El canciller de la Pontificia Academia cierra el ciclo sobre religión y ciencia

Por Oviedo, J. MORÁN

Marcelo Sánchez Sorondo, obispo canciller de las Pontificias Academias de Ciencias y de Ciencias Sociales, y secretario de la de Santo Tomás de Aquino, manifestó ayer que «los científicos son como los obispos: tienen que descubrir e interpretar el libro de la naturaleza». Sorondo agregó que siempre ha considerado la Iglesia que «la naturaleza es parte de la creación, y por ello apoyó la ciencia como parte de la verdad, una verdad participada», ya que, «antiguamente, los teólogos decían que Dios había escrito dos libros: el libro de la naturaleza, que es para todos, y el libro de la Biblia, con Jesucristo como centro de la revelación».

Sánchez Sorondo dictó ayer la conferencia «Para una reconciliación entre ciencia, filosofía y fe», que cerró el ciclo sobre relaciones fe y ciencia organizado por el secretariado de Cultura del Arzobispado de Oviedo.

Nacido en Buenos Aires, en 1942, Sorondo es doctor en Teología por la Universidad Santo Tomás de Aquino, y especialista en Filosofía Antigua. Es también profesor de Historia de la Filosofía en la Lumsa -Libera Università Maria Santissima Assunta-, de Roma.

En rueda de prensa previa a su conferencia de ayer, el obispo Sorondo también habló sobre el cambio climático al afirmar que la Pontificia Academia de las Ciencias fue «la primera en abordar este problema, que viene examinando desde los años sesenta». El canciller precisó que «cuatro premios Nobel miembros de la Academia han estudiado el cambio climático, como el físico italiano Carlo Rubbia, o el químico Mario Molina».

«El mismo Papa Benedicto XVI ha hablado de la solidaridad con la creación y éste será el tema de un futuro sínodo de obispos», añadió Sorondo, quien reconoció que en la Academia ha habido «continuas discusiones, pero últimamente se ha adoptado el criterio de prudencia y de estar muy atentos al cambio climático».

La Pontificia Academia de la Ciencias fue creada en 1603. Es la institución académica más antigua del mundo, y la única con características supranacionales. Forman parte de ella unos 80 científicos, de los que 35 son premios Nobel. Sobre la materia de su conferencia, Sánchez Sorondo reconoció en la misma rueda de prensa que existen tres «lugares conflictivos» en cuanto a la «armonización de ciencia y fe».

El primero es «el problema de cuándo empieza el ser humano individual, el problema de las células madre, embriones, etcétera». Encadenado con éste, Sorondo indicó el debate sobre «cuándo muere el individuo humano, ya que el concepto de la muerte ha variado: se pasó del rigor mortis a la muerte del corazón, y después, a la muerte del cerebro, pero la muerte cerebral es cosa que no todas las religiones aceptan, aunque sí la Iglesia católica».

El segundo conflicto se plantea en «el cerebro, que ha sido el gran descubrimiento de los últimos sesenta años y hoy se sabe que es la central energética de todo el organismo». Pero «algunos piensan que el hombre es sólo cerebro, sólo neuronas y nosotros hablamos de mente, o espíritu, o alma, o persona…». Sorondo agregó que el tercer conflicto es el «del origen del hombre: cuándo aparece», es decir, «la evolución y la creación».

El obispo canciller también se preguntó «cómo restablecer hoy las condiciones de la armonía» que se hallaban en «la Suma Teológica de Santo Tomás, con todo ordenado, o en la visión griega del mundo, cuando Aristóteles, en su tratado más importante, sobre el alma, ubica el alma de las plantas, de los animales, del hombre…».

Pero «la ciencia moderna rompe esa armonía», añadió Sorondo. «La ciencia crece con la revolución moderna, la que inicia Galileo, que fue el líder de la Academia de las Ciencias del Vaticano, cuya historia negra no es la que conocemos nosotros, porque nunca fue condenado por la Iglesia y el Papa nunca firmó su condena, nunca estuvo en prisión, y nunca estuvo condenado a muerte».

Sorondo quiso dejar claro que en aquellos siglos y en los posteriores no se produjo conflicto entre las ciencias y la Iglesia, sino que, «en la modernidad, hubo luchas entre la cultura humanística y la científica». El obispo puso el ejemplo de Hegel, «que dice en la “Enciclopedia” que la ciencia es la conciencia inmadura, y cuando la conciencia madura se hace filosofía…». Éstos son «problemas de la modernidad, no de la Iglesia», concluyó.

Fuente: http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pNumEjemplar=1543&pIdSeccion=46&pIdNoticia=491100