El Departamento de Defensa de EEUU ha probado hoy un arma electromagnética que dispara proyectiles sin carga explosiva: usan sólo su velocidad, de más de cinco veces la del sonido, para destruir el objetivo

El Railgun dejará hoy de ser visto como poco más que un concepto teórico, para pasar a ser una alternativa viable a los misiles actuales. La Armada de Estados Unidos quiere usar la fuerza del electromagnetismo para lanzar un proyectil a más de cinco veces la velocidad del sonido, y aprovechar su enorme energía cinética para destruir el blanco. Sin explosivos. Como la clásica bala de cañón.

La US NAVY ha probado hoy ante los medios de comunicación el último de los prototipos de este cañón futurista, que el cuerpo pretende instalar en algunos de sus barcos en un futuro no muy lejano, con el objetivo de que puedan alcanzar objetivos situados a más de 370 km de distancia con una trayectoria indirecta, en menos de seis minutos.

Detrás del funcionamiento del Railgun está un principio físico relativamente simple, que consiste en hacer pasar una corriente eléctrica entre dos raíles (que dan nombre al cañón y que funcionan respectivamente como un ánodo y un cátodo), utilizando la bala que se quiere lanzar para cerrar el circuito.

Cuando la corriente comienza a fluir, se crea un enorme campo electromagnético que genera una fuerza conocida como fuerza de Lorentz, que es perpendicular a ese campo y que termina impulsando la bala en la dirección deseada con una gran aceleración.

Para manejar esa aceleración, el proyectil se rodea con un lanzador. Un tren que lo envuelve y que le acompaña durante su cortísimo viaje por el tubo del cañón y que se destruye al mismo tiempo que la bala comienza su viaje por la atmósfera.

Diez millones de julios

La prueba, que se ha celebrado en las instalaciones del Naval Surface Warfare Center, en Dahlgren, pretendía demostrar que la tecnología está a punto de ser lo suficientemente madura como para prometer un desarrollo comercial.

Hasta la fecha, se han realizado ya más de 75 disparos, aunque en ninguno de ellos se había superado hasta ahora la energía que se ha empleado hoy: 10 megajulios (diez millones de julios; un litro de gasolina contiene menos de 35).

Se trata de un hito, ya que la energía empleada en el disparo está relacionada directamente la velocidad que puede alcanzar el proyectil: a más velocidad, más alcance, pero también más fuerza destructiva, ya que las balas de estos cañones no utilizan explosivos. Para destrozar su objetivo, los proyectiles sólo cuentan con su masa y con la energía cinética que convierten en explosión.

El objetivo de la agencia de investigación de la Armada de EEUU (la Office Naval Research) es que sus balas salgan disparadas del cañón a una velocidad de Mach 7 (siete veces la velocidad del sonido), y alcancen el blanco en torno a Mach 5, tras recibir el impulso de una energía de 64 megajulios. La mayor parte de los misiles tácticos convencionales viajan a una velocidad máxima de Mach 4.

Más eficiente y menos peligroso

La lista de ventajas que ofrecería su incorporación a los barcos militares de última generación es bastante larga. Para empezar, la mayor parte de éstos barcos van a cambiar sus sistemas de propulsión diésel por eléctricos, por lo que a su comandante le bastará con parar sus motores y desviar la energía al cañón de propulsión electromagnética para dispararlo.

Cuando alcancen la madurez tecnológica, estas armas ofrecerán también un peso menor que el de los cañones convencionales y ocuparán menos espacio, por lo que facilitarán el diseño de barcos más ágiles. Para terminar, el hecho de que los proyectiles no lleven ningún tipo de carga explosiva, hará que estos vehículos sean más seguros, y más resistentes frente a ataques enemigos. El ejército estadounidense asegura, además, que su impacto sobre el objetivo será más preciso, reduciendo los llamados daños colaterales.

Para ello, sin embargo, las empresas implicadas en el proyecto tendrán que conseguir antes varias mejoras. Las principales afectarán a los materiales de los que están hechos los componentes que se usan para acelerar súbitamente a las balas. Tendrán que resistir sin deformarse no sólo el paso de las enormes corrientes eléctricas y el inevitable calentamiento, sino también el desgaste del roce que provoca el lanzador a su paso.

También tendrán que conseguir reducir los equipos para que se ajusten al diseño naval, y mejorar su eficiencia para conseguir el máximo aprovechamiento de la energía usada en el disparo. Algo que según muchas estimaciones, no ocurrirá antes de 2015.

Fuente: http://www.adn.es/tecnologia/20080131/NWS-1525-retorno-canon-bala.html