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Más que objetos reales, fenómenos extraños o productos de la imaginación, los Objetos Voladores No Identificados (OVNI) se han convertido en productos estacionales. Por mera casualidad la aparición de los antiguos platos voladores recrudece durante los meses de verano, cuando los medios de comunicación padecen por la escasez de información. Aunque en esto Salta no es excepción, aquí parecen más intensas la creencia y la imaginaria presencia en los OVNI.

 En los últimos años, de la utilización periodística y sensacionalista de los OVNI se ha pasado a un abuso que terminó por transformar esos hechos, antes temido como extraordinarios y fantásticos, en previsibles y reiterativas crónicas que cada vez conmueven menos y en la que ya pocos creen.

El ruido y las nueces

Este fin de semana, no menos de treinta personas, incluyendo policías, bomberos, montañistas, rastreadores y un avión Pilatus PC-6 de Gendarmería Nacional se movilizaron para buscar los restos de un supuesto OVNI en el paraje El Puyil, próximo a las localidades de Rosario de Lerma y Chicoana. Los recursos volcados en esa búsqueda fueron superiores a los que los pobres municipios de Salta destinan a socorrer a los vecinos durante las inundaciones.

Un diario local, que dio amplia cobertura al hecho, afirmó que se habían encontrado partes del plato volador: “los restos detectados son metálico y pertenecen a una estructura artificial”. Después de horas de rastrillaje la policía admitió que no se había encontrado nada. Ese reconocimiento del fracaso apenas mereció unas pocas y marginales líneas en esos mismos medios.

La incredulidad aumenta a medida que se multiplican los relatos de quienes aseguran no sólo haber visto OVNI sino de haberlos fotografiado y filmado, además de observar a sus extraños ocupantes.

No sólo eso: en junio de 2004 un supuesto ufólogo se permitió anunció lugar, día, hora en que se podría ver un OVNI. ¿Cómo lo supo? “Mediante comunicación telepática con un extraterrestre, el capitán Kirián, que me dijo que el 23 de junio, en Rosario de la Frontera, podíamos asistir a una observación fabulosa”. La policía local montó un operativo para prevenir posibles daños. El anuncio corrió por cuenta del jefe del Cuerpo de Bomberos Voluntarios, lo que disparó el interés de cientos de turistas que colmaron los hoteles. “La gente cree que estoy loco”, reconoció el ufólogo, en un rapto de sensatez.

Al día siguiente, cuando el anuncio del capitán Kirián no se desvaneció, la prensa y el especialista en OVNI, en puntas de pie, olvidaron el tema. Los meses de verano suelen ser los elegidos por los extraterrestres para hacer sus incursiones por el cielo salteño en el que reaparecen como serpientes de verano, aunque esas apariciones también suelen ocurrir en otras épocas del año.

Versiones nativas del abominable Yeti

En periodismo se denominan serpientes de verano al tipo de “información fantástica, o no, que es materia de comentarios cuando hay escasez de noticias interesantes, como suele ocurrir en verano”, define Manuel Seco. Otros la definen como información exagerada o increíble que se publica en verano “cuando desciende el número de noticias con verdadero interés, para mantener la atención de los lectores”.

Su origen está en la “gran serpiente de mar”, inventada por los periódicos del siglo XIX. Según Martínez de Sousa, la costumbre se remonta a la “culebra de La Tour du Pin”, “sobre la que el ‘Mercure Galant’ publicó artículos durante todo el año 1860, con lo que mantuvo la atención del público acerca de una culebra que llevaba entre sus dientes un carbunclo maravilloso”. El gran macaneo parece ser un recurso natural contaminante e inagotable. Hace años, un viejo periodista salteño había hecho de las abejas africanas el recurso para aliviar la sequía informativa del verano.

Sin salir de la sala de redacción, aquel periodista sedentario imaginaba a las más delirantes y aterradoras historias con las que llenaba una página sábana, huérfana de publicidad.

Descendientes directo de esa serpiente fueron el monstruo del lago Ness, en Escocia y el Yeti, “el abominable hombre de las nieves”, famoso a partir de los años ’50 y que fue desalojado por los OVNI o platos voladores y los marcianos que dominaron nuestra imaginación en los años ’60. ¿Qué mayor de sesenta años no recuerda haber escuchado y bailado con “Marcianita” de Billy Caffaro?

La imaginación y el periodismo sensacionalista local han creado versiones propias de esos fantásticos personajes. El doctor en geología Ricardo Alonso, crítico de esas creencias en las que advierte rasgos paranoicos, nombra a algunos: el chupacabras, el ucumar, el angelito de Pichanal y la virgen arborícola de Santa Lucía.

De escobas voladores a platos voladores

Desde hace años Alonso se ha convertido en el enemigo público número uno de los que creen devotamente en los OVNI, a quienes refuta con rigurosos argumentos y sólida información científica. Alonso recuerda que Carl G. Jung sugirió la hipótesis de que el rumor OVNI es simplemente una metamorfosis del siglo XX de lo que en el medioevo eran los ángeles y los espíritus. Dice Jung “nos hemos alejado de las ideas metafísicas de la Edad Media, pero en cierto modo aún subsiste cierto resquicio de esperanza metafísica en el fondo de nuestro ser psicológico e histórico”.

A lo que añade Alonso: “El vacío que dejó el descreimiento religioso actual es suplantado por estos seres del espacio convertidos así en ángeles tecnológicos a la carta. En la Edad Media la mayoría creía que de noche el cielo se llenaba de brujas voladoras a bordo de sus escobas. Hoy ya nadie cree eso pero sin embargo se reemplazó a la bruja por el alienígena y a la escoba por la lata voladora”.

Automáticamente se relacionaba con los OVNI a cualquier fenómeno extraño en el cielo. Estudiantes universitarios, pastores, policías, amas de casa, viajantes de comercio dicen haber visto "platos voladores". Algunos van más allá y juran haber observado a los seres extraterrestres (“hombrecitos verdes) que las pilotaban. Alonso protesta cuando, con el nombre de ufología y ovnología, se eleva a categoría de “Me pregunto que clase de ciencia es esta que sólo se afirma en evidencias visuales. Es como las "evidencias" de la existencia de fantasmas, duendes, hombres-lobo, yetis, nahuelitos y otras exóticas creaciones de la mente. Los defensores de los ovnis jamás han aportado una prueba material clara, concreta y definitiva sobre tales naves que tan vehemente defienden”, desafía.

Suelo fértil para la imaginación

Con los años se fue incrementando la cantidad de casos denunciados. Los primeros datan de mediados de los años ’50. El andinista Yosko Cvitanic recuerda  que en 1956 los diarios locales hablaron del hallazgo de restos de animales extraterrestres en la región del salar Arizaro y, en el cerro Macón, de la caída de un OVNI. “Los supuestos animales extraterrestres resultaron ser un cuero reseco de flamenco dado vuelta y una cabeza de chivo de cuatro cuernos. Las expediciones al Macón no encontraron ni rastros de un impacto”, concluyó Cvitanic.

Cualquier fenómeno extraño es clasificado como OVNI: efectos luminosos, resplandores, explosiones, caída de meteoritos o de partes de satélites. En mayo de 1978 la explosión de un objeto que cayó del cielo en la selva de Orán, trajo a Salta a expertos de la NASA que recorrieron la región sin encontrar nada del impacto.

Para Alonso, en la mayoría de los casos se trata de “meteoritos en cualquiera de sus formas conocidas (sideritos, aerolitos o siderolitos; ya sean metálicos, pétreos o una mezcla de ambos). Otras veces, se trata de raros fenómenos lumínicos. En otros, de la caída de bolas incandescentes acompañadas de ruidos estremecedores y violentas explosiones las que hacen temblar gravemente el suelo. Estoy seguro que cualquiera de los casos que han sido atribuidos a platos voladores tiene una explicación racional. Se trata de fenómenos naturales propios a nuestro planeta o al sistema solar en el caso de caída de meteoritos”.

“Del tamaño de un estadio de fútbol”

Durante la década los ’90 la aparición de los OVNI se hizo más frecuente. No hubo año en que no se registraran varias denuncias en este sentido. La mayor parte de las apariciones se produjeron en la zona de Cachi, en el Valle Calchaquí, a más de 250 kilómetros de la ciudad de Salta. Otras zonas elegidas por los extraterrestres son Campo Quijano, Joaquín V. González, Metán, Anta.

Uno de los casos más sonados fue el ocurrido el 23 de junio de 2001 cuando Antonio Zuleta, vecino de Cachi, periodista, montañista, maratonista y ufólogo filmó allí un enorme OVNI “del tamaño de un estadio de fútbol”, aportando así “el documento más increíble que se haya visto jamás”. Zuleta dijo haber visto “luces como chorros de colores, rojos y verdes”. Otro ufólogo afirmó que aquella filmación era “un documento de indiscutible valor científico” y que Zuleta había logrado imágenes “de una nave nodriza”.

Alonso concluye la entrevista de Iruya.com diciendo: “En algunas decenas de años más ya nadie va a creer en ovnis. El avance de la astronomía convertirá a los ovnilogistas actuales en los viejos hippies del nuevo cosmos. Cada vez me convenzo con mayor fuerza que estamos a la puerta de un nuevo oscurantismo. La Edad Media no tenía platillos voladores tripulados por extraterrestres: tenía escobas pilotadas por brujas. Aquí lo único que se cambió fue escobas por platos voladores y la historia continúa. "Yo, me quedo con una frase de Ray Bradbury, maestro de la ciencia-ficción, quién dijo: "Lo siento, simplemente, los OVNI no existen".

Tiene razón Ricardo Alonso: aún faltan decenas de años para que estas creencias ingresen a las vitrinas del museo de la ridiculez y, junto con ellas, metan en los frascos estas serpientes de verano que todavía se pasean por los medios sin enterarse, como anota Martínez de Sousa, que “dada la cantidad de información proporcionada por las agencias de noticias, la utilización de la serpiente de verano, carece de sentido”.

Fuente:

http://www.iruya.com/content/view/13858/177/