Hay que ver qué cosas. Ha sido hacerse eco Luis Alfonso Gámez de mi última entrada y encontrarme con dos “argumentos” que, por lo visto, para quienes los proponen son suficientemente contundentes como para desmontarme mi conclusión (que era, les recuerdo, que ningún producto homeopático cuenta con autorización para venderse en España como medicamento).

El primero de ellos aparece tanto en los comentarios a la entrada de Magonia como en los de su meneo correspondiente. Lo copio de este último:

No se autoriza como medicamento, ya que se autoriza su venta como complemento. En las farmacias además de medicamentos, también se venden complementos (véase vitaminas, barritas energéticas, cremas anticelulíticas….)

Pues no. Los remedios homeopáticos se encuentran regulados en el artículo 50 de la Ley de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios y en los artículos 55 a 58 del Real Decreto 1345/2007, que regula el procedimiento de autorización y registro de los medicamentos de uso humano fabricados industrialmente. En cambio, los complementos alimenticios tienen su regulación específica en el Real Decreto 1487/2009.

Y tienen regulación distinta porque son cosas distintas. Un remedio homeopático es, según la Ley,

el obtenido a partir de sustancias denominadas cepas homeopáticas con arreglo a un procedimiento de fabricación homeopático descrito en la Farmacopea Europea o en la Real Farmacopea Española o, en su defecto, en una farmacopea utilizada de forma oficial en un país de la Unión Europea.

Las “cepas homeopáticas”, y cito una fuente cuya autoridad supongo que aceptarán los homeópatas, son las tinturas madre elaboradas con sustancias

de origen vegetal, animal o mineral

A lo que podríamos añadir también otras de origen inmaterial o incluso puramente imaginario, como ya sabemos. Pero claro, eso no basta, ya que hay que hacer además

una serie de desconcentraciones sucesivas de la cepas y de una agitación estandarizada posterior. Los diferentes niveles de dilución obtenidos de esta forma, servirán para fabricar los medicamentos homeopáticos.

Eso por un lado. En cambio, los complementos alimenticios son, y esta vez cito el artículo 2 del RD 1487/2009,

Los productos alimenticios cuyo fin sea complementar la dieta normal y consistentes en fuentes concentradas de nutrientes o de otras sustancias que tengan un efecto nutricional o fisiológico, en forma simple o combinada, comercializados en forma dosificada, es decir cápsulas, pastillas, tabletas, píldoras y otras formas similares, bolsitas de polvos, ampollas de líquido, botellas con cuentagotas y otras formas similares de líquidos y polvos que deben tomarse en pequeñas cantidades unitarias.

Es decir, que no solo no son lo mismo, sino que son más bien todo lo contrario: los remedios homeopáticos se basan en la dilución hasta el infinito y más allá, y en cambio los complementos alimenticios se basan en la concentración de nutrientes. Por otra parte, los remedios homeopáticos pueden elaborarse a partir de una cantidad prácticamente infinita de “cepas” (Boirón habla, quedándose cortísima, de 2900), mientras que los complementos sólo pueden elaborarse legalmente con las sustancias listadas en el propio Decreto.

El “argumento”, en fin, se cae por sí solo, y supongo que si ha salido a colación es por un lado por la necesidad de justificar que unos supuestos medicamentos (pero sin autorización como tales) se vendan en las farmacias, y por otro por la consabida confusión entre la medicina “natural” y la homeopatía: mucha gente cree que los fantasiosos remedios de Hahnemann y sus seguidores son “medicamentos de hierbas” y “productos naturales”. En lo primero llevan algo de razón: en algunos casos es cierto que hubo hierbas en un principio, aunque el proceso de elaboración del remedio se asegura de que su presencia sea como la del Real Madrid en la final de la Champions de este año. Es decir, que estará en el nombre del “envoltorio”. En cambio, lo segundo es un completo disparate: nada hay menos natural que pretender curar algo con una sustancia que produce ese mismo efecto, y en un grado de dilución que asegura que esa sustancia haya desaparecido (o, en el mejor de los casos, esté presente en cantidades ínfimas) en el remedio. La naturaleza, sencillamente, no funciona así, y si la homeopatía tiene fama de “natural” es por la hábil propaganda de sus partidarios, que saben que así venden más y, de rebote, pueden apelar a algún confuso mecanismo de curación del propio cuerpo que les evite tener que reconocer que donde no hay nada que cure es en los remedios.

El otro “argumento”, que de momento solo he visto en Menéame, viene a ser este:

España, una de las legislaciones más permisivas de Europa con todo tipo de tóxicos, plaguicidas, OMG’s, tolerancia a campos electromagnéticos, tratamientos irracionales de residuos, falta de protección a la biodiversidad y mamoneo político y económico de todo tipo no autoriza homeopáticos. ¡Ah bueno, siendo así, nos podemos quedar muuucho más tranquilos!

En este caso supongo que lo que se pretende es tirar por elevación, pero claro, eso implica que el blanco se queda varios metros por debajo.

Para empezar, lo que dice no es cierto: nuestra legislación, buena o mala, es en todos esos aspectos un calco de la europea, que no se caracteriza precisamente por una gran tolerancia hacia esas cosas. De hecho, parece que los políticos europeos han hecho causa común con el autor del comentario (que firma con el adecuado apodo de “magufo”), y comparten su fobia hacia todos esas cosas, sean o no realmente tan terribles como el comentarista parece querer decir.

En segundo lugar, ninguna de esas cosas tiene realmente nada que ver con la homeopatía. Bueno, es cierto que algunos remedios homeopáticos se realizan a base de productos muy tóxicos (pero no se asusten, insisto en que los hacen desaparecer durante la elaboración). Y también es cierto que el tratamiento de resíduos podría tener cierta repercusión en la homeopatía. Pero que la legislación sobre OMG (en nuestro idioma las siglas no se pluralizan, y menos con un apóstrofo, “magufo”), la protección a la biodiversidad o, ya puestos, la altura de las gorras de los miembros de la Guardia Municipal de Tomelloso sean como sean no tiene nada que ver con la legislación sobre la homeopatía. Nada de nada, hasta el punto de que todas esas cuestiones (exceptuando quizá lo de las gorras) cuentan con una normativa bastante más exigente que la de los productos homeopáticos.

Y en tercer lugar, obviamente, no estamos hablando de cómo es la legislación, sino de cómo se cumple. O, para ser precisos, de cómo no se cumple. Que es algo a lo que por lo visto ni “magufo” ni los de los complementos alimenticios dan ninguna importancia, pero que a mí me parece escandaloso. Con la mayoría de los remedios homeopáticos no hay ningún problema de seguridad, porque se toman por vía oral y realmente no contienen ingredientes activos, así que basta con mantener un control razonable sobre la calidad de la lactosa o el agua destilada que se emplea. Pero sí que lo hay de confianza: la falta de control de la Agencia del Medicamento supone que se vendan con la etiqueta de “medicamento” y efectuando toda clase de afirmaciones sobre su supuesta utilidad terapéutica, de modo que los pacientes creen que realmente están ante un producto con propiedades medicinales que, además, han sido verificadas por las autoridades. Si el Ministerio hubiese revisado las solicitudes y autorizado o rechazado las que corresponda conforme a la legislación vigente, al menos esos productos no contendrían ninguna indicación terapéutica, que ya es algo.

Pero es que hay muchos otros que son peligrosos. Y no me refiero solo esos casos en que un “tratamiento” homeopático impide la administración de un tratamiento real y necesario, sino a algo más concreto: se trata de productos inyectables o que en muchos casos sí que contienen principios activos, que pueden llegar a causar efectos adversos. Y la inactividad de la Administración supone no ya que puedan venderse con más facilidad que un juguete defectuoso, sino que lo hagan con la etiqueta de “medicamento” y en las farmacias.

En fin, que de dos “argumentos” uno resulta ser falso y el otro también. ¿Alguien da más? ¿Alguien presenta algún producto homeopático con autorización? ¿O tenemos que seguir pensando que la Agencia de Medicamentos, podríamos decir, happily promotes bogus treatments?

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