LA CIENCIA POR GUSTO: UNA BUENA COLUMNA DE UN AMIGO
Oh, lo siento, es que en ocasiones, sencillamente les posteo la columna de Martín, y omito algunas cosas que él cuenta o dice a sus contactos. La fecha del artículo es Miércoles 21 de diciembre, 2005.
Qué interesante lo de Doroty, ji, ji, ji.
Saludos
Qué interesante lo de Doroty, ji, ji, ji.
Saludos
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Aquí les posteo las dos últimas columnas.
Saludos
MILENIO DIARIO
Enero 4, 2006
La ciencia por gusto - Martín Bonfil Olivera
Curiosidades de Año Nuevo
El Año Nuevo es buena ocasión para formular propósitos, hacer listas de
logros, enviar deseos a los amigos... y también para ver muchas tonterías
en la televisión.
Este año, por ejemplo, amén de soportar las predicciones astrológicas
-siempre vagas y frívolas, y nunca acompañadas de una sana evaluación de
cuántas de las del año pasado efectivamente se cumplieron-, pude enterarme
de que por sólo unos cientos de pesos puedo comprar el "cirio de la
abundancia", debidamente ritualizado, activado y listo para usarse
("¡enciéndalo con cerillos de madera, nunca con encendedor!"). También de
que para tener un buen año hay que tomar una llave y engarzarla en un
listón rojo al que se le deben hacer varios nudos. Y aprendí que la baba de
caracol (!) es lo mejor que existe para prevenir las arrugas y eliminar el
acné, gracias a su alto contenido de alantoína (el último compuesto de
moda, luego de la melatonina, la creatinina y tantos otros&)
Si piensa usted que a continuación voy a decir que en el riguroso mundo de
la ciencia no se encuentran este tipo de cosas ridículas, tengo sorpresas.
Más allá del fraude clonatorio comentado aquí el año pasado -hace una
semana-, los mejores ejemplos los halla uno en la entrega de los premios Ig
Nobel, una especie de Nobel alternativos y humorísticos, pero verídicos,
que se entregan cada octubre para reconocer investigaciones que no pueden
-o no merecen- ser reproducidas.
No había podido comentar aquí los del año pasado: el de física lo ganaron,
por ejemplo, dos científicos de la Universidad de Queensland, Australia,
por haber monitoreado desde 1927 gotas de brea que caen por un embudo al
ritmo de una cada 9 años, con el fin de demostrar sin lugar a dudas que se
trata de un líquido, y no de un sólido, como aparenta. El premio de química
lo recibieron investigadores de la Universidad de Minesota por demostrar
que se puede nadar igual de rápido en jarabe de goma guar (un espesante
para alimentos) que en agua. El Ig Nobel de dinámica de fluidos se otorgó a
un equipo trinacional que calculó la presión que acumula el intestino de
los pingüinos para expulsar su excremento a 40 centímetros de sus nidos
(respuesta: unas 8 veces la presión de los intestinos humanos). El de
biología lo ganó otro equipo internacional por identificar los olores
particulares que exudan 131 especies de ranas cuando se estresan. Y el de
la paz (mi favorito) se otorgó a unos ingleses que identificaron en ciertas
langostas una neurona que se activa cuando se le muestran escenas en que
aparece Darth Vader.
Pero no sólo en los Ig Nobel halla uno ejemplos de ciencia aparentemente
absurda (aunque, insisto, legítima). Recientemente investigadores de la
Escuela de Textiles y Diseño de la Universidad Heriot-Watt, en Escocia,
anunciaron un estudio para averiguar cómo influye la ropa en la percepción
que la gente tiene de& ¡los traseros de las mujeres!
La cosmología es quizá la rama de la ciencia que más pone a prueba nuestra
credulidad. El concepto mismo del Big Bang -la gran explosión que dio
origen al universo- presupone la pregunta obvia: ¿qué hubo antes? La
respuesta estándar (que no tiene sentido preguntarlo, ya que con el Big
Bang se creó el tiempo mismo, junto con el espacio) es tan insatisfactoria
como la explicación del misterio de la Santísima Trinidad.
Más recientemente, dos investigadores de Washington y Harvard publicaron
una hipótesis sobre por qué nuestro universo, que según la teoría de las
supercuerdas debería presentar nueve dimensiones, tiene sólo tres. La
respuesta: sólo un universo de tres dimensiones puede existir sin irse
destruyendo conforme se expande (también podría existir uno de siete, pero
en él no sería posible la existencia de planetas con órbitas estables
alrededor de las estrellas, y por tanto de la vida). O sea, quizá el
universo, formado por vibraciones de supercuerdas y originado de la nada en
una explosión misteriosa, está perfectamente calibrado para que podamos
existir. ¿Increíble? No más que las predicciones astrológicas. Pero hay una
diferencia: las teorías cosmológicas no son embustes para obtener dinero
fácil; están apoyadas en evidencia empírica y teórica que nos hacen confiar
en que tienen algo que ver con la realidad. ¡Lástima que no ofrezcan
prosperidad instantánea!
<mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
____________________________________________________
Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
email: mbonfil@servidor.unam.mx
Universum, Edificio A, tercer piso,
Circuito Cultural, Ciudad Universitaria, México D. F.
** Consulta El Muégano Divulgador,
** boletín para divulgadores de la ciencia, en:
** http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/
***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece los
miércoles en el periódico Milenio Diario
Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/********
_________________________________________________________
Saludos
MILENIO DIARIO
Enero 4, 2006
La ciencia por gusto - Martín Bonfil Olivera
Curiosidades de Año Nuevo
El Año Nuevo es buena ocasión para formular propósitos, hacer listas de
logros, enviar deseos a los amigos... y también para ver muchas tonterías
en la televisión.
Este año, por ejemplo, amén de soportar las predicciones astrológicas
-siempre vagas y frívolas, y nunca acompañadas de una sana evaluación de
cuántas de las del año pasado efectivamente se cumplieron-, pude enterarme
de que por sólo unos cientos de pesos puedo comprar el "cirio de la
abundancia", debidamente ritualizado, activado y listo para usarse
("¡enciéndalo con cerillos de madera, nunca con encendedor!"). También de
que para tener un buen año hay que tomar una llave y engarzarla en un
listón rojo al que se le deben hacer varios nudos. Y aprendí que la baba de
caracol (!) es lo mejor que existe para prevenir las arrugas y eliminar el
acné, gracias a su alto contenido de alantoína (el último compuesto de
moda, luego de la melatonina, la creatinina y tantos otros&)
Si piensa usted que a continuación voy a decir que en el riguroso mundo de
la ciencia no se encuentran este tipo de cosas ridículas, tengo sorpresas.
Más allá del fraude clonatorio comentado aquí el año pasado -hace una
semana-, los mejores ejemplos los halla uno en la entrega de los premios Ig
Nobel, una especie de Nobel alternativos y humorísticos, pero verídicos,
que se entregan cada octubre para reconocer investigaciones que no pueden
-o no merecen- ser reproducidas.
No había podido comentar aquí los del año pasado: el de física lo ganaron,
por ejemplo, dos científicos de la Universidad de Queensland, Australia,
por haber monitoreado desde 1927 gotas de brea que caen por un embudo al
ritmo de una cada 9 años, con el fin de demostrar sin lugar a dudas que se
trata de un líquido, y no de un sólido, como aparenta. El premio de química
lo recibieron investigadores de la Universidad de Minesota por demostrar
que se puede nadar igual de rápido en jarabe de goma guar (un espesante
para alimentos) que en agua. El Ig Nobel de dinámica de fluidos se otorgó a
un equipo trinacional que calculó la presión que acumula el intestino de
los pingüinos para expulsar su excremento a 40 centímetros de sus nidos
(respuesta: unas 8 veces la presión de los intestinos humanos). El de
biología lo ganó otro equipo internacional por identificar los olores
particulares que exudan 131 especies de ranas cuando se estresan. Y el de
la paz (mi favorito) se otorgó a unos ingleses que identificaron en ciertas
langostas una neurona que se activa cuando se le muestran escenas en que
aparece Darth Vader.
Pero no sólo en los Ig Nobel halla uno ejemplos de ciencia aparentemente
absurda (aunque, insisto, legítima). Recientemente investigadores de la
Escuela de Textiles y Diseño de la Universidad Heriot-Watt, en Escocia,
anunciaron un estudio para averiguar cómo influye la ropa en la percepción
que la gente tiene de& ¡los traseros de las mujeres!
La cosmología es quizá la rama de la ciencia que más pone a prueba nuestra
credulidad. El concepto mismo del Big Bang -la gran explosión que dio
origen al universo- presupone la pregunta obvia: ¿qué hubo antes? La
respuesta estándar (que no tiene sentido preguntarlo, ya que con el Big
Bang se creó el tiempo mismo, junto con el espacio) es tan insatisfactoria
como la explicación del misterio de la Santísima Trinidad.
Más recientemente, dos investigadores de Washington y Harvard publicaron
una hipótesis sobre por qué nuestro universo, que según la teoría de las
supercuerdas debería presentar nueve dimensiones, tiene sólo tres. La
respuesta: sólo un universo de tres dimensiones puede existir sin irse
destruyendo conforme se expande (también podría existir uno de siete, pero
en él no sería posible la existencia de planetas con órbitas estables
alrededor de las estrellas, y por tanto de la vida). O sea, quizá el
universo, formado por vibraciones de supercuerdas y originado de la nada en
una explosión misteriosa, está perfectamente calibrado para que podamos
existir. ¿Increíble? No más que las predicciones astrológicas. Pero hay una
diferencia: las teorías cosmológicas no son embustes para obtener dinero
fácil; están apoyadas en evidencia empírica y teórica que nos hacen confiar
en que tienen algo que ver con la realidad. ¡Lástima que no ofrezcan
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Martín Bonfil Olivera
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miércoles en el periódico Milenio Diario
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MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto-Martín Bonfil Olivera
Clonaciones fraudulentas
No sé si en Corea se celebre la Navidad, pero sí que el científico Hwang
Woo-suk está teniendo la peor de su vida.
Hwang saltó a la fama en 2004 por ser el primero en clonar, a partir de
células embrionarias, una línea de células precursoras humanas (células
madre o troncales). El logro abría en la práctica el camino a desarrollar
importantes terapias para combatir enfermedades degenerativas (Alzheimer,
Parkinson, diabetes...) e incluso para el desarrollo de órganos clonados
para transplantes que no causarían rechazo.
La fama de Hwang creció al anunciar en agosto la creación de Snuppy, el
primer perro clonado. Y llegó a la apoteosis cuando en junio de este año
dio a conocer la exitosa clonación y cultivo de 11 líneas de células
obtenidas a partir de individuos con diabetes, enfermedades inmunitarias o
lesiones de la médula espinal. La clonación se logró con la misma técnica
de transferencia nuclear con que se creó a la famosa oveja Dolly, y el
equipo de Hwang lo consiguió con mucha mayor eficiencia que nadie
anteriormente: con sólo unos 15 intentos, en vez de los 230 que requirieron
en 2004.
Todo esto bastaría para garantizar que Hwang Woo-suk formara parte de la
historia de la medicina. Sin embargo dos escándalos lo han convertido en
algo más: un protagonista de la historia de los fraudes científicos.
La primera crisis se desató el 10 de noviembre, cuando comenzó a circular
la versión de que Hwang había pagado a colaboradoras suyas para que donaran
los óvulos utilizados en el estudio de 2004. Esto no era ilegal según las
leyes coreanas (que luego fueron modificadas), aunque sí contravenía las
prácticas bioéticas internacionales. El escándalo creció cuando uno de los
colaboradores de Hwang, Gerald Schatten, declaró que no trabajaría más con
él y pidió se retirara su nombre del artículo de 2005.
Finalmente, Hwang tuvo que admitir los pagos. Aunque su prestigio
profesional fue afectado, el apoyo de sus compatriotas al "científico
número uno de Corea" creció: la gente se manifestaba a su favor y las
donadoras voluntarias de óvulos se contaban por cientos. Hwang seguía
siendo un héroe nacional.
Pero hubo un segundo escándalo: el 4 de diciembre Hwang escribió a Science
para anunciar que algunas fotos del artículo de 2005, que servían para
comprobar que las células precursoras clonadas efectivamente eran
genéticamente idénticas a las de los pacientes, habían sido
"involuntariamente" duplicadas. A partir de ahí, se desató una rigurosa
investigación: los investigadores fueron interrogados, los discos duros de
las computadoras se retiraron y se revisaron todas las bitácoras de
laboratorio.
El pasado 24, la comisión investigadora concluyó preliminarmente que el
equipo de Hwang alteró intencionalmente los datos publicados. Al parecer,
la evidencia de las 11 líneas celulares obtenidas es falsa. Todo parece
indicar que Hwang y sus colaboradores utilizaron la información de sólo 2
líneas celulares para hacer creer que habían obtenido 11. Además, la
eficiencia de la clonación parece haber sido también exagerada.
Hwang ha aceptado la culpa y ha renunciado a sus puestos, en medio de la
vergüenza internacional. Los libros para niños sobre sus logros (con
títulos como La bella ruta vital de Hwang Woo-suk o Niños, aprendamos del
éxito de Hwang Woo-suk) han sido retirados de los estantes. Aunque habrá
que esperar unos días para saber si efectivamente Hwang había logrado
obtener las células madre clonadas de los pacientes, todas sus
investigaciones están hoy bajo sospecha.
¿Quién tiene la culpa? Es pronto para saberlo. Quizá Hwang, motivado por la
promesa de fama y éxito. Quizá algún colaborador malicioso (Hwang afirma
que fue un colega suyo, Kim Seon-jeong, quien falsificó los datos, aunque
Kim afirma que lo hizo por instrucciones de Hwang). Y sin embargo, aunque
podría pensarse que este caso socava la credibilidad de la ciencia, sería
más justo reconocer que los mecanismos internos del proceso científico,
aunque no están diseñados específicamente para detectar fraudes, sí han
permitido reconocer éste y dar los pasos necesarios para corregir sus
efectos. La confianza en la ciencia se refuerza, no se debilita, cada vez
que un fraude sale a la luz.
De lo que no cabe duda es que el año nuevo de Hwang no será prometedor.
Todo lo contrario de lo que desde aquí se le desea a usted, querido lector
o lectora.
<mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
____________________________________________________
Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
email: mbonfil@servidor.unam.mx
Universum, Edificio A, tercer piso,
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Clonaciones fraudulentas
No sé si en Corea se celebre la Navidad, pero sí que el científico Hwang
Woo-suk está teniendo la peor de su vida.
Hwang saltó a la fama en 2004 por ser el primero en clonar, a partir de
células embrionarias, una línea de células precursoras humanas (células
madre o troncales). El logro abría en la práctica el camino a desarrollar
importantes terapias para combatir enfermedades degenerativas (Alzheimer,
Parkinson, diabetes...) e incluso para el desarrollo de órganos clonados
para transplantes que no causarían rechazo.
La fama de Hwang creció al anunciar en agosto la creación de Snuppy, el
primer perro clonado. Y llegó a la apoteosis cuando en junio de este año
dio a conocer la exitosa clonación y cultivo de 11 líneas de células
obtenidas a partir de individuos con diabetes, enfermedades inmunitarias o
lesiones de la médula espinal. La clonación se logró con la misma técnica
de transferencia nuclear con que se creó a la famosa oveja Dolly, y el
equipo de Hwang lo consiguió con mucha mayor eficiencia que nadie
anteriormente: con sólo unos 15 intentos, en vez de los 230 que requirieron
en 2004.
Todo esto bastaría para garantizar que Hwang Woo-suk formara parte de la
historia de la medicina. Sin embargo dos escándalos lo han convertido en
algo más: un protagonista de la historia de los fraudes científicos.
La primera crisis se desató el 10 de noviembre, cuando comenzó a circular
la versión de que Hwang había pagado a colaboradoras suyas para que donaran
los óvulos utilizados en el estudio de 2004. Esto no era ilegal según las
leyes coreanas (que luego fueron modificadas), aunque sí contravenía las
prácticas bioéticas internacionales. El escándalo creció cuando uno de los
colaboradores de Hwang, Gerald Schatten, declaró que no trabajaría más con
él y pidió se retirara su nombre del artículo de 2005.
Finalmente, Hwang tuvo que admitir los pagos. Aunque su prestigio
profesional fue afectado, el apoyo de sus compatriotas al "científico
número uno de Corea" creció: la gente se manifestaba a su favor y las
donadoras voluntarias de óvulos se contaban por cientos. Hwang seguía
siendo un héroe nacional.
Pero hubo un segundo escándalo: el 4 de diciembre Hwang escribió a Science
para anunciar que algunas fotos del artículo de 2005, que servían para
comprobar que las células precursoras clonadas efectivamente eran
genéticamente idénticas a las de los pacientes, habían sido
"involuntariamente" duplicadas. A partir de ahí, se desató una rigurosa
investigación: los investigadores fueron interrogados, los discos duros de
las computadoras se retiraron y se revisaron todas las bitácoras de
laboratorio.
El pasado 24, la comisión investigadora concluyó preliminarmente que el
equipo de Hwang alteró intencionalmente los datos publicados. Al parecer,
la evidencia de las 11 líneas celulares obtenidas es falsa. Todo parece
indicar que Hwang y sus colaboradores utilizaron la información de sólo 2
líneas celulares para hacer creer que habían obtenido 11. Además, la
eficiencia de la clonación parece haber sido también exagerada.
Hwang ha aceptado la culpa y ha renunciado a sus puestos, en medio de la
vergüenza internacional. Los libros para niños sobre sus logros (con
títulos como La bella ruta vital de Hwang Woo-suk o Niños, aprendamos del
éxito de Hwang Woo-suk) han sido retirados de los estantes. Aunque habrá
que esperar unos días para saber si efectivamente Hwang había logrado
obtener las células madre clonadas de los pacientes, todas sus
investigaciones están hoy bajo sospecha.
¿Quién tiene la culpa? Es pronto para saberlo. Quizá Hwang, motivado por la
promesa de fama y éxito. Quizá algún colaborador malicioso (Hwang afirma
que fue un colega suyo, Kim Seon-jeong, quien falsificó los datos, aunque
Kim afirma que lo hizo por instrucciones de Hwang). Y sin embargo, aunque
podría pensarse que este caso socava la credibilidad de la ciencia, sería
más justo reconocer que los mecanismos internos del proceso científico,
aunque no están diseñados específicamente para detectar fraudes, sí han
permitido reconocer éste y dar los pasos necesarios para corregir sus
efectos. La confianza en la ciencia se refuerza, no se debilita, cada vez
que un fraude sale a la luz.
De lo que no cabe duda es que el año nuevo de Hwang no será prometedor.
Todo lo contrario de lo que desde aquí se le desea a usted, querido lector
o lectora.
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Martín Bonfil Olivera
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miércoles en el periódico Milenio Diario
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[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Y otra columna que me acaba de llegar.
Saludos
MILENIO DIARIO
Miércoles 11-enero. Actualización 04:56 Hrs.
La ciencia por gusto - Martín Bonfil Olivera
Bacterias y sorpresas en los tiempos del cólera
11-enero-06
Una de las características más interesantes -aunque también más
desesperantes- de la ciencia es que el conocimiento que nos proporciona se
halla en constante cambio. Esto quiere decir que lo que uno sabe puede
dejar de ser válido de un momento a otro& pero también que en cualquier
momento puede uno encontrar sorpresas.
Recientemente un artículo publicado en la revista Nature (16 de diciembre)
proporciona justo un ejemplo de este tipo de novedades: se trata de la
conexión que existe entre la ecología, la genética y la fisiología de la
bacteria causante del cólera (Vibrio cholerae) y la presencia de un
compuesto llamado quitina en el agua de mar.
La quitina es el polímero más abundante en la naturaleza, después de la
celulosa (en el mar, es el número uno). Usted la conoce bien, porque es uno
de los componentes principales de los caparazones de insectos y crustáceos.
Cuando uno pela un camarón (o una langosta, si hay más suerte), o bien
cuando aplasta a una cucaracha, lo que truena es precisamente esa "cáscara"
rígida, que los expertos denominan exoesqueleto (pues estos animales no
tienen huesos, y es el caparazón de quitina lo que les da rigidez a sus
cuerpos).
Los polímeros son moléculas gigantescas, formadas por la unión de miles de
moléculas más pequeñas conocidas como monómeros. Todos los plásticos son
polímeros, aunque artificiales. La celulosa, que forma la pared rígida que
rodea a las células vegetales -la madera está hecha principalmente de
celulosa, al igual que el papel, el algodón y muchos otros productos
vegetales- es, como decíamos, el que más abunda en la naturaleza. Se dice
que es un polisacárido, pues está formada por millones de unidades del
azúcar glucosa (es curioso pensarlo: tanto la madera como la ropa de
algodón están hechas, en gran medida, ¡de azúcar! Si no podemos sentir su
sabor es porque las moléculas individuales están presas en las largas
cadenas ramificadas de celulosa). La quitina está también formada por un
azúcar, aunque un poco más complicada (llamada, por si sentía usted
curiosidad, N-acetilglucosamina).
Pues bien: se ha descubierto que la bacteria del cólera, que normalmente
vive en el mar -de donde sale de vez en cuando a causar epidemias en tierra
firme- no simplemente se la pasa nadando por ahí, sino que suele proliferar
en donde hay quitina (es decir, en donde haya plancton, crustáceos, algas u
hongos, todos los cuales contienen este polisacárido).
De hecho, a diferencia de lo que se pensaba hasta hace unos años, hoy se
sabe que muchas bacterias, más que la vida libre, prefieren vivir en
comunidades compactas llamadas biofilmes o biopelículas, en las que las
bacterias se establecen, normalmente junto con otras especies de
microorganismos, sobre alguna superficie (una roca, el caparazón de un
crustáceo, nuestros dientes -la placa dental es un biofilme). La película
se mantiene unida gracias a sustancias adhesivas que segregan las mismas
bacterias.
La formación de biofilmes favorece el desarrollo de las bacterias. Pero lo
novedoso es que se ha descubierto que cuando V. cholerae los forma en
presencia de quitina, por ejemplo al crecer sobre las conchas de pequeños
crustáceos, se activa otra interesante capacidad oculta de esta bacteria:
la de intercambiar información genética con sus congéneres y la de tomar el
material genético (ADN) que otras bacterias hayan liberado al medio -por
ejemplo al morir- e incorporarlo a su propio genoma.
¿Cuál es la utilidad de este intercambio genético favorecido por la
quitina? La misma que tiene el sexo en los organismos que lo presentan:
aumentar las posibilidades de supervivencia de la bacteria al poner a su
disposición nuevos genes que le pueden resultar útiles en condiciones
adversas. Muchos de los genes que le proporcionan a V. cholerae la
capacidad de ser resistente a antibióticos se adquieren de esta forma.
De modo que bioquímica, genética, ecología y salud se ven unidas por un
polisacárido, la quitina: los biofilmes formados sobre esta sustancia
aumentan las capacidades de supervivencia de V. cholerae. Uno nunca puede
saber dónde surgirán nuevas conexiones inesperadas en el mundo natural, ni
cuándo el avance de la ciencia nos las revelará. En ciencia, las sorpresas
nunca se acaban.
<mailto:bonfil@servidor.unam.mx>bonfil@servidor.unam.<mailto:bonfil@servidor.unam.mx>mx
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Martín Bonfil Olivera
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Bacterias y sorpresas en los tiempos del cólera
11-enero-06
Una de las características más interesantes -aunque también más
desesperantes- de la ciencia es que el conocimiento que nos proporciona se
halla en constante cambio. Esto quiere decir que lo que uno sabe puede
dejar de ser válido de un momento a otro& pero también que en cualquier
momento puede uno encontrar sorpresas.
Recientemente un artículo publicado en la revista Nature (16 de diciembre)
proporciona justo un ejemplo de este tipo de novedades: se trata de la
conexión que existe entre la ecología, la genética y la fisiología de la
bacteria causante del cólera (Vibrio cholerae) y la presencia de un
compuesto llamado quitina en el agua de mar.
La quitina es el polímero más abundante en la naturaleza, después de la
celulosa (en el mar, es el número uno). Usted la conoce bien, porque es uno
de los componentes principales de los caparazones de insectos y crustáceos.
Cuando uno pela un camarón (o una langosta, si hay más suerte), o bien
cuando aplasta a una cucaracha, lo que truena es precisamente esa "cáscara"
rígida, que los expertos denominan exoesqueleto (pues estos animales no
tienen huesos, y es el caparazón de quitina lo que les da rigidez a sus
cuerpos).
Los polímeros son moléculas gigantescas, formadas por la unión de miles de
moléculas más pequeñas conocidas como monómeros. Todos los plásticos son
polímeros, aunque artificiales. La celulosa, que forma la pared rígida que
rodea a las células vegetales -la madera está hecha principalmente de
celulosa, al igual que el papel, el algodón y muchos otros productos
vegetales- es, como decíamos, el que más abunda en la naturaleza. Se dice
que es un polisacárido, pues está formada por millones de unidades del
azúcar glucosa (es curioso pensarlo: tanto la madera como la ropa de
algodón están hechas, en gran medida, ¡de azúcar! Si no podemos sentir su
sabor es porque las moléculas individuales están presas en las largas
cadenas ramificadas de celulosa). La quitina está también formada por un
azúcar, aunque un poco más complicada (llamada, por si sentía usted
curiosidad, N-acetilglucosamina).
Pues bien: se ha descubierto que la bacteria del cólera, que normalmente
vive en el mar -de donde sale de vez en cuando a causar epidemias en tierra
firme- no simplemente se la pasa nadando por ahí, sino que suele proliferar
en donde hay quitina (es decir, en donde haya plancton, crustáceos, algas u
hongos, todos los cuales contienen este polisacárido).
De hecho, a diferencia de lo que se pensaba hasta hace unos años, hoy se
sabe que muchas bacterias, más que la vida libre, prefieren vivir en
comunidades compactas llamadas biofilmes o biopelículas, en las que las
bacterias se establecen, normalmente junto con otras especies de
microorganismos, sobre alguna superficie (una roca, el caparazón de un
crustáceo, nuestros dientes -la placa dental es un biofilme). La película
se mantiene unida gracias a sustancias adhesivas que segregan las mismas
bacterias.
La formación de biofilmes favorece el desarrollo de las bacterias. Pero lo
novedoso es que se ha descubierto que cuando V. cholerae los forma en
presencia de quitina, por ejemplo al crecer sobre las conchas de pequeños
crustáceos, se activa otra interesante capacidad oculta de esta bacteria:
la de intercambiar información genética con sus congéneres y la de tomar el
material genético (ADN) que otras bacterias hayan liberado al medio -por
ejemplo al morir- e incorporarlo a su propio genoma.
¿Cuál es la utilidad de este intercambio genético favorecido por la
quitina? La misma que tiene el sexo en los organismos que lo presentan:
aumentar las posibilidades de supervivencia de la bacteria al poner a su
disposición nuevos genes que le pueden resultar útiles en condiciones
adversas. Muchos de los genes que le proporcionan a V. cholerae la
capacidad de ser resistente a antibióticos se adquieren de esta forma.
De modo que bioquímica, genética, ecología y salud se ven unidas por un
polisacárido, la quitina: los biofilmes formados sobre esta sustancia
aumentan las capacidades de supervivencia de V. cholerae. Uno nunca puede
saber dónde surgirán nuevas conexiones inesperadas en el mundo natural, ni
cuándo el avance de la ciencia nos las revelará. En ciencia, las sorpresas
nunca se acaban.
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** boletín para divulgadores de la ciencia, en:
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Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/********
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[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Pues aquí está la última columna que me llegó. Trata sobre el humanoide de Yucatán.
Saludos
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto - Martín Bonfil Olivera
Cómo tratar a los charlatanes
18-enero-06
Charlantes hay en todos lados: desde el que nos pregunta dónde quedó la
bolita hasta el que nos quiere vender champú con ADN de canguro para que
nuestro cabello brille más.
El problema es que algunos se hacen pasar por científicos, y entonces no es
tan fácil ignorarlos o darles la vuelta. Se impone algún tipo de respuesta,
sin darles a la vez la oportunidad de aprovechar su popularidad para
ponerlo a uno en ridículo como un "científico intolerante y dogmático".
Cosa que sucede con bastante frecuencia cuando charlatanes y científicos se
enfrentan en debates televisivos: los científicos acaban siendo los
aguafiestas que no quieren aceptar que existen "otras visiones" de la
realidad (y es tales visiones sí que existen, sólo que no son científicas).
MILENIO Diario reportó ayer un magnífico ejemplo (aunque quizá
involuntario) de cómo se puede tratar a los charlatanes más burdos:
pitorreándose de ellos. Se trata de unos muchachos yucatecos que planearon
un pequeño engaño para burlarse y quizá aprovecharse de Jaime Maussan, el
conocido "experto" en el llamado fenómeno OVNI (es decir, la creencia de
que cuando vemos una luz o un puntito en el cielo y no sabemos qué es, ello
constituye prueba "científica" de que nos visitan civilizaciones
extraterrestres).
Maussan es bien conocido por presentar videos o fotos de objetos borrosos,
mal iluminados y provenientes de fuentes poco confiables, y a continuación
afirmar que son pruebas contundentes de la presencia de extraterrestres en
nuestro planeta. También acostumbra tachar a todo aquel que cuestione sus
"pruebas" de dogmático y cerrado. Lo que lograron los jovencitos yucatecos,
que según MILENIO sólo pretendían "sacarle una lana" a Maussán, fue
demostrar lo poco confiable de sus criterios.
Para ello utilizaron un teléfono celular con cámara y una máscara de hule
comprada en un carnaval en Mérida. La filmación muestra a un supuesto
extraterrestre que se oculta ("desaparece", según Maussán) detrás de un
poste. ¿Precario? Quizá, pero el pez mordió el anzuelo: "La evidencia
extraterrestre" fue transmitida por Televisa durante la pasada edición del
programa Otro rollo, que conduce Adal Ramones", reporta MILENIO.
La estrategia de caballo de Troya de estos jóvenes ha sido usada en muchas
ocasiones para demostrar la poca credibilidad de algún charlatán. Pero no
siempre se puede tratar así al enemigo: hay ocasiones en que uno no puede
simplemente pitorrearse, y se hace necesario buscar tácticas más elegantes.
Es lo que hizo la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia
(AAAS, por sus siglas en inglés) para dar cachetada con guante blanco a los
extremistas religiosos que insisten en introducir visiones creacionistas en
las clases de biología en los Estados Unidos (disfrazadas, claro, con el
ropaje seudocientífico de la teoría del "diseño inteligente").
En su edición del pasado 23 de diciembre Science, la revista de la
asociación, publicó su nombramiento del "avance científico del año",
distinción que otorgó nada menos que a la evolución.
Aunque no precisamente a la teoría formulada por Charles Darwin, la cual
después de todo está por cumplir 150 años (se publicó en 1959). Más bien,
Science eligió reconocer a una serie de investigaciones de lo más variado
que muestran que los científicos están pudiendo estudiar a la evolución en
vivo y en "tiempo real", gracias a las nuevas herramientas moleculares con
que cuentan.
Y es que el auge de la genómica ha permitido realizar estudios que en
tiempos anteriores eran sólo teoría, como la famosa comparación entre el
genoma del chimpancé "nuestro pariente evolutivo más cercano" y el humano;
pronto podremos estudiar, por ejemplo, qué genes hacen que un cerebro
humano sea diferente del de un simio, o qué genes nos hacen susceptibles a
enfermedades como la hepatitis o el Sida, al que nuestros primos son
inmunes. También se está estudiando a nivel genético, en peces, insectos y
aves, cómo se producen nuevas especies: una población va divergiendo poco a
poco hasta formar especies separadas.
En otras palabras, la AAAS, al premiar a la evolución, muestra que algo que
los científicos estudian a diario no puede ser "sólo una teoría". Una
manera elegante de cerrar la boca a los charlatanes creacionistas. Aunque a
veces se antojaría más tratarlos como a Maussan: mostrando lo ridículos que
pueden ser.
<mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
____________________________________________________
Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
email: mbonfil@servidor.unam.mx
Universum, Edificio A, tercer piso,
Circuito Cultural, Ciudad Universitaria, México D. F.
** Consulta El Muégano Divulgador,
** boletín para divulgadores de la ciencia, en:
** http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/
***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece los
miércoles en el periódico Milenio Diario
Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/********
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Charlantes hay en todos lados: desde el que nos pregunta dónde quedó la
bolita hasta el que nos quiere vender champú con ADN de canguro para que
nuestro cabello brille más.
El problema es que algunos se hacen pasar por científicos, y entonces no es
tan fácil ignorarlos o darles la vuelta. Se impone algún tipo de respuesta,
sin darles a la vez la oportunidad de aprovechar su popularidad para
ponerlo a uno en ridículo como un "científico intolerante y dogmático".
Cosa que sucede con bastante frecuencia cuando charlatanes y científicos se
enfrentan en debates televisivos: los científicos acaban siendo los
aguafiestas que no quieren aceptar que existen "otras visiones" de la
realidad (y es tales visiones sí que existen, sólo que no son científicas).
MILENIO Diario reportó ayer un magnífico ejemplo (aunque quizá
involuntario) de cómo se puede tratar a los charlatanes más burdos:
pitorreándose de ellos. Se trata de unos muchachos yucatecos que planearon
un pequeño engaño para burlarse y quizá aprovecharse de Jaime Maussan, el
conocido "experto" en el llamado fenómeno OVNI (es decir, la creencia de
que cuando vemos una luz o un puntito en el cielo y no sabemos qué es, ello
constituye prueba "científica" de que nos visitan civilizaciones
extraterrestres).
Maussan es bien conocido por presentar videos o fotos de objetos borrosos,
mal iluminados y provenientes de fuentes poco confiables, y a continuación
afirmar que son pruebas contundentes de la presencia de extraterrestres en
nuestro planeta. También acostumbra tachar a todo aquel que cuestione sus
"pruebas" de dogmático y cerrado. Lo que lograron los jovencitos yucatecos,
que según MILENIO sólo pretendían "sacarle una lana" a Maussán, fue
demostrar lo poco confiable de sus criterios.
Para ello utilizaron un teléfono celular con cámara y una máscara de hule
comprada en un carnaval en Mérida. La filmación muestra a un supuesto
extraterrestre que se oculta ("desaparece", según Maussán) detrás de un
poste. ¿Precario? Quizá, pero el pez mordió el anzuelo: "La evidencia
extraterrestre" fue transmitida por Televisa durante la pasada edición del
programa Otro rollo, que conduce Adal Ramones", reporta MILENIO.
La estrategia de caballo de Troya de estos jóvenes ha sido usada en muchas
ocasiones para demostrar la poca credibilidad de algún charlatán. Pero no
siempre se puede tratar así al enemigo: hay ocasiones en que uno no puede
simplemente pitorrearse, y se hace necesario buscar tácticas más elegantes.
Es lo que hizo la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia
(AAAS, por sus siglas en inglés) para dar cachetada con guante blanco a los
extremistas religiosos que insisten en introducir visiones creacionistas en
las clases de biología en los Estados Unidos (disfrazadas, claro, con el
ropaje seudocientífico de la teoría del "diseño inteligente").
En su edición del pasado 23 de diciembre Science, la revista de la
asociación, publicó su nombramiento del "avance científico del año",
distinción que otorgó nada menos que a la evolución.
Aunque no precisamente a la teoría formulada por Charles Darwin, la cual
después de todo está por cumplir 150 años (se publicó en 1959). Más bien,
Science eligió reconocer a una serie de investigaciones de lo más variado
que muestran que los científicos están pudiendo estudiar a la evolución en
vivo y en "tiempo real", gracias a las nuevas herramientas moleculares con
que cuentan.
Y es que el auge de la genómica ha permitido realizar estudios que en
tiempos anteriores eran sólo teoría, como la famosa comparación entre el
genoma del chimpancé "nuestro pariente evolutivo más cercano" y el humano;
pronto podremos estudiar, por ejemplo, qué genes hacen que un cerebro
humano sea diferente del de un simio, o qué genes nos hacen susceptibles a
enfermedades como la hepatitis o el Sida, al que nuestros primos son
inmunes. También se está estudiando a nivel genético, en peces, insectos y
aves, cómo se producen nuevas especies: una población va divergiendo poco a
poco hasta formar especies separadas.
En otras palabras, la AAAS, al premiar a la evolución, muestra que algo que
los científicos estudian a diario no puede ser "sólo una teoría". Una
manera elegante de cerrar la boca a los charlatanes creacionistas. Aunque a
veces se antojaría más tratarlos como a Maussan: mostrando lo ridículos que
pueden ser.
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Martín Bonfil Olivera
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** Consulta El Muégano Divulgador,
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última columna. Saludos.
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto - Martín Bonfil Olivera
Geometría innata
25-enero-06
¿Cómo aprendemos geometría? ¿En los libros? ¿O nacemos sabiéndola?
Antes de responder piénselo dos veces. La geometría es importante; puede
ser cuestión de supervivencia. ¿Sería posible que cualquier animal pudiera
moverse por el mundo sin conocer algunos de sus principios básicos? ¿Podría
un cazador primitivo lanzar una flecha y acertar a su blanco sin cierta
comprensión intuitiva de conceptos como líneas, ángulos, trayectorias..?
Sócrates, 400 años antes de nuestra era, pensaba que cualquier persona
poseía ya el conocimiento de ésta y otras ciencias, y que lo único que se
necesitaba era hacer las preguntas correctas para que tal conocimiento
innato se manifestara. Platón, años más tarde, estaba convencido de que las
formas geométricas existían en un mundo ideal; los humanos, a través de sus
manifestaciones materiales imperfectas, podíamos tener acceso a ellas. Y
alrededor del 300 antes de Cristo Euclides derivó todo el conocimiento
geométrico partiendo de cinco proposiciones autoevidentes (sus famosos
cinco postulados), que nadie en su sano juicio podría negar (bueno, al
menos cuatro de ellos& el quinto no es tan evidente). ¿Será cierto que ya
traemos cierto conocimiento geométrico de fábrica, o será más bien tenemos
que aprenderlo?
La semana pasada la revista Science publicó los resultados de una
interesante investigación que busca aclarar precisamente esta cuestión. El
estudio, encabezado por Stanislas Dehaene, del Colegio de Francia,
consistió en estudiar a niños y adultos de una tribu del Amazonas -los
mundurukú- para comparar sus intuiciones geométricas con las de niños y
adultos estadunidenses.
Los mundurukú viven aislados y su lenguaje no incluye palabras para
expresar conceptos geométricos; cabría esperar que tuvieran dificultades
para adquirir culturalmente dichos conceptos. Como no tienen acceso a
medios de comunicación, enseñanza escolar, ni a instrumentos como reglas o
compases, son buenos sujetos para investigar la posible presencia de
conceptos geométricos innatos.
Los experimentos consistían en mostrar a los sujetos varios conjuntos de
seis imágenes, de las cuales cinco compartían alguna característica
geométrica (líneas paralelas o convergentes, líneas rectas o curvas,
abiertas o cerradas, diversos ángulos o formas geométricas) y una era
distinta. Se les pedía que señalaran la que era diferente, rara o fea. Los
resultados fueron muy claros: tanto niños y adultos mundurukú como niños
estadunidenses obtenían alrededor de dos terceras partes de aciertos (los
adultos estadunidenses obtenían más aciertos, como era de esperarse, pues
han tenido una educación escolar).
En otro experimento, más elaborado, se escondía un objeto en una de tres
cajas, las cuales eran colocadas con cierta relación geométrica en un área
marcada. A los sujetos se les proporcionaba un mapa que mostraba la caja
que contenía el objeto; si lograban interpretar el mapa -lo cual requería
el uso de conceptos geométricos-, aumentaban sus posibilidades de hallar el
objeto. Nuevamente, los mundurukú obtuvieron la misma puntuación que los
niños estadunidenses en las pruebas.
¿Conclusiones? Según Dehaene y sus colaboradores, "nuestros resultados
proporcionan evidencia de la existencia de intuiciones geométricas en
ausencia de educación escolar, experiencia con símbolos gráficos o mapas, o
un lenguaje rico en términos geométricos", y esto indica, añaden, que "los
conceptos geométricos básicos& son un constituyente universal de la mente
humana".
Desde un punto de vista evolutivo, tal conclusión tiene mucho sentido. Es
natural que las intuiciones geométricas básicas hayan ido desarrollándose a
lo largo de la evolución, y que hayan proporcionado una ventaja evolutiva a
las especies que las tienen.
Si los hallazgos se confirman (hay quien piensa que el estudio midió
simplemente la capacidad general de razonamiento), ¿cuál es el siguiente
paso? Investigar si estos conceptos innatos están también presentes en los
bebés, o bien averiguar a qué edad se desarrollan. Será también muy
interesante -y todo un reto- ver si están presentes, por ejemplo, en
nuestros primos más cercanos, los chimpancés.
Quizá, gracias a estudios como éstos, la eterna disyuntiva entre natura y
cultura deje de ser un campo de especulaciones para convertirse en un área
sobre la que tengamos conocimiento confiable y comprobable.
Aunque claro, no faltará quien piense que aspirar a esto es como buscarle
la cuadratura al círculo.
<mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece
todos los miércoles en el periódico Milenio Diario
Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/***
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La ciencia por gusto - Martín Bonfil Olivera
Geometría innata
25-enero-06
¿Cómo aprendemos geometría? ¿En los libros? ¿O nacemos sabiéndola?
Antes de responder piénselo dos veces. La geometría es importante; puede
ser cuestión de supervivencia. ¿Sería posible que cualquier animal pudiera
moverse por el mundo sin conocer algunos de sus principios básicos? ¿Podría
un cazador primitivo lanzar una flecha y acertar a su blanco sin cierta
comprensión intuitiva de conceptos como líneas, ángulos, trayectorias..?
Sócrates, 400 años antes de nuestra era, pensaba que cualquier persona
poseía ya el conocimiento de ésta y otras ciencias, y que lo único que se
necesitaba era hacer las preguntas correctas para que tal conocimiento
innato se manifestara. Platón, años más tarde, estaba convencido de que las
formas geométricas existían en un mundo ideal; los humanos, a través de sus
manifestaciones materiales imperfectas, podíamos tener acceso a ellas. Y
alrededor del 300 antes de Cristo Euclides derivó todo el conocimiento
geométrico partiendo de cinco proposiciones autoevidentes (sus famosos
cinco postulados), que nadie en su sano juicio podría negar (bueno, al
menos cuatro de ellos& el quinto no es tan evidente). ¿Será cierto que ya
traemos cierto conocimiento geométrico de fábrica, o será más bien tenemos
que aprenderlo?
La semana pasada la revista Science publicó los resultados de una
interesante investigación que busca aclarar precisamente esta cuestión. El
estudio, encabezado por Stanislas Dehaene, del Colegio de Francia,
consistió en estudiar a niños y adultos de una tribu del Amazonas -los
mundurukú- para comparar sus intuiciones geométricas con las de niños y
adultos estadunidenses.
Los mundurukú viven aislados y su lenguaje no incluye palabras para
expresar conceptos geométricos; cabría esperar que tuvieran dificultades
para adquirir culturalmente dichos conceptos. Como no tienen acceso a
medios de comunicación, enseñanza escolar, ni a instrumentos como reglas o
compases, son buenos sujetos para investigar la posible presencia de
conceptos geométricos innatos.
Los experimentos consistían en mostrar a los sujetos varios conjuntos de
seis imágenes, de las cuales cinco compartían alguna característica
geométrica (líneas paralelas o convergentes, líneas rectas o curvas,
abiertas o cerradas, diversos ángulos o formas geométricas) y una era
distinta. Se les pedía que señalaran la que era diferente, rara o fea. Los
resultados fueron muy claros: tanto niños y adultos mundurukú como niños
estadunidenses obtenían alrededor de dos terceras partes de aciertos (los
adultos estadunidenses obtenían más aciertos, como era de esperarse, pues
han tenido una educación escolar).
En otro experimento, más elaborado, se escondía un objeto en una de tres
cajas, las cuales eran colocadas con cierta relación geométrica en un área
marcada. A los sujetos se les proporcionaba un mapa que mostraba la caja
que contenía el objeto; si lograban interpretar el mapa -lo cual requería
el uso de conceptos geométricos-, aumentaban sus posibilidades de hallar el
objeto. Nuevamente, los mundurukú obtuvieron la misma puntuación que los
niños estadunidenses en las pruebas.
¿Conclusiones? Según Dehaene y sus colaboradores, "nuestros resultados
proporcionan evidencia de la existencia de intuiciones geométricas en
ausencia de educación escolar, experiencia con símbolos gráficos o mapas, o
un lenguaje rico en términos geométricos", y esto indica, añaden, que "los
conceptos geométricos básicos& son un constituyente universal de la mente
humana".
Desde un punto de vista evolutivo, tal conclusión tiene mucho sentido. Es
natural que las intuiciones geométricas básicas hayan ido desarrollándose a
lo largo de la evolución, y que hayan proporcionado una ventaja evolutiva a
las especies que las tienen.
Si los hallazgos se confirman (hay quien piensa que el estudio midió
simplemente la capacidad general de razonamiento), ¿cuál es el siguiente
paso? Investigar si estos conceptos innatos están también presentes en los
bebés, o bien averiguar a qué edad se desarrollan. Será también muy
interesante -y todo un reto- ver si están presentes, por ejemplo, en
nuestros primos más cercanos, los chimpancés.
Quizá, gracias a estudios como éstos, la eterna disyuntiva entre natura y
cultura deje de ser un campo de especulaciones para convertirse en un área
sobre la que tengamos conocimiento confiable y comprobable.
Aunque claro, no faltará quien piense que aspirar a esto es como buscarle
la cuadratura al círculo.
<mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
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todos los miércoles en el periódico Milenio Diario
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Columna de esta semana. Saludos.
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto - Martín Bonfil Olivera
La utilidad de lo inútil
1-febrero-06
En días pasados Román Revueltas Retes, en una penetrante serie de
colaboraciones titulada "Nostalgia de lo maravilloso", reflexionaba en
este
diario sobre la capacidad de los seres humanos para dejarnos engañar
por
todo tipo de creencias que encarnan esa cómoda y reconfortante forma de
pensar llamada pensamiento mágico. Y aventuraba la interesante
hipótesis de
que muchas veces creemos en milagros, magia, poderes extrasensoriales,
medicinas alternativas y demás formas de acercarnos a lo maravilloso
debido
a que "la ilusión de estos prodigios nos permite trascender, así sea
por
unos momentos, la brutal realidad del mundo material", con sus
problemas,
miedos, limitaciones y (sobretodo) decepciones.
Pero más adelante lanzaba un curioso y pesimista reto al lector: "Pero,
corre, ve y dile a los creyentes que tomar esas píldoras azucaradas es
tan
inútil como ingerir los placebos; comunícale a un adicto a la medicina
naturista que en cuanto le detecten un cáncer más le vale salir
corriendo
para que le administren una dosis masiva de fármacos de laboratorio;
notifícale a un fanático de la ecología que los cultivos transgénicos
son
exactamente iguales a los que la propia naturaleza ha modificado
genéticamente a lo largo del tiempo; avísale a una supersticiosa que
llevar
un cuarzo anudado en el pescuezo es como llevar una obsidiana o una
argolla
de cobre o un eslabón de carey. Hazlo. A ver cómo te va".
Tiene razón Revueltas: jugar el papel de escéptico es la receta
perfecta
para acabar etiquetado como eterno aguafiestas, cuando no de
intolerante,
cerrado y fundamentalista. Pero la verdad es que cuesta mucho quedarse
callado ante tantos engaños. Ante charlatanes que, utilizando
argumentos
deshilvanados y muchas veces incoherentes, logran sin embargo engañar
fácilmente a un público ansioso de consumir amuletos, píldoras o
artefactos
milagrosos que garantizan arreglar su vida, eliminar esos kilos de más,
atraer el amor, el dinero o la salud, y tantas otras cosas.
Y es que el problema es que, más allá de la posibilidad lógica -siempre
existente- de que quizá algunas de estas creencias alternativas
pudieran
tener alguna base (quizá sí existan vibraciones imperceptibles que
afectan
nuestra salud; quizá no sean las bacterias sino desequilibrios en los
humores corporales los que causan tal o cual enfermedad; quizá los
imanes o
los cuarzos sí logren desviar la energía negativa -por más que los
científicos digan que la energía no es ni negativa ni positiva-; quizá
una
sustancia terapéutica aumente su poder conforme esté más diluida; quizá
los
astros sí afectan nuestras vidas; quizá los extraterrestres sí nos
estén
observando detrás de las nubes -o de los postes de Mérida-); más allá
de
esa lejana posibilidad, digo, lo cierto es que ante la más que
comprobada
efectividad y precisión de las predicciones basadas en el conocimiento
científico (las vacunas sí protegen al 99 por ciento de la población;
el
satélite artificial sí logra colocarse precisamente en la órbita
prevista;
las ondas de radio o el rayo láser sí nos permiten transmitir
información a
distancia y escuchar música en nuestro hogar sin que haya músicos
presentes; la ingeniería genética sí produce nuevas variedades de trigo
más
resistentes o nutritivas...) cuesta mucho quedarse callado y no tomar
partido por la ciencia cuando ve uno que se está engañando al prójimo
ofreciéndole curas milagrosas.
Y tiene también razón Revueltas en su conclusión pesimista: no tiene
mucho
caso tratar de convencer a los creyentes en el pensamiento mágico. Pero
quisiera añadir algo: hay otro sentido, menos inmediato, en que la
empresa
de difundir el pensamiento científico -que necesaria e inevitablemente
se
opone, tarde o temprano, al pensamiento mágico-, vale indudablemente la
pena.
Y curiosamente, para alguien que proviene de las artes, como el
violinista
Revueltas, seguramente resultará familiar. Se trata del sentido que
tiene
promover la ciencia no como generadora de tecnología, o de soluciones a
problemas particulares, sino como uno de los productos más refinados de
la
cultura humana. Quizá el verdadero motivo por el que vale la pena
promover
la visión del mundo que ofrece la ciencia es la misma por la que vale
la
pena celebrar el año de Mozart y compartir su música. Ya decidirá cada
quien si prefiere escucharla o quedarse únicamente con lo que ofrece la
música grupera.
Comentarios: <mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
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todos los miércoles en el periódico Milenio Diario
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La utilidad de lo inútil
1-febrero-06
En días pasados Román Revueltas Retes, en una penetrante serie de
colaboraciones titulada "Nostalgia de lo maravilloso", reflexionaba en
este
diario sobre la capacidad de los seres humanos para dejarnos engañar
por
todo tipo de creencias que encarnan esa cómoda y reconfortante forma de
pensar llamada pensamiento mágico. Y aventuraba la interesante
hipótesis de
que muchas veces creemos en milagros, magia, poderes extrasensoriales,
medicinas alternativas y demás formas de acercarnos a lo maravilloso
debido
a que "la ilusión de estos prodigios nos permite trascender, así sea
por
unos momentos, la brutal realidad del mundo material", con sus
problemas,
miedos, limitaciones y (sobretodo) decepciones.
Pero más adelante lanzaba un curioso y pesimista reto al lector: "Pero,
corre, ve y dile a los creyentes que tomar esas píldoras azucaradas es
tan
inútil como ingerir los placebos; comunícale a un adicto a la medicina
naturista que en cuanto le detecten un cáncer más le vale salir
corriendo
para que le administren una dosis masiva de fármacos de laboratorio;
notifícale a un fanático de la ecología que los cultivos transgénicos
son
exactamente iguales a los que la propia naturaleza ha modificado
genéticamente a lo largo del tiempo; avísale a una supersticiosa que
llevar
un cuarzo anudado en el pescuezo es como llevar una obsidiana o una
argolla
de cobre o un eslabón de carey. Hazlo. A ver cómo te va".
Tiene razón Revueltas: jugar el papel de escéptico es la receta
perfecta
para acabar etiquetado como eterno aguafiestas, cuando no de
intolerante,
cerrado y fundamentalista. Pero la verdad es que cuesta mucho quedarse
callado ante tantos engaños. Ante charlatanes que, utilizando
argumentos
deshilvanados y muchas veces incoherentes, logran sin embargo engañar
fácilmente a un público ansioso de consumir amuletos, píldoras o
artefactos
milagrosos que garantizan arreglar su vida, eliminar esos kilos de más,
atraer el amor, el dinero o la salud, y tantas otras cosas.
Y es que el problema es que, más allá de la posibilidad lógica -siempre
existente- de que quizá algunas de estas creencias alternativas
pudieran
tener alguna base (quizá sí existan vibraciones imperceptibles que
afectan
nuestra salud; quizá no sean las bacterias sino desequilibrios en los
humores corporales los que causan tal o cual enfermedad; quizá los
imanes o
los cuarzos sí logren desviar la energía negativa -por más que los
científicos digan que la energía no es ni negativa ni positiva-; quizá
una
sustancia terapéutica aumente su poder conforme esté más diluida; quizá
los
astros sí afectan nuestras vidas; quizá los extraterrestres sí nos
estén
observando detrás de las nubes -o de los postes de Mérida-); más allá
de
esa lejana posibilidad, digo, lo cierto es que ante la más que
comprobada
efectividad y precisión de las predicciones basadas en el conocimiento
científico (las vacunas sí protegen al 99 por ciento de la población;
el
satélite artificial sí logra colocarse precisamente en la órbita
prevista;
las ondas de radio o el rayo láser sí nos permiten transmitir
información a
distancia y escuchar música en nuestro hogar sin que haya músicos
presentes; la ingeniería genética sí produce nuevas variedades de trigo
más
resistentes o nutritivas...) cuesta mucho quedarse callado y no tomar
partido por la ciencia cuando ve uno que se está engañando al prójimo
ofreciéndole curas milagrosas.
Y tiene también razón Revueltas en su conclusión pesimista: no tiene
mucho
caso tratar de convencer a los creyentes en el pensamiento mágico. Pero
quisiera añadir algo: hay otro sentido, menos inmediato, en que la
empresa
de difundir el pensamiento científico -que necesaria e inevitablemente
se
opone, tarde o temprano, al pensamiento mágico-, vale indudablemente la
pena.
Y curiosamente, para alguien que proviene de las artes, como el
violinista
Revueltas, seguramente resultará familiar. Se trata del sentido que
tiene
promover la ciencia no como generadora de tecnología, o de soluciones a
problemas particulares, sino como uno de los productos más refinados de
la
cultura humana. Quizá el verdadero motivo por el que vale la pena
promover
la visión del mundo que ofrece la ciencia es la misma por la que vale
la
pena celebrar el año de Mozart y compartir su música. Ya decidirá cada
quien si prefiere escucharla o quedarse únicamente con lo que ofrece la
música grupera.
Comentarios: <mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
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** boletín para divulgadores de la ciencia, en:
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Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/
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[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna
Columna de esta semana.
Saludos
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto - Martín Bonfil Olivera
Intolerancia, religión y política: la lección democrática de la ciencia
8-febrero-06
Vivimos tiempos terribles: ningún adjetivo menos rotundo puede usarse
para
describir la actual disputa entre los países islámicos del Oriente
Medio y
los de la Unión Europea, causados por la publicación de una caricatura
de
un Mahoma con turbante explosivo que -literalmente- resultó profética.
Un
simple dibujo -publicado originalmente en Dinamarca, y posteriormente
reproducido por diarios de otras naciones- ha provocado incendios en
diversas embajadas europeas en países islámicos y la muerte de al menos
cinco personas.
El creciente conflicto tiene fondo: la desigualdad entre un Medio
Oriente
pobre y marginado y un Occidente imperialista y rico. Pero en lo
inmediato
revela la confrontación entre dos visiones radicalmente opuestas de los
principios que deben regir el comportamiento de los ciudadanos. De un
lado,
valores como democracia, laicismo y libertad de prensa y de crítica;
del
otro, los valores de una religión tan milenaria y tan valiosa como
cualquiera, pero para la que la intolerancia ante las "faltas de
respeto" a
sus creencias -la representación gráfica de su profeta- está plenamente
justificada. ¿Cómo conciliar? ¿Cómo explicarles que si bien su religión
puede exigirles cierta conducta, no tienen derecho a querer
imponérselas a
quienes no compartimos su fe? (Y antes habrá que resolver el problema
de
qué tanto derecho tenemos a imponer ese valor, por encima de su
fundamentalismo).
Mientras tanto, en México, nos estamos dando cuenta de que, no obstante
nuestra historia -Leyes de Reforma, Guerra Cristera, separación de
Iglesia
y Estado- no estamos tan alejados de los fundamentalismos religiosos
como
quisiéramos creer. La valiente toma de postura del historiador
Monsiváis
frente al descarado proselitismo de un secretario de Gobernación que se
resiste a comportarse como el funcionario laico que está obligado a ser
trae el problema al frente del escenario público.
Frente a quien pudiera pensar que la protesta de Monsiváis es
exagerada,
las respuestas del ala más religiosa y conservadora del país dejan
claras
las cosas. Monseñor Abascal, con cinismo, tacha tramposamente de
fundamentalista a quien protesta contra el fundamentalismo. La
jerarquía
católica se queja de que quieran "limitarnos y amordazarnos" (MILENIO
Diario, 7 de febrero). Y la columnista Paz Fernández Cueto, vocera de
lo
más rancio del conservadurismo católico, revela sin cortapisas de qué
se
trata el juego.
En Reforma (3 de febrero), afirma que "...sería inexplicable un orden
democrático moderno sin el reconocimiento de una soberanía superior a
la
del Estado", y propone que los derechos fundamentales de las personas,
"anteriores a cualquier Estado", "no provienen de la voluntad asociada
de
los hombres" (con lo cual se lleva de corbata a Thomas Hobbes y al
resto de
la filosofía política). "Si tal fuera el caso -continúa- podrían ser
abolidos ... de acuerdo a la opinión cambiante o al criterio imperante
del
momento. Si por el contrario esos derechos le corresponden al hombre
independientemente de su voluntad, entonces tienen que ser de otro
origen
que algunos llaman divino...".
¡Ya está! Para acabar con la posibilidad de que alguien cuestione o
pretenda cambiar los principios que le gustan a la señora Fernández
Cueto,
basta con decretar que provienen de Dios. Por tanto, es obligatorio
adoptarlos. Lo malo es que lo mismo afirman los prelados islámicos que
fomentan las protestas que cimbran a Europa. ¿Cómo decidir entre dos
fundamentalismos que afirman tener orígenes divinos?
¿Hay alguna alternativa? Sí: se llama democracia, y curiosamente se
apoya
en los mismos principios de pensamiento crítico que la ciencia. Como ya
afirmaba Carl Sagan en El mundo y sus demonios, "los valores de la
ciencia
y los de la democracia concuerdan; en muchos casos son
indistinguibles...".
Entre ellos destaca el de exigir pruebas y fundamentación racional para
lo
que se afirma, en vez de pretender que se acepte por el mero hecho de
provenir de una autoridad (sea ésta política o religiosa).
Puede argumentarse que, en casos como éste, el pensamiento racional
democrático (gemelo del científico) ofrece un fundamento más sólido y
natural para buscar soluciones -y para decidir hasta dónde los derechos
de
unos pueden limitar los de los demás- que los dogmas religiosos. Habrá
que
ver si es posible convencer de esto a quienes opinan diferente e
insisten
en dictar cómo debemos pensar y comportarnos los demás.
<mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece
todos los miércoles en el periódico Milenio Diario
Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/***
Saludos
MILENIO DIARIO
La ciencia por gusto - Martín Bonfil Olivera
Intolerancia, religión y política: la lección democrática de la ciencia
8-febrero-06
Vivimos tiempos terribles: ningún adjetivo menos rotundo puede usarse
para
describir la actual disputa entre los países islámicos del Oriente
Medio y
los de la Unión Europea, causados por la publicación de una caricatura
de
un Mahoma con turbante explosivo que -literalmente- resultó profética.
Un
simple dibujo -publicado originalmente en Dinamarca, y posteriormente
reproducido por diarios de otras naciones- ha provocado incendios en
diversas embajadas europeas en países islámicos y la muerte de al menos
cinco personas.
El creciente conflicto tiene fondo: la desigualdad entre un Medio
Oriente
pobre y marginado y un Occidente imperialista y rico. Pero en lo
inmediato
revela la confrontación entre dos visiones radicalmente opuestas de los
principios que deben regir el comportamiento de los ciudadanos. De un
lado,
valores como democracia, laicismo y libertad de prensa y de crítica;
del
otro, los valores de una religión tan milenaria y tan valiosa como
cualquiera, pero para la que la intolerancia ante las "faltas de
respeto" a
sus creencias -la representación gráfica de su profeta- está plenamente
justificada. ¿Cómo conciliar? ¿Cómo explicarles que si bien su religión
puede exigirles cierta conducta, no tienen derecho a querer
imponérselas a
quienes no compartimos su fe? (Y antes habrá que resolver el problema
de
qué tanto derecho tenemos a imponer ese valor, por encima de su
fundamentalismo).
Mientras tanto, en México, nos estamos dando cuenta de que, no obstante
nuestra historia -Leyes de Reforma, Guerra Cristera, separación de
Iglesia
y Estado- no estamos tan alejados de los fundamentalismos religiosos
como
quisiéramos creer. La valiente toma de postura del historiador
Monsiváis
frente al descarado proselitismo de un secretario de Gobernación que se
resiste a comportarse como el funcionario laico que está obligado a ser
trae el problema al frente del escenario público.
Frente a quien pudiera pensar que la protesta de Monsiváis es
exagerada,
las respuestas del ala más religiosa y conservadora del país dejan
claras
las cosas. Monseñor Abascal, con cinismo, tacha tramposamente de
fundamentalista a quien protesta contra el fundamentalismo. La
jerarquía
católica se queja de que quieran "limitarnos y amordazarnos" (MILENIO
Diario, 7 de febrero). Y la columnista Paz Fernández Cueto, vocera de
lo
más rancio del conservadurismo católico, revela sin cortapisas de qué
se
trata el juego.
En Reforma (3 de febrero), afirma que "...sería inexplicable un orden
democrático moderno sin el reconocimiento de una soberanía superior a
la
del Estado", y propone que los derechos fundamentales de las personas,
"anteriores a cualquier Estado", "no provienen de la voluntad asociada
de
los hombres" (con lo cual se lleva de corbata a Thomas Hobbes y al
resto de
la filosofía política). "Si tal fuera el caso -continúa- podrían ser
abolidos ... de acuerdo a la opinión cambiante o al criterio imperante
del
momento. Si por el contrario esos derechos le corresponden al hombre
independientemente de su voluntad, entonces tienen que ser de otro
origen
que algunos llaman divino...".
¡Ya está! Para acabar con la posibilidad de que alguien cuestione o
pretenda cambiar los principios que le gustan a la señora Fernández
Cueto,
basta con decretar que provienen de Dios. Por tanto, es obligatorio
adoptarlos. Lo malo es que lo mismo afirman los prelados islámicos que
fomentan las protestas que cimbran a Europa. ¿Cómo decidir entre dos
fundamentalismos que afirman tener orígenes divinos?
¿Hay alguna alternativa? Sí: se llama democracia, y curiosamente se
apoya
en los mismos principios de pensamiento crítico que la ciencia. Como ya
afirmaba Carl Sagan en El mundo y sus demonios, "los valores de la
ciencia
y los de la democracia concuerdan; en muchos casos son
indistinguibles...".
Entre ellos destaca el de exigir pruebas y fundamentación racional para
lo
que se afirma, en vez de pretender que se acepte por el mero hecho de
provenir de una autoridad (sea ésta política o religiosa).
Puede argumentarse que, en casos como éste, el pensamiento racional
democrático (gemelo del científico) ofrece un fundamento más sólido y
natural para buscar soluciones -y para decidir hasta dónde los derechos
de
unos pueden limitar los de los demás- que los dogmas religiosos. Habrá
que
ver si es posible convencer de esto a quienes opinan diferente e
insisten
en dictar cómo debemos pensar y comportarnos los demás.
<mailto:mbonfil@servidor.unam.mx>mbonfil@servidor.unam.mx
***La columna "La ciencia por gusto", de Martín Bonfil Olivera, aparece
todos los miércoles en el periódico Milenio Diario
Puedes leerla en http://lacienciaporgusto.blogspot.com/***
[El Cristianismo es] la creencia de que un zombie cósmico judío que era su propio padre puede hacerte vivir para siempre si comes simbólicamente su cuerpo y le dices telepáticamente que lo aceptas como tu amo, para que él pueda remover una fuerza maligna