He de confesarles que estoy harto. La televisión me ha demostrado que lo que interesa a sus ejecutivos es vender y vender y tener raiting tras raiting y nada más. Para muestra basta un botón.

   La hora de la papa, conducido por Arath de la Torre y Galilea Montijo se ha convertido en un espacio basado en el entretenimiento superfluo. Los temas ofrecidos al público tal parece que ya no funcionan al grado de recurrir al elemento efectivo para levantar todo programa de televisión: Los temas de corte mágico y/o paranormal. Mas que nunca el espectador puede acceder a las últimas seudo investigaciones llevadas a cabo por el gurú fantasmal mexicano, Carlos Trejo. Asimismo, ese espacio televisivo ha explotado con bastante éxito temáticas con supuestos especialistas tales como la observación del aura (que en la práctica científica no tiene la menor evidencia que sustente su existencia) o las supuestas y aún no verificadas evidencias acerca de los niños índigo.

Ahora bien, regresando al hecho de que temas seudo científicos como OVNIs, fantasmas, astrología, terapias seudo alternativas, etc., venden bien y levantan el raiting, recuerdo aquel programejo titulado ¿Y usted qué opina? conducido por Nino Canún. El programa trataba sobre temas de importancia social basándose en debates con especialistas. Cuando el raiting disminuía al grado de poner en riesgo la permanencia de dicho espacio televisivo, los productores tomaban la decisión de organizar un debate sobre Platillos voladores invitando a creyentes (magufos-charlatanes,  para ser más exactos) y escépticos. El producto de esto era el esperado aumento de audiencia.

   Así pues, la pseudociencia vende, y vaya que bien. De ahí se desprende que programas de tipo magazine organicen debates o hablen sobre fantasmas y una que otra cháchara comercial para jalar mucha audiencia.

   Uno de los programas más decentes que hasta la fecha había visto se ha distorsionado con éstos temas. Frente a Frente, conducido por Lolita de la Vega, últimamente ha pasado de ser un espacio donde se habla de una gran variedad de temas a convertirse en un espacio bañado de pensamiento mágico. Esto ha ocurrido con las últimas transmisiones dedicadas exclusivamente a fantasmas bajo el título de Y después de la muerte, ¿qué?

   Lo primero que sale a relucir es la nula oportunidad que se le ha brindado a los tanatólogos para expresar sus opiniones acerca del tema. El programa solamente ha estado conformado por los comentarios de la propia conductora y de personalidades como Juan Ramón Sáenz, conductor del famoso y fantasioso programa de radio titulado La Mano Peluda. Más allá de ser un espacio para la discusión objetiva con especialistas, se le ha ofrecido al público una serie de anécdotas (bastante cuestionables e inclusive dudosas) acerca de la aparición de fantasmas o de situaciones terroríficas que bien es posible encontrar en libros de terror. Yo me pregunto, ¿qué sabe el señor Sáenz sobre la existencia del pensamiento racional y de la ciencia? Creo que nada. La conductora de este espacio de debate lo único que ha hecho es convertirse en una señora común y corriente que ha platicado chisme tras chisme sobre aparecidos y ha olvidado por completo su responsabilidad como comunicadora.

   Este programa es un buen ejemplo de cómo funciona la manera de pensar de los crédulos. En un cacho de la discusión, un sacerdote ponía en duda uno de los muchos supuestos casos de fantasmas mencionado por la conductora, a lo que esta respondió con el dicho clásico: “Explícame entonces qué es lo que viví aquella vez. Si no es actividad paranormal, entonces ¿cuál es la explicación?”. Su interlocutor dice no saber la respuesta, lo que provoca que la conductora saque como conclusión que si un escéptico no tiene una buena explicación, entonces ella tiene razón. Esta es una muestra de la nula capacidad de análisis de esta señora. Obviamente que si uno como escéptico no tiene la explicación para una dudosa afirmación paranormal, esto no quiere decir que el creyente tenga la razón absoluta.

   Este programejo ha sido visto por mucha gente, la cual se quedará con las ideas expresadas en él. El problema es que un millón de anécdotas no demuestran nada. Necesitamos investigar, experimentar y trabajar bajo un análisis objetivo y racional. Cuando esto se lleva a cabo, nunca jamás aparece alguna prueba contundente que confirme la supuesta actividad paranormal. Estoy convencido que Juan Ramón Sáenz y Lolita de la Vega ignoran por completo esta cuestión.