ROSA M. TRISTÁN

MADRID.- "Y al tercer día resucitó". Este conocido versículo del Nuevo Testamento relativo a la resurrección de Jesús de Nazaret perderá su sentido si el tiempo confirma la hipótesis que mantiene el forense Miguel Lorente en su último libro. Este investigador, experto en análisis de ADN, defiende la tesis de que Jesús no murió en la cruz, sino que sufrió un coma superficial, o muerte aparente, por lo que fue dado por muerto por los soldados romanos.

Cuando José de Arimatea le descolgó de la cruz, el crucificado recuperó su mecanismo respiratorio, colapsado por la postura, a la vez que se le redistribuía la sangre en el cuerpo. Más tarde, las sustancias empleadas para limpiarle le ayudaron a revivir, gracias a sus efectos terapéuticos.

Así, lo que durante casi 2.000 años miles de millones de personas han creído que fue la resurrección de un profeta, realmente se debió a una resucitación biológica, un fenómeno que existe en la naturaleza, aunque no deja de ser muy excepcional, según argumenta el médico forense.

Lorente pergeñó su trabajo, recogido en la obra ’42 días. Análisis forense de la crucifixión y resurrección de Jesucristo’ (Aguilar), hace ahora un año. "Desde el FBI, con los que he trabajado, me dieron mucha bibliografía y pruebas con las que empezar. Lo primero fue evaluar la autenticidad de la Sábana Santa y encontré elementos que indican que no es falsa y que hubo supervivencia sobre ella. Con ello, lo que he intentado es insertar el conocimiento científico en un entorno histórico", explica Lorente.

Como investigador, entiende que en su día el problema médico que plantea se entendiera como un milagro, pero no ahora. "Yo he sido educado como católico, pero hay que buscar explicaciones a lo sobrenatural, aunque soy consciente de que habrá quien lo tome como una agresión. Quiero dejar claro que no lo es y que lo he hecho con el máximo respeto. Sólo planteo un elemento más para la reflexión", asegura.

Los 42 días a los que hace referencia el título se refieren al tiempo que pasó desde el día de la crucifixión de Jesús al de su desaparición total de la vida pública, ya sea porque murió de forma definitiva o porque se retiró para siempre a un lugar apartado, mientras el cristianismo daba sus primeros y balbuceantes pasos al hilo de su milagrosa resurrección. "Fue este hecho el que volvió a aglutinar a los apóstoles y seguidores, que se habían desperdigado cuando fue detenido", recuerda en el análisis histórico.

Lorente relata todas las heridas que sufrió Jesús desde ese momento. Para empezar, en el huerto de Getsemaní sufrió una hematidrosis (sudor de sangre) causada por su estado de ansiedad ante lo que le esperaba. Después, le dieron 40 latigazos con un flagelo acabado en varias tiras de cuero con bolas, que le provocaron 120 heridas. A ello se añade la corona de espinas y la propia crucifixión que, según el forense, le debieron causar un cuadro de shock, agravado por la pérdida de sangre y otros fluidos y la deshidratación consecuente.

Puesto que llevaba horas inmóvil, no es extraño que el guardia le creyera muerto, así que no le rompió las piernas, como solían hacer con una maza para acelerar el fin. A cambio, le clavó la lanza en el tórax. Todas estas heridas se reflejan en la Sábana Santa en la que, explica Lorente, fue envuelto estando ya en el sepulcro del Jardín de Joseph, de la familia de José de Arimatea.

En el sepulcro, el cuerpo fue lavado, dejando las heridas limpias y sin costras. Sólo después sería envuelto en la Sábana Santa, según los estudios que se han realizado. Previamente, ésta había sido impregnada con mirra, (antiinflamatorio, antiséptico, analgésico y cicatrizante) y con aloe (antiinfeccioso, además de lo anterior).

El efecto de estas sustancias y el propio masaje del lavado supusieron una acción terapéutica que habría contribuido a la recuperación del estado del cuerpo. De hecho, Lorente explica que las huellas en este lienzo reflejan que la persona que envolvió no tenía la rigidez típica de la muerte, que su temperatura no era de la un fallecido (en caso contrario, no se hubiera quedado marcada su imagen), y que las manchas de sangre que se aprecian son más compatibles con la vida que con la muerte.

"Cuando el cuerpo fue dejado en el lugar donde iba a descansar, alguien detectó que estaba vivo", continúa el investigador. Entonces habría sido trasladado a otro lugar para recibir cuidados, antes de que Pilatos ordenara sellar el sepulcro. Fue a los tres días de la supuesta muerte de Jesús de Nazaret cuando se dio a conocer que había superado la muerte. Durante los 42 días siguientes, sus apóstoles pasaron del temor a las represalias a creer en su resurrección y abrir el camino a una religión que tiene ya casi 2.000 años de historia.

Los misterios de la Sábana Santa

Muchos son los misterios que rodean a la Sábana Santa y para ellos también busca una explicación el investigador y forense Miguel Lorente. Para empezar, cree que se conservó porque era un objeto valioso. También considera que los estudios de carbono 14, que la datan en siglo XIII o XIV, no son concluyentes, puesto que las muestras utilizadas habían sobrevivido a un incendio que pudo cambiar sus propiedades.

Mucho más enigmática es la imagen que se ve en el lienzo. Durante siglos, se ha intentado hallar una explicación lógica a la figura frontal y dorsal del hombre que se observa. Se ha comprobado que las manchas de sangre se corresponden con las de una persona que ha sido flagelada y luego crucificada mediante un enclavamiento. También se refleja la herida de lanza en el costado.

Pero, ¿y la imagen? Lorente apunta que la Sábana fue impregnada de aceites aromáticos que, al interactuar con el almidón, habrían ocasionado una coloración diferente en esas áreas. Después se dejó el cuerpo sobre ella durante varias horas. La imagen se formaría en un proceso que se inició entonces y continuó cuando la Sábana se puso al sol para que se secara. Fue entonces cuando se evaporaron los aceites y se produjo una reacción que modificó la estructrura de las fibras más superficiales y permitió la aparición de la imagen en los puntos en los que hubo contacto directo entre el lienzo y el cuerpo.

Fuente:

http://www.elmundo.es/elmundo/2007/05/24/ciencia/1179992669.html