Desde que el hombre ha adorado a sus dioses, han existido personas que comercian con el deseo de los creyentes de poseer pruebas materiales de sus personajes divinos favoritos. Se dice que si se juntaran todas las astillas de la supuesta cruz donde fue colgado Jesús, se podría formar una cruz del tamaño de un rascacielos de Manhattan. Incluso en la Edad Media, los peregrinos que visitaban Jerusalem contaban historias de falsificadores que vendían huesos y reliquias de santos.

Pero alguna evidencia histórica indisputable respecto a que Jesús Cristo o cualquier otro profeta bíblico existió, es algo que elude a los escolares religiosos. Por eso hubo mucha excitación en el 2001 cuando un coleccionista de Tel Aviv, Oded Golan, anunció que había llegado a sus manos una piedra que tenía inscritas las palabras “Yaakov bar Yosef akhui di Yeshua” (Santiago, hijo de José, hermano de Jesús). El descubrimiento del osario fue ovacionado por algunos como un hallazgo arqueológico espectacular: por fin había prueba circunstancial de la existencia de Cristo. Porque tendría los restos del Apóstol Santiago, quien fue asesinado en el año 62 de la era Común y descrito en la Biblia como el hermano de Jesús.

Cuando el osario de Santiago viajó a Canadá en Octubre de 2002, atrajo a miles de curiosos y fieles. Algunos visitantes se arrodillaban a rezar en silencio. Pero en Israel, detectives policiacos junto con una cada vez ma´s grande multitud de escolares bíblicos, estaban cada vez más escépticos de la autenticidad del osario. Después de una investigación de dos años, en Diciembre de 2004, la policía acusó al coleccionista de antigüedades y a otros cuatro más, de falsificación, alegando que el osario de Santiago era una astuta falsificación y que Golan había creado una banda de ladrones internacionales que en los últimos 20 años había estafado a varios museos y coleccionistas importantes por millones de dólares. Durante el juicio, Golan negó los cargos, y algunos expertos y los pios se pusieron de su lado. Sin embargo, uno de los detectives insistió, “Oded Golan jugó con nuestras creencias, las creencias de Judíos y Cristianos. Por eso es el fraude del siglo.”

La extraordinaria historia sobre cómo los detectives israelitas armaron un caso contra golan y sus supuestos cómplices es el tema de Unholy Business; A True Tale of Faith, Greed and Forgery in the Holy Land por Nina Burleight. En su versión corta – imaginen a Sam Spade en Tierra Santa -, Burleigh sigue su historia a través del oscuro mundo de los ladrones y contrabandistas de tumbas árabes hasta el fabuloso salón de un coleccionista multimillonario en Mayfair cuya misión, escribe Burleigh, es “probar que la Biblia es verdadera”. Los relatos anteriores sobre el osario de Santiago han sido batallas escritas ya sea por creyentes verdaderos como por desmitificadores. Pero Burleight mantiene su balance, y su humor, mientras repasa exhaustivamente la evidencia. Como cualquier otra historia sobre la Tierra Santa, es una potente mezcla de religión y política. 

El osario de Santiago provee todo eso y más. Al principio los detectives sospecharon que el osario era auténtico pero que había sido robado de un sitio por ladrones de tumbas árabes y vendido a Golan. Los detectives dijeron que descubrieron un sarcófago que realmente era auténtico, y que fechaba al periodo correcto de 60 de la Era Común. Pero la inscripción principal, que ligaba al objeto a Jesús Cristo, era una astuta falsificación. Un análisis de la patina también reveló la presencia de agua corriente de Tel Aviv. En su defensa, Golan argumentó que eso se debía a que su madre ocasionalmente tallaba el osario con agua y jabón, sin darse cuenta de su valor histórico.

Tanto creyentes como algunos científicos estaban indignados por las acusaciones de que no solo el osario de Santiago era falso, sino que también eran falsos otros dos objetos de importancia bíblica, como una granada con inscripción y la lápida dorada de Joás, que supuestamente venían del Templo de Salomón, destruído por los Babilonios en el siglo XVI antes de la Era Común. Esas dos reliquias están ligadas al trabajo de Golan, dijo la policía. El debate sober la autenticidad de estos artículos sagrados puso en guerra a científicos contra creyentes.

Mientras tanto, el juicio de Golan, con su desfile de más de 75 científicos y escolares bíblicos, parece que durará al menos otro años más. Pero Golan sostuvo en una entrevista con la revista Time que es inocente de todos los cargos y que que desde que el juicio comenzó, expertos han probado que tanto la inscripción en el osario de Santiago como la lápida de Joás son genuinas. Aún cuando el juez finalmente decida si Golan es un coleccionista inocente o un maestro falsificador, es probable que el debate entre escépticos y creyentes sobre el osario de Santiago – y su supuesta prueba de la existencia histórica de Cristo – seguirá por mucho tiempo después.

Escrito por T. McGirk y traducido por Lalo Márquez desde el artículo original en Time.