EL terror no es directamente proporcional al volumen de hemoglobina y vísceras contenido en los relatos. Produce un mayor pavor lo desconocido, y sobre todo la muerte, el más allá, lo sobrenatural. El terror más profundo procede de la irrupción de algo extraño y de lo ignorado en la cotidianeidad. «El terror lo pueden producir enfermedades, hechos extraordinarios, de los que se producen muchos aunque algunos no trasciendan en los medios», comenta el escritor granadino Gregorio Morales.

«El terror -añade- es una defensa del hombre primitivo contra lo desconocido, lo misterioso, contra lo ignorado, y eso le salva». Esta sensación es superior a la del miedo a la muerte, «porque la muerte se espera, pero ver cómo se materializa un ser de la nada es más terrorífico». «El terror es psicológico, y nada de echar sangre y de sierras mecánicas», afirma el autor.

El género «necesita unas dosis de suspense, de saber armar una trama, de saber dosificar, y el terror también necesita originalidad, no contar siempre la misma historia de fantasmas, la historia burda de lo de siempre, y eso necesita oficio, sabiduría e investigación, y todo esto está ausente en los novelistas españoles, donde todos quieren ser geniales», señala Gregorio Morales.

Lo más terrorífico para el ser humano es su final: la muerte. Si hay algo que nos produce más extrañeza y horror que la muerte es un muerto. Y si este muerto da señales de vida, entonces el horror se convierte en agonía. El pavor de la muerte nos lleva a nuestra propia muerte. Esto es lo que se llama ‘morir de miedo’.

Maestro de muertos

Poe ha sido el gran maestro de los muertos vivos. En ‘El entierro prematuro’, un hombre es sepultado en estado de catalepsia y despierta atónito en el interior de la tumba. En ‘La verdad sobre el caso del señor Valdemar’, el personaje muere en estado hipnótico y sigue hablando desde el reino del más allá. Es como si no existieran ni la vida completa ni la muerte completa, sino un horrendo y pavoroso estado intermedio.

Gregorio Morales, como novelista que cultiva el terror, prefiere «esos estados intermedios, la tétrica y espeluznante ambigüedad entre el hombre y el cadáver».

«El arte y la literatura tendrán que reivindicar cada vez más la muerte y los muertos, puesto que la sociedad del siglo XXI los rehuye», señala el especialista. «Mientras en las sociedades que nos han precedido la muerte representaba un gran acontecimiento, nosotros la hemos relegado a las UCI y a las escondidas salas de los tanatorios. Hoy en día-explica- nos vamos por la puerta trasera, como si nos marcháramos de viaje para retornar unos días después».

Claro que no se espera que retornemos. La mera posibilidad implica terror. Ese era el propósito de Mary Shelley cuando escribió su Frankenstein. Lo que el doctor hace no es ni más ni menos que retornar un muerto a la vida. Y lo que es aún más tremebundo: ese ‘muerto’ está compuesto de retazos de otros muertos.

Según Morales, «la truculencia a la que nos han acostumbrado las modernas películas americanas no tiene nada que ver con el terror». Para el escritor granadino, «el terror no son hachazos ni psicópatas que te persiguen, ni sierras mecánicas abriendo la puerta del dormitorio. El terror no tiene nada que ver con la muerte a secas. Tiene que ver con la escalofriante posibilidad de que lo que creemos inerte no lo sea tanto; de que los muertos convivan con nosotros; o de que tal vez estemos muertos sin saberlo».

Morales opina que «el terror es un impalpable estado de ánimo, cuando todos los sentidos están en inquietante suspensión, prestos a que suceda lo más irrazonable y telúrico. Por eso, hoy se sabe mucho de sangre pero poco de terror».

La diferencia entre la tragedia y el horror y el terror no viene dada por las causas y los fines existentes (celos, envidias, venganza, dinero, poder, honor, amor y locura) sino por sus medios. El horror gusta explayarse en los detalles excesivos; en el terror veríamos a Hamlet con la espada clavada en el ojo manando sangre, con los miembros amputados y otro cúmulo de detalles horrendos. El horror es a la tragedia lo que el barroco al Renacimiento, un desmadre; una locura que no por casualidad cultivan los americanos en el cine con gran éxito de público, de la misma manera a como lo hacen con sus comidas terroríficas; en este caso, habría un nexo común argumentable entre el payaso del McDonald’s y el payaso de ‘It’ narrado por Stephen King. Tanto el horror, el terror como la tragedia apelan al ansia por vivir, al miedo a perder la vida.

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Fuente:

http://www.ideal.es/granada/prensa/20061101/vivir/leer-horror_20061101.html