El Parlamento del cantón oriental de Glarus declaró a Anna Göldi, ejecutada en 1782, inocente y calificó de “asesinato judicial” el proceso llevado a cabo entonces ante el Consejo Evangélico.

En la decisión, Anna Göldi fue declarada inocente de las acusaciones de “envenenamiento”, y se establece que el fallo fue resultado de un proceso injusto.

Anna Göldi provenía de una familia muy pobre y trabajó parte de su vida como sirvienta. Tuvo dos hijos, el primero de los cuales murió poco después de su nacimiento a lo que le siguió la acusación de haberlo asesinado, acusación por la cual fue castigada.

Poco después Göldi comenzó a trabajar como sirvienta en la casa de un médico, juez y miembro del Parlamento suizo, Jakob Tschudi. Este era miembro de una de las familias más adineradas e influyentes del cantón protestante de Glarus.

La justicia de Tschudi

El médico Jakob Tschudi fue quien la acusó de poner agujas en la leche y pan de una de sus hijas por medios sobrenaturales. Miembros y allegados de la familia declararon en varias ocasiones que la hija del médico había escupido alfileres repetidas veces por lo cual se acusó a Göldi de brujería y se le juzgo como tal.

En el proceso que siguió a la acusación y bajo tortura Göldi admitió poseer los poderes de Satanás, a lo cual el consejo de Glarus la condenó el 13 de junio de 1782 a la pena de muerte por decapitación. La condena fue ejecutada inmediatamente a pesar de que la mujer retiró la confesión una vez acabados los malos tratos.

A pesar de que la prensa fuera censurada,  tanto por periodistas suizos como alemanes catalogaron la ejecución como el fallo de un proceso injusto. Como respuesta a estas críticas en el veredicto oficial se evitó la palabra brujería y se impuso una condena por envenenamiento. Los protocolos del juicio fueron destruidos.

Investigaciones periodísticas

El periodista suizo Walter Hauser se dedicó por muchos años a investigar el caso. En el 2007 dio a conocer los resultados de sus pesquisas. Llegó a la conclusión de que Anna Göldi muy probablemente tuvo una relación con su patrón quien posiblemente la violó. Puesto que ya entonces una acusación oficial de este tipo habría costado a Tschudi su puesto político, es de suponerse que este haya decidido deshacerse de ella acusándola de bruja.

La vida de Göldi ha llamado la atención no sólo de periodistas. En 1982 la escritora Eveline Hasler publicó la novela “Anna Göldi, la última bruja” y en 1991 se filmó un documental sobre Göldi. Incluso la que fuera acusada de bruja cuenta con un museo con su nombre en la ciudad de Mölls, inaugurado el 22 de septiembre de 2007 con el motivo del 225 aniversario de su muerte.

Este mismo año se demandó rehabilitar el nombre de Göldi, pero el Consejo Evangélico y el Gobierno cantonal de Glarus rechazaron la rehabilitación, aduciendo que en la conciencia de los habitantes de Glarus ya estaba rehabilitada.

La señora Anna Göldi tuvo que esperar 226 años para que le hicieran justicia. La Fundación Anna Göldi, creada en 2007, celebró la decisión, aunque destacó que eso no le devuelve la vida a la víctima.

Pero por lo menos le restituye el honor perdido por las graves acusaciones y la condena a muerte, como subrayó Walter Hauser.

Esta es además la primera vez que en Europa un Parlamento revisa y revierte la decisión de un proceso por brujería.

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