La fascinación mundial por el Dalai Lama ha sido bien aprovechada por los mercaderes de la orientalidad mema, sin duda alguna, entre otras cosas presentando al señor de las gafitas y la sonrisa imborrable como adalid de los derechos humanos y la participación democrática (véase la Nota 1).

Abundan, sí señor, las páginas y publicaciones que identifican al budismo tibetano, el lamaísmo, con todo el esoterismo, magia, brujería y misticismo orientales, incluido el producto más rentable que hay: la pseudomedicina o antimedicina basada en supersticiones.

Pero cuando se trata de la salud del jefe del cotarro, del propio Dalai Lama, no vaya usted a creer que se atiende con los médicos tradicionales que promueve, nonono… el Dalai Lama va con los médicos de la horrenda conspiración que difunden a tanto la hora “expertazos” del escaso caletre de Bruno Cardeñosa, el renacido mago yuyu Txumari Alfaro o el enmohecido Paco Porras… “Su Santidad” consume medicinas de ésas que “matan”, según dicen los vendedores de curas milagrosas y cuentos para incautos, y se interna en hospitales donde los médicos lo curan sin acudir al misticismo… ¡para que salga sano y siga vendiendo camamas a un mundo que comulga con ruedas de molino (molino de oraciones, en este caso)!

Así, el diario Público nos relata que “el líder espiritual tibetano” que usa el alias de “El Dalai Lama”, fue sometido a una intervención quirúrgica para extirparle un cálculo biliar en un hospital de Nueva Delhi.

Para reírse uno hasta que se le afloje el ombligo… o hasta que le den ganas de llorar por las víctimas de estos personajes.

Porque no hace tanto, ya en este 2008 de la crisis made in Bushlandia, la Oficina del Tíbet en Nueva York, que presume de ser, ni más ni menos, la “Agencia oficial de Su Santidad el Dalai Lama y el Gobierno Tibetano en el Exilio para las Américas” (véase la Nota 2), aprovechando el viaje para enzarzarse en una sesión de patadas contra la gramática, nos anunciaba muy oronda que el Men Tsee Khang estaría presente en un rimbombante “Simposio Internacional de Medicina Tradicional y Prácticas Contemplativas” en Brasil.

El Men Tsee Khang es el nombre en tibetano del rimbombantísimo Instituto Médico y Astrológico Tibetano de Su Santidad el Dalai Lama cuyos documentos declaran que fue creado (y financiado, ni pregunte cómo) para “conservar y promover las antiguas tradiciones tibetanas médicas y astrológicas”. El mismo sitio nos ofrece el que llaman “tratado fundamental” de las creencias místicas sobre la salud, el rgyud-bzhi, que no se diferencia en nada de los demás tratados precientíficos, incluyendo una forma de diagnóstico que incluye tomar el pulso del paciente, ver su orina y hacerle preguntas. Se supone que esto es mejor que escaneo TAC, una resonancia magnética, un análisis genético y un estudio de la sangre al estilo de los “médicos malvados”.

No obstante, los encargados del Men Tsee Khang afirman que “la medicina tibetana es una ciencia, arte y filosofía que proporciona un enfoque holístico al cuidado de la salud”. La palabra “holístico” es muy usada por distintas formas de mal llamadas “medicinas alternativas” y es un sinónimo muy fashion de “total”, es decir, que atiende “todo” y no sólo los síntomas, aunque uno duda de que tengan idea de qué es “todo” si según ellos, “oficialmente” todo lo que hay en el universo está hecho de cinco protoelementos: tierra, agua, fuego, viento y espacio. Nada del oxígeno, el neodimio ni el ácido desoxirribonucleico, claro.

El instituto, como el resto del budismo-negocio, no da puntada sin hilo, sino que comercializa y exporta una serie de productos, incluidos algunos para el hígado, que al parecer no sirven si usted es el Dalai Lama.

Un resumen de esta historia la escribe en español “Karateka” (un seudojaponés, supongo) en el articulete pomopsamente intitulado “El Tíbet: Medicina de todos los tiempos”. Pase y vea que no me lo estoy inventando.

La “Casa Tíbet México”, que tampoco la lleva muy bien con la gramática, no tenía empacho, sin embargo, en adjudicarle embusteramente el título de “Doctor” a un tal Tseten Namgyal que ha instalado su guarida en México, desplumando incautos con inclinaciones orientaloides mediante “consultas”, cursos, conferencias y demás.

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