Hace casi cincuenta años, los radioastrónomos de entonces llegaron a una conclusión sorprendente: con la tecnología de telecomunicación ya entonces disponible era, en principio, posible comunicarse con otra civilización en cualquier parte de la galaxia que tuviera igual grado de desarrollo que nosotros. Claro, las cosas se dificultaban por las grandes distancias que separan a las estrellas. La estrella más cercana al Sol, Próxima Centauri, está a 4.3 años-luz de éste y cualquier intercambio mediante señales de radio (que como todas las ondas electromagnéticas viaja a la velocidad de la luz), tardaría un mínimo de 8.6 años en completarse. Ya no digamos establecer contacto con una estrella del otro extremo de la galaxia, a la cual las ondas de radio tardarían unos 50,000 años en llegar. Estos potenciales diálogos extraterrestres no eran para los impacientes.La posibilidad de comunicarse con otras civilizaciones utilizando las grandes parábolas con las que cuentan los radioastrónomos creó un cierto optimismo respecto a que estábamos cercanos a establecer contacto con otros mundos. A través de los años, distintos grupos han utilizado radiotelescopios para tratar de captar señales que no se puedan explicar en términos de fenómenos naturales. En 1967 se descubrieron los pulsares, que emiten pulsos de ondas de radio con mayor precisión que la de un reloj. Entre las interpretaciones que consi-
deraron los descubridores se encontraba la de que habían detectado una civilización extraterrestre, pero pronto quedó claro que se trataba de un fenómeno natural.
Fueron pasando las décadas y los buscadores de civilizaciones extraterrestres comenzaron a preocuparse ante el silencio que sistemáticamente se ha encontrado. Hay quien dice que al igual que nosotros los humanos (que hemos decidido no transmitir señales que revelaran nuestra presencia), las otras civilizaciones han hecho lo mismo y todos estamos escuchando, sin que nadie transmita. O quizá las ondas de radio no son el vehículo apropiado para esta búsqueda y habría que considerar pulsos de luz, producidos por un gigantesco láser. Para ser justos, hay que reconocer que es relativamente poco el tiempo que los observatorios de radio han dedicado a este tipo de búsquedas, ante la presión de los astrónomos que estudian la gran diversidad de fenómenos inanimados pero interesantísimos que ocurren en el Universo. La búsqueda de inteligencia extraterrestre va a experimentar un salto cuántico cuando un conjunto de radiotelescopios, financiado en parte por el millonario Paul Allen (cofundador de Microsoft), comience a funcionar en unos años con la prioridad de buscar ondas de radio que provengan de otras civilizaciones.
Pero hay que reconocer que el estudio “normal” de las fuentes cósmicas que emiten ondas de radio es, desde un punto de vista institucional, mucho más seguro y productivo que estas inciertas empresas en las que no se tiene idea de lo que va a ocurrir. La búsqueda de una civilización extraterrestre es una apuesta de todo o nada, mientras que la ciencia tiene otro posible camino de búsqueda, más lento pero más seguro, en el que se va avanzando poco a poco, paso a pasito.
Así, de manera paralela a la búsqueda de una civilización extraterrestre, un gran número de científicos están atacando el problema de la vida fuera de la Tierra, pero con un enfoque más modesto. En lugar de ir directamente por el premio mayor, estos científicos se conforman por el momento con la búsqueda de alguna forma, no importa qué tan elemental, de vida extraterrestre. Y es que hay que recordar que a partir de que se formó la Tierra, hace 4,700 millones de años, desde hace aproximadamente 4,000 millones de años existen en ella formas de vida muy sencillas: las bacterias (que son microorganismos formados por una sola célula). En contraste, la vida inteligente sólo ha estado presente en los últimos tres millones de años. Si lo que pasó en la Tierra es de alguna manera indicativo, será mucho más probable encontrar bacterias que hombrecillos verdes en otros planetas.
Esta búsqueda se ha iniciado en nuestro propio Sistema Solar. Los dos planetas más cercanos a la Tierra, Venus y Marte, han sido objetivos de innumerables estudios puesto que, como la Tierra, se hayan a una distancia tal del Sol que no están tan calientes como el infierno que es Mercurio ni tan fríos como los planetas de la parte exterior del Sistema Solar, empezando con Júpiter. Si bien todo parece indicar que Marte no tiene vida en su superficie, existe la esperanza de que en su subsuelo existan organismos similares a los que se han encontrado kilómetros abajo de la superficie terrestre. Los grandes satélites que acompañan a Júpiter y Saturno habían tradicionalmente sido considerados como muy fríos para sustentar vida. Pero ahora se sabe que las fuerzas de marea que les produce su respectivo planeta los contrae y expande produciendo un calentamiento que podría permitir la presencia de agua líquida bajo su superficie.
Pero la búsqueda que quizá proporcione la primera evidencia de vida extraterrestre se está realizando ya hacia otras estrellas. En esta área los avances han sido dignos de mención. A partir del descubrimiento del primer caso en 1995, ya se conocen más de 200 estrellas que tienen a su alrededor planetas. En un principio causó decepción el que los planetas fueran como Júpiter y no como la Tierra, pero pronto quedó claro que las técnicas entonces disponibles favorecen la detección de grandes planetas como Júpiter. Conforme se van refinando las técnicas, se han descubierto planetas cada vez más pequeños, más parecidos a la Tierra. Hace tan sólo unos meses se reportó un planeta que es sólo cinco veces más pesado que la Tierra (Júpiter es 320 veces más pesado que la Tierra). Mas aún, se cree que este nuevo exoplaneta (bautizado como Gliese 581C) tiene superficie sólida y temperaturas que permiten la presencia de agua líquida. En cosa de un par de años, el observatorio espacial “Kepler” estudiará 100,000 estrellas para investigar si están acompañadas de planetas similares a la Tierra.
Pero, ¿podremos decir si tienen o no vida alguno de estos planetas? La exploración directa está fuera de consideración dadas las enormes distancias involucradas. Afortunadamente, será posible estudiar desde la Tierra la atmósfera de estos planetas y determinar si las moléculas ahí presentes sugieren la existencia de vida. De nuevo, tomando a la Tierra como el único ejemplo que tenemos, sabemos que la vida puede alterar significativamente la composición molecular de la atmósfera de un planeta. Para el año 2015 el observatorio espacial “Buscador de Planetas Terrestres” podrá medir y analizar las cantidades relativas de moléculas como el dióxido de carbono, el oxígeno molecular, el vapor de agua, el ozono y el metano en la atmósfera de planetas similares a la Tierra para determinar si tienen o podrán tener en el futuro formas de vida.
La búsqueda de vida extraterrestre aunque sea en manifestaciones muy elementales ilustra el camino que muchas veces toma la ciencia para responder una pregunta. Es un camino largo y laborioso, pero es el único con que contamos para avanzar de manera segura en nuestro entendimiento de la Naturaleza.

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Fuente:

http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=312635