Publicado: Lun Abr 21, 2008 8:20 am
Curiosamente acabo de leer un texto al respecto de que citó Ilgirl, del que ya se me está haciendo imprescindible autor.
Muerto a causa del ruido.
TEXTO: GUILLERMO FADANELLI.
Prohibir es una palabra que no me gusta. Me suena a imposición o a limitación de la libertad. Sugerir, convencer, disuadir, son palabras menos definitiva, y más amables para los oídos de seres que razonan. Prohibir es impedir el paso, poner obstáculos, decidir sobre lo que otro debe o no hacer. La vida sería imposible en una sociedad sin prohibiciones, es cierto, pero menos dramático sería que en vez de las instituciones fuera cada uno de los habitantes de la comunidad quien se impusiera los limites convenientes para la buena convivencia. Esto es una utopía, se me acusará con toda justicia, sero seguiré pensando que algo así es posible entre personas razonables. Mi Madre murió a causa de fumar toda su vida, al menos eso es lo que opinaron los médicos (como si las personas murieran de una solo causa). Me resistí a creer en tamaña tontería: mi madre murió porque era desgraciada, su vida amorosa había terminado muchos años atrás y sus hijo son le causaban más que problemas. Si nos vamos a un extremo diré que mi madre murió por la ausencia de más vicios. Fumar fue uno de sus pocos placeres y si un médico me dice que eso fue la causa de su muerte, después de reírme le diré que justamente esa fue al causa de su vida (l aprincipal causa de la muerte es la vida misma).
Después de que varios países han decidido aplicar leyes contra fumadores, la convivencia se toma aun más precaria. Para comenzar, no son los países quienes toman esas decisiones, sino, sus gobiernos que están formados por personas que en teoría tendrían que razonar. No me imagino un bar sin fumadores, de la misma manera que no me imagino sin vino, pero en pos de la buena convivencia se tendrían que abrir bares para quienes no fumen o para quienes consideren que los daños causados por el humo son intolerables, en vez de poner normas arbitrarias. Una sociedad sin diálogo no merece vivirse porque tarde o temprano se despierta la guerra o se alienta la dictadura de las instituciones. En México basta enterarse de las miserables condiciones de seguridad ambiental en que trabajan sus mineros, para reírse de las prohibiciones a los fumadores. ¿Y el ruido? Yo nunca he fumado, pero el ruido de los autos, las alarmas y los vecinos me altera tanto que un día los médicos dirán: murió a causa del ruido. Algo similar sucede en los medios: escucho decir tantas tonterías que me enfermo diariamente del estómago. Los médicos dirán murió a causa de escuchar tantas aberraciones. Las estadísticas se presentan abrumadoras: nos dicen que millones de cadáveres están en la tumba a causa del cigarro, pero esto carece de importancia cuando uno sopesa el retroceso liberal que vive una sociedad cuando se le imponen normas que no convencen a una porción importante de sus habitantes. En Alemania, las leyes contra el tabaco han sido duramente criticadas, pero desde este año se han impuesto fuertes restricciones en bares y restaurantes, aunque conozco un buen número de bares en Berlín que no están dispuestos a acatar la norma. Ahora las personas que fuman deben salir a la calle si desean encender un cigarro (me he visto en la necesidad de solicitarle a un mesero que lleve mi cerveza a la acera para no dejar que mi acompañante fume en solitario) Con el estimulo de la globalización. Europa impone normas de manera estalinista cuando supuestamente el liberalismo tendría que haberla llevado por un camino de tolerancia, convivencia y diálogo. Quiero culminar esta nota diciendo que pese a los daños que pudiera causarme el ser un fumador pasivo me tiene sin cuidado: no me gustan los diagnósticos abstractos y moralistas, ni que sean los más conservadores o las personas sin vicios quienes me impongan su idea de la salud y la felicidad.
Muerto a causa del ruido.
TEXTO: GUILLERMO FADANELLI.
Prohibir es una palabra que no me gusta. Me suena a imposición o a limitación de la libertad. Sugerir, convencer, disuadir, son palabras menos definitiva, y más amables para los oídos de seres que razonan. Prohibir es impedir el paso, poner obstáculos, decidir sobre lo que otro debe o no hacer. La vida sería imposible en una sociedad sin prohibiciones, es cierto, pero menos dramático sería que en vez de las instituciones fuera cada uno de los habitantes de la comunidad quien se impusiera los limites convenientes para la buena convivencia. Esto es una utopía, se me acusará con toda justicia, sero seguiré pensando que algo así es posible entre personas razonables. Mi Madre murió a causa de fumar toda su vida, al menos eso es lo que opinaron los médicos (como si las personas murieran de una solo causa). Me resistí a creer en tamaña tontería: mi madre murió porque era desgraciada, su vida amorosa había terminado muchos años atrás y sus hijo son le causaban más que problemas. Si nos vamos a un extremo diré que mi madre murió por la ausencia de más vicios. Fumar fue uno de sus pocos placeres y si un médico me dice que eso fue la causa de su muerte, después de reírme le diré que justamente esa fue al causa de su vida (l aprincipal causa de la muerte es la vida misma).
Después de que varios países han decidido aplicar leyes contra fumadores, la convivencia se toma aun más precaria. Para comenzar, no son los países quienes toman esas decisiones, sino, sus gobiernos que están formados por personas que en teoría tendrían que razonar. No me imagino un bar sin fumadores, de la misma manera que no me imagino sin vino, pero en pos de la buena convivencia se tendrían que abrir bares para quienes no fumen o para quienes consideren que los daños causados por el humo son intolerables, en vez de poner normas arbitrarias. Una sociedad sin diálogo no merece vivirse porque tarde o temprano se despierta la guerra o se alienta la dictadura de las instituciones. En México basta enterarse de las miserables condiciones de seguridad ambiental en que trabajan sus mineros, para reírse de las prohibiciones a los fumadores. ¿Y el ruido? Yo nunca he fumado, pero el ruido de los autos, las alarmas y los vecinos me altera tanto que un día los médicos dirán: murió a causa del ruido. Algo similar sucede en los medios: escucho decir tantas tonterías que me enfermo diariamente del estómago. Los médicos dirán murió a causa de escuchar tantas aberraciones. Las estadísticas se presentan abrumadoras: nos dicen que millones de cadáveres están en la tumba a causa del cigarro, pero esto carece de importancia cuando uno sopesa el retroceso liberal que vive una sociedad cuando se le imponen normas que no convencen a una porción importante de sus habitantes. En Alemania, las leyes contra el tabaco han sido duramente criticadas, pero desde este año se han impuesto fuertes restricciones en bares y restaurantes, aunque conozco un buen número de bares en Berlín que no están dispuestos a acatar la norma. Ahora las personas que fuman deben salir a la calle si desean encender un cigarro (me he visto en la necesidad de solicitarle a un mesero que lleve mi cerveza a la acera para no dejar que mi acompañante fume en solitario) Con el estimulo de la globalización. Europa impone normas de manera estalinista cuando supuestamente el liberalismo tendría que haberla llevado por un camino de tolerancia, convivencia y diálogo. Quiero culminar esta nota diciendo que pese a los daños que pudiera causarme el ser un fumador pasivo me tiene sin cuidado: no me gustan los diagnósticos abstractos y moralistas, ni que sean los más conservadores o las personas sin vicios quienes me impongan su idea de la salud y la felicidad.