Alguien debiera decir la verdad acerca de la biblia. Los predicadores no se atreven, porque serían echados de sus púlpitos. Los profesores de escuelas no se atreven, pues perderían sus salarios. Los políticos no se atreven. Serían derrotados. Los publicistas no se atreven. Perderían subscriptores. Los comerciantes no se atreven, porque perderían clientes. Las personas de la sociedad no se atreven, por temor a desprestigiarse. Ni siquiera los oficinistas se atreven, porque serían despedidos. Y por lo tanto lo haré yo.

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Ingersoll-AcercaDeLaBiblia

Principal – Robert G. Ingersoll Acerca de la Sagrada Biblia por Robert G. Ingersoll (Traducción del inglés por Ludisto Mirinda) Introducción I – El origen de la Biblia II – ¿Está inspirado el Antiguo Testamento? III – Los Diez Mandamientos IV – ¿Qué valor tiene? V – ¿Era Jehová un Dios de amor? VI – La administración de Jehová VII – El Nuevo Testamento VIII – La filosofía de Cristo IX – ¿Dio Cristo un buen ejemplo? X – ¿Por qué colocar a Cristo en la cumbre de la humanidad? XI – Inspiración XII – La verdadera Biblia Introducción Alguien debiera decir la verdad acerca de la biblia. Los predicadores no se atreven, porque serían echados de sus púlpitos. Los profesores de escuelas no se atreven, pues perderían sus salarios. Los políticos no se atreven. Serían derrotados. Los publicistas no se atreven. Perderían subscriptores. Los comerciantes no se atreven, porque perderían clientes. Las personas de la sociedad no se atreven, por temor a desprestigiarse. Ni siquiera los oficinistas se atreven, porque serían despedidos. Y por lo tanto lo haré yo. Millones de personas creen que la biblia es la palabra inspirada de Dios — millones que creen que este libro es báculo y guía, consejero y consolador; que llena el presente de paz y el futuro de esperanza — millones que creen que es fuente de leyes, justicia y compasión, y que el mundo debe su libertad, riqueza y civilización a sus sabias y benignas enseñanzas — millones que se imaginan que este libro es una revelación de la sabiduría y el amor de Dios al cerebro y el corazón de la humanidad — millones que consideran este libro como una antorcha que vence la obscuridad de la muerte, y vuelca sus resplandores sobre otro mundo –un mundo sin una lágrima. Se olvidan ellos de su ignorancia y salvajismo, su odio a la libertad, su persecución religiosa; recuerdan solamente el cielo, pero se olvidan del calabozo del castigo eterno. Se olvidan de que encarcela el cerebro y corrompe el corazón. Se olvidan de que es el enemigo de la libertad intelectual. La libertad es mi religión. La libertad de las manos y del cerebro, del pensamiento y el trabajo. Libertad es palabra odiada por reyes, detestada por papas. Es una palabra que quiebra tronos y altares, que deja a los coronados sin súbditos, y a la mano extendida de la superstición sin limosnas. La libertad es la flor y el fruto de la justicia, el perfume de la compasión. La libertad es el suelo y la simiente, el aire y la luz, el rocío y la lluvia del progreso, el amor y la alegría. I – El origen de la Biblia Unas pocas familias errantes — pobres, miserables, sin educación, artes ni oficios ni poder; descendientes de los que habían sido esclavos por cuatrocientos años; tan ignorantes como los habitantes del África Central, acababan de escapar de sus amos al desierto de Sinaí. Su jefe era Moisés, hombre que había sido criado en la familia del Faraón y que había aprendido las leyes y la mitología de Egipto. A fin de controlar a sus secuaces, pretendía estar guiado y ayudado por Jehová, el dios de tales errabundos. Todo lo que sucedía se atribuía a la intervención de ese dios. Moisés declaró que se encontraba con ese dios cara a cara; que en la cima del Sinaí había recibido las planchas de piedra en que habían sido escritos por el dedo de ese dios los Diez Mandamientos, y que en adición a ellos, Jehová había dado a conocer los sacrificios y ceremonias que le agradaban, y las leyes por las cuales el pueblo debería ser gobernado. De este modo se establecieron la religión judía y el Código Mosaico. Ahora se afirma que esta religión y estas leyes fueron y son reveladas y establecidas para toda la humanidad. En aquel tiempo, esos errabundos no comerciaban con otras naciones, no tenían lenguaje escrito, no sabían ni leer ni escribir. No tenían medios de dar a conocer esta revelación a otras naciones, y por ello permaneció enterrada en la jerga de unas pocas tribus desconocidas, ignorantes y paupérrimas, durante más de dos mil años. Muchos siglos después de que Moisés, el cabecilla, había muerto; muchos siglos después de que todos sus seguidores habían fallecido, se escribió el Pentateuco, obra de muchos escritores, y para darle fuerza y autoridad, se formuló la pretensión de que Moisés había sido el autor. Ahora sabemos que el Pentateuco no fue escrito por Moisés. Se mencionan poblaciones que no existían cuando Moisés vivía. Se menciona dinero, no acuñado hasta siglos después de su muerte. Y así, muchas de las leyes no eran aplicables a vagabundos del desierto — leyes sobre agricultura, sobre el sacrificio de bueyes, carneros y palomas, acerca de la tejeduría de telas, acerca de ornamentos de oro y plata, acerca del cultivo de la tierra, acerca de cosechas, del trillado de cereales, acerca de casas y templos, acerca de ciudades de refugio, y de muchas otras cosas de imposible aplicación a unos pocos hambrientos que vagaban sobre arenas y rocas. No solamente admiten ahora los teólogos inteligentes y honrados que Moisés no fue el autor del Pentateuco, sino también que nadie sabe quiénes fueron los autores, o quién escribió uno sola de estos libros, o un capítulo, o un renglón. Sabemos que no se escribieron en una misma generación; que no fueron escritos por una sola persona; que están llenos de errores y contradicciones. Se admite también que Josué no escribió el libro que lleva su
nombre, porque refiere sucesos que no acontecieron hasta mucho tiempo después de su muerte. Nadie sabe, ni pretende saber, quién fue el autor de Jueces. Todo lo que sabemos es que se escribió siglos después de que los jueces habían dejado de existir. Nadie conoce el autor de Ruth, ni del Primero y Segundo de Samuel; todo lo que sabemos que Samuel no escribió los libros que llevan su nombre. En el capítulo 25 del Primer libro de Samuel se relata cómo él fue criado por la Bruja de Endor. Nadie conoce el autor de los libros Primero y Segundo de Reyes, y el Segundo de Crónicas; todo lo que sabemos es que son libros carentes de todo valor. Sabemos que los Salmos no fueron escritos por David. En los Salmos se habla del Cautiverio, y eso no tuvo lugar sino hasta unos quinientos años después de que David “durmió con sus padres.” Sabemos que Salomón no escribió los proverbios ni el Cantar de los Cantares; que Isaías no escribió el libro que lleva su nombre; que nadie sabe el autor de Job, Eclesiastés, o Ester, o de ningún otro libro del Antiguo Testamento, con excepción del de Ezra (Esdras). Sabemos que Dios no se menciona en ninguna forma en el libro de Ester. Sabemos también que el libro es cruel, absurdo e imposible. Dios no se menciona en el Cantar de Salomón, el mejor libro del Antiguo Testamento. Y sabemos que Eclesiastés fue escrito por un incrédulo. Sabemos también que los judíos mismos no habían decidido hasta el siglo segundo después de Cristo cuáles libros eran inspirados o auténticos. Sabemos que la idea de una inspiración fue creciendo lentamente, y que la inspiración fue determinada por individuos que tenían ciertos objetivos que alcanzar. II – ¿Está inspirado el Antiguo Testamento? Si lo está, debiera ser un libro que ningún ser humano — ningún número de humanos — podría producir. Debería contener la perfección de la filosofía. Debería estar en perfecto acuerdo con todos los hechos de la naturaleza. No debería contener errores de astronomía, geología, o de cualquier otro sujeto o ciencia. Su moral debería ser la más elevada, la más pura. Sus leyes y reglamentos para la regulación de la conducta deberían ser justos, sabios, perfectos, y totalmente idóneos para lograr los fines deseados. No debería contener nada calculado para hacer al hombre cruel, rencoroso, vengativo o infame. Debería estar lleno de inteligencia, justicia, pureza, honestidad, misericordia y espíritu de libertad. Debería manifestarse contra las luchas y guerras, la esclavitud y la concupiscencia, la ignorancia, la credulidad y la superstición. Debería desarrollar el cerebro y civilizar el corazón. Debería satisfacer el corazón y el cerebro de los mejores y más sabios. Debería ser cierto. ¿Se ajusta el Antiguo Testamento a esos patrones? ¿Hay algo en el Antiguo Testamento — en historia, en teoría, en leyes, en gobierno, en moral, en ciencia — superior a las ideas, creencias, costumbres y prejuicios de los autores y de la gente entre las cuales vivían? ¿Hay algún rayo de luz de alguna fuente sobrenatural? Los antiguos hebreos creían que la Tierra era el centro del universo, y que el sol, la luna y las estrellas, eran puntos en el cielo. La biblia está de acuerdo con eso. Creían que la Tierra era plana, con cuatro esquinas; que el cielo, el firmamento, era sólido — el piso de la casa de Jehová. La biblia enseña eso mismo. Creían que el sol se movía alrededor de la Tierra, y que deteniendo al sol el día se prolongaría. La biblia está de acuerdo con eso. Creían que Adán y Eva habían sido las primeras personas; que habían sido creados no hace muchos años, y que ellos, los hebreos, son sus descendientes directos. La biblia enseña eso. Si de algo podemos estar seguros es de que los escritores de la biblia estaban equivocados en cuanto a la creación, la astronomía, la geología, acerca de las causas de los fenómenos, el origen del mal y la causa de la muerte. Ahora bien, hay que admitir que si un ser perfecto fue el autor de la biblia, él sabía todas las ciencias, todos los hechos, y no pudo haber cometido un error. Si, por consiguiente, hay errores, malas interpretaciones, falsas teorías, mitos ignorantes y disparates en la biblia, tuvo que haber sido hecha por seres imperfectos, es decir, por hombre ignorantes y equivocados. Nada puede ser más claro que esto. Durante siglos la Iglesia insistió en que la biblia era absolutamente cierta; que no contenía equivocaciones; que la historia de la creación era cierta; que su astronomía y su geología estaban de acuerdo con los hechos; que los hombres de ciencia que diferían del Antiguo Testamento eran infieles y ateos. Ahora eso ha cambiado. Los cristianos educados admiten que los escritores de la biblia no estaban inspirados en cuanto a ninguna de las ciencias. Saben que Dios, o Jehová, no inspiró a los escritores de su libro con el fin de que educaran al mundo sobre astronomía, geología, o ciencia alguna. Admiten ahora que los inspirados señores que escribieron el Antiguo Testamento no sabían nada de ciencia alguna, y que escribieron sobre la Tierra, las estrellas, el sol y la luna, de acuerdo con la ignorancia general de su época. Se necesitaron muchos siglos para obligar a los teólogos a admitir eso. A regañadientes, llenos de malas intenciones y odio, los clérigos se retiraron del campo, dejando la victoria a la ciencia. Adoptaron otra posición. Declararon que los autores, o más bien los escritores, de la biblia, estaban inspirados en cosas espirituales y morales; que Jehová quería dar a conocer a sus hijos su voluntad y su amor infinito por ellos; que Jehová, viendo a la gente malvada, ignorante y depravada, quiso hacerlos piadosos y justos, sabios y espirituales, y que la biblia está inspirada en cuanto a sus leyes, la religión que enseña, y sus ideas de gobierno. Este es el asunto ahora. ¿Está la biblia en cualquier grado más correcta en sus ideas sobre la justicia, la compasión, la moral, o la religión, que en su concepto de las ciencias? ¿Es moral? Condona la esclavitud — permite la poligamia. ¿Hubiese podido hacer peor un demonio? ¿Es compasiva? En la guerra alzó la bandera negra; ordenó la destrucción, la masacre, de todos, viejos, enfermos, desvalidos, esposas y bebés. ¿Eran sus leyes inspiradas? Cientos de faltas se condenan con la muerte. Recoger ramas el domingo, asesinar al padre el lunes, eran crímenes de igual magnitud. No hay en la literatura mundial un código más sangriento. La ley de la venganza, de la represalia, fue la ley de Jehová. Ojo por ojo, diente por diente, miembro por miembro. Esto es salvajismo, no filosofía. ¿Es justa y razonable? La biblia está opuesta a la tolerancia religiosa — a la libertad religiosa. Todo el que difería de la mayoría era muerto a pedradas. La investigación era un crimen. Se ordenaba a los esposos denunciar a la esposa incrédula y ayudar a darle muerte. Es la enemiga del Arte. “No harás imágenes.” Eso fue la muerte del Arte. Palestina nunca ha producido un pintor ni un escultor. ¿Es civilizada la biblia? Defiende el embuste, el hurto, el robo, el asesinato, la venta de carne estropeada a los extranjeros, y hasta el sacrificio de seres humanos a Jehová. ¿Es filosófica? Enseña que los pecados de las personas pueden trasladarse a un animal, a una cabra. Hace de la maternidad una falta por la cual hay que hacer una ofrenda de pecado. Era una falta dar a luz un varón, y doble falta dar a luz una hembra. Hacer aceite para el cabello similar al que usaban los clérigos era un delito castigable con la muerte. La sangre de un ave sacrificada sobre agua corriente era considerada una medicina. ¿Sería capaz un dios civilizado de embarrar sus altares con sangre de bueyes, corderos y palomas? ¿Haría él carniceros de todos sus sacerdotes? ¿Se deleitaría con el olor de la carne quemándose? III – Los Diez Mandamientos Algunos abogados cristianos — algunos eminentes y estúpidos jueces — han dicho y siguen diciendo que los Diez Mandamientos son la base de toda ley. Nada podría ser más absurdo. Mucho antes de que se di
ctasen esos mandamientos, había códigos legales en India y en Egipto, leyes contra el asesinato, el perjurio, el hurto, el adulterio y el fraude. Tales leyes son tan antiguas como la sociedad humana; tan viejas como el amor a la vida; como la industria, como la idea de la prosperidad, como el amor humano. De los Diez Mandamientos, todos los que son buenos son viejos; todos los que son nuevos son estúpidos. Si Jehová hubiese estado civilizado, hubiera dejado afuera el mandamiento de observar el Sábado, y en su lugar hubiera dicho: “No esclavices a tu prójimo.” Hubiera omitido el que se refiere a juramentos, y dicho: “El hombre tendrá una sola esposa, y la mujer un solo esposo.” Hubiera omitido el que se refiere a imágenes talladas, y dicho en su lugar: “No librarás guerras de exterminio, y no desenvainarás la espada excepto en defensa propia.” Si Jehová hubiese sido civilizado, ¡cuán superiores hubiesen sido los Diez Mandamientos! Todo lo que llamamos progreso, la emancipación del hombre, el trabajo, la substitución de la pena de muerte por el encarcelamiento, de la prisión por simple multa, la destrucción de la poligamia, la libertad de expresión, los derechos de conciencia, en pocas palabras, todo lo que ha tendido al desarrollo y a la civilización del ser humano; todos los resultados de la investigación, la observación, la experiencia y el libre pensamiento; todo lo que el hombre ha logrado para beneficio del hombre desde el final de la Edad del Oscurantismo, ha sido logrado a pesar del Antiguo Testamento. Permítanme poner de relieve la moral, la compasión, la filosofía y la bondad del Antiguo Testamento: LA HISTORIA DE ACHÁN Josué tomó la ciudad de Jericó. Antes de la caída de la ciudad, declaró que todo el botín tomado sería para el Señor. A pesar de esa orden, Achán escondió alguna plata y oro. Después Josué trató de tomar la ciudad de Ai. Fracasó, y muchos de sus soldados murieron. Josué investigó la causa de su derrota y descubrió que Achán había escondido una pieza de vestir, doscientas monedas de plata y una cuña de oro. Achán confesó. A continuación, Josué tomó a Achán, a sus hijos e hijas, sus bueyes y ovejas, y los mató a pedradas a todos y quemó los cuerpos. No hay nada que indique que los hijos e hijas habían cometido crimen alguno. Ciertamente, los bueyes y ovejas no debían haber sido muertos a pedradas por el crimen de su dueño. ¡He ahí la justicia, la misericordia, de Jehová! Después de que Josué cometió tal crimen, con la ayuda de Jehová capturó la ciudad de Ai. LA HISTORIA DE ELISHA “Y de allí fue para Betel, y cuando iba por el camino, salieron unos niños de la ciudad y se burlaban de él, y le decían, ‘Sigue por ahí, calvo’. “Y el se volvió y los miró, y los maldijo en nombre del Señor. Y salieron del bosque dos osas y despedazaron a cuarenta y dos de los niños. ¡Eso fue obra del buen Dios, el misericordioso Jehová! LA HISTORIA DE DANIEL El Rey Darío había honrado y exaltado a Daniel, y los príncipes nativos estaban celosos. Así, pues, indujeron al rey a que firmara un decreto a efectos de que cualquier hombre que pidiese algo a hombre o a dios, a excepción del Rey Darío, durante treinta días, debería ser echado en la guarida de los leones. Después, estos hombres supieron que Daniel rezaba a Jehová tres veces todos los días con el rostro hacia Jerusalén. Después de lo cual Daniel fue echado en la guarida de los leones; se colocó una piedra en la entrada, sellada con el sello real. El Rey pasó una noche mala. A la mañana siguiente fue a la guarida y llamó a Daniel a gritos. Daniel contestó, diciendo al Rey que Dios había enviado su ángel y cerrado la boca a los leones. Daniel fue sacado vivo y bien, y el Rey se convirtió, creyendo en el dios de Daniel. Darío, siendo entonces creyente del dios verdadero, mandó a llamar a los hombres que habían acusado a Daniel, con sus esposas e hijos, y los echó a todos en la guarida de los leones. “Y los leones les rompieron todos los huesos en pedacitos.” ¿Qué habían hecho las esposas y los pequeños niños? ¿En qué forma habían ofendido al Rey Darío, el creyente en Jehová? ¿Quien protegió a Daniel? ¡Jehová! ¿Quién dejó de proteger a las inocentes esposas y sus hijos? ¡Jehová! LA HISTORIA DE JOSÉ El Faraón tuvo un sueño, y este sueño fue interpretado por José. Según la interpretación, iba a haber en Egipto siete años de abundancia, seguidos de siete años de hambre. José aconsejó al Faraón que comprara todo lo sobrante de los siete años de abundancia y la almacenara para los años de hambre. El Faraón nombró a José ministro o agente suyo, y le ordenó que comprara los granos de los años de abundancia. Vino entonces el hambre. La gente acudía al Rey pidiendo ayuda. Él les contestaba que acudieran a José e hicieran lo que él dijese. José vendió trigo a los egipcios hasta que emplearon todo el dinero que tenían hasta que él se quedó con todo el dinero. Cuando se les acabó el dinero, la gente decía: “Danos trigo y te daremos nuestro ganado.” José les dejó adquirir trigo hasta que todo el ganado vacuno, todos los caballos y todas las manadas fueron dadas a él. Entonces la gente dijo: “Danos trigo y te daremos nuestras tierras.” Así, José les cedió trigo hasta que hubieron de ceder todas sus tierras. Pero el hambre continuaba, y así, pues, los desventurados se vendieron a sí mismos, y todos se tornaron siervos del Faraón. Entonces José les dio simiente, e hizo un acuerdo con ellos de que deberían para siempre ceder al Faraón un quinto de todo lo que cosecharan. ¿Quién hizo posible a José interpretar el sueño del Faraón? ¡Jehová! ¿Sabía Él en ese momento que José iba a usar la información adquirida para robar y esclavizar al pueblo de Egipto? Sí. ¿Quién produjo el hambre? ¡Jehová! Es perfectamente claro que los judíos no consideraban a Jehová dios de Egipto dios de todo el mundo. Era su propio dios, y de ellos solamente. Otras naciones tenían dioses, pero Jehová era superior a todos los demás. Odiaba a todas las demás naciones y a todos los otros dioses, y detestaba todas las religiones a excepción de la adoración de sí mismo. IV – ¿Qué valor tiene? ¿Podría algún erudito decirnos qué valor tiene el Génesis? Sabemos que no es cierto — que se contradice a sí mismo. Hay dos relatos de la creación en los capítulos primero y segundo. En el primer relato, las aves y los animales fueron creados antes que el hombre. En el segundo, el hombre fue creado antes que las aves y animales. En el primero, las aves son hechas del agua. En el segundo, las aves fueron hechas de la tierra. En el primero, Adán y Eva son creados juntos. En el segundo, Adán fue hecho; entonces los animales y aves, y entonces Eva fue creada de una de las costillas de Adán. Estas historias son mucho más antiguas que el Pentateuco. Persa: Dio creó el mundo en seis días, un hombre llamado Adama y una mujer llamada Evah, y entonces descansó. Las historias etruscas, babilonias, fenicias, caldeas y egipcias son igualísimas. Los persas, griegos, egipcios, chinos e hindúes tienen su Jardín del Edén y su Árbol de la Vida. Así también los persas, los babilonios, los nubios, la gente del sur de la India, todos tenían la historia de la caída del hombre y la astuta serpiente. Los chinos dicen que el pecado vino al mundo por la desobediencia de la mujer. Y hasta los tahitianos nos cuentan que el hombre fue creado de la tierra, y la primera mujer, de uno de sus huesos. Todas estas historias son igualmente auténticas y de igual valor para el mundo, y todos sus autores estuvieron igualmente inspirados. Sabemos también que la historia del diluvio es mucho más antigua que el libro Génesis, y sabemos también que no es cierta. Sabemos que esta historia del Génesis fue copiada de los caldeos. Allí se encuentra todo lo de la lluvia, el arca, los animales, la paloma que soltaron tres veces, y la montaña donde el arca descansó. De modo que los hindúes, chinos, parsis, persas, griegos, mexicanos y escandinavos tienen substancialmente
la misma historia. También sabemos que el relato de la Torre de Babel es una ignorante fábula infantil. ¿Entonces que queda del inspirado libro Génesis? ¿Hay en él una palabra calculada para desarrollar el corazón o el cerebro? ¿Hay en él algún pensamiento elevado, un gran principio, algo poético, alguna palabra que reviente como el capullo de una flor? ¿Hay algo en él excepto monótonos y detallados relatos de cosas que nunca sucedieron? ¿Hay algo en el Éxodo calculado para hacer al hombre generoso, cariñoso, noble? ¿Está bien enseñar a los niños que Dios torturó al inocente ganado de los egipcios –los mató magullándolos con piedras de granizo– por causa de los pecados del Faraón? ¿Nos hace compasivos creer que Dios mató a los primogénitos de los egipcios -los primogénitos del pueblo pobre y sufrido — de la lastimosa joven que trabajaba en el molino — por causa de la maldad del rey? ¿Podemos creer que los dioses de Egipto realizaban milagros? ¿Que cambiaron el agua en sangre, y palitos en serpientes? En el Éxodo no hay un solo pensamiento original ni una sola línea de algún valor. Sabemos, si es que algo sabemos, que este libro fue escrito por salvajes — salvajes que creían en la esclavitud, la poligamia, las guerras de exterminio. Sabemos que la historia que se cuenta es imposible, y que los milagros nunca tuvieron lugar. Este libro admite que hay otros dioses además de Jehová. En el capítulo 17 aparece este versículo: “Ahora sé que el Señor es mayor que todos los dioses.” (Nota del traductor: No fue posible localizar tal expresión en el capítulo 17 de la Sagrada Biblia para la Familia Católica, pero sí el versículo Éxodo 18; 11, que sigue: “Ahora conozco bien que el Señor es grande sobre todos los dioses, como se ha visto.”) Así, en este libro bendito se predica el deber del sacrificio humano — el sacrificio de bebés. En el capítulo 22 se encuentra esta orden: “No serás perezoso en darme las primicias de tus frutas maduras y tus licores; el primogénito de tus hijos, el primero de tus bueyes y ovejas, siete días estarán con la madre, y el día octavo me los ofrecerás.” ¿Ha servido el Éxodo de ayuda o de obstáculo a la especie humana? Quite del Éxodo las leyes que pertenecen a todas las naciones, y ¿quedará algo de valor? ¿Hay algo de importancia en el Levítico? ¿Hay algún capítulo que merezca la pena de leerse? ¿Qué interés tenemos en las ropas de los sacerdotes, en las cortinas y cirios del tabernáculo, en las tenazas y palas del altar, o en el aceite para el cabello a usar por los levitas? ¿De qué utilidad el cruel código, los espeluznantes castigos, las maldiciones, las falsedades y los milagros de este libro ignorante e infame? ¿Y qué hay en el libro de Números, con sus sacrificios y el agua de los celos, con su pan de proposición y sus cucharas, sus cabritos y harina fina, su aceite y candelabros, sus pepinos, cebolla y maná, que ayude e instruya a la humanidad? ¿Qué interés tenemos en la rebelión de Korah, el agua de la separación, las cenizas de una novilla (ternera) roja, la descarada serpiente, el agua que seguía a la gente colina arriba y abajo durante cuarenta años, y el asno inspirado del profeta Balaam? ¿Han estos absurdos y crueldades, estas supersticiones infantiles y salvajes, ayudado a civilizar al mundo? ¿Hay algo en Josué — con sus guerras, sus asesinatos y masacres, sus espadas chorreando la sangre de las madres y bebés, sus torturas y mutilaciones, sus fraudes y furia, su odio y su venganza — calculado para mejorar el mundo? ¿No hiere cada capítulo el corazón de todo buen hombre? ¿Es un libro para leer a los niños? El libro de Josué es tan inmisericorde como el hambre, tan feroz como el corazón de un animal salvaje. Es la historia, la justificación, la santificación, de casi todo crimen. El libro de Jueces es más o menos igual, nada más que derramamiento de sangre, la horrible historia de Jael y de Sísera, de Gideón y sus trompetas y jarras, de Jeftá y su hija, a quien asesinó para complacer a Jehová. Aquí encontramos la historia de Sansón, en que un dios-sol ha sido cambiado en gigante hebreo. Lean este libro de Josué — lean sobre el asesinato de mujeres, esposas, madres con sus bebés — lean sus imposibles milagros, sus crímenes desalmados, todo hecho de acuerdo con las órdenes de Jehová, y díganme si este libro está calculado para hacernos clementes, generosos y cariñosos. Reconozco que la historia de Ruth es en algunos aspectos una historia hermosa y conmovedora; que se relata con naturalidad, y que su amor por Naomí era profundo y puro. Pero en materia de noviazgo difícilmente aconsejaríamos a nuestras hijas seguir el ejemplo de Ruth. No obstante, debemos recordar que Ruth era una viuda. ¿Hay nada digno de leerse en los libros Primero y Segundo de Samuel? ¿Debe un profeta de Dios cortar en pedazos a un rey capturado? ¿Es la historia del arca, su captura y devolución, de importancia para nosotros? ¿Es correcto, justo y compasivo matar cincuenta mil hombres porque habían mirado al interior de una caja? ¿De qué provecho nos sirven las guerras de Saúl y de David, las historias de Goliat y la Bruja de Endor? ¿Por qué tuvo que matar Jehová a Uzzah por extender la mano para impedir que cayera el arca, mientras que perdonaba a David por asesinar a Uría y robarle la esposa? De acuerdo con “Samuel,” David hizo un censo del pueblo. Esto causó la ira de Jehová, y como castigo permitió a David escoger entre siete años de hambre, tres meses de fuga delante de sus enemigos, o tres días de pestilencia. David, teniendo confianza en Dios, escogió los tres días de pestilencia, y en consecuencia Dios, el misericordioso, por el pecado de David, mató a setenta mil personas inocentes. ¿En esas mismas circunstancias qué hubiese hecho un diablo? ¿Hay alguna cosa en Primero y Segundo de Reyes que sugiera la idea de inspiración? Cuando David estaba muriendo, le dice a su hijo Salomón que asesine a Joab, que no permita que su canosa cabeza baje al sepulcro en paz. Con su último aliento ordena a su hijo arrancar la cabeza canosa de Shimel. Habiendo pronunciado esas palabras compasivas, el buen David, el hombre hecho al corazón de Dios, durmió con sus padres. ¿Era necesario inspirar al hombre que escribió la historia de la construcción del templo, o la historia de la visita de la Reina de Sheba, o decir el número de esposas de Salomón? ¿Qué nos interesa la atrofia de la mano de Jeroboam, la profecía de Jehú, o la historia de Elías y los cuervos? ¿Podemos creer que Elías trajo llamas del cielo, o que por fin fue al Paraíso en una carroza de fuego? ¿Podemos creer la multiplicación por Elisha del aceite de la viuda, que un ejército quedó ciego, o que un hacha flotó en el agua? ¿Nos civiliza leer sobre la decapitación de los setenta hijos de Ajab, el arrancar los ojos de Zedekías, y el asesinato de sus hijos? ¿Hay una sola palabra en Primero y Segundo de Reyes calculada para hacer al hombre mejor? Primero y Segundo de Crónicas no es más que una repetición de lo que se dice en Primero y Segundo de Reyes. Las mismas viejas historias, un poco omitido, un poco añadido, pero ni mejoradas ni empeoradas en ningún respecto. El libro de Ezra carece de importancia. Nos dice que Cirus, Rey de Persia, lanzó una proclamación para construir un templo en Jerusalén, y que declaró que Jehová era el verdadero y único dios. Nada podía ser más absurdo. Ezra nos cuenta su regreso del cautiverio, la construcción del Templo, su dedicación, unos cuantos rezos, y eso es todo. Este libro carece de importancia y de utilidad. Nehemías es más o menos lo mismo, solamente cuenta la construcción de un muro, las quejas del pueblo por los impuestos, una lista de los que regresaron de Babilonia, un catálogo de los que moran en Jerusalén, y la dedicación de los muros. Ni una palabra en Nehemías vale la pena de leerse. Viene entonces el libro de Ester. En él nos cuentan que el Rey Ahasueras estaba ebrio, que mandó a traer a su reina, Vashti, para que mostrara sus encantos a
él y a sus invitados. Vashti se negó. Esto enfureció al rey, y ordenó que de cada provincia se trajesen ante él las más bellas doncellas, para escoger una y substituir a Vashti. Entre otras, le trajeron a Ester, una judía. Fue la escogida y se hizo la esposa del rey. Entonces un caballero nombrado Hamán quería que se diese muerte a todos los judíos, y el rey, no sabiendo que Ester era de esa raza, firmó un decreto de que se matasen todos los judíos. Gracias a los esfuerzos de Mordecai y de Ester, el decreto fue anulado y los judíos se salvaron. Hamán preparó un cadalso para ahorcar a Mordecai, pero la buena Ester se las arregló para que Hamán y sus diez hijos fuesen ahorcados en el cadalso que Hamán había construido, y a los judíos les permitieron dar muerte a más de 75,000 de los súbditos del rey. Ésa es la inspirada historia de Ester. En el libro de Job encontramos algunos sentimientos elevados, algunos pensamientos sublimes y estúpidos, algo de lo maravilloso y sublime de la naturaleza, las alegrías y pesares de la vida, pero la historia es infame. Algunos de los Salmos son buenos, muchos son indiferentes, unos cuantos son infames. En ellos se mezclan los vicios y las virtudes. Tiene versos que enaltecen, versos que degradan. Hay oraciones por perdón y por venganza. En la literatura del mundo no hay nada más cruel ni más infame que el salmo 109. En los Proverbios hay mucha sutilezas, muchas expresiones substanciosas y prudentes, muchas sabias declaraciones. Las mismas ideas se expresan de muchas maneras — la sabiduría de la economía y el silencio, los peligros de la vanidad y el ocio. Algunas son triviales, otras tontas, y muchas sabias. Estos proverbios no son generosos, no son altruísticos. Dichos de igual significado se encuentran en todas las naciones. Eclesiastés es el libro más inteligente de la biblia. Fue escrito por un incrédulo -un filósofo — un agnóstico. Quítenle las interpolaciones, y está de acuerdo con el pensamiento del siglo diecinueve. En este libro aparecen los pasajes más filosóficos y poéticos de la biblia. Después de cruzar todo un desierto de muerte y crimen, después de haber leído el Pentateuco, Josué, Jueces, Samuel, Reyes y Crónicas, es una delicia llegar a esta plantación de palmas llamada El Cantar de los Cantares, de Salomón. Drama de amor, de amor humano; poema sin Jehová, poema nacido del corazón, y fiel a los divinos instintos del alma. “Duermo yo, pero no mi corazón.” Isaías es obra de varios. Sus palabras infladas, sus vagas imágenes, sus profecías y maldiciones, sus desvaríos contra reyes y naciones, su burla de la sabiduría del hombre, su odio a la alegría. no contienen la más ligera tendencia a aumentar el bienestar humano. En este libro se consigna el más absurdo de todos los milagros. La sombra del reloj de sol retrocede diez grados para convencer a Ezequías de que Jehová le va a conceder quince años más de vida. ¡En este milagro, el mundo, girando de oeste a este a una velocidad de más de mil millas (unos 1.500 kilómetros) por hora, no solamente se detiene, sino que gira en dirección contraria hasta que la sombra del reloj retrocede diez grados! ¿Hay en el mundo entero un hombre o una mujer inteligente que crea esta imposible falsedad? Jeremías nada contiene de importancia – no hechos de valor, nada más que un afán de criticar, lamentaciones, refunfuños, gemidos, maldiciones y promesas; nada más que hambre y oración, la prosperidad del malvado, la ruina de los judíos, el cautiverio y el regreso, y por último, Jeremías, el traidor, en el cepo y el calabozo. Lamentaciones es simplemente la continuación de los arrebatos del mismo demente pesimista; nada sino polvo, ropa de saco y cenizas, lágrimas y gemidos, denuncias y denuestos. Y Ezekiel — comiendo manuscritos, profetizando sitio y desolación, con visiones de carbones de fuego, de querubines, de ruedas con ojos, y la forma y figura de la caldera hirviente, y la resurrección de los huesos desecados — no tiene utilidad alguna ni valor posible. Con Voltaire, digo que cualquiera que admire a Ezekiel debería verse obligado a cenar con él. Daniel es un sueño desordenado, una pesadilla. ¿Qué puede sacarse de este libro con su imagen de una cabeza de oro, con pecho y brazos de plata, con vientre y muslos de cobre, con piernas de hierro y pies de hierro y barro; con su escritura en la pared, su guarida de leones, y su visión del carnero y la cabra? ¿Hay algo que aprender de Oseas y su esposa? ¿Hay algo útil en Joel, Amos, Obadía? ¿Podemos sacar algo bueno de Jonás y su calabacera? ¿Es posible que Dios sea el verdadero autor de Micas y Nahum, de Habakkuk y Zefanía, de Haggai y Malachi y Zecarías, con sus caballos rojos, sus cuatro cuernos, sus cuatro carpinteros, su rollo volador, sus montañas de cobre y su piedra con cuatro ojos? (Nota del traductor: Los nombres propios que se consignan se escriben en forma distinta en cada una de ocho biblias que tengo abiertas sobre mi mesa de trabajo) ¿Hay algo en estos “inspirados” libros que haya sido de beneficio a la humanidad? ¿Nos han enseñado a cultivar la tierra, a construir casas, a tejer telas, a preparar alimentos? ¿Nos han enseñado a pintar cuadros, cincelar estatuas, construir puentes, o vapores, o algo de belleza o utilidad? ¿Hemos sacado del Antiguo Testamento nuestras ideas de gobierno, libertad religiosa, libertad de pensamiento? ¿Hemos sacado de alguno de estos libros pizca de ciencia alguna? ¿Hay en el “sagrado volumen” una palabra, una línea que haya aumentado la riqueza, la sabiduría, la felicidad de la humanidad? ¿Es alguno de los libros del Antiguo Testamento tan entretenido como “Robinson Crusoe,” “Los Viajes de Gulliver,” o “Peter Wilkins y su Esposa Voladora”? ¿Sabía el autor del Génesis tanto sobre la naturaleza como Humbolt, o Darwin, o Haeckel? ¿Es el llamado Código Mosaico tan sabio, o tan compasivo como el código de cualquier nación civilizada? ¿Fueron los escritores de Reyes y Crónicas tan grandes historiadores, tan grandes escritores, como Gibbon y Draper? ¿Es Jeremías el igual de Dickens o Thackeray? ¿Pueden los autores de Job y de los Salmos compararse con Shakespeare? ¿Por qué debemos atribuir lo mejor al hombre y lo peor a Dios? V – ¿Era Jehová un Dios de amor? ¿Salieron estas palabras de un corazón amoroso? – “Cuando el Señor tu Dios los eche delante de ti, debes matarlos y destruirlos completamente; no harás convenio con ellos, ni les mostrarás misericordia alguna.” “Voy a amontonar mal sobre ellos. Voy a mandarles mis flechas; serán quemados con hambre y devorados con calor ardiente y con amarga destrucción.” “Voy a enviar los colmillos de bestias contra ellos, con serpientes venenosas del polvo.” “La espada exteriormente, y el terror interiormente, destruirá al hombre joven y a la joven virgen; al niño de pecho como al hombre de cabellos grises.” “Que sus hijos sean huérfanos de padre y su esposa sea viuda; que sus niños sean eternos vagabundos y mendigos; que busquen su pan en lugares desolados; que el extorsionista le saque todo lo que tiene, que el extranjero le arruine todo su trabajo; que no haya quien le brinde merced, ni quien ayude a sus hijos huérfanos.” “Y comerás el fruto de tu propio cuerpo – la carne de tus hijos e hijas.” “Y el cielo que está sobre ti será cobre, y la tierra que esta debajo de ti será hierro.” Maldito serás en la ciudad, y maldito serás en el campo.” “Embriagaré mis flechas con sangre.” “Me reiré de sus calamidades.” ¿Salieron estas maldiciones y amenazas de un corazón amante, o de la boca del salvajismo? ¿Fue Jehová un dios o un demonio? ¿Por qué vamos a colocar a Jehová por encima de todos los dioses? ¿Ha imaginado el hombre, en su ignorancia y temor, un monstruo mayor? ¿Han adorado los bárbaros de ninguna tierra, en ningún tiempo, a un dios más desalmado? Brahma era mil veces más noble, y también Osiris y Zeus y Júpiter. Y también el dios supremo de los aztecas, a quien ellos le ofrecían solamente perfume de flores. El peor dios de los hindúes, con su collar de calaveras y
su brazalete de serpientes vivas, era bondadoso y misericordioso comparado con Jehová. Comparado con Marco Aurelio, ¡qué pequeño parece Jehová! Comparado con Abraham Lincoln, ¡qué cruel, qué despreciable, es este dios! VI – La administración de Jehová Creó el mundo, los ejércitos celestiales, el hombre y la mujer — los colocó en un jardín. Entonces la serpiente los engañó, y los echaron de allí y fueron condenados a ganarse el pan. Jehová frustrado. Entonces probó otra vez. Trató durante unos mil seiscientos años de civilizar a la gente. Ni escuelas, ni iglesias, ni biblia, ni panfletos, nadie que enseñara a leer y escribir, ni diez mandamientos. La gente empeoraba, hasta que el compasivo Jehová envió el diluvio y ahogó a toda la gente a excepción de Noé y su familia, ocho en total. Entonces empezó todo otra vez, y les cambió la dieta. Al principio Adán y Eva eran vegetarianos. Después del diluvio Jehová dijo: “Todo lo que se mueve y vive te servirá de alimento” – serpientes y buitres. Volvió a fracasar, y en la Torre de Babel dispersó a la gente. Al descubrir que no podía tener éxito con toda la gente, pensó en probar con pocos, y así escogió a Abraham y sus descendientes. De nuevo fracasó, y su pueblo escogido fue capturado por los egipcios y mantenidos en la esclavitud durante cuatrocientos años. Entonces probó otra vez — los rescató del Faraón y los encaminó hacia Palestina. Entonces les cambió la dieta, permitiéndoles comer solamente los animales que tienen el casco hendido y que rumian. Volvió a fracasar. La gente lo odiaba y prefería la esclavitud de Egipto antes que la libertad de Jehová. Así, pues, los mantuvo errantes hasta que casi todos los que habían venido de Egipto habían muerto. Entonces probó otra vez — los metió en Palestina y los puso bajo el gobierno de Jueces. Esto también fue un fracaso — no escuelas, no biblia. Probó con reyes, y los reyes fueron mayormente idólatras. Entonces el pueblo escogido fue conquistado y llevado en cautiverio por los babilonios. Otro fracaso. Entonces regresaron, y Jehová probó con profetas — chillones y llorones — pero la gente siguió peor y peor. No escuelas, no ciencia, no arte, no comercio. Entonces Jehová se hizo carne, naciendo de una mujer, y vivió entre la gente que había estado tratando de civilizar durante varios miles de años. Entonces esta gente, obedeciendo la ley que Jehová les había dictado en el desierto, acusó a este Jehová-hombre — este Cristo — de blasfemia; lo juzgaron, lo hallaron culpable y lo mataron. Jehová había fracasado nuevamente. Entonces desertó a los judíos y dirigió su atención al resto del mundo. Y ahora los judíos, abandonados por Jehová, perseguidos por los cristianos, son la gente más próspera de la tierra. Jehová fracasó otra vez. ¡Qué administración! VII – El Nuevo Testamento ¿Quién escribió el Nuevo Testamento? Los eruditos cristianos admiten que no lo saben. Admiten que si los cuatro evangelios hubiesen sido escritos por Mateo, Marcos, Lucas y Juan, hubiesen sido escritos en hebreo. Y no obstante, ningún manuscrito de esos evangelios en hebreo ha sido hallado jamás. Todos han sido escritos en griego. Así, los teólogos educados admiten que las Epístolas, Santiago y Judas, fueron escritas por personas que nunca habían visto los cuatro evangelios. En estas epístolas — en Santiago y Judas — no se hace mención de los evangelios o de milagro alguno en ellos consignados. La primera mención hallada de uno de los evangelios se hizo alrededor de ciento ocho años después del nacimiento de Cristo, y los cuatro evangelios fueron nombrados y citados al comienzo del siglo tercero, alrededor de ciento setenta años después de la muerte de Cristo. Sabemos ahora que había muchos otros evangelios además de nuestros cuatro, algunos de los cuales se han perdido. Eran los evangelios de Pablo, el de los Egipcios, el de los Hebreos, de Perfección, de Judas, de Tadeo, de la Infancia, de Tomás, de María, de Andrés, de Nicodemo, de Marción, y varios otros. Así había los Hechos de Pilatos, de Andrés, de María, de Pablo y Tecla y muchas otros; y también un libro llamado el Pastor de Hermas. Al principio ninguno de esos libros estaba considerado como inspirado. El Antiguo Testamento era considerado divino; pero los libros que ahora constituyen el Nuevo Testamento eran vistos como producciones humanas. Ahora sabemos que no sabemos quién escribió los cuatro evangelios. La cuestión es, ¿estaban inspirados los autores de estos cuatro evangelios? Si estaban inspirados, entonces los cuatro evangelios deben ser verídicos. Si son verídicos, deben estar de acuerdo. Los cuatro evangelios están en desacuerdo. Mateo, Marcos y Lucas no sabían nada de la expiación, nada de la salvación por la fe. Sabían solamente del evangelio de las buenas acciones — de la caridad. Enseñan que si perdonamos a otros, Dios nos perdonará a nosotros. Con esto el evangelio de Juan no está de acuerdo. En ese evangelio nos enseñan que debemos creer en el Señor Jesucristo; que debemos volver a nacer; que debemos beber la sangre y comer la carne de Cristo. En este evangelio encontramos las doctrina de la expiación y de que Cristo murió por nosotros y sufrió en lugar de nosotros. Este evangelio difiere totalmente de los otros tres. Si los otros tres son veraces, el evangelio de Juan es falso. Si el evangelio de Juan fue escrito por un hombre inspirado, los escritores de los otros tres estaban desinspirados. De esto no hay escapatoria posible. Los cuatro no pueden ser verídicos. Es evidente que hay muchas interpolaciones en los cuatro evangelios. Por ejemplo, en el capítulo 28 de Mateo se relata que los soldados destacados en la tumba de Cristo fueron sobornados para que dijeran que los discípulos de Jesús se habían llevado el cadáver mientras ellos, los soldados, dormían. Esto es claramente una interpolación. Es una ruptura en el relato. El verso 10 debería estar seguido por el 16. El diez dice: “Entonces Jesús les dijo, “No temáis; id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea y allí me verán.” El verso 16 dice: “Entonces los once discípulos partieron hacia Galilea a una montaña, donde Jesús les había dado cita.” La historia acerca de los soldados, contenida en los versos 11, 12, 12, 14 y 15, es una interpolación – una idea que surgió después, mucho después. El verso 15 lo confirma. Dice: “Y así tomaron el dinero e hicieron lo que se les indicó. Y eso es lo que comúnmente se dice entre los judíos hasta hoy.” Con certeza, esta historia no está en el evangelio original, y sin duda el verso 15 no fue escrito por un judío. Ningún judío hubiese escrito esto: “Y eso es lo que comúnmente se dice entre los judíos hasta hoy.” Marcos, Juan y Lucas nunca oyeron que los soldados hubiesen sido sobornados por los sacerdotes; o, si lo oyeron, no pensaron que valía la pena de consignarlo. Así los relatos sobre la Ascensión de Jesucristo en Marcos y Lucas son interpolaciones. Mateo no dice nada sobre la Ascensión. De seguro jamás tuvo lugar un milagro mayor, y sin embargo Mateo, que estaba presente –que vio al Señor alzarse, ascender y desaparecer– no creyó que eso merecía mencionarse. Por otra parte, las últimas palabras de Cristo, según Mateo, contradicen la Ascensión: “He aquí, yo estoy con ustedes siempre, aun hasta el fin del mundo.” Juan, que estaba presente, si Cristo realmente ascendió, no dice una palabra sobre el asunto. En cuanto a las Ascensión, los evangelios no están de acuerdo. Marcos da la última conversación que Cristo sostuvo con sus discípulos, como sigue: (traducción del original, no cita literal de ninguna de mis varias biblias castellanas – nota del traductor): “Id por el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. Y estas señales seguirán a los que crean: en mi nombre sacarán demonios; hablarán por nuevas lenguas. Tomarán serpientes, y si beben algo mortal no les hará daño; pondrán las manos sobre el enfermo, y estos sanarán. A
sí, después de que el Señor les habló, fue recibido en el cielo y sentóse a la diestra de Dios.” ¿Es posible que esta descripción haya sido escrita por algún testigo de este milagro? Este milagro lo describe Lucas como sigue: “Y sucedió que mientras los bendecía, partió de ellos y fue llevado al cielo.” “La brevedad es el alma de la imaginación.” En los Hechos no dicen que: “Después de que habló, mientras lo miraban, fue alzado y una nube lo recibió, fuera de la vista.” Ni Lucas, ni Mateo, ni Juan, ni el escritor de Hechos oyó una palabra de la conversación atribuida a Cristo y Marcos. El hecho es que la Ascensión no es un hecho alegado por los discípulos. Primero Cristo era un hombre y nada más. María fue su madre, José su padre. La genealogía de su padre, José, se consigna para mostrar que era del linaje de David. Después se proclamó la pretensión de que era hijo de Dios, y que su madre era una virgen y que siguió siéndolo hasta la muerte. Entonces se afirmó que Cristo se alzó de la muerte y ascendió corporalmente al cielo. Se necesitaron muchos años para que estos absurdos tomaran posesión de las mentes humanas. ¿Si Cristo se alzó de los muertos, por qué no se apareció a sus enemigos? ¿Por qué no fue a ver a Calafas, el gran sacerdote? ¿Por que no hizo otra entrada triunfal en Jerusalén? Si realmente ascendió, ¿por qué no lo hizo en público, en presencia de los que lo persiguieron? ¿Por qué éste, el mayor de los milagros, se efectuó en secreto, en una esquina? Fue un milagro que pudo haber sido visto por vastas multitudes — un milagro que no podía fingirse — que hubiese convencido a cientos de millares. Después de la Resurrección, la Ascensión se volvió una necesidad. Había que disponer del cuerpo. Así hay muchas otras interpolaciones en los evangelios y epístolas. Nuevamente pregunto: ¿Es verídico el Nuevo Testamento? ¿Hay quien crea hoy que en el nacimiento de Cristo hubo un saludo celestial; que una estrella condujo a los Reyes Magos del Oriente; que Herodes hizo matar los bebés de Belén de dos años de edad o menos? Los evangelios están repletos de relatos de milagros. ¿Fueron hechos de verdad? Mateo da los particulares de alrededor de veintidós milagros, Marcos de alrededor de diecinueve, Lucas de alrededor de dieciocho, y Juan de alrededor de siete. De acuerdo con los evangelios, Cristo curaba las enfermedades, sacaba demonios, increpaba al mar, curaba ciegos, alimentó multitudes con cuatro panecillos y dos pescados, caminó sobre el mar, maldijo a una higuera, cambiaba el agua en vino y alzaba a los muertos. Mateo es el único que habla de la Estrella y de los Magos (los “sabios” en algunas biblias; nota del traductor); el único que cuenta sobre el asesinato de los bebés. Juan es el único que dice algo sobre la resurrección de Lázaro, y Lucas es el único que relata la resurrección de la viuda del hijo de Naín. ¿Cómo es posible corroborar estos milagros? Los judíos, entre quienes se dice que fueron realizados, no los creyeron. Los enfermos, los paralíticos, los leprosos, los ciegos curados no se unieron a Cristo y lo siguieron. De los que se alzaron de entre los muertos no volvió a saberse más. ¿Cree algún hombre inteligente en la existencia de demonios? Los escritores de tres de los evangelios ciertamente sí. Juan no dice nada de Cristo sacando demonios, pero Mateo, Marcos y Lucas dan muchos ejemplos. ¿Hay algún hombre normal ahora que crea que Cristo sacaba demonios? Si sus discípulos dijeron que sí, estaban equivocados. Si Cristo dijo que los sacaba, era un impostor o un loco. Si los relatos de la extracción de demonios eran falsos, entonces los escritores eran ignorantes o deshonestos. Si escribieron en la ignorancia, no estaban inspirados. Si escribieron lo que sabían falso, no estaban inspirados. Si lo que escribieron es falso, lo mismo si lo sabían que si no, no estaban inspirados. En aquel tiempo se creía que la parálisis agitante, la epilepsia, la sordera, la locura y muchas otras enfermedades eran causadas por demonios; que los demonios se posesionaban de los cuerpos de hombres y mujeres y residían en ellos. Cristo lo creía, enseñó esa creencia a otros, y pretendía que curaba enfermedades expulsando a los demonios de los enfermos y locos. Sabemos ahora, si es que algo sabemos, que las enfermedades no son causadas por la presencia de demonios. Sabemos, si es que sabemos algo, que no hay demonios que residan en los cuerpos humanos. Si Cristo dijo e hizo lo que los escritores de los tres evangelios dicen que dijo e hizo, entonces Cristo estaba equivocado. Si estaba equivocado, es seguro que no era Dios. Y si estaba equivocado, con certeza que no estaba inspirado. ¿Es un hecho cierto que el Diablo haya tratado de sobornar a Cristo? ¿Es cierto que el Diablo haya cargado a Cristo hasta lo alto del templo y tratado de inducirlo a saltar al suelo? ¿Cómo pueden demostrarse tales milagros? Los protagonistas no escribieron cosa alguna, Cristo no escribió nada, y el Diablo guardó silencio. ¿Cómo sabemos que el Diablo trató de sobornar a Cristo? ¿Quién escribió el relato? No sabemos. ¿Cómo obtuvo la información el escritor? No lo sabemos. Alguien, hace mil setecientos años, dice que el Diablo trató de sobornar a Dios; que el Diablo cargó a Dios hasta la cúspide del templo, y trató de convencerlo de que saltase a tierra, y que Dios fue demasiado inteligente para aceptar el desafío del Diablo. Esa es toda la evidencia que tenemos. ¿Hay algo en la literatura mundial más perfectamente idiota? La gente inteligente ya no cree en brujas, magos, fantasmas y demonios, y está perfectamente convencida de que cada palabra del Nuevo Testamento sobre la extracción de demonios es totalmente falsa. ¿Podemos creer que Cristo alzó a los muertos? Una viuda que residía en Naín sigue el cadáver de su hijo hacia la tumba. Cristo detiene el cortejo fúnebre, resucita al joven, y lo devuelve a los brazos de su madre. El joven desaparece. No vuelve a saberse de él. Nadie tiene el menor interés en el hombre que regresó del reino de los muertos. Lucas es el único que relata la historia. Quizás Mateo, Marcos y Juan no la oyeron jamás, o no la creyeron y por eso la omitieron. Juan dice que Lázaro fue alzado de entre los muertos; Mateo, Marcos y Lucas no dicen palabra sobre ello. Fue más maravilloso que alzar al hijo de la viuda. Éste no había estado enterrado durante días. Iba solamente camino a la tumba, pero Lázaro estaba de verdad muerto. Había empezado a descomponerse. Lázaro no despertó el menor interés. Nadie le preguntó sobre el otro mundo. Nadie le preguntó sobre sus amigos fallecidos. Cuando murió por segunda vez nadie dijo: “Él no tiene miedo. Ya ha recorrido ese camino dos veces y sabe bien a dónde va.” No creemos en los milagros de Mahoma, y sin embargo están tan bien atestiguados como éste. No tenemos confianza en los milagros realizados por José Smith, y no obstante, la evidencia es mucho mayor, mucho mejor. Si un hombre fuese por ahí pretendiendo resucitar muertos y extraer demonios, lo considerarímos loco. ¿Qué podemos, pues, decir de Cristo? Si queremos salvar su reputación, estamos obligados a decir que nunca pretendió haber resucitado muertos; que nunca pretendió haber sacado demonios. Tenemos que llegar a la conclusión de que estas cosas imposibles y propias de ignorantes fueron inventadas por fanatizados discípulos que buscaban la forma de deificar a su líder. En esos días de ignorancia, estas falsedades aumentaban la fama de Cristo. Pero ahora ponen su carácter en peligro, y aminoran a los autores de los evangelios. ¿Podemos ahora creer que el agua se cambió en vino? Juan cuenta ese infantil milagro, y dice que los otros discípulos estaban presentes. Sin embargo, Mateo, Marcos y Lucas no dicen nada sobre él. Tomen el milagro del hombre curado en el estanque de Bethseda. Juan dice que un ángel agitaba el agua del estanque de Bethseda, y que el primero que saltase al agua después de sacudida, se curaba. ¿Hay quien crea ahora que un ángel iba al estanque y agitab
a el agua. ¿Hay quien crea hoy que el primer infeliz que saltase al agua se curaba? Sin embargo, el autor del evangelio según Juan creía y aseguraba estos absurdos. Si estaba equivocado acerca de esto, puede que haya estado equivocado acerca de todos los milagros que consigna. Juan es el único que habla de ese estanque de Bethseda. Posiblemente los otros discípulos no creyeron la historia. ¿Cómo explicar estos pretendidos milagros? En los días de los discípulos, y por muchos siglos después, el mundo estaba saturado de lo sobrenatural. Casi todo lo que sucedía se consideraba milagroso. Dios era el inmediato gobernador del mundo. Si la gente se portaba bien, Dios enviaba tiempo de simiente y tiempo de cosecha; pero si se portaba mal, enviaba inundaciones, granizo, la helada y el hambre. Si algo maravilloso ocurría, se exageraba hasta que se convertía en milagro. Acerca del orden de los sucesos, de la cadena ininterrumpida e ininterrumpible de las causas y los efectos, la gente no tenía conocimiento ni idea. El milagro es el distintivo y la marca del fraude. Ningún milagro ha sido efectuado jamás. Ninguna persona inteligente y honrada ha pretendido jamás, ni pretenderá, haber realizado un milagro. Si Cristo realizó los milagros que se le atribuyen, si curó al paralítico y al loco; si devolvió el oído al sordo, la vista al ciego, si limpió al leproso con una palabra, si su tacto devolvió la vida y el sensación al miembro atrofiado; si dio pulso y movimiento, calor y pensamiento, al barro frío y sin aliento; si conquistó la muerte y rescató de la tumba la pálida presa, ninguna palabra se hubiese proferido, ninguna mano alzado, excepto en su elogio y honor. En su presencia todas las cabezas se hubiesen descubierto, todas las rodillas hubiesen tocado el suelo. ¿No es extraño que en el juicio de Cristo no se encontró a nadie que dijese una palabra en su favor? Ninguno se irguió y adelantó para decir: “Yo era leproso, y este hombre me curó con un toque.” Ninguna mujer dijo: “Yo soy la viuda de Naín, y éste es mi hijo, que este hombre alzó de entre los muertos.” Ningún hombre dijo: “Yo era ciego, y este hombre me devolvió la vista.” Todos guardaron silencio. VIII – La filosofía de Cristo Millones hay que aseguran que la filosofía de Cristo es perfecta – que fue el hombre más sabio que jamás usó la palabra. Veamos: No opongan resistencia al mal. Si les golpean una mejilla, presenten la otra. ¿Hay alguna filosofía, alguna sabiduría en esto? Cristo priva a la bondad, a la virtud, a la verdad, el derecho a la defensa propia. El vicio se vuelve dueño y señor del mundo, y los buenos las víctimas de los infames. Ningún hombre tiene derecho a proteger su persona, su propiedad, su esposa y sus hijos. El gobierno se torna imposible, y el mundo queda a merced de los criminales. ¿Hay algún absurdo que sobrepase éste? Ame a sus enemigos. ¿Es esto posible? ¿Ha amado jamás a sus enemigos un ser humano? ¿Amaba Cristo a los suyos cuando los denunció de hipócritas y víboras? No podemos amar a los que nos odian. El odio en el corazón ajeno no crea amor en el nuestro. No resistir al mal es absurdo; amar al enemigo es imposible. No se preocupen por el mañana. La idea es que Dios cuidaría de nosotros como la hacía con los gorriones y lirios. ¿Hay el menor sentido en esa creencia? ¿Cuida Dios de alguien? ¿Podemos vivir sin pensar en el mañana? Arar, plantar, cultivar, cosechar, es pensar en el mañana. Planeamos y trabajamos por el futuro, por nuestros hijos, por las generaciones aún no nacidas que vendrán. Sin esa previsión no podría haber progreso ni civilización. El mundo regresaría a las cuevas y antros de salvajismo. Si tu ojo derecho te ofende, arráncalo. Si tu mano derecha te ofende, córtala. ¿Por qué? Porque es mejor que se pierda uno de los miembros que todo el cuerpo sea lanzado al infierno. ¿Hay alguna sabiduría en sacarse los ojos o cortarse las manos? ¿Es posible extraer de estas disparatadas palabras el más pequeño grano de sentido común? No jurar, ni por el Cielo, ni por el trono de Dios, ni por la tierra, que es el descanso para sus pies, ni por Jerusalén, que es su ciudad sagrada. Aquí nos encontramos con la astronomía y la geología de Cristo. El cielo es el trono de Dios, el monarca; la tierra es una banqueta donde apoya sus pies. ¡Un apoyo que gira a miles de millas por hora y barre el espacio a más de mil millas por minuto! ¿Dónde creía Cristo que estaba el cielo? ¿Por qué era Jerusalén una ciudad santa? ¿Sería porque sus habitantes eran ignorantes, crudos y supersticiosos? “Si algún hombre te demanda ante la corte y obtiene tu chaqueta, dale también tu manto.” ¿Hay alguna filosofía, algún sentido, en ese mandamiento? ¿No sería tan justo y sensato decir: “Si algún hombre obtiene un fallo contra ti por cien dólares, dale doscientos”? Solamente los locos serían capaces de dar o de seguir ese consejo. “No piensen que he venido a traer paz en la tierra. No he venido a traer la paz, sino una espada. Porque vengo a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre.” Si eso es verdad, ¡cuanto mejor hubiera sido que no hubiese venido! ¿Es posible que uno que dijo, “No resista al mal,” venga a traer una espada? ¿Que uno que dijo, “Ama a tus enemigos,” venga a destruir la paz del mundo? Poner al padre contra el hijo, a la hija contra el padre – ¡qué gloriosa misión! Sí trajo una espada, y la espada estuvo mojada en sangre inocente durante mil años. Sembró en millones de corazones las semillas del odio y la venganza. Dividió las naciones y familias, extinguió la luz de la razón, y petrificó el corazón del hombre. “Y todo el que abandone su casa, sus hermanos o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras, por mí, recibirá cien veces ello, y heredará la vida eterna.” De acuerdo con Mateo, el compasivo, el misericordioso Cristo pronunció esas terribles palabras. ¿Es posible que Cristo haya ofrecido el soborno de la alegría eterna a los que abandonasen a sus padres, madres, esposas e hijos? ¿Hemos de ganar la felicidad celestial abandonando a los seres que amamos? ¿Habrá que arruinar un hogar aquí a cambio de una mansión palaciega allá? Y nos dicen que Cristo es ejemplo para todo el mundo. ¿Desertó él a su padre y madre? Él habló a su madre, “Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Los fariseos dijeron a Cristo: “¿Es justo pagar tributo al César?” Cristo dijo: “Muéstrame el dinero del tributo.” Le trajeron un centavo, y él les dijo: “¿De quién es esta imagen y la inscripción?” Le dijeron, “De César.” Y Cristo dijo: “Dad al César lo que es del César.” ¿Creía Cristo que el dinero pertenecía al César porque su imagen y nombre estaban estampados en él? ¿Tenía el César derecho a reclamarlo porque estaba adornado con su imagen? ¿Se desprende de esta conversación que Cristo comprendía la verdadera naturaleza y la utilidad del dinero? ¿Podemos decir ahora que Cristo fue el mayor de los filósofos? IX – ¿Dio Cristo un buen ejemplo? Nunca dijo una palabra en favor de la educación. Nunca insinuó siquiera que existía alguna de las ciencias. Nunca pronunció una palabra en favor de la industria, la economía, o esfuerzo alguno para mejorar las condiciones de este mundo. Era el enemigo de los triunfadores, de los acaudalados. Dives fue enviado al infierno, no por haber sido malo, sino por haber sido rico. Lázaro fue remitido al cielo, no por haber sido bueno, sino por haber sido pobre. A Cristo no le importaban la pintura, la escultura, la música, ningún arte. Nada dijo acerca de los deberes de nación a nación, de rey a súbdito; nada de los derechos humanos; ni una palabra en pro del calor del hogar; ni una palabra a favor del matrimonio o el honor de la maternidad. Nunca se casó. Vagó sin residencia, de un lado a otro, con unos cuantos discípulos. Ninguno de ellos parece haberse dedicado a algún negocio de utilidad, y al parecer vivían de las limosnas. Todos los lazos humanos eran vistos con desprecio; este mundo se sacrificaba por el próximo; todo esfuerzo humano era d
esalentado. Dios iba a mantener y proteger. Al fin, al borde de la muerte, Cristo, viendo que había estado equivocado, gritó: “Dios mío, dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Nosotros hemos encontrado que el ser humano debe depender de sí mismo. Debe desmontar la tierra; debe construir el hogar; debe arar y plantar; debe inventar; debe trabajar con las manos y el cerebro; debe vencer las dificultades y los obstáculos; debe conquistar y esclavizar las fuerzas de la naturaleza para que hagan el trabajo del mundo. X – ¿Por qué colocar a Cristo en la cumbre de la humanidad? ¿Fue mas bondadoso, más clemente, más abnegado que Buda? ¿Fue más sabio, se enfrentó a la muerte con más perfecta calma, que Sócrates? ¿Fue más paciente, más caritativo, que Epicteto? ¿Fue un mayor filósofo, un pensador más profundo, que Epicuro? ¿En qué respecto fue superior a Zoroastro? ¿Fue más gentil que Lao-Tsze, más universal que Confucio? ¿Eran sus ideas sobre los derechos y deberes humanos superiores a las de Zeno? ¿Expresó mayor verdades que Cicerón? ¿Fue su mente superior a la de Spinoza? ¿Fue su cerebro igual al de Keplero, o el de Newton? ¿Fue mayor o más sublime en la muerte que Bruno? ¿Fue en inteligencia, fuerza y belleza de expresión, en extensión y profundidad de pensamiento, en la riqueza de la ilustración, en aptitud comparativa, en conocimiento del corazón y el cerebro humanos, de todas las pasiones, esperanzas y temores, el igual de Shakespeare, cumbre de la raza humana? Si Cristo era en realidad Dios, sabría el futuro. Delante de él, como un panorama, se movía la historia reservada por el futuro. Sabía cómo sus palabras serían interpretadas. Sabía qué crímenes, qué horrores, qué infamias, habrían de cometerse en su nombre. Sabía que las voraces llamas de la persecución treparían alrededor de los cuerpos de incontables mártires; sabría que miles y miles de valientes hombre y mujeres languidecerían en las obscuras mazmorras. Sabría que su iglesia iba a inventar y utilizar instrumentos de tortura; que sus seguidores apelarían al látigo y a la pira, a la cadena y al potro del tormento. Vería el horizonte del futuro enrojecido con las llamas de los autos de fe. Sabría que surgirían credos de cada texto como hongos venenosos. Vería las sectas de ignorantes guerreando una con otra, miles de hombres, a las órdenes de los sacerdotes, construyendo prisiones para sus semejantes. Vería miles de cadalsos chorreando la sangre de los mejores y más valientes. Habría visto a sus seguidores usando los instrumentos del dolor. Oiría los quejidos, vería los rostros blancos en la agonía. Oiría los sollozos, suspiros y gritos de las multitudes martirizadas. Sabría los comentarios que habría de escribirse con espadas sobre sus palabras, a leerse a la luz de las hogueras. Sabría que la Inquisición iba a nacer de las enseñanzas que se le atribuían. Vio las interpolaciones y falsedades que la hipocresía iba a escribir y decir. Vio todas las guerras que se librarían, y sabía que sobre todos estos campos de muerte, estos calabozos, estos potros, estas piras, estas ejecuciones, habría de flotar durante mil años la chorreante bandera de la cruz. Sabía que la hipocresía se cubriría de manto y se coronaría, que la crueldad y la credulidad regirían al mundo; sabía que la libertad perecería de la tierra; sabía que los papas y reyes esclavizarían en nombre suyo las almas y los cuerpos de las personas, que perseguirían y destruirían a los descubridores, pensadores e inventores, que su iglesia extinguiría la santa luz de la razón y dejaría el mundo sin una estrella. Veía a sus discípulos apagando los ojos de los hombres, desollándolos vivos, cortándoles la lengua, buscándoles todos los nervios capaces de producir dolor. Sabía que en su nombre sus seguidores comerciarían con la carne humana; que por oro las criaturas serían arrancadas de las cunas y de los pechos maternos. Y, no obstante, murió con silentes labios. ¿Por qué no habló? ¿Por qué no dijo a sus discípulos, y al mundo a través de ellos: “No quemaréis, no aprisionaréis ni torturaréis en mi nombre. No perseguiréis a vuestros semejantes.” ¿Por qué no dijo claramente: “Soy el Hijo de Dios,” o “Soy Dios”? ¿Por qué no explicó la Trinidad? ¿Por qué no aclaró la forma de bautismo que más le agradaba? ¿Por qué no escribió un credo? ¿Por qué no rompió las cadenas de los esclavos? ¿Por qué no dijo que el Antiguo Testamento era, o no era, la palabra inspirada de Dios? ¿Por qué no escribió el Nuevo Testamento él mismo? ¿Por qué dejó sus palabra a la ignorancia, la hipocresía y el azar? ¿Por qué no dijo algo positivo, definitivo y satisfactorio acerca de otro mundo? ¿Por qué no convirtió la esperanza del cielo manchada de lágrimas en la feliz certidumbre de otra vida? ¿Por qué no nos dijo algo sobre los derechos humanos, sobre la libertad de manos y cerebro? ¿Por qué fue tontamente a la muerte, dejando al mundo en la miseria y la duda? Voy a decirles por qué. Era un hombre, y no sabía. XI – Inspiración Hasta alrededor del siglo Tercero no se había pretendido ni creído que los libros que componían el Nuevo Testamento fuesen inspirados. Se recordará que había gran número de libros, de Evangelios, Epístolas y Hechos, y que de entre ellos los “inspirados” fueron seleccionados por hombres “desinspirados.” Entre los “Padres” había grandes diferencias de opinión sobre cuáles libros eran inspirados; mucha discusión y odio. Muchos de los libros ahora considerados apócrifos eran considerados divinos por muchos de los “Padres,” y algunos ahora considerados inspirados se creían falsos. Muchos de los primeros cristianos y algunos de los “Padres” rechazaban el Evangelio de Juan, la Epístola a los Hebreos, Santiago, Pedro, y la Revelación de San Juan. Por otra parte, muchos otros de ellos consideraban el Evangelio de los Hebreos, el de los Egipcios, las Prédicas de Pedro, el pastor de Hermas, la epístola de Barnabás, la Revelación de Pedro, la Revelación de Pablo, la Epístola de Clemente, el evangelio de Nicodemo, libros inspirados, iguales al mejor de los mejores. De estos libros y muchos otros, los cristianos eligieron los inspirados. Los hombres que hicieron la selección eran ignorantes y supersticiosos. Creían firmemente en lo milagroso. Pensaban que los delantales y pañuelos de los apóstoles, y los huesos de los muertos, habían curado enfermedades. Creían en la fábula del Fénix, y que las hienas cambiaban de sexo todos los años. ¿Estaban inspirados los hombres que hicieron la selección a través de muchos siglos? ¿Eran ellos –ignorantes, crédulos, estúpidos y malintencionados– mejor calificados para juzgar la “inspiración” que los estudiantes de nuestros tiempos? ¿Hasta qué grado estamos sujetos a su opinión? ¿No tenemos derecho a juzgar por nosotros mismos? Erasmo, uno de los líderes de la Reforma, declaró que la Epístola de los Hebreos no fue escrita por Pablo, y negó la inspiración de la Segunda y Tercera de Juan, así como la Revelación (Apocalipsis). Lutero era de la misma opinión. Declaró que la epístola de Santiago era paja (expresión que en inglés se usa para indicar lo baladí, falso, ficticio – nota del traductor), y negaba la inspiración del Apocalipsis. Zwinglio rechazó este último libro, y hasta Calvino negó que Pablo fuese el autor de (la epístola a los) Hebreos. La verdad es que los Protestantes no estuvieron de acuerdo en cuáles libros eran inspirados hasta 1647, cuando la Asamblea de Westminster. Para probar que un libro es inspirado, hay que probar la existencia de Dios. Débese probar también que ese dios piensa, actúa, tiene objetivos, propósitos y miras. Esto es algo difícil. Es imposible concebir un ser perfecto. Sin tener concepto de un ser perfecto, es imposible decir si los hechos conocidos tienden a probar o a refutar la existencia de tal ser. Dios es una conjetura. Si aceptamos la existencia de Dios, ¿cómo probar que él inspiró a los escritores de los libros de la biblia? ¿Cómo puede un hombre d
ictaminar la inspiración de otro? ¿Cómo puede un hombre inspirado probar que ha sido inspirado? ¿Cómo puede saber él mismo que está inspirado? No hay manera de probar el hecho de la inspiración. La única evidencia es la palabra de algún individuo que de ninguna manera podía saber cosa alguna del asunto. ¿Qué es la inspiración? ¿Usó hombres como instrumentos Dios? ¿Los movió a escribir sus pensamientos? ¿Tomó posesión de sus mentes y destruyó sus voluntades? ¿Estaban esos escritores controlados solamente en parte, de modo que sus errores, su ignorancia y sus prejuicios se mezclaron con la sabiduría de Dios? ¿Cómo separaríamos los errores humanos de los pensamientos divinos? ¿Podríamos hacer eso nosotros mismos sin estar inspirados? Si los escritores originales lo estaban, entonces los traductores deben haberlo estado, y también los que nos dicen lo que la biblia significa. ¿Cómo es posible a un ser humano saber que está inspirado por un ser infinito? Pero de una cosa podemos estar seguros: un libro inspirado debe con certeza sobrepasar en excelencia a todos los libros producidos por hombres desinspirados. Debe, sobre todo, ser veraz, lleno de sabiduría, florecido de belleza — perfecto. Los ministros se preguntan cómo yo puedo ser tan malvado como para atacar la biblia. Les diré: Este libro, la biblia, ha perseguido inclusive hasta la muerte, a los más sabios y mejores. Este libro detuvo el movimiento hacia adelante de la especie humana. Este libro envenenó las fuentes de la educación y desencaminó las energías humanas. Este libro es enemigo de la libertad, defensor de la esclavitud. Este libro sembró las semillas del odio en las familias y naciones, alimentó las llamas de la guerra, y empobreció el mundo. Este libro es el baluarte de reyes y tiranos — esclavizador de mujeres y niños. Este libro ha corrompido parlamentos y cortes. Este libro ha hecho de colegios y universidades maestros del error y aborrecedores de la ciencia. Este libro ha llenado la cristiandad de sectas odiosas, crueles, ignorantes y guerreantes. Este libro enseñó al hombre a matar a sus semejantes por amor a la religión. Este libro fundó la Inquisición, inventó los instrumentos de tortura, construyó calabozos donde han languidecido los buenos, los amantes, ha forjado cadenas que se han enmohecido sobre sus carnes, levantado cadalsos donde han muerto. Este libro encendió los leños apilados a los pies de los justos. Este libro expulsó la razón de la mente de millones y llenó de locos los asilos. Este libro ha hecho a padres y madres derramar la sangre de sus criaturas. Este libro fue la plataforma donde la madre esclava fue colocada para subastarla y arrancarla de su hijo. Este libro hinchó las velas del traficante en esclavos y convirtió la carne humana en mercancía. Este libro encendió las hogueras que quemaron brujos y brujas. Este libro llenó la obscuridad de duendes y fantasmas, y los cuerpos humanos de demonios. Este libro corrompió las almas con el infame dogma del castigo eterno. Este libro hizo de la credulidad la mayor de las virtudes, y de la investigación el mayor de los crímenes. Este libro llenó las naciones de ermitaños, monjes y monjas — de los píos e inútiles. Este libro colocó al santo sucio e ignorante por encima del filósofo y el filántropo. Este libro enseñó al hombre a menospreciar los goces de esta vida para ser feliz en otra — el desperdicio de este mundo por amor al próximo. Ataco este libro porque es el enemigo de la libertad — el obstáculo mayor colocado en el camino del progreso humano. Déjenme que haga a esos ministros una pregunta: ¿Cómo pueden ustedes ser tan malvados como para defender este libro? XII – La verdadera Biblia Por miles de años las personas han estado escribiendo la verdadera biblia, y están escribiéndola día a día, y nunca se terminará mientras el ser humano viva. Todos los hechos que sabemos, todos los sucesos verídicamente registrados, todos los descubrimientos e inventos, todas las maravillosas maquinarias cuyas ruedas y palancas parecen dotadas de pensamiento propio, todos los poemas, cristales del cerebro, flores del corazón, todos los cantos de amor y alegría, de sonrisas y lágrimas, los grandes dramas de la imaginación mundial, las maravillosas pinturas, milagros de forma y color, de luz y sombra, los mármoles estupendos que parecen vivir y respirar, los secretos contados por rocas y estrellas, por polvo y flores, por lluvia y nieve, por la helada y el fuego, por la corriente que se desliza y por la arena del desierto, por la cordillera montañosa y el río serpenteante y el ondeante mar. Toda la sabiduría que alarga y ennoblece la vida, todo lo que evita o cura enfermedades, o conquista el dolor, todas las leyes justas y perfectas que gobiernan, guían y dan forma a nuestras vidas, todos los pensamientos que alimentan las llamas del amor, la música que transciende y embelesa, las victorias del corazón y el cerebro, los milagros obrados por las manos humanas, las hábiles manos de los que han trabajado por su esposa e hijo, las historias de los hechos nobles, de los seres humanos valientes y útiles, de las esposas fieles y amantes, del insaciable amor de madre, de los conflictos por lo justo, los sufrimientos por lo verídico, de lo mejor de todo lo que los hombres y mujeres del mundo han dicho, pensado y hecho a través de los años. Estos tesoros del corazón y del cerebro son las Sagradas Escrituras de la especie humana. **** ****