No creo que sea para tanto, pero sí puedo asegurar que "El último Catón" es de lecura fácil y engancha desde las primeras páginas. Está salpicada de pequeñas lecciones de historia y detalles tan curiosos como la composición del fuego griego (un arma secreta que durante siglos dio ventaja en los mares al imperio bizantino). Al contrario que en "El código da Vinchi", aquí está muy bien definida la diferencia entre los datos históricos y la fantasía del autora.
Bajo el suelo de la Ciudad del Vaticano, encerrada entre códices en su despacho del Archivo Secreto, la hermana Ottavia Salina, paleógrafa de prestigio internacional, recibe el encargo de descifrar los extraños tatuajes aparecidos en el cadaver de un etíope: siete letras griegas y siete cruces. Junto al cuerpo se encontraron tres trozos de madera aparentemente sin valor. Todas las sospechas van encaminadas a que esos pedazos pertencen, en realidad, a la Vera Cruz, la verdadera cruz de Cristo.
Acompañada por el profesor Boswell, un arqueólogo de Alejandría, y por el capitán de la Guardia Suiza vaticana, Kaspar Glauser-Röist, la protagonista deberá descubrir quién está detrás de la misteriosa desaparición de las reliquias en las iglesias de todo el mundo y vivirá una aventura llena de enigmas: siete pruebas basadas en los sietes pecados capitales en las que Dante Alighieri y el Purgatorio de la Divina Comedia paracen tener las claves.