Treinta y cinco años de excavaciones intermitentes en el punto equivocado, durante los que muchos beduinos contratados para remover la tierra huyeron despavoridos jurando haber visto el fantasma del malvado infanticida, han concluido con el descubrimiento de la tumba de Herodes y la revelación de que el rey que ordenó la ‘matanza de los inocentes’ en Belén también tuvo su merecido. Aunque después de muerto.Un equipo del Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalén capitaneado por el catedrático Ehud Netzer hizo oficial ayer, martes, el hallazgo de la sepultura, el sarcófago y el mausoleo de quien fuera monarca de Judea entre los años 37 y 4 antes de Cristo.

Constata que el complejo funerario fue violentamente profanado poco después del enterramiento, en señal de venganza durante la gran revuelta judía del siglo I contra el Imperio Romano, del que el malik Furdis -el rey Herodes- fue considerado un títere traidor.

Volcán

La desaparición de su cuerpo y su catafalco destruido en más de mil pedazos revelan el odio y la ira con que ‘el Grande’ fue tratado por algunos de sus súbditos a título póstumo.

Los restos arqueológicos han sido encontrados 15 kilómetros al sur de Jerusalén, en el Monte Herodium, una de las más imponentes fortalezas palaciegas de la época a las que tan aficionado era el monarca. Este la mandó construir para protegerse de sus numerosos enemigos sobre una colina artificialmente redondeada en forma de volcán.

No obstante, hasta agosto del año 2006 las labores estuvieron erróneamente centradas en el llamado Bajo Herodium, un complejo real adicional erigido en la base del monte donde Herodes no ahorró gastos hasta recrear un vergel de piscinas y jardines fabulosos en medio del desierto. Y donde preparó su tumba entre dos monumentos que estaban situados al final de una larga avenida de 350 metros, aunque aparentemente cuando envejeció, cambió de idea y optó por se enterrado en la parte superior de su volcán.

Material rico

La delicadeza de los elementos arquitectónicos dispersos entre las ruinas del mausoleo, las urnas cinerarias halladas alrededor y los añicos de caliza roja del sarcófago -un material tan rico que en la época nadie podía permitírselo- no dejan lugar a dudas. «Resulta innecesario recurrir al carbono 14», proclamaba ayer satisfecho el doctor Netzer pegado a los fragmentos de la caja que guardó el cadáver del sanguinario Herodes. Del que, en el Herodium, sólo queda su fantasma para asustar a los beduinos.

Netzer relativizó ante los periodistas la importancia del hallazgo: «Si Herodes no fuese famoso porque aparece en las Sagradas Escrituras y construyó bonitos edificios», este descubrimiento no recibiría la misma atención».

Fuente:

http://www.eldiariomontanes.es/prensa/20070509/sociedad/fantasma-herodes_20070509.html