A principios de este año tuve la oportunidad de presenciar dos de los debates más interesantes que se han presentado en la televisión pública. El programa encargado de este acontecimiento, parte integral de Proyecto 40, fue Pensar México: el debate, conducido por Andrés Roemer y Carolina Rocha. Los invitados a los sillones de lujo en el segundo debate (creo que mucho más interesante que el primero) fueron: Mauricio Flores, Oscar de la Borbolla, Jorge Matte, Juan A. Olmos y Mario Méndez Acosta. El tema: Dios.

   Lo primero que me llamó la atención de aquel espacio fueron las posturas expresadas por cada uno de los participantes: Mario Méndez Acosta, por supuesto, en un papel escéptico y ateo; Jorge Matte y Oscar de la Borbolla, en un papel (me parece) explícitamente agnóstico, Mauricio Flores como creyente y Juan A. Olmos como el representante de la fe. Una de las cosas que extrañé fue que en esta segunda parte del debate no se haya invitado a personas de otras religiones ni algún científico en especial.

   Ambos debates en el transcurso de la hora que tuvieron, fueron de lo más variado, pero sobre todo, muy imparciales. Cada panelista mostró sus puntos de vista, hubo pocas discusiones y lo mejor de todo: se mantuvo siempre el respeto entre todos los participantes.

DIOS, ¿ESTÁS AHÍ? ¿O ES MI IMAGINACÍÓN?

   Estando frente al televisor, no pude evitar sentirme parte del panel. Y es que como escéptico y ateo que soy, estoy convencido que no existe ningún dios todopoderoso creador de todo y que las leyes de la naturaleza, hasta donde la ciencia ha mostrado, son suficientes para que el Universo se mantenga sin necesidad de los caprichos de una entidad superior. Aunque podría estar equivocado; todo depende de la evidencia que se tenga y por supuesto, no estoy cerrado a la posible existencia de un dios siempre y cuando se dieran pruebas contundentes.

   Cientos de millones de personas en todo el mundo creen en algún dios, aunque cada cual tiene su propia interpretación con respecto a esta supuesta entidad. Además, todo parece indicar que el hecho de creer en algún ser superior responde a un factor completamente natural inherente en el ser humano y que se desenvuelve como una necesidad más dentro de cada hombre y mujer.

   Independientemente de nuestras diferencias, es necesario apelar por un respeto mutuo: que los ateos lleven su ateísmo si eso les hace feliz y que los creyentes crean en lo que deseen  sin tratar de imponer sus creencias a otros ni tachar como equivocado y cerrado a quien no comparta sus mismas ideas. Es necesario asimismo divulgar la tolerancia entre las personas y no caer en esa rara idea de combatir la creencia religiosa y el fanatismo con un ateísmo extremo basado en una especie de “política de odio a los creyentes” que tanto ha divulgado últimamente gente como Richard Dawkins. Quizás esto nos permita vivir y desarrollar todo nuestro potencial como seres humanos.