Podría ser algo así como el Santo Grial de la ufología española. El documento que demostrase que el Ejército del Aire no desclasificó todos los expedientes sobre el fenómeno ovni. Y no se trata de una exageración.

El T67 94769 es sólo uno de los varios informes que existen sobre la misteriosa aparición de varias luces en el cielo, el 6 de diciembre de 1965, y la recuperación de hasta 14 objetos de una o varias naves de origen oficialmente desconocido en Fuente de Cantos y Montemolín (Badajoz) y Lora del Río (Sevilla), localidades distantes unos 100 kilómetros.

Al poco de ocurrir el suceso, la embajada americana en Madrid tomó cartas en el asunto. El jefe del Estado, Francisco Franco, así lo indica uno de los documentos, fue informado en persona y autorizó que los restos fueran enviados a EEUU a cambio de recibir el resultado de sus investigaciones. Así lo explica el investigador valenciano Vicente Juan Ballester Olmos, el único que ha tenido acceso oficial a toda la documentación del caso (y que pronto hará pública por internet).

El ‘T67 94769’, con más de 300 páginas, puede ser el informe más secreto de la historia de la ufología

Así, el 15 de junio de 1967 el Battelle Memorial Institute concluyó el informe T67 94769 (en total, más de 300 páginas) titulado Investigación de cinco cuerpos metálicos recuperados tras un vuelo espacial. En su primera página puede leerse una indicación que aún hoy sigue vigente: “Secreto. No difundirse en el extranjero salvo en España” y con la indicación de que pertenecía al Grupo 1, es decir “excluido de desclasificación y reducción de categoría automática”.

Un tercer cuño recuerda que el informe está protegido por las leyes de espionaje y que contiene información relativa a la Defensa Nacional. Ni en el famoso ‘caso Roswell’, en el que se dijo que el ejército americano había recuperado el cuerpo de un extraterrestre, aparecen documentos tan clasificados.

¿Qué gran misterio se esconde tras este Expediente X? ¿Qué ocultan más de 43 años después las autoridades? Según Ballester Olmos, “en realidad, los restos de una nave soviética del tipo Vostok, como ya aventuró la prensa de la época”. “Estamos ante unos documentos muy interesantes para los amantes de la carrera espacial y la astronáutica”, añade. Sin embargo, “desde el punto de vista de la ufología es importante ya que podríamos decir que estamos ante lo que algún desaprensivo podría haber calificado de fraude y sin embargo es un fiel reflejo de que tras algunas informaciones que aparecen de vez en cuando sobre expedientes desclasificados que hablan de posibles naves del espacio hay que ir con mucha cautela”.

El mito del secreto

Uno de los objetos hallados en 1965.Uno de los objetos hallados en 1965.

El T67 94769 es un buen reflejo del mito del encubrimiento tan presente en la historia de la ufología. Sin embargo bajo un total de cinco informes secretos (cuatro elaborados por el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial -INTA- y uno en EEUU) no hay nada que haga pensar en la existencia de una posible visita de extraterrestres. Casos ovni sin desclasificar podría haber más, y tampoco significaría ningún intento de ocultar la realidad. En sus archivos, Ballester Olmos guarda algunos informes realizados en varias bases aéreas que tampoco fueron desclasificados. “Son informes breves y los responsables de las bases no los consideraron suficientemente importantes como para remitirlos al Estado Mayor del Aire, y por lo tanto no se incluyeron en el proceso”.

Para conseguirlo, sólo habría que ocultar un dato aparentemente trivial. “Si el expediente no se ha desclasificado y se ha convertido en una especie de fósil de la Guerra Fría es por que el Ejército nunca lo consideró como información ovni y por tanto no tuvo que desclasificarlo”. Ballester Olmos fue el único civil que participó en aquel proceso que se desarrolló entre 1990 y 1999 y que califica como “ejemplar”. “La prueba de que no había ninguna intención de ocultar es que a mi se me confió una copia completa”, añade el investigador valenciano.

Una de las páginas del informe.Una de las páginas del informe.

Parece exagerado darle tanta importancia a un suceso hoy tan anodino pero no lo es. En 1965 el número de objetos recuperados tras una reentrada espacial era algo poco frecuente. Según el investigador mexicano Luis Ruiz Nóguez, el primer caso se dio en Estados Unidos en 1957, y luego se produjeron recuperaciones similares en Suecia, Argentina, Brasil y Australia. Esta última, en 1963 (apenas tres años antes del caso español) fue la primera vez que se asoció al fenómeno ovni. Con el tiempo, cuando los casos se hicieron más frecuentes, las reentradas y la recuperación de objetos cobraron carta de naturaleza en la mitología ovni. Quizás por eso Ruiz Noguez tituló su informe Los Ovnis Boludos. Seguramente no se refería únicamente al aspecto esférico de muchos de los objetos recuperados.

A diferencia de otros casos de ‘ovnis boludos’, el ocurrido hace ahora 43 años se trató con muchísimo más secretismo. La prensa se hizo eco de la noticia -incluso apuntó que podría tratarse de restos de una nave soviética- pero el Gobierno impuso el silencio lo que contribuyó alimentar el misterio. Como explica Ballester Olmos, “el 18 de marzo de 1965 se había producido el último lanzamiento soviético conocido, luego los restos que habían caído sobre España no podían pertenecer a él”.

En realidad, pertenecían a otro lanzamiento, éste secreto, que había tenido lugar el 3 de diciembre: “Del cosmódromo ruso de Baikonur despegó la Lunik 8 con destino a la Luna, probablemente con el objetivo de un alunizaje suave, sin embargo un retrocohete falló y la nave espacial se estrelló contra la superficie del satélite en la zona conocida como Mar de las Tormentas. Esta nave fue lanzada con un cohete SL-6, de varias etapas, cuya plataforma fue la que cayó en España”.

Según explica Ballester Olmos, en total se recuperaron 14 objetos tales como discos de chapa metálica, objetos irregulares en forma de tobera, restos de revestimiento aislante carbonizados… En Fuente de Cantos se halló una esfera metálica de unos 40 cm. de diámetro y unos 5 kg. de peso, en Montemolín cayeron dos cilindros de unos 40 cm. de largo por 20 cm. de diámetro terminados en sus extremos por superficies convexo-esféricas, además de otros cuerpos metálicos menores. Y en Lora del Río tres esferas de unos 38 cm. de diámetro y unos 7 kg. de peso. Su rastro se había perdido hasta hoy y se cree que se conservan en el INTA.

Fuente:

http://www.elmundo.es/elmundo/2009/01/03/valencia/1230989731.html