El verano de 1947 fue el punto de partida de las historias relativas a extraños objetos voladores que surcan los cielos de nuestro planeta. Todo comenzó el 24 de junio de ese año cuando Kenneth Arnold pudo divisar, desde su avioneta cerca del Monte Rainier (Washington) lo que, según recogerían algunos medios de la época, era descrito como una flotilla de platillos volantes.

Desde entonces, la historia de los ovnis se ha comportado como una gran bola de nieve, llegando a adquirir dimensiones insospechadas.
Esta ha sido la excusa para asistir a la charla impartida por Ricardo Campo, licenciado en Filosofía y miembro de la Fundación Anomalía, en el transcurso de las jornadas «Ciencia y Pseudociencias» que están teniendo lugar en la Universidad de La Laguna.

El título de la ponencia era muy elocuente: «Ovnis. La invasión que nunca llegó». Campo dio un repaso a lo que han dado de sí más de 60 años de ufología, la disciplina que estudia el fenómeno de los ovnis. A pesar de que las posibles visitas extraterrestres conforman un mito eminentemente moderno, las reflexiones sobre la existencia de otros mundos ya ocupaban el pensamiento de los antiguos.

«La creencia en otras humanidades o en otros seres conscientes no terrestres en tan antigua como nuestra civilización grecolatina. Desde los pluralistas y unicistas de la antigüedad hasta los más optimistas científicos actuales, pasando por los autores de ciencia popularizada del siglo XIX» señala el investigador.

Sin embargo, es en la década de los 50 del siglo pasado cuando lo extraterrestre se manifiesta de una manera inesperada. Campo apunta las claves de esta eclosión: «El mito de los ovnis empieza a gestarse a mediados del siglo XX, cuando la especulación sobre la existencia de vida extraterrestre estaba perdiendo fuelle. En ese momento son otros los ingredientes que entran en juego para alimentar el mito: la guerra fría, la exploración espacial, el desarrollo de armamento teledirigido, el miedo a la invasión por parte de potencias enemigas, etcétera».

La galaxia
Más recientemente, en la década de los 90, las historias sobre naves venidas de otros planetas se renovarían, tras el hallazgo de los primeros planetas solares y del descubrimiento de los organismos extremófilos (ciertas bacterias que pueden vivir en condiciones extremas de temperatura, falta de luz y oxígeno)sugerirían que la vida es posible en otros lugares de nuestra galaxia).

Pero, ¿qué pruebas tenemos de esas visitas extraterrestres a día de hoy? Más bien ninguna, según el investigador de la Universidad de La Laguna. La ufología se ha construido, en gran medida, encima de un montón de relatos y de informes relativos a observaciones anómalas, pero no hay ni una prueba determinante del origen sobrenatural de éstas.

A la hora de elaborar el mito convergen diversos factores como la sobrevaloración del testimonio humano, algo que está sumamente demostrado que es altamente falible, y el hecho de que «el hombre de la calle puede confundir y malinterpretar estímulos luminosos no identificados con fenómenos extraños a los que psicológicamente se dota de características que carecen». Para Campo, las causas más comunes de confusión son los estímulos astronómicos (planetas, estrellas y meteoroides) y las de origen tecnológico (aviones, globos sonda, reentrada de chatarra espacial, etcétera).

El papel del séptimo arte
Hay que añadir, sin duda, el papel que ha tenido en este asunto el cine y la literatura. «Han jugado un papel importante, pero en ambas direcciones: de los ovnis hacia el cine y de ésta hacia aquéllos. La invasión alienígena de Herbert H. Wells y su representación radiofónica por Orson Welles, en 1938, probó que la creencia en visitantes extraterrestres estaba latente en la sociedad estadounidense mucho antes del avistamiento de Kenneth Arnold en 1947».

Por otro lado, la aventura del contactado Adamski es un calco de «Ultimátum a la Tierra». Como apunte, el gobierno británico en su reciente proceso de desclasificación de documentos ovni consideraba que el año 1977 sufrió un pico en lo que se refiere al número de avistamientos, y es que ese mismo año se estrenaba «Encuentros en la Tercera Fase», una película que influiría definitivamente en la visión que tendría el ciudadano de a pie de los ovnis y sus tripulantes.

En cualquier caso, las luces en el cielo, los aterrizajes de platillos volantes, las visitas nocturnas de sus tripulantes o las abducciones conforman un rico material que merece la pena ser analizado a la búsqueda, según Campo, «de lo que pueda decir de sus creadores: nosotros mismos».

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