Teotihuacan, Angkor, Chichén Itzá, La isla de Pascua. Estos impresionantes sitios arqueológicos, tan distantes y pertenecientes a diferentes culturas ya desaparecidas; la Teotihuacana, el reino khmer, La Maya, La sociedad rapanui, al parecer tienen algo en común, y es que la más reciente evidencia arqueológica y algo que llamaría arqueología botánica o botánica forense parecen indicar que el colapso de las mencionadas mega-comunidades se debió a un desastre ecológico provocado por el hombre.

Esta evidencia resulta innegable en el caso de la sociedad rapanui de la Isla de Pascua, la cantidad del polen fósil demuestra que la isla era un paraíso tropical lleno de palmeras, pero la excesiva construcción de los majestuosos y extraordinarios, pero inútiles moais, que son unas estatuas monolíticas de 50 toneladas y de 10 a 12 metros de alto acabo con la madera de la isla, ya que usaban los troncos para deslizarlos desde la cantera hasta los lugares de asentamiento. Ahora sabemos que pasa cuando es devastado un bosque o una selva tropical, este controla las precipitaciones pluviales, conservando el agua cuando las lluvias son escasas y reteniéndolas cuando son abundantes. Al no haber bosque o selva, la zona de cultivo del hombre carecerá de agua en época de sequía y se vera inundada en la temporada lluviosa. Lo mismo parece haber pasado con la esplendorosa ciudad de Angkor, situada en Camboya, el crecimiento demográfico de esta maravillosa ciudad, ocasiono la devastación de la selva y las inundaciones acabaron con las cosechas y consecuentemente con la ciudad.

La evidencia arqueológica en el caso de los mayas y teotihuacanos nos indica que este mismo problema se les debió haber presentado con la consecuencia “natural” de la devastación del bosque, lo que ocasiona la perdida del regulador pluvial, la consecuente perdida de cosechas por lluvias excesivas o escasas, hambrunas, revueltas sociales y finalmente abandono de las ciudades estado. ¿Cómo se sabe esto? Porque la evidencia arqueológica demuestra un gran uso de cal para adornar sus pirámides y diferentes edificaciones, como dicen los arqueólogos: “Sin embargo, el crecimiento demográfico y la destrucción del bosque para la fabricación de la cal utilizada en la arquitectura monumental seguramente fueron factores decisivos para el colapso de estos grandes sitios al final del Preclásico” . Se necesitan grandes cantidades de madera para apenas conseguir unos cuantos kilos de cal de mortero.

Las selvas tropicales pudieron recuperarse y repoblaron las zonas desbastadas en la zonas peninsulares de Yucatán en México y Camboya, incluso reclamaron lo que era suyo a las ciudades; invadiéndolas. En el caso de la Isla de Pascua y la zona de del valle de la cuenca central de México donde ese ubica Teotihuacan, los bosques jamás se recuperaron.

Al parecer los antepasados no fueron tan sabios como nos lo quiere vender la filosofía exotérica. Eran personas como nosotros, crearon grandes civilizaciones, pero su megalomanía y su desconocimiento a las funestas consecuencias de alterar el equilibrio ecológico acabaron con sus culturas. Esa es la gran lección que debemos aprender de los enigmáticos antepasados, no la basura que venden los místicos y los “himbestigadores” de los “enigmas del pasado”. Ya que si estamos tan empecinados en el progreso, tal vez lo hagamos al costo de nuestra propia civilización, si no respetamos el medio ambiente.

Para terminar quisiera dejar las palabras de un jefe amazónico, ya que la sabiduría de los pueblos indígenas, sino, es perfecta, si es extensa: “Grandes y poderosos son los dioses del hombre blanco, pero más poderosos son los dioses de la selva“.