A continuación les reproduzco una noticia de la Agencia EFE (debe de ser del año pasado, pues esta celebración tiene lugar cada 8 de noviembre.
Aprovecho para felicitar a los bolivianos y desearles una buena "recarga mágica" para sus ñatitas. Por cierto, ¿se podrán conectar en serie o sólo en paraleo?La celebración es conocida popularmente como el "Día de las Ñatitas" (chatitas), por la forma roma de los rostros de las calaveras, y se realiza en el Cementerio General de La Paz cada 8 de noviembre, una semana después de la festividad de "Todos los Santos"
LA PAZ, noviembre 09.- Cientos de calaveras humanas se convirtieron hoy en objeto de veneración en el cementerio de La Paz, escenario de un ritual macabro que mezcla esoterismo, creencias paganas andinas y el mensaje del Evangelio, y es aceptado a regañadientes por la Iglesia Católica.
La celebración es conocida popularmente como el "Día de las Ñatitas" (chatitas), por la forma roma de los rostros de las calaveras, y se realiza en el Cementerio General de La Paz cada 8 de noviembre, una semana después de la festividad de "Todos los Santos".
Desde primeras horas de la mañana, la capilla principal de la necrópolis se llenó de feligreses que cargaron sus calaveras en bolsas de plástico, cajas de madera u ostentosas urnas de cristal, para presentarlas ante Dios, con el objetivo de que les confiera los atributos mágicos que sus dueños aseguran que poseen.
Los orígenes de esta supersticiosa tradición son todavía una incógnita, pues apenas hay estudios sobre la cuestión, pero se cree que comenzó hace siglos en el campo andino para evitar la llegada de las lluvias y luego fue recreada en la ciudad por los inmigrantes, que le agregaron elementos de la religión católica.
El sacerdote Jaime Fernández Riveros, quien lleva ocho años en la parroquia del cementerio, es el encargado de oficiar el rito, consistente en la lectura de textos sagrados ante una audiencia más bulliciosa que la que acostumbra a asistir al templo para dar sepultura a sus difuntos.
El sacerdote aclaró que "se trata solamente de una liturgia, no de una misa", aunque admitió que el acto resulta igualmente contradictorio con la palabra del Señor.
"Es medio profano", convino el cura resignado.
"En los entierros católicos el cuerpo del fallecido lo entregamos en las manos a Dios" y hasta el día del juicio final no lo tocamos más", explicó.
Por eso, año tras año trata infructuosamente de aleccionar a sus acólitos: "Mira: si te cortan la cabeza y tu cabeza va flotando de mano en mano, ¿qué puede ser?", les pregunta.
Después de ser bendecidos, los cráneos son llevados a zonas del camposanto donde se les ofrece comida, bebida y cigarros, mientras que en otros casos son trasladados a domicilios o locales en los que se festeja con alcohol y música durante horas.
Aunque los huesos proceden en su mayoría de los cementerios clandestinos de las laderas de La Paz o de las aulas de las facultades de Medicina, en algunos casos pertenecen a familiares de los presentes, como en el caso de una niña que hoy llevó a bendecir el cráneo de su hermano.
Otra de las participantes, Marta Barragán, convive en su domicilio con dos "Ñatitas", llamadas "José" y "Lulita" (abreviatura de Lourdes) y que, según comenta, se le aparecen en sueños con la imagen de un estudiante universitario y una cholita -una mujer india vestida a la antigua usanza-, respectivamente.
Barragán, que tiene una consulta donde practica la cartomancia y otras artes esotéricas, tuvo su primera calavera hace 25 años, la cual usó para dar con el paradero de su hijo desaparecido durante dos meses.
"Puede hacer aparecer a una persona perdida, algo que te hayan robado, te puede unir a una pareja", entre otros beneficios, argumenta la mujer, que a la vez se define a sí misma como "demasiado católica".
La mujer, al igual que el resto de fieles que intervienen en la celebración, no escatima esfuerzos en el cuidado de sus "ñatitas", que en este día señalado son engalanadas con flores, sombreros o "lluchus" -gorros de lana usados en el campo andino-, e incluso gafas oscuras para protegerlas del sol.
Pese al marcado tinte sacrílego y macabro de la ceremonia, el cura Fernández recuerda, no obstante, que "la presencia de Dios también está" en las personas que protagonizan este culto, en su mayoría de origen humilde y de escasa formación.
"Lo que yo siento es por el pueblo con el que estoy viviendo. No soy ajeno, extraño a su esencia", añadió.
Además, la celebración resulta totalmente inofensiva, dice, por su parte, Barragán, al recordar con ironía la vieja sentencia de que "hay que tenerle miedo a los vivos, no a los muertos".