Echemos un vistazo a nuestro alrededor. Miembros de nuestra propia familia hablando sobre apariciones de fantasmas o leyendo su horóscopo en algún diario de circulación nacional. Encendamos el televisor: Los programas de variedades matutinos (cuyos productores solamente tienen el interés de tener mucho raiting mostrando al público lo que sea) invitan a supuestos psíquicos o señoras que leen el tarot y se comunican con los muertos a dar una muestra de lo que ellos llaman Fenómenos Paranormales. Pero la historia no termina aquí: un señor canoso aparece todos los domingos gritando a los cuatro vientos que somos visitados por presuntos seres extraterrestres que tripulan naves interestelares con forma de platillo volador. ¿Cuáles son sus pruebas? Fotografías trucadas, vídeos hechos a computadora, dudosos testimonios de gente que no tiene algo más interesante que hacer con su vida, etc.
Como futuro científico y miembro de algunos grupos escépticos, no puedo quedarme callado ante tal panorama. Quizás algunas personas dirían que pierdo mi tiempo, mientras que otras digan que vale la pena luchar contra todo este tipo de desinformación. De lo que sí estoy seguro es de la enorme calidad de la ciencia y de las maravillas que día con día nos aporta. Por esta razón, deseo que las personas conozcan la ciencia y la disfruten; que acepten sus ventajas para la humanidad pero sobre todo, que la conozcan de cerca a tal grado de no caer en engaños.
En el mundo actual, existen multitud de charlatanes que aparecen por todos los medios masivos de comunicación vendiéndonos algo. Aunado a esto, mucha gente cree en la pseudociencia tildada como Parapsicología no porque esta aporte pruebas contundentes, sino porque la gente quiere creer. Pongamos un ejemplo que me sucedió hace tiempo.
En mi casa hay un pequeño cuarto con una cama con colchón ortopédico donde solía dormir. Un día uno de los miembros de mi familia sintió claramente en la noche que alguien se sentaba en la parte inferior derecha del colchón, mas cuando se asomaba para ver quien le hacía compañía, resultaba que no había nadie. Tiempo después, el resto de la familia me decían muy espantados que en las noches sentían a alguien sentarse en la cama cuando en realidad no había nadie. Entonces empezaron a decir que el espíritu de mi abuela materna rondaba todavía por la casa. A esto se le llama Pensamiento Mágico y es muy común en la mayoría de la población. Viendo que la paranoia aumentaba día con día, decidí dormir en la dichosa cama durante una semana para ver que demonios estaba ocurriendo. Fueron tres noches las que sentí como si alguien se sentara en la parte inferior derecha… Aunque tenían que darse ciertas condiciones. Primero, si uno se quedaba despierto durante gran parte de la madrugada, no se sentía nada. Segundo, la sensación llegaba cuando uno estaba conciliando el sueño y Tercero, si yo ponía los pies en la parte inferior derecha, la sensación se daba, pero si ponía las piernas en la parte inferior izquierda, no pasaba absolutamente nada. Ya en el día se me ocurrió brincar en la dichosa parte del colchón del terror y descubrí tranquilamente que esa región del mueble se inclina al menor contacto y que mi familia había olvidado el hecho de que habían puesto discos y libros viejos debajo de la cama al grado de saturar el poco espacio que había en una sola región y por consiguiente, hacer que la cama se inclinara. Cuando comenté esto en la mesa familiar, nadie me creyó: Decidieron quedarse con su historia de fantasmas.
¿Qué podemos aprender de lo anterior? En primer lugar que aunque a la gente le demuestres lo errado de sus creencias, ésta prefiere quedarse con sus ideas. Esta es una clara muestra de que la gente cree en cosas paranormales no porque haya evidencia sustentable, sino porque sencillamente desean creer que hay cosas más allá. En segundo lugar, los escépticos encontramos a veces dos explicaciones para un fenómeno: la fantasiosa (que maneja la mayoría de la gente) y la sencilla, que casi siempre en todos los casos tiende a ser la correcta.
¿Por qué charlatanes como Carlos Trejo, Walter Mercado, Amira, Jaime Maussán, etc., tienen tanta credibilidad? ¿Por qué las revistas de lo paranormal se venden tanto? La respuesta a estas interrogantes estriba en que la población se deja llevar por sus propias creencias. Esta gente cosigue jalar mucho público debido a que le llega directamente a los deseos de las personas; en otras palabras, dicen lo que la gente quiere escuchar.
Digamos que me quiero enriquecerme a costa de la credulidad de las personas. Mi tema para vender es la actividad paranormal en casas embrujadas. Lo primero que necesito es tener mucha imaginación y facilidad de choro (o sea, facilidad de palabra al por mayor). Me invento unos cuantos vídeos donde se vean sombras producidas por gente de mi equipo, digo que grabé voces de ultratumba cuando en realidad éstas son producto de las gargantas de mis secuaces, saco una revista con títulos como Ultratumba, Sobrenatural, Paranormal, Apariciones, etc., y finalmente, espero que los crédulos empiecen a llegar. Para poder engañarlos, arruinarles su vida intelectual y exprimirles sus carteras, éstos deben de tener un enorme grado de incultura científica, no deben haber tenido un curso de lógica y deben dejar llevarse por sus creencias y miedos al grado de que se les nuble la razón. Ya tengo todo listo: en un año tendré dinero suficiente para vacacionar, comprarme mi mansión y vivir con dos nenas de fábula. No me preocupo por los escépticos: son tan poquitos los que descubren mi negocio que no se verán afectadas mis finanzas.
¿Reconocen esta fórmula? ¿No? La usan mucho Víctor Camacho y Carlos Trejo. De ahí la necesidad de contar con un pensamiento racional y crítico independiente de nuestras más profundas creencias. ¿Qué cómo le hago para ser escéptico? Muy fácil, pero primero hay que quitarnos de la cabeza algunas falsas ideas.
La gente cree que un escéptico es una persona cerrada que no cree en lo sobrenatural y que se aferra a decir que no por sus puros gumaros. En realidad un escéptico es una persona con un pensamiento crítico que no acepta algún suceso de inmediato, sino que pone enfrente todas las explicaciones posibles, descarta las que no tienen sustento o caen en contradicción y acepta las que están amparadas por la experimentación y la evidencia sólida. ¿Les recuerda todo esto algo en particular? La ciencia trabaja así, por algo es la herramienta más efectiva que tenemos para arrancarle a la naturaleza sus secretos. Pongamos otro ejemplo.
Jaime Maussán nos muestra un vídeo espectacular donde se ve una nave espacial y un ser extraterrestre. La gente que le cree acepta de inmediato sus supuestas pruebas porque en el fondo quieren creer: Se sienten muy bien dejándose llevar por estos argumentos no importando lo huecos que estén. Si somos escépticos, hay que tener en cuenta que es posible que Maussán tenga razón o que en realidad nos está tomando el pelo. No podemos descartar ninguna de estas dos posibilidades, así que nos ponemos a investigar. Surgen varias preguntas: Si esto es un fraude, ¿la nave pudo haber sido hecha por computadora? ¿El extraterrestre que vemos es real o es un muñeco? ¿Hay evidencia material de la nave o del ser? Hasta donde los escépticos hemos averiguado, siempre es lo mismo con este señor: vídeos hechos por computadora, globos filmados de una manera borrosa, extraterrestres que al final resultaron ser personas disfrazadas o muñecos y palabra tras palabra que suena a ciencia pero que no lo es.
Regresando a lo paranormal, ya tenemos algunos elementos para decir por qué la gente cree en estas cosas: falta de pensamiento lógico y/o racional, incultura científica, deseos de seguir creyendo a pesar de que nos demuestren lo contrario. Hay algunos casos que me gustaría platicarles.
Tengo una amiga llamada Mónica que cree en energías superiores o algo por el estilo. Su argumento es el siguiente: “No podemos creer y aceptar todo lo que nos dice la ciencia: ¡debe haber algo más!”. Si bien es cierto que la ciencia no tiene la verdad absoluta, no hay otra herramienta racional que nos haya dado tanto el conocimiento que tenemos actualmente sobre el mundo como los avances tecnológicos que gozamos. Cuando mi amiga dice que debe existir algo más, se está dejando llevar no por las evidencias, sino por sus deseos de que existan cosas más allá de lo que conocemos. Si nosotros le pidiéramos evidencia sólida, dudo mucho que nos la pudiera brindar.
Algunas personas justifican su fe con las pequeñísimas pruebas que dicen encontrar, aunque ignoran la apabullante cantidad de pruebas en contra. Eso se llama hacer trampa. Regresando a mi familia, su sencilla y dudosa prueba de la existencia en fantasmas contrastada con la innumerable cantidad de estudios en los que nunca se ha encontrado una sola prueba sólida de actividad paranormal, nos demuestra que si bien hay cosas que aún no conocemos, no se vale especular y dar por hecho algo.
A estas alturas pensarán que mi postura es radical: No existe la actividad paranormal. Pues bien, se equivocan. Como escéptico estoy abierto a todas las posibilidades siempre y cuando se puedan demostrar, de otra manera, todo se quedará en fantasía personal.
Y me dirán: ¿Hasta este momento, no hay una sola prueba que valga la pena? Pues no. Hasta donde se ha investigado, no hay la menor evidencia de actividad paranormal y no hay ninguna prueba contundente que muestre que los fantasmas, OVNIs, Horóscopos, poderes psíquicos y demás cháchara comercial sean ya una realidad.
En Estados Unidos, el mago James Randi ofrece un millón de dólares a cualquier persona que tenga alguna prueba contundente que confirme la existencia de algún fenómeno paranormal u otra de las ideas descritas arriba. Hasta ahora, el dinero se está añejando y gente que juraba e hiper-juraba que veía fantasmas o que tenía algún poder extra-sensorial para comunicarse, no han pasado la prueba. ¿Será que nada de eso existe y como seres humanos nos gusta alucinarnos con ideas que rebasan nuestra monótona realidad?
Estamos en una facultad que se encarga de formar científicos. El deber de los profesores es enseñarnos a pensar, a tener un pensamiento crítico. Asimismo, ustedes como futuros investigadores y educadores de la ciencia, están obligados a ser racionales, a manejar un pensamiento escéptico y crítico y a dejar a un lado sus creencias personales por más bellas y placenteras que sean. Esto va para todos y sobre todo para los chavos de primer ingreso que apenas se están sumergiendo en el fascinante mundo de la ciencia.