Soy un apasionado de los diferentes documentales de la vida animal, pero existe una cuestión que últimamente me ha llamado la atención, y es precisamente, mi cuestionamiento de su valor científico. Principalmente debido a esto que mencione al principio, el "apasionamiento". Para el Homo Sapiens es muy difícil ser un investigador objetivo, la misma pasión que anima a los diferentes documentalistas a realizar su trabajo: el amor a los animales.

Los hace involucrarse con ellos sentimentalmente. Cuando uno empieza a oír a los documentalistas de vida salvaje, nombrar a sus animales de estudio, para fines de identificación, con sobrenombres "cariñosos", se debe empezar a dudar de su objetividad, pero, cuando empiezan a nombrar las conductas de los animales con sus supuestamente análogas conductas humanas, es ya evidente que la imparcialidad se perdió. Este fenómeno de darle características humanas a conductas animales, se llama antropomorfizar, es una consecuencia "natural" de la conducta humana que el investigador debe evitar, cosa que raramente ocurre, y ha llegado al extremo de ser fatal, tal es el caso del documentalista estadounidense Timothy Treadwell  y su novia Amie Hughenard quienes fueron devorados por un gran oso que tuvo que ser abatido por la partida enviada a recuperar los restos de la pareja. Como dicen los nativos de la región de Alaska, donde sucedió la desgracia; lo que ocurrió fue "algo natural ya que el quiso tratar a los osos como humanos, pero ellos se comportaron sencillamente como se suponen que deben comportarse"

Esta sana distancia, por desgracia, no existe entre los actuales documentalistas de la vida animal, aunque en términos generales la norma de "no intervención" es respetada; dejando que la vida natural tome su curso, no siempre ocurre así, he visto, en estos mismos documentales, como la famosísima primatologa Jane Goodall, proporcionaba antibióticos a su chimpancé "salvaje" favorito, cuando contrajo una infección debido a una pelea donde perdió su liderazgo de la manada silvestre que comandaba y fue expulsado. Y así se podría nombrar varios de estos documentalistas, que en su afán protagónico ponen en riesgo sus vidas y la de sus familiares, como el famoso Crocodile Hunter el australiano Steve Irwin, quien arriesgo la vida de su bebe al alimentar un cocodrilo con él en los brazos a menos de 4 metros en el zoológico de Queensland.

Es penoso que en este afán comercializador,  los presentadores tengan conductas, más del estilo de una estrella de rock, que de un conservacionista o naturalista o simple divulgador de la vida animal. Es una lastima que por su bufonesca, atrevida o intervencionista forma de ver la llamada vida salvaje, se pierda, con la objetividad, el objetivo; que es la difusión del conocimiento sobre la vida silvestre.