Antier Domingo recibí gustoso la visita de un par de evangelizadores de la Iglesia de Jesús Cristo de los Santos de los Últimos Días, mejor conocidos como los Testigos de Jehová, que andaban por mi área. Cosa curiosa porque no recuerdo haberlos visto por aquí desde hace décadas y de pronto, muy recientemente me topé con ellos un par de veces. En esta ocasión platicamos sobre el origen de la vida, sobre si Jesús es el mismo Jehová, sobre la moralidad, y sobre el “Pecado Original”.

Esa mañana dominguera me encontraba muy cómodo en mis pijamas, en pantuflas, y con una gruesa bata porque mi casa se pone como hielera en estas fechas, cuando escucho que tocan el cerco de metal. Me asomé por una ventana pero no lograba distinguir a las personas que tocaban, de modo que grite “¿quién es?” y una voz me respondió “¡Buenos días! Nos gustaría hablar con usted sobre blah blah blah…”. Les dije que con gusto los recibiría pero que le dieran vuelta a la casa (vivo en una esquina) para atenderlos por la puerta de enfrente. Cerré la ventana, me puse una gorra en la cabeza porque traía los cabellos como cresta de gallo de pelea, y bajé a recibirlos en la entrada del cerco, les abrí la puerta y me presenté estrechando la mano a cada uno, y luego me senté en los escalones mientras ellos permanecieron de pie sobre la acera afuera del cerco, a una distancia como de metro y medio de mí. Es importante señalar, para encontrarle el tono debido al resto de este artículo, que toda nuestra conversación fue totalmente amena, amable y en ningún momento ninguna parte se portó rudo o grosera con la otra.

Pues bien, eran dos hombres cada uno con su portafolios y comenzaron haciendo referencia a la palabra del señor seguido por la pregunta de  si yo había leído la Biblia. Cuando les respondí afirmativamente, se mostraron sorprendidos: “¿de veras? ¿sí la ha leído?”. “Sí” les respondí yo “la he leído completa al menos un par de veces y muchas veces la he leído por partes”. En ese momento dejaron escapar una leve sonrisa de satisfacción mezclada como con alegría, me expresaron su suposición de que entonces yo era una persona muy espiritual. Yo les respondí negativamente, que de hecho yo era lo que algunos conocen como Ateo (aunque en lo personal a mí no me gusta ese término). Entonces hubo un breve e incómodo silencio, una pausa en que sus sonrisas se convirtieron en desconcierto con un tinte tirando casi casi a idiotez. Entonces el que parecía ser el veterano me dijo que estaría muy interesado en saber cómo fue que sucedió tal cosa.

La Sanguinaria e Injusta Ley de Dios Sigue Vigente

“Pues sucede que entre más la leía más me convencía que esto era pura fantasía y eso me llevó a decidir que Jehová (como ellos le llaman) es tan solo un invento”. Les dije que no necesitaba tener un amigo imaginario que me recompensara o castigara para hacer lo que yo consideraba moralmente correcto, y que mucho menos necesitaba que el personaje principal del libro que ellos traían en sus manos me ordenara hacer cosas que para mí eran totalmente inmorales y un vil atentado contra la humanidad. Les expliqué que el Antiguo Testamento estaba cargado de masacres, violaciones, misoginia, esclavitud, y multitud de vejaciones contra la humanidad por parte de esta supuesta deidad misericordiosa. Ellos me respondieron que en qué parte había leído eso, y yo les respondí que a todo lo largo y ancho del Antiguo Testamento, pero que podían fácilmente encontrar muchos ejemplos en Levítico y Deuteronomio.

En ese momento el otro, el que parecía ser el aprendiz, me alargó su Biblia para que le señalara alguno de esos pasajes que yo le mencionaba. Comencé echando un rápido vistazo a Deuteronimio, pero no quería impacientarlos ni cortar el hilo de la plática, de modo que al no encontrar algún pasaje conocido a simple vista, me pasé a Levítico y me topé rápidamente con Levítico 20 y comencé a leérles sobre la cantidad de condenas a muerte que ahí se describen, como el adulterio y la homosexualidad. Como es costumbre de los creyentes, y este no sería una excepción, el veterano me dijo que esas cosas ya habían caído en desuso y que Jesús vino a cambiar todo ello. Yo les comenté primeramente que ahí mismo en su Biblia el mismo Jesús dice que la Ley de los profetas es eterna porque es la palabra de dios y que él no había venido a abolirla sino a hacerla cumplir. Esto se puede encontrar en Isaías 40:8,  Deuteronomio 7:9-10, Salmos 119:15-152, Mateo 5:17-19, y Lucas 16:17, entre otros. En el momento no recordaba los versículos, y creo que debería yo traer siempre conmigo estas referencias para casos como aquel porque tengo una memoria pésima, creo que mi RAM mental ya dio lo mejor de sí en décadas pasadas.

Ellos argüían que eso ya había caído en desuso hace mucho tiempo, pero yo les respondí que si ellos realmente creían que la Biblia en su totalidad era la palabra de su deidad, entonces no debían ellos estar seleccionando lo que les convenía creer y seguir, y lo que no. Les dije que en general el Ser Humano tiene por instinto una moralidad natural que sigue la Regla de Oro universal para con sus semejantes y en favor de la sociedad y que quien realmente necesitara de un ser sobrenatural que le prometiera recompensas postmórtem o que lo amenazara con castigos eternos entonces probablemente era un sicópata que no puede distinguir lo correcto de lo incorrecto. Ellos me dijeron que si eso era así, que entonces por qué hay gobiernos y policía, y yo dije que precisamente nuestra búsqueda natural por lo correcto y por el bienestar de la sociedad era lo que nos hacía crear dichas instituciones con el propósito de hacer prevalecer el bien común, aunque muchas veces ha salido contraproducente por alguna que otra manzana podrida.

Las Otras Creencias en el Mundo

Les dije que así de fuerte como ellos tenían sus convicciones, también así o más las han tenido y siguen teniendo un enorme número de fes como los Aztecas y miles más que similarmente hacían sacrificios humanos a sus deidades o, para qué ir tan lejos, los Musulmanes fundamentalistas que se inmolan con su deseo ferviente de servir a su deidad, al grado de asesinar a la mayor  cantidad de “infieles” posibles y recibir, entre otros supuestos beneficios postmórtem, a 72 vírgenes en su soñado paraíso. Les pregunté que si qué creen que pasaría si el dios en que los Testigos de Jehová creen no fuera el correcto, que si qué pasaría si realmente existiera dios pero este fuera, digamos, Shiva o Ghanesh por decir algo. O qué pasaría si ellos hubieran nacido en la India, o Paquistán, o hace 3000 años en Egipto, o en cualquier tribu aborigen. Entonces el veterano sacó su Biblia y comenzó a buscar un versículo mientras decía que Jesús dijo algo sobre la verdad os hará libres o algo así como queriendo decir que ahí en su libro dice que su religión es la correcta. Inmediatamente lo interrumpí y le dije que si en verdad creía que su libro era el único en todas las religiones habidas y por haber que decía eso mismo, y le recordé que así como él cree fervientemente en lo que su libro dice, los fieles de otras religiones tienen igual o más fe en ellas. Abordé el tema de las creencias de los Mormones y que de acuerdo a ellas, los humanos venimos de poderosos seres extraterrestres llamados Elohims y de la búsqueda espiritual de los Mormones por ser cada uno dios de su propio planeta también postmórtem. O las creencias espirituales de los Cienciólogos que creen, entre otras cosas, que el dictador de la Confederación Galáctica hace 75 millones de años trajo a miles de millones de su gente a la Tierra en una nave espacial en forma de avión DC-8, y las reunió alrededor de volcanes para matarlas usando bombas de hidrógeno, pero las esencias de estas personas sobrevivieron y se integraron en las personas de tiempos modernos causándoles daño espiritual, etc., etc. El aprendiz solo asentía a lo que yo decía, mientras el veterano simplemente me miraba fijamente con una sonrisa de “no sé qué decir”. Les dije “¿les parecen absurdas esas creencias?” y el aprendiz asintió nuevamente. “Pues entonces imagínense cuán absurdas les parecerán las creencias de ustedes a los millones de personas que no comparten su fe”.

Y así es la situación, mientras no exista comprobación y solo crean esos dogmas por mero acto de fe, no pueden argüir que ellos están en lo correcto, porque en todo caso, cualquiera puede estar en lo correcto.

El veterano entonces me dijo algo que me sorprendió: me comentó que era interesante hablar con un Ateo y que había visto un vídeo sobre un debate en los EE.UU. donde de un lado estaban los Ateos y del otro estaban los Creyentes, y se discutía la existencia o inexistencia de un dios. Para mí cosa curiosa, porque suponía (por lo visto erróneamente) que los Testigos de Jehová no les daba por ver ese tipo de cosas.

Les dije que para mí era irracional creer en cualquier dogma como este porque no era necesario para explicar nuestra vida y nuestro Universo, que la ciencia ya está haciendo una formidable labor en este rubro y con el plus de que sus evidencias pueden ser comprobadas en la práctica. No es necesario un dios para explicar lo que desconocemos.

El Origen de la Vida

El veterano sacó de su portafolio una revista al tiempo que me decía que para entender las cosas, hay que regresar al principio. En la portada de la revista se podía leer el título “El Origen de la Vida” y una fotografía de lo que me parecieron unos microorganismos… en este momento no tengo la revista que tan amablemente me obsequiaron porque la dejé en el baño de mi casa para esos momentos en que se me antoja leer algo entretenido… además puede ser muy útil si se me acaba el papel sanitario. Pero pienso echarle un vistazo para ver de qué se trata, y me hubiera gustado hablar sobre lo que ahí se decía, pero en fin, se me ocurrió escribir este artículo ahora que no estoy en mi casa.

En fin, decía yo que el veterano me comenzó a explicar que dentro de nuestros cuerpos existen unas cadenas llamadas ácidos ribonucleicos y desoxirribonucleicos, y que guardan información valiosísima para el desarrollo y funcionamiento del cuerpo humano. Entonces me preguntó “¿Quién cree usted que puso esa información ahí?”.

Yo le respondí que no había necesidad de pensar que “un quién” lo había hecho, que no era necesario pensar en un “quien antropomórifico” o en un “ser” el que lo hubiera hecho. Esa información llegó ahí por un “qué”, por medio de la evolución, y no llegó a aparecer ahí por arte de magia o por alguna divinidad milagrosa, sino que fue acumulándose poco a poco a lo largo de millones y millones de años. Le puse el ejemplo de los primeros microorganismos y sobre cómo fueron acumulando “experiencia”. Algunos comenzaron a procesar la luz del Sol para su beneficio, otros comenzaron a procesar el oxígeno. Más adelante desarrollaron capacidades que les permitieron buscar alimentos, huir de depredadores, y así hasta reunir una gran información genética que nos hace lo que ahora nos hemos convertido, y en lo que se han convertido cada uno de los seres vivientes en la Tierra que existen y han existido. No hay tal magia, solo desconocimiento de las cosas.

El me argüía que no era posible que la materia inerte cobrara vida así como así, que forzosamente debía existir un creador. Yo le dije que una creencia así llevaba automáticamente la pregunta “¿y quién creó al creador?”, y la respuesta sería “otro creador, y a eso otro, y otro y otro y otro…” y así hasta el infinito. Me respondió que ese creador debía ser eterno. Yo le argumenté que si podía darle la calidad de eterno a dicho creador, entonces lo justo es que le pudiéramos dar la calidad de la eternidad a lo que fuera, incluyendo al Universo en sí mismo. Entonces, el Universo podía existir infinita y eternamente, o una multitud de Universos que surgen de otros Universos y así por la eternidad. En resumen, si su dios podía ser eterno, entonces también mi Universo podía serlo, y este es más tangible y demostrable que su dios.

¿Jesús es Dios?

En un momento dado toqué el tema de la Trinidad, y le pregunté si creía en ella. Me respondió que no, que solo creía en Jehová y Jesús. Yo le pregunté si creía que ambos eran dos personas distintas, y me contestó que sí, que Jesús era el hijo de dios, el primer hijo de dios. Entonces le pregunté que si por qué creía eso, y volvió a abrir su Biblia y me comenzó a leer a Mateo donde cita a Jesús renegando porque le han llamado bueno, cuando el único bueno es dios, refiriéndose obviamente a Jehová (o Yahvé para otros), y me recordó que Jesús está sentado a la diestra del padre, haciendo una obvia diferencia de que son dos personas distintas. Le pregunté que si había leído los versículos donde se afirma que Jesús y Jehová es uno mismo, y me dijo que no sabía de lo que yo estaba hablando. Sin embargo, estoy casi seguro que sí sabía de lo que hablaba, pero se hacen los tontos y prefieren citar solo los versículos que les conviene ya que la Biblia está llena de contradicciones. El ayudante me pasó su copia de la Biblia para que buscara los versículos a los que me refería, pero no logré encontrarlos en ese momento. Incluso me dieron ganas de subir rápidamente a mi computadora para buscarlos, pero ya se me hizo demasiado.

Sin embargo, ya los encontré. Pueden leer algunos en Juan 1:1, Juan 1:14, Juan 10:30, Hechos 20:28, Colosenses 2:9, 1 Timoteo 3:16, Tito 2:13, Filipenses 2:6, Hebreos 1:8, Apocalipsis 1:17, Apocalipsis 22:13, y en otros lugares más. Discutimos entonces sobre la libertad de las interpretaciones que se le ha dado a la Biblia que supuestamente es la palabra de su dios, y que por qué dejó instrucciones tan ambiguas y tan contradictorias. Me dijo que no eran contradictorias, que al contrario, la Biblia se leía tal cual. Le pregunté que entonces por qué seleccionaba qué partes seguir y qué partes no seguir de ella. Le pregunté también si él tenía esclavos, ya que la Biblia nos permite tener esclavos y golpearlos y comerciar con ellos. También le dije que si estaba de acuerdo con cortarle la mano a su mujer si durante una riña le hería los genitales a su contrincante. O si estaba de acuerdo con asesinar a pedradas a los hijos desobedientes, a los adúlteros, a las brujas, y a los homosexuales. Por supuesto ambos me respondieron que no.

El Pecado Original

En un momento dado el veterano mencionó el pecado original. Entonces yo le pedí que me contara esa historia. Muy gustoso, comenzó relatando que Jehová había creado un jardín maravilloso para Adán, y que de su costilla había sacado a Eva. En ese momento trajo a colación una breve “racionalización” respecto a que era evidente que Jehová había utilizado la costilla de Adán por su ADN, y que eso demostraba la certeza de esa historia. Yo quise hablarle sobre que si creía en la Biblia debía hacerlo por mero acto de fe, tal como su religión se lo demandaba, y no tratar de hacer racionalizaciones mundanas para probar “científicamente” lo que debía creer sin necesidad de evidencias. Pero preferí dejarlo continuar con su relato. Mencionó que Jehová creó como 300 árboles frutales, pero que solo 1, digamos que el árbol 301 no debía ser comido porque ese era el árbol del conocimiento del bien y del mal y que si lo hacía, de seguro morirían, esto con la intención de “mantener la soberanidad de dios” (sus palabras literales). Entonces, el demonio que es muy astuto, entró en una serpiente y la manejó como títere para hacerla hablar y convencer con mentiras a Eva de comer del fruto de dicho árbol y luego lo compartió con Adán, cayendo ambos en pecado y por tal motivo, y por desobedecer a Jehová, fueron desterrados del paraíso y ahora estamos en este mundo buscando regresar.

Cuando terminó, le dije que quizá les convenía volver a leer ese relato, porque estaba un poco distorsionado de lo que realmente está escrito en la Biblia. Le dije primeramente que la Biblia no solo menciona al árbol del conocimiento del bien y del mal del que prohibió comer o incluso tocar so pena de muerte, sino también estaba el árbol de la vida eterna. Le dije también que en dicho relato original, en ninguna parte dice que el demonio se apoderó de una serpiente para hacerla hablar, sino que habla de la serpiente como el animal más inteligente sobre la Tierra. Si después en la Biblia se sugiere que la serpiente era el mismísimo Satanás, es porque alguien se lo sacó de la manga posteriormente. Pero quien escribió el relato original en el Génesis, evidentemente no tenía la intención de hacer esa suposición.

En  tercer lugar, le dije, el relato no dice que su deidad los haya desterrado del paraíso por desobedecerlo, sino que si el hombre ya había adquirido el mismo conocimiento que el que tenían los dioses, entonces para prevenir que el Humano comiera el fruto del árbol de la vida y de la muerte y viviera también para siempre al igual de Jehová, decidió echarlos del paraíso.

¿Quién mintió? le pregunté retóricamente ¿Jehová o la serpiente? ¡Pues Jehová! La serpiente siempre dijo la verdad: si comían del árbol del conocimiento, iban a saber lo mismo que ellos. En la narración de la Biblia la serpiente le dice a Eva: “—¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.” Más adelante, dice Jehová: “El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal”. ¿Ven? La serpiente estaba en lo correcto, y el personaje de Jehová lo corrobora unos párrafos después de la afirmación de la serpiente. Eva dice “—La serpiente me engañó, y comí”, y sin embargo, quien los había estado engañando todo este tiempo había sido el mismo Jehová, y debido a que la serpiente lo descubrió ante Adán y Eva, la castigó y castigó a todos como niño berrinchudo que no se sale con la suya. Pero un niño berrinchudo con poder, que es de lo peor que podría haber.

Además, noten que el ser humano no iba a vivir para siempre. El ser humano desde sus inicios era mortal, tal es así, que únicamente comiendo del fruto del árbol de la vida podría vivir para siempre, al igual que Jehová y los de su especie. La intención de Jehová nunca fue que el humano viviera eternamente y esto se puede entender cuando por precaución los expulsa para evitar que eso suceda. De modo que Jehová también mintió respecto a que morirían al comer del fruto del conocimiento del bien y del mal, porque no murieron. Muchos creyentes suponen erróneamente que el ser humano iba a ser eterno mientras vivieran en el paraíso, y que al comer del fruto prohibido y ser desterrados fueron condenados a una muerte eventual, es decir, a ser mortales.

El veterano me dijo que no era lo mismo vivir eternamente a ser inmortal. Yo le dije que en este caso sí era lo mismo, ya que el texto bíblico hace mención a “vivir para siempre”, lo que hace prácticamente inmortal a cualquiera. Ya que si una persona que va a vivir para siempre sufre un atentado contra su vida, si muere, automáticamente deja de cumplirse su virtud de vivir para siempre. Entonces, vivir para siempre, vivir eternamente, y la inmortalidad, vendrían siendo prácticamente lo mismo.

Resumiendo: Jehová se enojó porque le descubrieron su mentira, castigó a todos, el ser humano adquirió el mismo conocimiento de Jehová sobre el bien y el mal y entonces decidió expulsarlo del paraíso para evitar que se le ocurriera comer también del árbol de la vida y la muerte (que cabe señalar que de este no estaba prohibido comer) y viviera para siempre.

Ese es el supuesto pecado original, del que acuerdo a sus creencias hay que exorcizarnos durante el bautismo. Y luego, durante su vida adulta, el creyente debe pedir perdón y misericordia a Jehová (o Yavéh) para volver a ser admitido de donde fue expulsado por capricho de él mismo. Interesante ¿no?

La Moralidad Sin Religión

Finalmente hablamos de la moralidad y cómo algunas religiones pueden hacer que personas naturalmente morales hagan cosas terriblemente espantosas por fe y por los motivos erróneos. La Religión no aporta moralidad, y prueba de ello están los numerosos crímenes contra la humanidad que la multitud de religiones ha cometido. Muchos dirán “ah, pero eso es obra de los hombres, no de la religión”. Pues no, señores. La religión es creación del hombre, y es él mismo quien decide seguirla y cometer atrocidades basándose en dogmatismos sobrenaturales esperando recompensas y sembrando el miedo con amenazas.

La plática terminó con otro apretón de manos y una amable despedida. En lo personal disfruté la charla con este par de evangelizadores, y espero poder tener la oportunidad de charlar nuevamente con algún otro par así igual de amable que toque a mi puerta en el futuro.