“Ni las más atrevidas interpretaciones anatómicas del hombre de Piltdown lograron acabar con las sospechas de fraude”.
- Hombre de Piltdown (imagen de Pedro Picapiedra). Reconstrucción por Hanna y Barbera.
Amañar y falsificar las pruebas, inventar los datos, copiar los resultados de los colegas son algunas de las tretas a las que recurren los piratas del laboratorio para cometer fraudes. Éstos en ningún caso son motivo de regocijo, pero sí llama la atención y produce sorpresa la manera en que han urdido el engaño o cómo han sido desenmascarados.
LA GRIPE PASAJERA. En 1728, Gustavus Katterfelto se presentó en Londres como un gran curandero de la gripe, acompañado de dos gatos negros “parlantes”. Katterfelto pregonaba que con su microscopio solar los insectos, que eran los causantes de las epidemias de gripes, se podían ver tan grandes como pájaros. Para hacerse publicidad al llegar a un pueblo, se montaba en un carruaje prcedido de dos sirvientes negros que tocaban la trompeta y distribuían carteles publicitarios.
COLÓN Y LOS VIKINGOS. El mapa de Vinlandia, que probaba que los vikingos habían explorado el Nuevo Mundo mucho antes que Cristóbal Colón, fue un timo. En un principio, se barajó la posibilidad de que el mapa había sido confeccionado por un monje suizo entre los años 1430 y 1440. Un comprador anónimo lo adquirió, junto a otros dos objetos antiguos, por un millón de dólares y lo donó a la Universidad de Yale. Unos años después, después de que se vendieran miles de copias al precio de 15 dólares, los científicos descubrieron que la tinta con la que había sido dibujado el mapa de Vinlandia era de principios del siglo XX.
UN RETOQUE ORBITAL. El astrónomo alemán Johannes Kepler (1571-1630) forzó los cálculos para ajustar al milímetros su teoría de que los planetas se mueven en órbitas elípticas y no y no circulares alrededor del Sol.
UN ENGAÑO CON PLUMAS. Hace unos años, la revista “National Geographic” anunció el descubrimiento en China de un fósil de “Archaeoraptor”, considerado el eslabón perdido de la evolución entre dinosaurios y aves. Un mes después, la propia publicación se vio obligada a reconocer que había sido víctima de un engaño. Aunque los restos fósiles, que habían sido sacados de forma clandestina de China, eran verdaderos, no pertenecían al animal intermedio que se aseguraba.
LA MORFINA Y EL CÁNCER. En los años que trabajó en el Instituto Max Planck de Alemania, Robert Gullis publicó una docena de artículos científicos sobre los efectos de la morfina y otros fármacos neuroactivos en determinadas moléculas presentes en los tumores del sistema nervioso. Después de abandonar el instituto, sus colegas intentaron repetir los experimentos sin éxito e invitaron entusiasmados a Gullis para que reprodujera los ensayos. Le fue imposible y lo quedó otra solución que confesar que parte de los artículos eran meras hipótesis y que los datos se los había inventado. En 1977, publicó un artículo en la revista “Nature” pidiendo perdón por su comportamiento.
TRASPLANTES DE PIEL CON ROTULADOR. En 1973, el jefe de inmunología de trasplantes del Instituto Sloan-Kettering de Nueva York, William T. Summerlin, aseguró haber obtenido el injerto de piel sin rechazo en unos ratones. Pero la buena nueva duró bien poco. Un ayudante de laboratorio limpió los animales con alcohol y observó perplejo que los otros de piel injertados, de color negro, se borraban.
QUIEN MUCHO PUBLICA... . El joven John Darse, investigador de las universidades de Emory y de Harvard, era la envidia de sus colegas por su capacidad para publicar artículos científicos. Pero en 1981 reconoció que había falseado y amañado datos en docenas de los brillantes trabajos publicados. Por la misma época, otro escándalo similar saltó a los medios de comunicación: Robert Slutsky, radiólogo de la Universidad de California en San Diego, publicaba a un ritmo de un artículo científico cada 10 días. Cuando el comité científico revisó sus 137 publicaciones se toparon con experimentos inventados, mediciones incorrectas o inexistentes y análisis estadísticos urdidos por la inigualable imaginación de Slutsky.
ENCAJE DE GRAVEDAD. Isaac Newton amañó los resultados de sus cálculos de la velocidad del sonido y de los equinoccios para formular su teoría gravitatoria.
¡QUÉ MAL PADRE! El matemático suizo Johann Bernoulli (1667-1748) se apropió de unas ecuaciones desarrolladas íntegramente por su hijo Daniel, pionero de la hidrodinámica y de la teoría cinética de los gases. Para más señas, fechó la publicación de forma que su vástago pareciera el plagiador.
EL ESLABÓN MÁS QUE PERDIDO. En 1912, el geólogo aficionado Charles Dawson comunicó a su amigo Arthur Smith Woodward, conservador del Departamento de Geología del Museo Británico, que había hallado restos fósiles de un homínido en una gravera cercana a Piltdown, en Inglaterra. Tras estudiar los restos, un cráneo mitad humano mitad simio, anunciaron que habían descubierto el eslabón perdido. La treta no salió a la luz hasta cuarenta años más tarde. En 1953, la datación radiactiva demostró que el cráneo era de un hombre moderno y que la mandíbula era de un orangután. Los dientes también habían sido colocados de forma artificial y los huesos fueron envejecidos con técnicas químicas.
COPIANDO DE LAS ESTRELLAS. Los astrónomos del siglo XIX estudiaron con detenimiento el catálogo de 1,025 estrellas del astrónomo greco-egipcio Ptolomeo (90-150) y descubrieron algunas irregularidades que apuntaban al plagio. En el catálogo se recogen las estrellas que se ven desde Rodas, pero faltan curiosamente las que sólo se ven desde Alejandría, ciudad donde trabajaba Ptolomeo.
LLEGA ELCOMEPLUTONIO. En 1979, durante una conferencia que se celebraba en Tokio, el químico norteamericano Jack Schubert confesó a su colega S.K. Derr. Que los resultados de los trabajos que acababan de publicar se los había sacado de la manga.. En ellos anunciaba la existencia de un producto conocido como quelante, capaz de filtrarse y retirar de los tejidos hepático y óseo cualquier contaminación con plutonio.
SAPOS A LA CHINA. El zoólogo Paul Kammerer, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Viena, era un entusiasta defensor de la teoría de Lamarck, que sostiene que los rasgos adquiridos se transmiten de algún modo a los descendientes. A principios del siglo XX, Kammerer afirmó que los sapos parteros macho nacidos de una pareja que había sido obligada a aparearse en el agua presentaban cepillos copuladores, unas callosidades en los antebrazos y manos. Según el zoólogo, este carácter antes inexistente en dicho batracio terrestre se transmitía a la prole. La comunidad científica se quitó el sombrero ante Kammerer, pero un investigador norteamericano el pastel: los cepillos copuladores de los sapos presentados por el zoólogo estaban pintados con ¡tinta china!
LO QUE NATURA NO DA... . El psicólogo inglés Cyril Burt (1883-1971) sostuvo la hipótesis de que la herencia determina la inteligencia de las personas basándose en datos de su invención.
TOMADO DE: SUPLEMENTO “¡QUÉ DIVERTIDA ES LA CIENCIA!”, EDITADO POR LA REVISA “MUY INTERESANTE” (A VECES, ESTA REVISTA NO ESCRIBE SOLAMENTE BASURA).
FRAUDES A LA VISTA
FRAUDES A LA VISTA
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna