La basílica más sagrada de la cristiandad volvió se convirtió ayer ayer en el escenario de una pelea más propia de una taberna inmunda. Docenas de monjes armenios y griegos se fajaron a puñetazos y patadas frente al mausoleo de la tumba de Jesús, después de enfrascarse en una discusión sobre derechos de cada una de sus comunidades. La trifulca adquirió tales dimensiones que tuvo que intervenir la policía israelí antidisturbios. Dos de los monjes salieron esposados del Santo Sepulcro ante el estupor de los peregrinos.

Por extraño que pueda parecer, las refriegas no son del todo inhabituales. Las seis confesiones cristianas –católicos, greco-ortodoxos, armenios, coptos, etíopes y siriomalequitas–que comparten el custodio de la basílica pugnan desde hace siglos por el control de cada centímetro de la iglesia.

EL STATU QUO

La rivalidad es tan enconada que los turcos otomanos tuvieron que delimitar a mediados del siglo XIX los derechos de cada una de las comunidades. Todo está reglado en el llamado statu quo: desde el uso de las capillas, a los horarios de las misas o los derechos sobre los cuadros y los candelabros.
La disputa de ayer se originó en torno a los derechos sobre el Edículo, la estructura que protege la tumba de Jesús. Los griegos se empeñaron en apostar a uno de sus monjes dentro del mausoleo durante la celebración de una procesión armenia que conmemora el hallazgo, en el siglo IV, de la cruz de Jesús. Los armenios protestaron, pero sus rivales se opusieron a dejarles pasar hasta que aceptaran sus demandas. Entonces comenzaron puñetazos y patadas.

Ambas confesiones ya habían acabado a tortas durante el último Domingo de Ramos y la pasada Navidad. Pero no son las únicas malavenidas. Durante el caluroso verano de 2002, a un monje copto se le ocurrió mover su silla unos metros para ponerse a la sombra en la azotea del monasterio de Deir el Sultan, situado en la parte superior del Sepulcro. Acto seguido, un grupo de monjes etíopes se abalanzó encima suyo. Los recelos sobre la modificación del estatus quo han impedido que pueda construirse una salida de emergencia en el Sepulcro o se reforme el vetusto monasterio de Deir el Sultán. En juego está la vida de los peregrinos, pero los monjes no se ponen de acuerdo.

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