Este artículo fue originalmente escrito en inglés en AtheistWiki, y lo traduzco aquí:

Muchos años atrás, cuando era estudiante de Psicología, tuvimos un conferencista quien nos contó historias de su propia vida cuando era un joven psicólogo clínico. Una historia que contó fue la de un paciente psicótico bajo su cuidado. Este hombre era bastante normal en todas las demás áreas, pero creía que él (el paciente) estaba muerto. Así que un día mi conferencista decidió tratar algo de terapia cognocitiva en él:

Conferencista: Piensas que estás muerto ¿verdad? Bueno ¿los muertos sangran?
Paciente: No, claro que no ¿cómo podrían?
Conferencista: (Pinchándolo con una aguja) bueno ¿y qué tal esto?
Paciente: ¡Santo Dios! ¡Esto es sorprendente! ¡Yo estaba totalmente equivocado! ¡Los muertos  sangran!

Cualquiera que haya tratado de tener un argumento con un creyente religioso sobre las muchas contradicciones y errores en textos religiosos se encontrarán en simpatía con mi conferencista. Cada paso lógico hacia adelante parece ser encontrado con otra pieza de lógica torcida o terca ceguera. Se pueden encontrar ejemplos típicos en muchos sitios en la Web: por ejemplo, en el sitio Web Secular o en Ebon Musings donde gente inteligente y dedicada ofrecen horas de su tiempo tratando de arrinconar a los creyentes religiosos en las muchas contradicciones en la Biblia, solo para toparse con lógica torcida y deducciones enrevesadas e inverosímiles cada vez mayores. No deseo menospreciar a estas personas de ninguna forma, pero espero que se den cuenta que jamás podrán convencer a sus oponentes, y los únicos que se benefician de un debate de este tipo son los espectadores. Si existen algunos ejemplos de literalistas bíblicos que hayan sido convencidos de retractarse por argumento, no los conozco.

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué es tan difícil acorralar a alguien en una interpretación acordada de lo que significan una frase u oración en particular? Si sirve de un poco de consolación para los ateos, el problema no es solo de ellos: esto acucia toda la historia de la filosofía Occidental. Docenas de filósofos han afirmado lo que consideraron eran respuestas claras y definitivas a problemas filosóficos, solo para que todo les fuera malentendido – a como ellos lo vieron – en muchas formas distintas por sus lectores.

El hecho es que – como Wittgenstein finalmente lo indicó hace unos cincuenta años atrás – el lenguaje no está concebido para los debates. Paralos filósofos pre-Darwinianos como Descartes, quienes creían que el lenguaje fuediseñado y entregado a los humanos por un poder divino, esto debió haber sido casi imposible de comprender. Solo cuando reconocemos que el lenguaje es una invención humana, diseñada para un propósito específico, podemos ver que hay cosas que el lenguaje simplemente no puede lograr.

Aquí hay un simple ejemplo: imagina que hay dos tipos de arboles frutales que crecen en Marte. Lucen completamente idénticos, pero uno huele a naranjas y la fruta es instantáneamente fatal: el otro huele a limones y la fruta es dulce y saludable. Un grupo de hambrientos exploradores se ponen en contacto contigo por radio y te piden ayuda para determinar cuál fruta pueden comer. El único problema es que ellos crecieron en Venus y jamás han olido ni las naranjas ni los limones.

¿Cómo podrías ayudarles? Además de decir “huele a…” ¿hay alguna otra forma que puedas usar el lenguaje para expresar la diferencia entre el olor a naranja y el olor a limón? Tú lo pudes reconocer en un instante ¿pero puedes decirlo? ¿Puedes con toda confianza dar instrucciones a los exploradores para que puedan salvar sus vidas? En general, el lenguaje es muy pobre para describir olores porque esa capacidad nunca ha sido necesitada. Además de algunas áreas especializadas como en la perfumería y la catación de vinos, simplemente no existe una necesidad para la gente ordinaria de describir los olores a otras personas, de modo que el lenguaje nunca ha desarrollado esa capacidad.

Lo mismo sucede con los debates exegéticos. Nada en el desarrollo evolutivo de la razahumana ha hecho crucial el poder distinguir la ironía de la metáfora, o el sense-data de las sensaciones, de modo que los debates sobre términos como estos son propensos a ser cargados con malinterpretaciones e incomprensiones. Incluso el más cuidadoso filósofo o teólogo de “lenguaje natural” eventualmente se desviará y usará términos que fueron creados para el propósito, y ahí generarán una interpretación diferente en la mente de cada persona diferente que los lea o los escuche.

Pero incluso el “lenguaje ordinario” puede tener los mismos problemas. Por ejemplo, “yo tengo un árbol en mi jardín” suena como una simple afirmación, pero alguien que quiera interpretarlo de una manera para disputar su verdad literal puede encontrar muchas formas de hacerlo:

  • No es TU jardín, pertenece conjuntamente a tu esposa y a ti.
  • Solo tiene tres metros de alto: no es un árbol sino un arbusto grande.
  • Es un bonsai, no un árbol real.
  • No está EN tu jardín, sino entre tu jardín y el de tu vecino.
  • No es un árbo, sino un corte muerto de un pino de Navidad.
  • Solo es un “árbol” metafórico.
  • Es un árbol real, pero solo un “jardín” metafórico.

Y por supuesto que podríamos haber querido decir cualquiera de estas cosas, y sin evidencia corroborativa no hay forma de que tú o alguien más sepa con seguridad qué es lo que yo quise decir. Pero toda la evidencia corroborativa también tendría la forma de afirmaciones, y cualquiera de estas puede ser disputada de la misma manera, y así sucesivamente…

Multiplica esto por el número de afirmaciones en un libro como la Biblia, por ejemplo, y se volverá obvio que la gente que puede llegar a un acuerdo sobre lo que realmente dice algo es solo cuando están motivados para hacerlo. Ya que los filósofos hacen progreso discrepando, y los creyentes religiosos ganan estatus aferrándose a sus creencias sin importar nada, cualquier proyecto que trate de forzar a la gente contra su voluntad para acordar sobre lo que un texto escrito dice, está inevitablemente condenado a fallar. Simplemente eso no es para lo que el lenguaje se utiliza.

Así que con toda confianza enfréntante a los creyentes en argumentos sobre la verdad literal de sus libros sagrados, pero no esperes ganar, ni siquiera hacerlos conceder que has obtenido un solo punto. Asegúrate que haya suficientes espectadores con mentes abiertas y que puedas lograr algo, pero prepárate para una frustración intensa mientras tu oponente se pre-calienta para unos estrambóticos ejercicios mentales. Lo que para ti es totalmente obvio, para ellos pueden ser una nimiedad microscópica, y vice versa.