DANIEL MEDIAVILLA – Madrid – 10/04/2009 08:00

El 11 de septiembre de 2001, después de ver desaparecer en una nube de humo las Torres Gemelas, Zdnek Bazant, profesor de Ingeniería Civil y Ciencia de los Materiales en la Universidad de Northwestern (EEUU), recopiló toda la información que pudo sobre los edificios y trató de explicar lo que le parecía inexplicable. “Ningún estructuralista hubiera creído que iban a caer así”, asegura Bazant en Madrid, invitado por la Real Academia de Ingeniería para nombrarle académico. Dos días después del ataque ya había elaborado una teoría para explicar lo sucedido.

Este estudio, hecho por pura curiosidad, le iba a dar más notoriedad que su amplio trabajo académico. Los incendios comenzaron al mismo tiempo en dos plantas y el fallo en el aislamiento de las estructuras permitió al fuego reducir en un 85% la fuerza de las columnas. El calor y el incremento en la fuerza que debían soportar las columnas supervivientes convirtieron los pilares en objetos demasiado plásticos para sustentar los rascacielos. Minutos después, la fuerza gravitatoria se cobró dos piezas para Al Qaeda.

Desde entonces, Bazant ha tenido que defender sus cálculos que las pruebas de campo han corroborado frente a los defensores de las teorías conspiratorias. En 2008 aún se podían leer en Internet sus respuestas a quienes aseguran que nada es lo que parece. “Para hacer caer los edificios con TNT se habrían necesitado 300 toneladas insertadas en los pilares”, dice como respuesta a quienes creen que fue una voladura controlada. “He llegado a trabajar con un amigo químico para demostrar que los productos que aparecieron entre los escombros y se relacionaron con el uso de explosivos provenían de materiales utilizados en aislamiento o fontanería”, añade. “Cada argumento fue refutado, pero a esta gente le dan igual los datos”, continúa. “Hay muchos que odian a Bush y por eso quieren demostrar que estuvo implicado”.

Reducir el riesgo
En su trabajo fuera de la discusión paranormal, Bazant ha desarrollado teorías para asegurarse de que los edificios construidos no se caigan. “Cuando se diseña un avión, se pueden hacer muchas pruebas para asegurarse de que es seguro”, explica. “En ingeniería civil, cada estructura es diferente y no se puede comprobar que todas son seguras. Nosotros trabajamos para elaborar teorías que reduzcan el riesgo”, apunta.

Como teórico, Bazant libra una nueva batalla. “Hay estadísticas que muestran que para grandes edificios la posibilidad de fallo es de una entre mil, cuando lo aceptable es de una entre un millón”, indica. “Los códigos que deciden qué forma de construir es correcta están obsoletos y muchos, equivocados, pero la gente que conforma los comités no comprende las teorías o no hacen nada para no complicar las cosas a quienes construyen”. Y, añade, “falta transparencia”. “En ingeniería aeronáutica, cuando hay un accidente, por ley, la información se libera para que los expertos puedan analizarla. En ingeniería civil no y en muchos casos se retiene información”.

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