En 1900, los «poltergeist» hicieron huir a una mujer y a su nieta de la vivienda que habitaban y forjaron la leyenda de A Casa do Demo en la comarca de Anllóns. Tras pasar un siglo abandonado, el inmueble ha sido rehabilitado como lugar de hospedaje

(JESÚS BLANCO)
Tras muchos años emigrado, Javier Nogueira quería comprar una casa en Galicia para volver a conectar con sus raíces. Acompañado por Mari Carmen, la mujer que lo crió cuando era un niño, se desplazó por diversos puntos de la comunidad en busca del lugar ideal. Así recuerda Nogueira su primer contacto con la que ahora es su morada: «Estuvimos por la zona de Anllóns visitando casas rurales en venta. En un momento dado, me propuso ver A Casa do Demo. Su marido dijo inmediatamente: «¿Cómo lo vas a llevar a ver A Casa do Demo?». Yo respondí: «Bueno. Si es bonita, llevadme». Ese día había visitado diez viviendas, pero al ver el hermoso contorno y la buena situación del inmueble el flechazo fue inmediato. «Hablé con Magdalena, la anterior propietaria, y me contó que había estado encantada hace muchos años, pero que ahora ya no pasaba nada». Si nos atenemos a las informaciones sobre casas encantadas que han trascendido hasta la fecha, el de Anllóns sería el primer poltergeist documentado de la historia de España. Los hechos que se convirtieron en leyenda se remontan a comienzos del año 1900, o incluso unos meses más atrás. Una anciana, de nombre Juliana Rodríguez, y su nieta, María Cundíns, necesitaron del auxilio de los vecinos y la intercesión de la Iglesia para librarse de los fenómenos que acontecían en su vivienda. Los extraños sucesos comenzaron a producirse pocos meses después de que falleciera el marido de la anciana, José García Pérez.

Juan Antonio Combarro, cura párroco de San Fiz de Anllóns por aquellos años, fue el primero en conocer lo sucedido por boca de la propia Juliana. En una carta manuscrita, donde ella relataba lo sucedido al periodista Prudencio Landín, afirma que al principio no dio mucho crédito a esas historias. «Como era natural, yo principié a reputar su narración por cuentos de viejas, teniendo yo prevención contra tales narraciones y en casi la totalidad de los casos suposiciones de alucinados». Pero la opinión del párroco cambiaría radicalmente cuando, movido por la insistencia de la anciana, acudió a bendecir la vivienda y pudo comprobar con sus propios ojos cómo se las gastaban los supuestos espíritus: «De repente cayó ante mis ojos una piedrecita con suave proyección al suelo; algo me alarmó y avivó mi diligencia para examinar la posibilidad de una causa natural. No se hizo esperar mucho la caída de otra piedra. Muy pronto cayó a mi lado un pilón de una romana y luego una mano de un paraguas, trastos abandonados que no se sabía que existiesen en la casa. Para disipar mis dudas se posaron como unas seis o siete patatas con suave proyección que en una piedra a nivel apenas se esparramaron —siendo esféricas como se sabe—, y con toda evidencia quedé convencido de que la cosa era prodigiosa, y las narraciones de la anciana y más vecinos eran verdad».

Una fuerza invisible

A partir de la información facilitada por Combarro, el periodista Prudencio Landín, que por aquellos años trabajaba en El Eco de Santiago, dedicó extensas y descriptivas crónicas de los tormentos a los que eran sometidas casi a diario Juliana y su nieta: «A la anciana le tiraban del cabello, por la ropa, hasta rasgársela, le escupían… Los que presenciaban estos efectos solo veían el movimiento con fuerte tensión, pero sin el agente. Muchos interesados en conocer al agente invisible recogían las patatas, las piedras… y las marcaban. Sin verlas desaparecer, volvían enseguida partidas en dos con el jugo fresco por la partidura. Se desprendía la tapa del horno para golpear la espalda de la anciana. Un día, tanto se anduvo jugando con un tiesto que la anciana mandó que la nieta lo cerrara en la artesa y, al instante, sin abrirse la artesa, volvió al juego dicho tiesto». Todo sucedía ante los ojos de numerosos testigos, algunos de ellos calificados en las crónicas de «personas dignas de crédito fuera de toda sospecha», como el farmacéutico Severiano Mesías o el juez municipal «señor Mosquera». En los meses sucesivos, los fenómenos fueron a mayores hasta alcanzar manifestaciones especialmente violentas. Tanto la anciana como su nieta, a quien durante la mayor parte del tiempo no parecieron afectar los sucesos que ocurrían en la casa, eran zarandeadas y arrastradas por los pelos por una fuerza invisible, que al parecer también las sometía a tocamientos y lo que parecían abusos sexuales: «Notará V. que nada le dije de la niña. Nunca se asustó, porque a ella nada le hacían, pero le llegó su hora y fue palmoteada y apedreada y hasta dos cuerdas con un lazo se las arrollaron a la garganta, hasta no dejarla gritar, y zarandeándola por la cocina. Desde esto, la niña estaba triste, llena de temor por lo que pueda sucederle», explica la crónica del cura.

La notoriedad de los sucesos de Anllóns fue tanta que finalmente el Cardenal Martín de Herrera decidió atender a las peticiones del párroco Combarro y nombró una comisión para que investigara lo que allí sucedía. Fuera ya del ámbito religioso, el notario de Ponteceso, Vázquez Amarelle, se desplazó al lugar para levantar acta de lo sucedido. Combarro concluye que los sucesos finalizaron cuando la anciana y su nieta abandonaron A Casa do Demo y fueron a vivir «para casas diferentes de familias honorables». Desde entonces, la parcela donde se sitúa la vivienda ha pasado por diversos propietarios pero ninguno de ellos se había atrevido hasta la fecha a rehabilitar la casa y volver a hacerla habitable.

Inquietante sorpresa

Aunque todo apunta a a que A Casa do Demo es ahora un lugar apacible en el que ya nada hay que temer de los espíritus, las obras de reconstrucción depararon alguna que otra sorpresa inquietante. Javier Nogueira relataba el hallazgo de un extraño artefacto, que mueve recuerdos del pasado. «Es una piedra que estaba metida dentro del muro frontal de la casa. Los muros de toda la vivienda son de piedra sedimentaria que se ha quitado del monte, pero debajo de ese muro, en la parte de la base, encontramos una piedra que no cuadraba con ninguna otra, que era redonda y se parecía a una patata. La he puesto encima de una mesa y ha quedado ahí como una reliquia curiosa».

Lejos de ocultar la leyenda que rodea la Casa de Anllóns, Javier Nogueira mantendrá el nombre de A Casa do Demo tratará de aprovechar su leyenda para fomentar el interés de los visitantes, aunque a buen seguro también atraerá a muchos amantes de lo desconocido.

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