Mis dos hermanos, mi cuñado y parte de su familia, estuvieron tomando uno de esos cursos de “superación personal”, en este caso fue la Programación Neurolinguística (PNL). Entre otras cosas, estudian el “rapport” entre uno mismo y nuestros interlocutores, pero lo que más me causó asombro es que al final del curso, ya para graduarse, uno acepta caminar sobre piedras en fuego. Mis hermanos no terminaron el curso, todavía les faltaron varias sesiones, pero sé de algunos que sí se animaron a hacer la faramalla de caminar por las piedras encendidas.

La idea general entre los que caminan sobre fuego es que de alguna manera los poderes de la mente alteran la operación de los procesos físicos normales de nuestro cuerpo, pudiendo ignorar el dolor. Así es el consenso general entre quienes practican este tipo de rituales alrededor del mundo. Supuestamente, el “simplemente hecho de mantener el pensamiento en tu mente de que no se van a lastimar tus pies altera la química de tu cuerpo”.

Muchos seminaristas de PNL, como Tony Robbins, la describen como una técnica que podría permitir a sus practicantes a curar a la gente de tumores y problemas psicológicos de mucho tiempo atrás, todo en una fracción del tiempo que requeriría un tratamiento convencional. Incluso llegan a afirmar que es tanto el poder adquirido con estas técnicas, que es posible hacer que una mujer tenga un orgasmo involuntario con solo tocarla o traer a un comatoso de vuelta a la vida.

Algunos dicen estos seminarios puede ayudar a la gente a sobreponerse a fobias como la claustrofobia, y a eliminar vicios como el fumar o el comer demasiado, además de curar a la gente de impotencia y depresión crónica – todo en menos de una o dos horas. También afirman poder ayudar a los niños a estudiar más eficientemente, y a que sepamos la manera más efectiva de comunicarnos y persuadir a las demás personas. En resumen, te prometen incrementar la confianza en ti mismo y tu habilidad para lograr todas las metas que te propongas, incluso las que parezcan imposibles, y la prueba final de estas nuevas habilidades adquiridas en el seminario está en la experiencia de caminar sobre fuego. Porque si pudiste caminar sobre fuego ¿qué no podrás hacer en tu vida, cierto?

Otros que caminan sobre fuego, como uno de Sri Lanka, afirman que “cualquiera puede hacerlo si se prepara adecuadamente”. Esa preparación adecuada puede requerir “una semana o dos de ayuno, oración y meditación, cantos devotos, baños frecuentes y celibato” (Doherty 1982).

El investigador Bernard J. Leikind dice que el secreto de caminar sobre fuego y muchas otras proezas desafiantes del calor similares, yace en la distinción entre temperatura y calor (o energía interna). Esta distinción no es parte de nuestra noción del sentido común, aunque todos nosotros estamos bastantes familiarizados con ella en nuestras vidas diarias. Por ejemplo, cuando cocinamos un pastel, el aire dentro del horno, el pastel, y la bandeja de molde para el pastel están todos a la misma temperatura. A ninguno de nosotros nos da miedo meter las manos al horno y tocar el aire, pero tocar la bandeja de metal es otro asunto. ¿Por qué si realmente están a la misma temperatura? Para haberse calentado el metal y el pastel, el aire debió haberse calentado primero! ¿Entonces por qué nos quema la bandeja pero no así el aire caliente?

Leikind continúa diciendo que la diferencia está en que diferentes materiales a la misma temperatura contienen diferentes cantidades de energía calorífica o térmica y también tienen habilidades diferentes para llevar esa energía de un lugar a otro. El aire tiene una capacidad calorífica baja y una conductividad termal pobre, mientras que el aluminio tiene una capacidad de calor alta y una conductividad térmica alta. Nuestros cuerpos tienen relativamente una alta capacidad calorífica, similar al agua.

Cuando metemos nuestras manos dentro de un horno caliente, entra inmediatamente en contacto con el aire dentro y la energía calorífica que lleva, fluye a nuestras manos. Mientras la energía deja el aire se enfría y nuestras manos se calientan. Pero, como el aire tiene muy poca energía, se enfría mucho más de lo que nuestras manos se calientan. Además, por la pobre habilidad del aire de conducir calor desde lejos hasta nuestras manos, a estas les tomará más tiempo en calentarse. En contraste, el molde de aluminio mantiene mucha energía térmica y es un excelente conductor del calor. Cuando tocamos el metal y la energía fluye del molde a nuestras manos, el metal no baja significativamente la temperatura e incluso trae energía desde lejos para reemplazar su pérdida mientras que nuestras manos se calientan rápidamente. Es por esta razón que utilizamos un guante insulado, que es un conductor pobre del calor, entre nuestras manos y el molde de metal. Entonces, saber solo la temperatura de algo no es suficiente para saber si nos va a quemar o no.

En las islas Fiji, el caminar sobre piedras encendidas sigue la misma idea. Dice Leikind que las pavesas son compuestos de carbón ligeros y porosos. Y aunque pueden llegar a temperaturas bastante altas (de mil a mil doscientos grados Fahrenheit), no contienen tanta energía como podríamos esperar de lo que nuestro sentido común cree saber sobre los objetos incandescentes. Así que mientras no pasemos demasiado tiempo sobre las brasas, nuestros pies probablemente no se calentarán lo suficiente como para quemarse. De hecho, continúa Leikind, como la capacidad de las pavesas es baja y la de nuestros pies es relativamente alta, las ascuas se enfrían cuando las pisamos.

Entonces ¿por qué algunas personas se queman y otras no? Según Leikind, es porque la práctica de caminar sobre fuego no es un experimento científico controlado, e influyen muchos factores y hay muchas variables de una persona a otra y de un momento a otro: qué tanto tiempo duramos sobre las piedras, cuántos pasos dimos, qué tan duras tenemos las plantas de los pies, cuántas personas caminaron antes que nosotros (y por lo tanto qué tanto calor han perdido las piedras), y si caminamos donde las ascuas están más profundas o más superficiales.

En una edición de 1984 de la revista Rolling Stone, Jon Krakauer en su artículo titulado “Get it while it’s hot”, reportó que a un grupo de caminadores sobre fuego les tomaba entre 1.5 segundos a un máximo de 1.9 segundos caminar por las brasas, excepto por una desafortunada mujer con lesión cerebral y espinal quien, caminando con bastones y creyendo que su mente la protegería, valientemente duró 7 segundos sobre las brasas antes de colapsarse con severas quemaduras. También una reportera de radio en San Francisco, una corresponsal de guerra valerosa, aparentemente caminó más despacio que los demás y pegada a una de las orillas donde las pavesas eran más profundas. Terminó con graves quemaduras en los arcos de sus pies.

Otra explicación científica es el efecto Leidenfrost. Este efecto es producido por la obtención de una capa térmicamente insulada entre nuestros pies y las pavesas. Este principio nos dice que la humedad en la superficie de un cuerpo al entrar en contacto con otro cuerpo a una alta temperatura, se convierte en una capa de vapor que reduce el flujo de calor porque generalmente los vapores y gases son conductores pobres de calor. Esto no significa que siempre exista humedad en los pies de los caminadores, simplemente podría ayudar si ahí estuviera, y con la emoción y el nerviosismo previo al evento, muchas veces llega a estar debido al sudor de nuestro cuerpo.

El investigador William J. McCarthy dice que la psicología puede explicar por qué algunas personas no sienten dolor o calor, incluso cuando han estado expuestas a suficiente calor como para producir ampollas. Es necesario hacer la distinción entre el concepto de dolor y el concepto de quemarse. El dolor de una quemadura es una percepción de que el cuerpo ha sido lesionado. La gente puede quemarse sin sentir dolor, o podemos sentir dolor cuando no hemos sufrido ninguna lesión. Muchos de nosotros hemos tenido la experiencia de cortarnos y no darnos cuenta de ello por un buen tiempo.

La detección del dolor causada por exposición al fuego no solo es una función de la temperatura de nuestros pies, continúa McCarthy, es también afectada por la sensitividad general de nuestro cuerpo y mente y la presencia de otras sensaciones competentes. Si estamos en un cuarto silencioso y completamente alertas, experimentaremos una sensación máxima de dolor. Si estamos cansados y rodeados por eventos ruidosos y perturbadores, seremos mucho menos sensitivos. La distracción puede reducir el dolor que la gente experimenta porque solo pueden prestar atención a una cierta cantidad de eventos al mismo tiempo. La distracción es la base para un número de técnicas que los psicólogos enseñan a sus pacientes que sufren de dolor crónico. Estas técnicas son bastante eficientes.

Además, la respuesta psicológica de nuestros cuerpos es gobernada en gran proporción por un ritmo cíclico. Cuando se nos pasa la hora de dormir, nuestras funciones fisiológicas normales se deprimen, como si el cuerpo esperara estar dormido aunque no lo esté. Entonces la gente que camina sobre carbones encendidos a la 1:00 AM es menos susceptible al dolor que si lo hubieran hecho a la 1:00 PM. Esto, aunado a las instrucciones que se dan antes de caminar parecen calculadas como para distraer la atención de las sensaciones de los pies: concentrarse en un “matra” diciendo “sí puedo”, “no tengo miedo”, “no siento dolor”, etc., volteando a ver al cielo, escuchar los aplausos y los gritos de aliento, respirar de una manera artificial y forzada, todo sirve para distraer al caminador.

Fernando Lamaze desarrolló una técnica, llamada técnica Lamaze, para reducir el dolor en las mujeres durante el parto sin necesidad de calmantes o anestesia. Este método de preparación psicológica y física involucra, entre otras cosas, un control de ritmo forzado y artificial de respiración. El control de la respiración enseñado en los seminarios de PNL y otros similares, tiene el mismo efecto de reducir el nivel de dolor que los caminadores experimentarán.

En resumen, caminar sobre piedras calientes es posible en su mayor parte a las propiedades físicas de los materiales involucrados y a la técnica apropiada de saber por dónde, cómo y a qué velocidad caminar. La sensación de dolor o falta de él, es debida a la distracción psicológica. No existe entonces evidencia científica que nuestro cuerpo pueda ser reforzado físicamente por medio de nuestra mente para que soporte altas temperaturas sin daño alguno.