ALMAS EN ESCABECHE - Nº 0 - Hebdomario Reficuliano
Publicado: Sab Ago 04, 2007 12:59 pm
Yo era un diablo que se ganaba la vida honradamente comprando almas y envasándolas en escabeche. El negocio marchaba muy bien, hasta que, por culpa de páginas como ESCÉPTICOS.NET, empezó a aumentar el número de descreídos. Ahora, que saben que no existe el alma, todos están dispuestos a cambiártela por cualquier cosa (entradas para el fútbol, un revolcón con la vecina, 2 tallas más de sujetador o que “su mejor amiga” engorde 40 kilos y no entre en el traje de novia con el que pretendía casarse antes que ella, la muy guarra). Como consecuencia, el mercado está saturado por la oferta masiva y el precio de las almas en escabeche ha caído en picado.
Entonces, arruinado mi negocio, decidí hacerme funcionario infernal (se gana poco, pero es seguro y tienes calefacción gratis todo el año). Me presenté para íncubo (demonio masculino que busca tener relaciones sexuales con mujeres humanas), pero me eliminaron en las pruebas físicas. Dijeron que no daba el perfil; bueno, ni el perfil, ni el alzado, ni la planta. Al final, aprobé una oposición para Técnico Torturador, pero aguanté poco tiempo allí, y no fue por falta de vocación (me encanta putear al personal), sino porque aquello es un cachondeo.
Es verdad que en el infierno se tortura a la gente todos los días laborables de 8 a 2. Y también es cierto que los condenados se quejan eternamente, pero no de dolor (como no tienen cuerpos, es imposible que algo de eso les duela); se quejan porque, los muy cabrones, son de lo más exigente. Y con la cantidad de abogados que hay allí, todos los días te demandan por algo: por no esterilizar las cadenas después de azotar a un condenado, o por tardar demasiado en darle la vuelta a otro que estaba en la parrilla (Sí, admito que se me pasó un poco).
Esa situación era insoportable para mi; vamos, un infierno. Hasta que, un buen día, entablé amistad con alguien que cambiaría mi vida para siempre; ni más ni menos que el mismísimo Jesús. Al parecer, había sido condenado por hacerse pasar por hijo de dios, dios encarnado o dios empanado (no recuerdo bien los detalles). El caso es que, Chus (él me llama Refi) me dijo que “si no llega a ser por el cabrón de Judas, habría triunfado” y que “no hay más que ver lo bien que les ha ido el negocio a sus compinches, y eso, a pesar de lo bestias que son, que no se les puede dejar solos”.
- Y para eso de ser dios o hijo de dios ¿qué títulos piden? – le pregunté.
- Ninguno, nada de eso; ¡Si hay un montón de plazas vacantes!. ¿No ves que la gente está loca por adorar a cualquier cosa? Sin ir más lejos, fíjate en Jehová y en su creación rebosante de armonía y perfección. Sólo necesitas el Kit de Poderes Divinos e inventarte un paraíso que guste a la gente, pero nada de angelitos tocando el arpa, ni chorradas por el estilo, que no hay dios que soporte semejante aburrimiento.
Así que, en cuanto el cartero me trajo el Kit a contrarrembolso y practiqué un poco mis nuevos poderes divinos, me hice oficialmente dios por cuenta propia. Ya tengo dominadas las cosas sencillitas como lanzar rayos, provocar diluvios, tsunamis, terremotos y otras calamidades; e incluso supero a la competencia en cuestiones como embarazar vírgenes (yo lo hago solo, sin ayuda de pajarracos; soy un dios como dios manda).
Sin embargo, tengo que ejercitar más los milagros de naturaleza médica. El otro día me imploraba una devota: “¡Quiero tener más pechos!”. Yo le puse 6 o 7 más; no fue culpa mía que no se explicara bien. No os podéis imaginar el rebote que se pilló; que renegaba de mí y que se iba a Lourdes, acabó diciéndome la muy desagradecida.
También ando algo flojo con los milagros de naturaleza psíquica. Hace unos días se me ocurrió gastarle una broma inocente a la competencia. Me concentré y, desde la punta de mi cuerno izquierdo, emití un rayo usurpador de voluntad. Casi consigo que el Papa hiciera un calvo (enseñara el culo) en la Plaza de San Pedro, pero en el último momento se puso en la cabeza un escudo inhibidor de tecnología alienígena que, para no levantar sospechas, tiene la apariencia de tricornio de la Guardia Civil española. Desde entonces, cada vez que siente ganas de bajarse los pantalones, se pone el tricornio inmediatamente.
Hasta mañana, si yo quiero.
Mi agradecimiento a Saif Al Jabbar (también conocida como Luisa) por su colaboración y consejos en la elaboración de este número.
Entonces, arruinado mi negocio, decidí hacerme funcionario infernal (se gana poco, pero es seguro y tienes calefacción gratis todo el año). Me presenté para íncubo (demonio masculino que busca tener relaciones sexuales con mujeres humanas), pero me eliminaron en las pruebas físicas. Dijeron que no daba el perfil; bueno, ni el perfil, ni el alzado, ni la planta. Al final, aprobé una oposición para Técnico Torturador, pero aguanté poco tiempo allí, y no fue por falta de vocación (me encanta putear al personal), sino porque aquello es un cachondeo.
Es verdad que en el infierno se tortura a la gente todos los días laborables de 8 a 2. Y también es cierto que los condenados se quejan eternamente, pero no de dolor (como no tienen cuerpos, es imposible que algo de eso les duela); se quejan porque, los muy cabrones, son de lo más exigente. Y con la cantidad de abogados que hay allí, todos los días te demandan por algo: por no esterilizar las cadenas después de azotar a un condenado, o por tardar demasiado en darle la vuelta a otro que estaba en la parrilla (Sí, admito que se me pasó un poco).
Esa situación era insoportable para mi; vamos, un infierno. Hasta que, un buen día, entablé amistad con alguien que cambiaría mi vida para siempre; ni más ni menos que el mismísimo Jesús. Al parecer, había sido condenado por hacerse pasar por hijo de dios, dios encarnado o dios empanado (no recuerdo bien los detalles). El caso es que, Chus (él me llama Refi) me dijo que “si no llega a ser por el cabrón de Judas, habría triunfado” y que “no hay más que ver lo bien que les ha ido el negocio a sus compinches, y eso, a pesar de lo bestias que son, que no se les puede dejar solos”.
- Y para eso de ser dios o hijo de dios ¿qué títulos piden? – le pregunté.
- Ninguno, nada de eso; ¡Si hay un montón de plazas vacantes!. ¿No ves que la gente está loca por adorar a cualquier cosa? Sin ir más lejos, fíjate en Jehová y en su creación rebosante de armonía y perfección. Sólo necesitas el Kit de Poderes Divinos e inventarte un paraíso que guste a la gente, pero nada de angelitos tocando el arpa, ni chorradas por el estilo, que no hay dios que soporte semejante aburrimiento.
Así que, en cuanto el cartero me trajo el Kit a contrarrembolso y practiqué un poco mis nuevos poderes divinos, me hice oficialmente dios por cuenta propia. Ya tengo dominadas las cosas sencillitas como lanzar rayos, provocar diluvios, tsunamis, terremotos y otras calamidades; e incluso supero a la competencia en cuestiones como embarazar vírgenes (yo lo hago solo, sin ayuda de pajarracos; soy un dios como dios manda).
Sin embargo, tengo que ejercitar más los milagros de naturaleza médica. El otro día me imploraba una devota: “¡Quiero tener más pechos!”. Yo le puse 6 o 7 más; no fue culpa mía que no se explicara bien. No os podéis imaginar el rebote que se pilló; que renegaba de mí y que se iba a Lourdes, acabó diciéndome la muy desagradecida.
También ando algo flojo con los milagros de naturaleza psíquica. Hace unos días se me ocurrió gastarle una broma inocente a la competencia. Me concentré y, desde la punta de mi cuerno izquierdo, emití un rayo usurpador de voluntad. Casi consigo que el Papa hiciera un calvo (enseñara el culo) en la Plaza de San Pedro, pero en el último momento se puso en la cabeza un escudo inhibidor de tecnología alienígena que, para no levantar sospechas, tiene la apariencia de tricornio de la Guardia Civil española. Desde entonces, cada vez que siente ganas de bajarse los pantalones, se pone el tricornio inmediatamente.
Hasta mañana, si yo quiero.
Mi agradecimiento a Saif Al Jabbar (también conocida como Luisa) por su colaboración y consejos en la elaboración de este número.