JUDITH DE JORGE
La búsqueda de inteligencia extraterrestre o proyecto SETI (Search for Extra Terrestrial Intelligente) ha cumplido 50 años desde su aparición sin que por el momento hayamos recibido un saludo de otros mundos. Por mucho que los astrónomos han agudizado el oído, no ha ocurrido el milagro. Ninguna señal que indicara la presencia de civilizaciones alienígenas se ha registrado en sus instrumentos. La falta de resultados no tiene por qué llevarnos al desánimo, ya que puede que nuestros «hombrecillos verdes» utilicen otra frecuencia para comunicarse, o que estén tan lejos que aún no hayan recibido nuestras emisiones. Además, el descubrimiento de planetas extrasolares puede darnos pistas de por dónde buscar. Sin embargo, ¿cuánto tiempo habrá que esperar? Y para los más excépticos: ¿no estaremos perdiendo el tiempo y derrochando recursos?
Jill Tarter, actual director de los institutos del Centro de Investigación SETI (Center for SETI Research) justifica su puesto con un claro ejemplo: La búsqueda de alienígenas realizada hasta el momento puede ser comparable con alguien que llena un vaso con agua del océano y, sin volver a repetir la operación si quiera una vez más, afirma rotundamente que en el mar no hay peces. De la misma forma, para Tarter, la ausencia de una señal positiva no constituye ninguna paradoja, ya que las investigaciones más rigurosas apenas tienen una década, muy poco tiempo para tener éxito. Por este motivo, según publica Nature, un gran conjunto de radiotelescopios norteamericanos se ha unido al proyecto en su aniversario. Aun así, la iniciativa se ha apresurado a buscar fuentes de financiación para permanecer en marcha y llegar a su tamaño previsto.

Un «lenguaje común»

El proyecto SETI se inició oficialmente el 19 de septiembre de 1959, cuando se hizo público en un artículo de la revista científica Nature firmado por los astrónomos Giuseppe Cocconi y Philip Morrison. Los autores creían que el desarrollo de la radioastronomía permitiría buscar vida más allá de nuestra galaxia. Partían de la hipótesis de que nuestro planeta puede no ser el único con humanoides. Existen en nuestra galaxia numerosas estrellas como el Sol, en torno a ellas puede haber planetas, quizás alguno como la Tierra capaz de albergar vida. Y, tirando del mismo hilo, acaso la vida en ese lugar ha evolucionado en una especie tecnológica capaz de comunicarse.
Pero, ¿qué tipo de señal enviar? Los astrónomos buscaron un «lenguaje común», que pudiera ser fácilmente reconocible, y como el elemento más extendido en el Universo es el hidrógeno, que emite frecuencias electromagnéticas a 1.420 megahercios, acordaron emitir señales en esa frecuencia. En realidad, es como querer que alguien escuche nuestra respiración en Australia, pero había que intentarlo.
El proyecto también es hijo intelectual del divulgador Carl Sagan, que lo popularizó, y del radioastrónomo Frank Drake, un pionero en este campo. Precisamente, Drake llevaba ya un tiempo buscando señales extraterrestres desde el National Radio Astronomy Observatory (NRAO), con la misma frecuencia, antes de que Nature diera el «bombazo». Los diferentes proyectos de SETI no han llegado a dar ningún resultado, pero siguen siendo mucho más populares de lo que otros aspectos de la ciencia nunca conseguirán ser. Quizás porque encierra una promesa de futura compañía, de dejar de estar solos en el Universo, pero sin supercherías ni platillos volantes.

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