“Durante mis últimas vacaciones llevé a mi pequeña hija de 2 años al Museo Interactivo Mirador (MIM). Esta organización, que invita a sus visitantes a vivir una experiencia singular con la ciencia, el arte y la tecnología, es, según yo, un lugar ideal para ella, sobre todo, para que pueda comenzar a conocer la mejor forma que tenemos en la actualidad los seres humanos de descubrir el mundo que nos rodea: la ciencia.

Estuvimos juntos, en el museo, casi todo el día y lo pasamos muy bien. Ella disfrutó mucho de las actividades, haciendo de cada una de ellas un juego. Estoy conciente que por su corta edad no entendió el sentido educativo de las actividades (por lo menos, directamente), sin embargo, creo indispensable seguir llevándola a este tipo de lugares, principalmente, porque así puedo contrarrestar en cierta medida las creencias religiosas que la sociedad ya le está comenzando a transmitir. Por ejemplo, familiares y conocidos ya comenzaron —¡a pesar de su corta edad!— a introducirla en la religión predominante.

Contra esto último poco puedo hacer. No puedo encerrar a mi hija para que nadie le hable ni tampoco puedo prohibirle a todo el mundo que no le hable de lo que a mi no me gusta, pero lo que si puedo hacer es incentivarle la curiosidad por aprender e investigar y a alentarla a mantener su pensamiento libre de las “verdades” que escuchará constantemente en su vida (en esas verdades también incluyo las mías) y a pensar por si misma. Por lo tanto, para ella siempre habrá la mejor voluntad de mi parte para llevarla a ese tipo de lugares (como el antes señalado); pero, ¿cómo determino esos lugares? Muy fácil: determinando con anterioridad si la van a tratar como si fuera parte de un rebaño o no. Si la van a tratar como si fuera parte de un rebaño, entontes la tendría que alejar de esos lugares, en cambio, si no la van a tratar así, la tendría que acercar.

La reflexión anterior me pone en varios aprietos, ya que entran en juego otros aspectos de la vida (no sólo los religiosos), siendo uno de los más importantes el que me va a costar mucho encontrarle colegio; sin embargo, debo hacerme la idea de buscar y, en lo posible, empezar a hacerlo desde ya. Quizá el colegio que tengo pensado para ella no exista, pero trataré de elegirle uno que sea lo más parecido a lo que tengo pensado. Me parece que, en general, los colegios, religiosos o laicos, caros o baratos, privados o públicos, tienden a alinear a sus alumnos, enseñándoles a no cuestionar lo que dice la autoridad o la tradición, pero quizá me sorprenda en mi búsqueda. Quizá me sorprenda tanto como cuando estaba recorriendo el MIM, específicamente el edificio de Aquarium Santiago, y encontré, en un sector no muy destacado (en el tercer piso) y en ese momento no muy accesible (las escaleras mecánicas no estaban funcionando), la siguiente instalación:

Transcripción:

¿Por qué hay vida?

La vida se originó hace casi 3600 millones de años. Distintas moléculas orgánicas originaron las primeras partículas capaces de duplicarse. La radiación ultravioleta del Sol, relámpagos, volcanes e impactos de asteroides, fueron importantes fuentes de energía para crear moléculas biológicas más complejas. La lucha por sobrevivir dió paso a un proceso llamado evolución, gracias al cual los seres vivos se fueron tornando más y más complejos.

¿Sabías qué?

La teoría del Big-Bang pretende explicar el origen del universo a partir de una “gran explosión” que dió origen a la materia y por ende a nuestra galaxia.

No me sorprendió tanto el texto en si, que lo he leído muchísimas veces, lo que me sorprendió es que muy pocas veces había visto ese tipo de textos expuestos tan abiertamente al público. Porque en mi país tenemos ciencia, eso no lo critico, pero la percibo muy alejada de la gente, muy poco popular. Nos hacen falta divulgadores que hagan llegar los conocimientos científicos a la mayoría de las personas, y así, muchos podrían saber mejor (o saber, definitivamente), por ejemplo, cuál es la edad de la Tierra y cómo se llegó a concluir eso, qué son las estrellas y cómo podríamos llegar a ellas, qué es la evolución y por qué es un hecho, quién es Charles Darwin y en qué consiste su teoría, qué son los virus y por qué se dice que no están vivos o qué son los terremotos y cómo se producen. Por eso, para terminar con esa falta de divulgadores y que la presencia de estos motive luego a que se formen más divulgadores, creo necesario partir no siendo un obstáculo en la curiosidad propia de los niños o, por qué no, siendo un catalizador de ella”.

Bayo

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