Desde la tierra que produjo "Un cuento de Navidad" y el "Mesías" de Handel nos llegan más pruebas de que el cristianismo se desvanece en Europa Occidental: casi el 99% de las tarjetas de Navidad vendidas en Gran Bretaña no contienen ningún mensaje o símbolo religioso.

"Los dibujos tradicionales como los que representan a ángeles tocando trompetas sobre un establo, Jesús en su pesebre, y los pastores y los tres Reyes Magos siguiendo la estrella de Belén están desapareciendo", informa el Daily Mail. Un examen de alrededor de 5.500 tarjetas de Navidad revela que menos de 70 hacen referencia alguna al nacimiento de Jesús. "Cientos de ellas evitan cualquier dibujo relacionado con las Navidades", incluso aquellos sin significado espiritual, como árboles de Navidad o Santa Claus.

Presumiblemente, la industria de las tarjetas de felicitación sólo suministra lo que pide el mercado: si los fieles y la práctica cristiana no estuvieran desapareciendo del panorama británico, las tarjetas de temática cristiana no estarían desapareciendo también. Pero algunos británicos, no todos ellos devotos, se resisten a la tendencia. En un artículo en el Telegraph, el editor jefe Jeff Randall –que dice estar "en alguna parte entre agnóstico y creyente moderado"– asegura que cualquier tarjeta de Navidad que recibe que no menciona al menos la palabra "Navidad" va directamente a la papelera. "Descartar como no deseadas las tarjetas sin Navidad es mi gesto pequeño, casi con seguridad fútil, contra las oscuras fuerzas de la corrección política", escribe. "Es una crítica a aquellos que querrían destruir las Navidades por completo, no sea que ofenda a alguna ‘minoría’. Alguien debería decirles que, dado que sólo uno de cada quince británicos asiste a la iglesia los domingos, los cristianos son una minoría".

Mientras tanto, el bufete especializado en derecho laboral Peninsula dice que el 75% de las compañías británicas han prohibido los adornos cristianos por temor a ser demandadas por alguien que encuentre ofensivas las fiestas. Y no se limitan a diciembre estas demostraciones de furor anti-cristiano. British Airways provocó un escándalo cuando ordenó a una empleada que ocultase la pequeña cruz que llevaba al cuello. Los ejecutivos de la BBC acordaron que no emitirían un programa que mostrara como se arroja a la basura un Corán, pero que hacer lo mismo con una Biblia sería aceptable.
"Es extraordinario", afirma Randall. "En una época cada vez más atea, hay una ola creciente de odio contra aquellos que creen en los valores bíblicos". Una "minoría tiránica" de seculares intolerantes está despreciando abiertamente las normas morales tradicionales. "Las enseñanzas y la guía moral del cristianismo de toda la vida les ofenden, de modo que pretenden eliminar todo rastro del mismo de la vida pública".

No hay que ser especialmente religioso para encontrar alarmante el radicalismo ateo. Tampoco es necesario residir en Europa. Aunque la religión sigue siendo importante en la vida norteamericana, la pasión anti-religiosa también está creciendo aquí.

Los ejemplos abundan: en dos bestseller recientes (El final de la fe y Carta a una Nación Cristiana), Sam Harris entierra en desprecio a los creyentes religiosos, cuya fe desprecia como "unos cuantos productos de ignorancia y demencia arcaicas". Un estudio en el Journal of Religion and Society afirma que la fe en Dios se correlaciona con tasas superiores de homicidios, promiscuidad sexual y otros problemas sociales, y que cuando se compara con democracias relativamente seculares, la asistencia a la iglesia en Estados Unidos "es casi siempre la más disfuncional". Los absolutistas seculares exigen que escuelas e instalaciones gubernamentales sean limpiadas de cualquier rastro de expresión religiosa, ya sea la cruz en el sello del Condado de Los Angeles, la inscripción en un tribunal de los Diez Mandamientos o las palabras "al amparo de Dios" del Juramento de Lealtad.

Lo que está en juego en todos los casos no son solamente ángeles en tarjetas de Navidad. Lo que pierde la sociedad al descartar la fe judeocristiana y la creencia en Dios es algo mucho más difícil de reemplazar: el sistema de valores que es más probable que promueva el comportamiento ético y sostenga una sociedad decente. Eso se debe a que, sin Dios, la diferencia entre bien y mal pasa a ser puramente subjetiva. Lo que hace que el crimen esté inherentemente mal no es uno se sienta mal al cometerlo, sino que un Creador trascendente al que tenemos que rendir cuentas ordenara aquello de "no matarás". Lo que hace inherentemente buena la amabilidad con otros no es que la razón humana lo diga, sino que Dios lo dice: "Ama al prójimo como a ti mismo".

Obviamente, esto no significa que la gente religiosa sea siempre buena, o que la religión en sí misma no pueda conducir a la crueldad. Tampoco significa que los ateos no puedan ser buenos seres humanos. La fe en Dios por sí sola no puede garantizar la bondad. Pero la fe unida de manera indisoluble a valores éticos claros –monoteísmo judeocristiano– es la mejor apuesta de la sociedad para contener nuestros peores impulsos morales e impulsar los mejores.

La alternativa del fundamentalismo ateo es un mundo en el que lo bueno y lo malo son en última instancia temas opinables, y en el que no somos responsables en última instancia ante nadie sino sólo ante nosotros mismos. Y eso es cualquier cosa menos una Buena Nueva.