Es difícil acercarse a Juan José Benítez sin que la mirada delate el escepticismo acumulado a lo largo de los ocho «Caballo de Troya», dudas avivadas por los cinco millones de ejemplares vendidos por Planeta en estos 22 años. En cualquier caso, J.J. encaja bien la desconfianza de su interlocutor. Si es un embaucador, por lo menos es de los simpáticos, aunque está claro que es capaz de esconder no sólo un as, sino un evangelio entero en la manga.

Inmersos en la belleza cautivadora de Jordania, donde transcurre la que debería ser la penúltima entrega de la serie (la puerta de la tentación parece entreabierta) y donde vive una población similar en número a sus lectores, Benítez no elude ninguna pregunta.
Para saber de qué va la saga, a los no iniciados les bastará con saber que todo empezó cuando el autor se hizo con unos diarios -cuesta no anteponer el calificativo de supuestos- de uno de los dos militares que participaron en 1973 en un proyecto ultrasecreto de las fuerzas aéreas estadounidenses. Su misión consistió en viajar en el tiempo hasta el año 30 de nuestra era para conocer de primera mano la verdadera historia de Jesús de Nazaret, sin cortes publicitarios ni manipulaciones. La conclusión principal es que los evangelistas, según J.J. Benítez, «eran pésimos periodistas».
El caso es que a Benítez un buen día los periódicos se le quedaron pequeños. Después de trabajar en varios de ellos, se embarcó en la creación literaria, casi siempre acompañado por fenómenos más o menos extraños, con los que ha llenado medio centenar de libros. A sus 60 años, sin embargo, ni bajo tortura admite que sus caballos sean una invención: «No tengo tanta imaginación». Eso sí, le «rechinan» los errores propiciados por la moda Da Vinci y dice que se tiene «prohibida» la ciencia ficción, que le gusta mucho, «porque podría caer en tentaciones innecesarias».
Juan José Benítez desconoce por qué ha sido elegido para transmitir un legado que considera fundamental. Más inquietud suscita su administración del texto-fuente: «Usted ha visto la muerte de cerca. ¿No se ha planteado la posibilidad de que le falte tiempo para terminar sus nueve »caballos»? ¿No tiene previsto un mecanismo de herencia?». «La verdad es que no», responde. «¿No es un egoísta entonces al arriesgarse a privarnos de ese conocimiento?». «Ahora que me lo dice…». «No quisiera ser agorero». «No, por favor. A lo mejor resulta que sí debería hacerlo. Tengo un hijo periodista y fotógrafo y quizá le podría interesar».
Ante la duda
No deja de ser interesante encontrar un resquicio para la duda en J.J., un hombre que disfruta recitando sus teorías, por lo general originales, sobre los temas más diversos: «Desde el 11-S intento no hablar inglés y no bebo Coca-Cola» (de hecho, sus libros no pueden leerse en esta lengua). «Le tengo una enorme simpatía al diablo, pero no creo en las posesiones», «Al Gore es un aprovechado que asusta a la gente sin motivo; el cambio climático es algo que va a suceder, pero no por la acción del hombre», «En la NASA son un atajo de mentirosos. Los gobiernos y los políticos van por detrás, no se enteran de nada», «La Biblia es el mejor libro de ovnis del mundo». Y el colofón: «Creo en Dios profundamente, más que el Papa». ¿Que Benedicto o Juan Pablo II? «Que todos juntos».
Ha presentado en Jordania su «Caballo de Troya 8». Con cinco millones de libros vendidos mucho antes de la fiebre Da Vinci, no se molesta ni en intentar convencer a los escépticos de sus teorías, cuando menos peregrinas.
Por: FEDERICO MARÍN BELLÓN