Esta disciplina médica, defendida por unos y rechazada por otros, considera que el mismo elemento que origina un mal puede curarlo. El problema y la solución están en la cabeza del paciente.

Texto: Patricia Cruzado V.

Similia similibum curantur. 400 años antes de Cristo, el médico griego Hipócrates formuló este principio terapéutico. No sería hasta el siglo XVIII cuando el doctor alemán Samuel Hahnemann pusiera en práctica la premisa sobre su propio organismo, naciendo así la medicina homeopática.

¿Qué significa “el similar cura a su similar”? Consiste en que una sustancia suministrada en dosis grandes producirá un determinado efecto, mientras que en dosis muy reducidas —infinitesimales— provocara el efecto contrario. Este razonamiento se basa en los resultados en el sistema de experimentación pura con personas sanas a partir del cual se hallaron más de 3.000 medicamentos recogidos en los libros de Materia Médica Homeopática.

En el ámbito científico existen opiniones en contra y a favor de la homeopatía, a pesar de que sigue creciendo su aplicación en el sistema sanitario de Estados Unidos, Brasil y de países europeos como Alemania o Gran Bretaña, siendo la India el país en el que goza de mayor popularidad. Su práctica ha sido aceptada por la Organización Mundial de la Salud desde 1975, dado que sus efectos han sido probados, no así la forma en la que actúa la sustancia sobre el paciente, argumento que esgrimen los que califican como placebos estos medicamentos. Desde sustancias venenosas; que en este caso no serían letales sino curativas, como la estrictina, arsénico, mercurio o el veneno de serpientes; hasta sustancias inocuas como la sal de cocina o la manzanilla, forman parte de estas recetas medicinales.

Sin embargo, “cuando se repiten los experimentos sobre poblaciones diferentes volvemos a obtener los mismos resultados. Siempre contamos con un grupo al que suministramos un placebo para comprobar si existe sugestión”, relata el doctor especialista en homeopatía Fernando Díaz Glauser.

El doctor de medicina general Emilio Fernández, del Centro de Salud Mallasa, practica la medicina ortodoxa, pero valora los beneficios de la homeopatía. “No creo que esta disciplina pueda curar cualquier enfermedad, pero sí considero que es útil en algunos casos, aunque debería ser más estudiada”. Muy distante queda la opinión del doctor de medicina general Juan Buenavérez, quien señala que “hasta el momento no se ha probado la eficacia de estas prácticas, que incluso pueden ser negativas para la salud, dado que no se conocen sus efectos. Estas sustancias pueden desembocar en situaciones indeseables”.

La homeopatía en Bolivia
Al contrario que la homeopatía, la medicina formal se basa en el principio “contraria contraris curantur”, lo que significa que una enfermedad se combate con un medicamento que produzca el efecto contrario al del síntoma manifestado por el paciente. Por ejemplo, si experimenta síntomas de diarrea, la medicina ortodoxa le suministrará un antidiarreico.

Ante este caso, el homeópata pasará una consulta de casi dos horas para localizar el desajuste emocional que manifiesta físicamente mediante la diarrea. Según este criterio, “la disciplina homeopática trata de curar al enfermo yendo a la raíz del desequilibrio, mientras la medicina tradicional elimina los síntomas sin resolver el origen del problema, que más tarde reaparecerá de otra forma”, explica el doctor Josep Henau Luna, miembro de la Asociación Médica Homeopática Boliviana, nacida el 2004. Este país fue el último en incorporarse a la práctica curativa encabezada por Argentina, Brasil y Colombia en América Latina.

Actualmente esta entidad, avalada por la Asociación Internacional de Homeopatía, cuenta con 10 especialistas que imparten clases a médicos generales titulados en un postgrado de dos años en la colaboración de homeópatas colombianos con mayor tradición.

El laboratorio Hahnemann ha sido el pionero en Bolivia en la elaboración de medicamentos homeopáticos, lo que complementa otras dos líneas consolidadas de remedios químicos (antibióticos, antihipertensivos, etc.) y naturales (con plantas como la echinacea, útil para los resfriados).

La primera planta del edificio alberga el laboratorio homeopático, decorado con balanzas de antaño que le aporta ese aire acogedor de las antiguas boticas. Sus estanterías, ordenadas escrupulosamente, aparecen repletas de tarros de cristal que contienen diversas sustancias y cajas de cartón verde bajo la denominación de “Materia Madre”. En esta dependencia, Toribio Villa Pérez, técnico homeopático, se encarga de preparar las recetas individuales que los doctores indican.

“Una gota de sustancia de coca se diluye en 99 gotas de agua con alcohol. De ahí, se extrae otra gota que se vuelve a diluir en otras 99, y así hasta 12 veces”. En cada mezcla se infieren 10 golpes secos al recipiente para cargar de energía el líquido. “Somos pioneros en Bolivia en la elaboración de remedios homeopáticos, y nos gustaría centrar nuestras energías en ello”, explica Ronald Gumucio, gerente general de Laboratorios Hahnemann en la ciudad de La Paz.

El poder de la mente
“No curamos enfermedades, sino enfermos”. El doctor Henau cree que “prácticamente todas las dolencias pueden curarse mediante la homeopatía con un tratamiento personalizado para cada paciente según su problema sicológico, no según su enfermedad. Incluso se puede decir que en dolencias crónicas este tipo de medicina es especialmente efectiva”.

W., un niño de 10 años, llegó a la consulta del doctor Fernando Díaz tras visitar médicos de Argentina y Bolivia en busca de una solución para su dermatitis facial y renitis aguda. “El homeópata debe realizar un sesión que trate de acercase a la persona, de ahí que debamos ser médicos y contemos con preparación en sicoterapia”.

Tras conversar varias horas con W., descubrió que se sentía maltratado por sus compañeros de colegio, que le llamaban “chancho” por sus kilitos de más. El doctor preparó un medicamento denominado calcárea carbónica, que en bajas dosis procuraba mayor autoestima al paciente. El muchacho llegó a enfrentarse verbalmente con sus rivales para hacerse respetar, y en pocos meses sus síntomas fueron remitiendo definitivamente, “prueba de que el origen estaba en su mente”, explica el experto.

La medicina homeopática no es totalmente incompatible con la ortodoxa. “Si un paciente tiene una apendicitis voy a enviarlo al quirófano; ante todo soy médico”, matiza el doctor Díaz. “Nosotros hacemos controles con radiografías, análisis de sangre, etc. En lo que diferimos principalmente es en el abuso de fármacos químicos y en el tratamiento centrado en los síntomas físicos, sin tener en cuenta el ingrediente emocional”.

Hace unas semanas, Ximena Requena, de 36 años, se sometió a una terapia homeopática debido a la fuerte úlcera que padecía. “Ahora estoy encantada. Durante seis meses no podía beber café ni comer picante, y en unos días estoy como nueva”, relata.

Por otra parte, esta disciplina no descarta la influencia de factores nutricionales, higiénicos o genéticos, aunque las supedita a un segundo plano, considerando que las defensas inmunológicas que protegen de las enfermedades dependen de la salud mental.

Cada vez más estudios corroboran el poder de la mente sobre el organismo, aunque a la ciencia aún le queda mucho camino por recorrer para poder resolver los enigmas que esconde el hombre.

Diferentes medicinas
Es frecuente la confusión entre la medicina natural y la homeopática, a pesar de sus enormes diferencias. Primero, la medicina natural emplea plantas con propiedades para elaborar sus medicamentos (por ejemplo, el aloe vera para problemas dermatológicos), mientras la homeopática utiliza una dosis infinitesimal de una sustancia vegetal, animal o mineral mezclada con agua y alcohol. Por otra parte, la primera realiza un análisis del estado físico del organismo, mientras la segunda determina un diagnóstico del cuerpo y la mente, entendiéndolo como un todo. Esto conlleva que se personalicen los remedios, ya que la medicina homeopática no combate una enfermedad, sino que busca la causa de que esa enfermedad haya afectado a la persona debido a su vulnerabilidad física como consecuencia de un desequilibrio emocional. Según el doctor Fernando Díaz Glauser, médico especialista en medicina homeopática, “lo que diferencia a la medicina natural y a la ortodoxa o formal es que aquélla emplea plantas para combatir los síntomas de una enfermedad, mientras la segunda basa sus remedios en la química, pero su principio es el mismo”. Es decir, ambas parten de la premisa de que “el contrario cura a su contrario”. De ahí que los medicamentos vayan precedidos del prefijo “anti”, mientras la homeopatía defiende que “lo similar cura a su similar”. Esto significa que si una sustancia en grandes dosis provoca un determinado efecto, en dosis infinitesimales tendría que producir el resultado contrario.

Fuente:

http://www.la-razon.com/versiones/20070415_005877/nota_277_414544.htm