Por Mariano Ribas

Las noches de la Tierra ya no son las mismas: desde hace casi una década, unos puntitos de luz aparecen de pronto en el cielo, recorren lentamente un breve trayecto y, de pronto, se encienden con una furia inusitada, para luego desaparecer. Todo en cuestión de diez o veinte segundos.

La escena se ha hecho tan habitual, que los astrónomos aficionados de todo el mundo ya están acostumbrados. Sin embargo, esos flashes siguen sorprendiendo, cotidianamente, a incontables observadores casuales, en el campo, en la ruta, en la montaña, en el mar y en plena ciudad. No sólo de noche, sino también a plena luz del día. Más allá de las infaltables asociaciones entre casi cualquier fenómeno celeste (astronómico o meteorológico) y supuestos platos voladores, la verdadera explicación de estos fogonazos es bien terrestre. Y tiene un curioso nombre: Iridium.

Flota en orbita

No es nada raro ver lucecitas que se mueven lentamente en el cielo nocturno. Casi siempre son satélites artificiales “comunes”. Otras veces, las menos, se trata de la famosa Estación Espacial Internacional, un aparato mucho más grande que, en consecuencia, luce mucho más brillante. Pero ninguno de esos artefactos produce semejantes destellos. Los verdaderos “culpables” son los Iridium, unos satélites que, como veremos, no son nada “comunes”. No son dos ni tres ni diez: en realidad, son una flota de 66 aparatos, dividida en once grupos de seis. Y le dan cuerpo a una red mundial de telefonía móvil que comenzó a funcionar en 1998, primero a manos de Motorola y luego a la Boeing. Los Iridium siguen órbitas polares a casi 800 kilómetros de altura y tardan 100 minutos en completar una vuelta a la Tierra. Su nombre tiene una explicación: originalmente, se había pensado en 77 satélites, el número atómico del iridio.

El secreto de los flashes

Ahora bien, todavía nos queda lo más jugoso: ¿cuál es el secreto de los flashes? Al fin de cuentas, hay otros cientos de satélites artificiales revoloteando alrededor de la Tierra y ninguno provoca semejantes destellos. Es cierto, los Iridium son aparatos bastante grandes (miden 4 metros de largo por uno de ancho), y en uno de sus extremos tienen adosados dos paneles de energía solar. Pero la verdadera clave del truco está en su otro extremo: allí llevan tres antenas rectangulares del tamaño de una puerta. Y como están recubiertas de plata, actúan como grandes espejos que reflejan perfectamente la luz del Sol. Cuando esos reflejos llegan a la superficie terrestre, pueden verse verdaderamente impresionantes. Pero no siempre es así, porque cuando un Iridium cruza el cielo, lo que ve cada observador depende de la precisa geometría entre su posición, la del satélite (sus antenas-espejo) y la del Sol: desde un simple punto de luz (parecido a una estrella muy modesta) hasta un impresionante destello de magnitud visual -8, lo que en buen criollo significa 30 o 40 veces más brillante que Venus. Una barbaridad. No es raro, entonces, que una y otra vez, en todas partes, sean confundidos con supuestos “OVNI”, en el sentido más folklórico de la sigla.

A mirar a los Iridium

Los flashes de los Iridium se han convertido en un espectáculo celeste tan impactante como divertido. Pero al mismo tiempo, absolutamente predecible: en Internet existe un sitio que ofrece todos los datos necesarios para verlos. Sólo hace falta ingresar la latitud, longitud y huso horario del observador. E inmediatamente, aparecerá una tabla con fechas, horas (con precisión de minutos y segundos), puntos cardinales y altura sobre el horizonte. Anote: www.heavens-above.com.

La flota de “satélites-espejo” seguirá chisporroteando alegremente en los cielos de todo el mundo. Y sin dudas, durante mucho tiempo más seguirán engrosando la lista de supuestos OVNI, una lista, por cierto, que tradicionalmente incluye a los grandes meteoros (llamados “bolas de fuego”), los planetas más brillantes (con Venus a la cabeza), ciertas nubes y otros fenómenos atmosféricos, y hasta cosas mucho más terrenales, como aviones y satélites vistos a la distancia.

Los Iridium son un muy lindo espectáculo. Pero también, un muy buen ejemplo que nos recuerda que antes de echarles la culpa a los extraterrestres por todos los fenómenos luminosos del cielo, hay que revisar otras explicaciones menos espectaculares, pero más acordes con la realidad.

Fuente:

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/futuro/13-1517-2006-07-22.html