Por M. Núñez y C. Navarro

La homeopatía, un arte de curar con más de 250 años de historia, está en plena ebullición. Al tiempo que se suceden los estudios científicos a favor y en contra, cada día acuden más personas a las consultas homeopáticas donde se ofrece una medicina que parece especialmente preparada para los nuevos desafíos de la salud de este siglo, como la amenaza de las enfermedades infecciosas o la creciente incidencia de las crónicas.

 

En un artículo publicado en el British Medical Journal se informaba de que el 42% de los médicos del Reino Unido ha redirigido en alguna ocasión a sus pacientes a homeópatas para intentar solucionar sus problemas.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la medicina alternativa más utilizada en el mundo. Alrededor de 500 millones de personas están recibiendo tratamiento homeopático. Es común en India, con 300.000 homeópatas y 300 hospitales homeopáticos. En Francia, donde el 40% de la población ha recurrido a los remedios homeopáticos y 11.000 médicos los utilizan. En Holanda, donde la mitad de los médicos consideran que es eficaz, y en Gran Bretaña, donde el número de visitas crece un 40% cada año. En Bélgica, el 84,5% de los remedios homeopáticos son prescritos por médicos alopáticos. Es también popular en Alemania, Suráfrica y Brasil.

Las cifras indican que no es una medicina anclada en el siglo XIX. Al contrario, los homeópatas no cesan de investigar y de hallar nuevas soluciones. A pesar de que apenas reciben financiación para sus estudios –en comparación con las cifras multimillonarias que las empresas farmacéuticas invierten en la promoción de sus productos– continúan publicando artículos en las revistas de medicina alternativa y homeopáticas. Según el Instituto Americano de Homeopatía, los tratamientos muestran buenos resultados ante enfermedades como hiperactividad, artritis, infecciones virales, síndrome de fatiga crónica, eccema, enfermedad inflamatoria intestinal, síndrome premenstrual y estrés postraumático. La homeopatía está por tanto bien preparada para llenar los huecos que deja la medicina convencional; es decir, el tratamiento de las enfermedades crónicas, las psicosomáticas o muchas que son fruto de la pobre adaptación –física y/o psíquica– del individuo a su entorno.

Pero la homeopatía no vive sólo del pasado, sino que es una medicina viva. El holandés Jan Scholten, uno de los más importantes renovadores del botiquín homeopático, se ha fijado en la tabla periódica de los elementos y está investigando sus propiedades terapéuticas. Los homeópatas han usado el oro, la plata y otros elementos durante muchos años, pero Scholten cree que el potencial terapéutico de la mayoría permanece inexplorado. En su opinión, la tabla de los elementos es un mapa del trayecto vital de los seres humanos. «Comienza con el hidrógeno, el elemento más simple y básico, y termina con el uranio, que representa el fin de la vida», afirma Scholten. El potencial terapéutico de los elementos se despliega a medida que aumenta el peso atómico y puede ser explorado en su relación con los demás elementos según su localización en la tabla. Scholten además trabaja sobre las lantánidas, un grupo de 15 sustancias extrañas y escasas, para emplearlas en el tratamiento de las enfermedades autoinmunes. Aunque el trabajo de Scholten es controvertido, muchos consideran que abre nuevas vías de reflexión.

Otro homeópata innovador es A.U. Ramakrishnan, de Madrás (India), especializado desde hace 20 años en el tratamiento del cáncer. Ramakrishnan ha desarrollado un protocolo que combina remedios dirigidos al órgano afectado con dosis de «carcinosina», un remedio hecho a partir de tejido canceroso. Ha logrado buenos resultados con cáncer de pecho, de próstata y de esófago.

Las revistas médicas convencionales están lejos de admitir que la homeopatía es eficaz. De vez en cuando publican artículos ligeramente favorables, pero más a menudo atacan su credibilidad. Una de las más importantes, la británica The Lancet, publicó en agosto de 2005 un editorial con el título «El fin de la homeopatía». El editor se basó en un estudio suizo que comparó remedios homeopáticos, medicamentos convencionales y placebos y concluyó que los primeros no eran más eficaces que los últimos. El editor remarcó que los médicos honestos debían abandonar la práctica de la homeopatía.

La respuesta no se hizo esperar. Un número importante de investigadores reprochó a The Lancet haberse precipitado en sus conclusiones y haber ignorado aspectos fundamentales de la homeopatía. Wayne Jonas, ex director de la Agencia de Medicina Alternativa del Gobierno de EEUU y colaborador del Centro para la Medicina Tradicional de la OMS, publicó en 1997 un artículo en la misma revista donde revisaba 87 estudios con un resultado muy diferente: los remedios homeopáticos eran hasta un 250% más eficaces que los placebos. Según Jonas, las diferencias son debidas al «mal uso de las estadísticas» que no captan lo que los remedios homeopáticos hacen realmente.

Todos los homeópatas están de acuerdo en que no puede aplicarse el mismo método de investigación usado para los medicamentos convencionales a los remedios homeopáticos porque se prescriben con una lógica totalmente distinta. En la medicina convencional, todos los pacientes con la misma enfermedad reciben el mismo medicamento. En cambio, en la homeopatía tres personas con el mismo diagnóstico convencional pueden recibir cada uno un remedio distinto porque éste es el que se corresponde con su constitución psicofísica, que es lo que se trata de equilibrar. Por lo tanto, los estudios deberían fijarse más en los resultados de los tratamientos, en la evolución del paciente, y no tanto en los medios para conseguirlos.

Pero la comunidad científica no puede sustraerse a indagar en el medio de acción de los remedios homeopáticos. Ni siquiera un profesor de la Universidad de Exeter, donde se enseñanmedicinas naturales y alternativas, puede mantener bajo control su mente racionalista. Edzard Ernst, especialista en plantas medicinales, sorprendió recientemente a propios y extraños al asegurar que tomarse un producto homeopático es lo mismo que beberse un refresco. Los científicos convencionales no pueden asimilar que funcionen remedios que químicamente sólo contienen moléculas de agua y azúcar, puesto que las sustancias que dan nombre a los remedios están tan disueltas que a menudo no queda rastro químico de ellas. Entre los propios homeópatas no hay consenso sobre cuál es el medio de acción de los medicamentos que emplean. La mayoría considera que el agua con que se elaboran ha recogido información electromagnética de la sustancia empleada. Otros hablan de cambios en la estructura espacial de las moléculas de agua. Y cada vez se habla más de la influencia que puede ejercer la comunicación entre paciente y homeópata. Éste es el terreno en el que está investigando George Lewith, director de la Unidad de Medicina Complementaria de la Universidad de Southampton (Reino Unido). «Pienso que existe algo de naturaleza terapéutica en el proceso de la consulta con el homeópata y que no se produce en la medicina convencional», afirma Lewith. Es posible que el esfuerzo que hacen los homeópatas para captar la personalidad de su paciente sea captado por éste, que al sentirse escuchado y comprendido alivia el conflicto interior que ha dado lugar a la enfermedad.

Pero los efectos psicosomáticos no pueden explicarlo todo porque los animales no entienden de sugestiones. La homeópata veterinaria holandesa Liesbeth Ellinger ha investigado el efecto de los remedios homeopáticos en los terneros recién nacidos con resultados espectaculares. En una granja, los animales tratados con homeopatía no sufren diarrea –un mal muy frecuente– mientras que los que tomaron placebo la sufrieron todos. También lo saben los agricultores españoles que trabajan en la producción ecológica y que utilizan los remedios homeopáticos.

Sea la entrevista, los remedios o ambos lo que desencadena el proceso autocurativo –según esta especialidad, cualquier curación es siempre autocuración– la homeopatía tiene un lugar en el futuro de la medicina. Quizás sea como tratamiento esencialmente precoz o preventivo porque puede corregir ligeros desequilibrios antes de que sean problemas más serios.

II Congreso Nacional
Los homeópatas como profesionales médicos

El Congreso Nacional de Homeopatía celebrado en Tenerife, el segundo que tiene lugar en España desde 1929, concluyó el pasado 1 de mayo con una declaración formal de los homeópatas españoles. La principal reivindicación es que el ejercicio profesional de la homeopatía sea reconocido como un acto exclusivo de los médicos. Otros demandas destacadas son la confirmación de que la medicina homeopática –como todo acto médico– comporta un diagnóstico, un pronóstico y un tratamiento, y que el tratamiento homeopático precisa del uso de los medicamentos homeopáticos, regulados por la Ley del Medicamento de 1990.

Infecciones
Regreso al pasado

La estrategia de la homeopatía frente a la gripe y a otras enfermedades víricas e infecciosas puede ser una alternativa realmente interesante. La homeopatía fue un éxito contra la «gripe española» de 1918, que causó alrededor de 50 millones de muertes en el mundo y se menciona como precedente de lo que puede ser la gripe aviar en el peor de los casos.

Según estadísticas recogidas por médicos homeópatas y publicadas en 1920, la tasa de mortalidad entre los pacientes tratados por médicos convencionales fue del 30%, mientras que entre los homeópatas no pasó del 2%. Los homeópatas también consiguieron mejores resultados que sus colegas alópatas en la epidemia de cólera que se extendió por Europa entre 1830 y 1850.
En vez de la vacuna universal, propia de la medicina convencional, los homeópatas pueden ofrecer hoy un remedioconstitucional individualizado a cada paciente para prevenir o tratar la enfermedad.

Cuenta con otros remedios que favorecen y aceleran la recuperación, como el popular Oscillococcinum que, curiosamente, se elabora desde 1925 con tejido de corazones e hígados de patos, que transportan virus de la gripe en sus sistemas digestivos. Otro medicamento homeopático interesante es Influenzinum 9C, que se elabora cada año a partir de virus recientes de la gripe.

 

Fuente:

http://www.larevistaintegral.com/articulo.jsp?id=557056