogmas (incluyendo los neoliberales) por encima de la
voluntad y el bienestar ciudadanos. Que niega la posibilidad de
construir
algo diferente y mejor.
Tampoco puedo votar por el partido de la dictadura perfecta y la
corrupción. Menos con un candidato como Madrazo. Quizá algún día lejano
el
PRI recupere sus ideales revolucionarios y nacionalistas y se convierta
en
una verdadera opción de centro. Todavía no.
Queda pues, el partido de la izquierda, acorde con mis afinidades
personales y con la tendencia ideológica de la mayoría, creo, de los
universitarios y científicos del país. Su candidato, aunque tiene
defectos,
ofrece buscar el bien común y ha sabido remontar las tretas más sucias
para
descalificarlo de la contienda (no olvidemos la canallada del
desafuero).
La izquierda sigue cargando defectos históricos. Y sigue crónicamente
dividida (aquí la capacidad de los científicos para formar acuerdos
sería
útil). También es la opción más honestamente democrática.
Por eso, con más esperanza que certeza, con más convicción y voluntad
crítica que ilusiones, este columnista votará el domingo por el PRD.
Luego,
claro, habrá que exigir que se cumpla lo prometido.
Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna