Ya sé que los lectores de este blog están más que familiarizados (y hasta puede que francamente hartos) con la historia del proceso judicial por difamación que la British Chiropractic Association interpuso contra Simon Singh (quien, por cierto, acaba de ser papá. ¡Enhorabuena!). Lo que en un principio se presentaba como un caso judicial (interesante, eso sí, por táctica inicialmente empleada por Singh y la campaña que desencadenó contra la draconiana Ley inglesa sobre el libelo, a la que de nuevo les invito a unirse con su firma) se convirtió de repente en una comedia de despropósitos por parte de los quiroprácticos británicos, resueltamente decididos a aprovechar el procedimiento para dejarse su propia espina dorsal llena de subluxaciones.

El resultado del juicio todavía en el aire, aunque a estas alturas la acumulación de errores y meteduras de pata de la BCA, cuya demanda se ha convertido además en todo un ejemplo del “efecto Streisand“, hacen que sea bastante difícil que la quiropráctica británica levante cabeza en mucho tiempo, ni siquiera en el cada vez menos probable caso de que Simon Singh resultase condenado. Porque, encima, a la BCA le acaba de salir otro enemigo en casa, y de los poderosos: nada menos que el General Chiropractic Council.

En Gran Bretaña la quiropráctica se considera una profesión sanitaria (no como aquí, aunque ya habido algún intento de hacerlo), pero con una regulación especial y distinta a las de las, ejem, verdaderas profesiones sanitarias. Para ejercer legalmente, los quiroprácticos británicos deben registrarse en el GCC, que actúa como organismo de autorregulación de la profesión. De hecho, entre sus funciones el GCC tiene la de

Establecer los estándares de la formación, la conducta y la práctica quiroprácticas.

Otra de las funciones del GCC es la de tramitar las reclamaciones ciudadanas contra los quiroprácticos, una tarea que antes resultaba bastante llevadera, pero ahora no lo es tanto: como cuenta Martin Robbins en The Guardian, de los cuarenta casos que tenía que resolver cada año el Consejo se pasó a nada menos que 600 en 2009. Teniendo en cuenta que el GCC tiene registrados un total de 2400 quiroprácticos, este incremento en las quejas (debido a la vigilancia por parte de los miembros de la blogosfera escéptica británica, espoleada por la demanda de la BCA contra Simon Singh) supone que uno de cada cuatro quiroprácticos del Reino Unido está siendo sometido a investigación.

Ya se verán cuáles son los resultados de esas investigaciones (aunque adelanto que las reclamaciones están muy bien fundadas). Lo que nos importa ahora es lo de “establecer los estándares”, función para la cual el 25 de febrero el GCC publicó un extenso informe sobre la eficacia de las terapias manuales, con el que pretende recoger la evidencia científica en relación con este tipo de terapias (entre las que se encuentra la quiropráctica) y, por tanto, indicar qué afirmaciones pueden realizar los quiroprácticos en cuanto a la efectividad de sus tratamientos y cuáles no. De hecho, el informe establece claramente qué grados de efectividad contempla y cuál es su trascendencia tanto a la hora de la práctica quiropráctica como en lo relativo a la publicidad que puede hacerse.

Dicho esto, volvamos atrás. Muy atrás. Concretamente al 19 de abril de 2008, que es cuando Simon Singh publicó su famoso artículo. La BCA, recordemos, demandó a Singh por haber dicho que

The British Chiropractic Association claims that their members can help treat children with colic, sleeping and feeding problems, frequent ear infections, asthma and prolonged crying, even though there is not a jot of evidence. This organisation is the respectable face of the chiropractic profession and yet it happily promotes bogus treatments.

Bueno, pues vamos a ver qué dice el informe de la GCC:

En definitiva, de las cinco dolencias infantiles de las que hablaba Simon Singh en su artículo (y que a su vez tomó de un folleto editado por la BCA), el informe considera que la evidencia para el cólico infantil y el asma es “moderada” y “negativa”; el informe se refiere también a la otitis, pero como puede apreciarse sus resultados se refieren a la manipulación osteopática, no a la quiropráctica. No aparecen datos sobre la manipulación quiropráctica para la otitis, los problemas de sueño y el llanto prolongado, por lo que cabe suponer que los autores, por mucho que han buscado, no han encontrado ni una iota de evidencia.

Poniendo esto en relación con las tablas anteriores, resulta que según las normas del GCC se debe aconsejar a los pacientes en contra del tratamiento quiropráctico del cólico infantil y el asma, recomendándoles alternativas efectivas. En cuanto a los demás casos, la ausencia absoluta de evidencias también debería, entiendo yo, obligar a los quiroprácticos a advertir de ello a los pacientes y recomendar otros tratamientos.

Así que ya lo ven: esta vez la BCA (y su posición procesal) reciben la patada en las joyas de la corona de manos (bueno, de pies) de su propio organismo regulador. Su único consuelo es que, quizá casualmente, el informe se hizo público dos días después de la vista judicial de la apelación de Simon Singh, con lo que cabe la posibilidad de que Sus Señorías no se hayan dado cuenta. Aunque, si recordamos que durante la vista uno de los Magistrados habló de “la homeopatía” en lugar de “la quiropráctica”, y achacó su error a la lectura de los periódicos de la mañana (que trataban del informe parlamentario sobre la efectividad de esa otra pseudoterapia), lo lógico es suponer que estarán al cabo de la calle de todo esto.

¿En qué acabará todo este lío? Aunque la resolución sobre la apelación se espera quizá para esta misma semana, y el ambiente entre los partidarios de Simon Singh es de optimismo, naturalmente nadie sabe aún lo que decidirán los Magistrados. Pero lo que sí está claro es que la BCA acabará casi tan mal como algunos de los pacientes quiroprácticos.

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