Un trabajo comparativo de moldes cerebrales de Homo floresiensis y de Homo sapiens microcefálicos reafirmaría la idea de una nueva especie.

Redactado por Heber Rizzo Baladán
Montevideo, Enero 31, 2007

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Homo sapiens microcefálico (izq.) y Homo floresiensis (der.)
© Paleofreak

En 2003, un grupo de paleontólogos descubrió en la lejana isla indonesa de Flores los restos de un homínido hembra claramente adulto. Sorprendentemente, y pese a su diminuta estatura de menos de un metro de altura y de su cerebro que tenía aproximadamente un tercio del tamaño de los humanos modernos adultos, el espécimen, denominado técnicamente como LB1, habría vivido hace menos de 18 000 años.

También se encontraron fragmentos de otros ocho individuos pequeños, pero lamentablemente no hay otro cráneo que ofrezca más datos sobre sus cerebros, y no es mucho esqueleto el que se ha preservado. Sin embargo, muestran una combinación de rasgos nunca antes vista en fósiles humanos, lo que hace creíble que hubiera en Flores una población de pigmeos previamente desconocida, la que habría vivido en la isla desde hace unos 90 000 años hasta hace unos 12 000.

Algunos científicos, entre ellos sus descubridores, propusieron que el espécimen recibiera la denominación de Homo floresiensis y argumentaron que estos homínidos pertenecían a una rama enana descendiente del Homo erectus, un remoto ancestro humano que vivió hace aproximadamente 1 800 000 años. Esta rama enana habría, sin embargo, sobrevivido casi hasta nuestros días, conviviendo con los mucho más modernos Homo sapiens. En el lenguaje coloquial y en la prensa, estos restos recibieron el nombre de “Hobbits”, por los personajes de las novelas de J. R. R. Tolkien.

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El profesor Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres, sostiene un molde del cráneo de la criatura que podría ser una nueva especie homínida: el Homo Floresiensis.
© AP Photo/Richard Lewis
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Sin embargo, no todos los especialistas concordaron con esa propuesta, y descartaron la posibilidad de que se tratara de una nueva especie. En cambio, sostuvieron que los restos pertenecían simplemente a un ser humano moderno que sufría una condición patológica denominada microcefalia, caracterizada por una cabeza pequeña y una corta estatura, con grados varios de retardo mental.

La discusión comenzó a acalorarse, y los científicos de ambos lados presentaron argumentos y contra-argumentos durante un par de años, pero las cosas comenzaron a aquietarse hace un año, sin que hubiera nuevos datos y con una ligera preponderancia de aquellos que negaban la existencia de una nueva especie.

Entre los principales opositores se encontraba Teuku Jacob, el “hombre importante” de la paleoantropología indonesa, que no formaba parte del equipo descubridor. Poco después de la noticia del descubrimiento, y por razones no muy claras, los fósiles fueron trasladados al laboratorio de Jacob en Yakarta. Hubo un clamor internacional, y los miembros australianos del equipo se quejaron porque sus hallazgos habían sido movidos sin su permiso. Más aún, Jacob proclamó que los huesos no pertenecían a una nueva especie homínida, sino que LB1 era un H. sapiens que sufría de microcefalia.

Después de largas negociaciones, la mayor parte de los huesos fueron devueltos, aunque Michael Morwood, uno de los miembros del equipo, reclamó porque la pelvis de LB1 estaba aplastada y otra mandíbula se había roto y había sido reparada torpemente.

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Reconstrucción de un Hobbit (Homo floresiensis) macho adulto
© National Geographic

Finalmente, las críticas de Jacob y de sus colaboradores fueron publicadas en agosto de 2006, reiterando que LB1 mostraba signos de deformidad, y que algunos rasgos recordaba a los austromelanesios y también a los pigmeos de Rampasasa, que habitan cerca del lugar de las excavaciones de la caverna de Liang Bua, donde se encontró a los Hobbits.

Después de esto, no aparecieron nuevas informaciones sobre el caso. Pero hace unos pocos días las aguas volvieron a agitarse.

Un equipo de científicos liderado por Dean Falk, una paleoneuróloga de la Universidad del Estado de Florida, comparó reconstrucciones tri-dimensionales generadas por computadora, denominadas “endo-moldes”, de los cerebros de nueve humanos modernos microcefálicos con las de diez humanos modernos normales.

Ya en 2005 Falk y su gente habían recreado la cúpula craneana de un fósil y la habían comparado con la un caso de microcefalia. En ese momento, llegaron a la conclusión de que tenía una forma distintiva que no aparecía en los microcéfalos. En ese momento, sus críticos respondieron con otro montón de cráneos microcéfalos y sostuvieron que la microcefalia puede adoptar una variedad sorprendentemente grande de formas posibles. Y algunos de los microcéfalos que presentaron parecían tener similitudes con las del Hobbit.

Pero ahora, la científica vuelve con su nuevo estudio. Según dijo Falk: “nos preguntamos si habría algo más que el tamaño que diferenciara a los cerebros de esos dos grupos”.

Pues bien, según los investigadores, la respuesta es “sí”. Descubrieron que dos relaciones, creadas utilizando diferentes mediciones craneanas, podían ser utilizadas para distinguir con certeza a los humanos normales de los microcefálicos casi un cien por ciento de las veces.

“En los microcéfalos, el cerebelo tiende a sobresalir más hacia atrás que en la gente normal”, comentó Falk. “Y pudimos cuantificar esta relación”.

La otra diferencia reside en el ancho de los lóbulos centrales según sea el tipo de cráneo.

El equipo de Falk aplicó este sistema de clasificación a un endo-molde virtual del cráneo de LB1. Según los investigadores, los rasgos de LB1 son más cercanos a un ser humano normal que a un microcéfalo.

Como control, los científicos analizaron el cráneo de un humano enano que, como LB1, también tenía una estatura de algo menos de un metro. La técnica utilizada ubicó correctamente al cráneo enano en la misma categoría que los seres humanos.

Si bien la nueva técnica sugiere que LB1 no era microcéfalo, no descarta que no fuera un Homo sapiens. Falk hace notar que hay ciertos rasgos en el cerebro de LB1 que son diferentes a los de los humanos modernos o a los que cualquier otra especie homínida. Según ella, “esta cosa parece estar recompuesta globalmente. Son realmente características avanzadas. No son como las de los humanos actuales, no se parecen a ninguna otra cosa. Es algo único”.

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Herramientas aparentemente asociadas a los Hobbits
© Universidad de Minnesota – Duluth

Pero no todos piensan igual. Uno de ellos es Robert Martin, del museo de Antropología Biológica del Museo Field de Chicago, y una de sus mayores críticas es sobre la muestra de microcéfalos que utilizó el equipo. Según Martin, “cuatro de los nueve microcéfalos no eran adultos”. Falk lo rebate, diciendo que se justifica su inclusión porque generalmente se cree que los microcéfalos alcanzan su máxima capacidad craneal hacia los cuatro años de edad.

Por su parte, Martin contraataca, diciendo que LB1 era, definitivamente, un adulto, “de modo que la comparación correcta debiera ser con un microcéfalo con una dolencia leve que sobrevivió hasta llegar a su adultez”.

Otro experto en la materia, Bernard Wood (de la Universidad George Washington) apoya el punto de vista de Falk. “Demostraron que la explicación “microcefálica” es insostenible. Espero que ahora podamos dedicarnos al estudio del Homo floresiensis sin la distracción de una patología inexistente”.

Richard Potts, director del programa de orígenes humanos del Instituto Smithsoniano en Washington, dice que los estudios del cerebro, por sí solos, no resolverán el problema el debate entre los grupos de científicos. Y aunque declinó ser más específico, expresó que los estudios futuros de otras partes del esqueleto “contarán una historia más convincente que se alía al campo de Falk”.

Según él, el estudio de Falk “agrupa bastante bien al cerebro de LB1 con el de los humanos normales. Es un buen ejemplo de ello. A la vez, no creo que se pueda esperar que esta sea la última palabra sobre el cerebro de LB1”.

El problema es que todo este asunto surge sobre un único cráneo. Hay otros huesos descubiertos en el mismo lugar, tales como una mandíbula y fragmentos de extremidades, pero se les ha prestado mucho menos atención. En teoría, podría haber otras fuentes de información, tales como cráneos de otros individuos, o más huesos de otras partes del cuerpo, o incluso ADN.

Pero hasta ahora, las probabilidades de conseguir nuevas muestras parecían ser escasas. Un conflicto entre los investigadores hizo que el gobierno de Indonesia clausurara en 2005 la caverna donde se habían encontrado los primeros huesos. Tabita Powledge informó en PloS Biology que un intento de conseguir ADN de los huesos había fracasado.

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Ubicación de la isla de Flores
© http://www.geocities.com/alfonmai/

De pronto, parece haber alguna esperanza. Hay indicios de que habrá nuevos estudios de otras partes del Homo floresiensis que apoyarían a Falk. El equipo indonesio-australiano que descubrió originalmente al Hobbit ha estado trabajando con el material extraído de la cueva. Según el Sydney Morning Herald, ellos sospechan que los humanos modernos exterminaron a los Hobbits.

Pero la principal esperanza es que la caverna podrá ser examinada nuevamente. Los detalles de las negociaciones son vagos, pero los científicos volverían a ella en la primavera boreal. Y los investigadores también viajarían a la cercana isla de Sulawesi, una masa de tierra mucho más grande y más cercana al sudeste de Asia, de donde habrían venido los ancestros de H. floresiensis.

En su blog The Loom, Carl Zimmer nos dice: “Descubrir una cadena de especies homínidas extendiéndose desde el continente hasta Flores sería casi increíble. Uno se pregunta: ¿Cuándo comenzó el enanismo? ¿Hubo acaso un Homo sulawesiensis antes del Homo floresiensis? ¿O fue solamente que los únicos homínidos que exploraron estas islas tropicales pertenecían a nuestra propia especie? Tengo la esperanza de que 2007 nos traiga algunas respuestas”.

Mientras tanto, ¿qué es el Hobbit? Para muchos de nosotros, tal vez para la mayoría, la respuesta sigue siendo la misma: todavía no lo sabemos.

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http://www.astroseti.org/noticia_2712_El_primo_Hobbit_VII_nuevos_estudios.htm