La Corte de los Milagros cumplió cuatro años el pasado lunes. Dicen los que saben que cuatro años en la blogocosa es un montón de tiempo así que va en camino de convertirse en una especie de institución.

Balance rápido: sigo con un ritmo de 50 entradas al año; o 36, si excluyo los avisos del Circo del Absurdo. Me parece bajo: deberían ser 50 más los avisos del Circo, y que haya algunas entradas interminables no es excusa. Lo más buscado son las entradas sobre cadenas de correo, muy especialmente la infame leyenda urbana de los camiones con niños muertos. Yo pensaba que no escribía de temas de actualidad o de coyuntura, pero sí hay una mayoría de textos que, aunque no son sobre los temas más populares de la agenda mediática, sí tratan de temas recientes en relación a sus fechas de publicación. Pero me he pasado correteando muchos más temas de los que finalmente ven la luz aquí. Será que necesito concentración.

¿Qué? ¿Que dónde y cuándo es la fiesta? ¡Ah no! ¿Pues qué se han creído? ¡Yo no debo hacerles fiesta, ustedes deberían hacerme fiesta a mí! ¡Y comprarme cosas! Bueno, no. Perdón.

“Haiga sido como haiga sido”, La Corte… ya es más longeva que el Imperio de Maximiliano. Arranco el quinto año con los firmes propósitos de 1) superar la entrada por semana; 2) sacar los pendientes; 3) conservar el favor de su preferencia, y 4) sobrevivir al Tuíter y quedarme en las ruinas de la blogocosa hasta que aquello colapse y los hijos pródigos que regresen me consideren un anciano sabio y venerable o algo así.

Y ya. No soy bueno para estas cosas.

(imagen: casi todos sabemos que es de Jorge Pinto pero nunca está de más)

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