Si piensas que Bajas Vibraciones ha tocado fondo … tienes razón, pero pienso seguir escarbando. Con esta entrega inicio una serie (cuatro o cinco números) dedicada a las grandes cuestiones de la Humanidad. Por ejemplo, ¿por qué se llama cómoda a la cómoda, si más cómoda es la cama? ¿Por qué se cae siempre la tostada por el lado de la mantequilla? o ¿Por qué se busca vida inteligente en el espacio? ¿Es qué no la han encontrado en la Tierra?

La mente del hombre es antropocéntrica por naturaleza. Hemos definido lo que nos rodea en función de nuestro patrón. Por algo somos “los amos de la Creación”. Durante mucho tiempo hemos creído que todo fue creado para nosotros. ¿Os imagináis a un piojo convencido de qué los hombres y mujeres sólo se aparean para traer al mundo nuevas cabezas que le sirvan de morada y sustento? Desde su punto de vista, ¿qué otro sentido podría tener nuestra existencia?

Sin duda somos tremendamente afortunados como especie, pero debemos hacer algo más que morir de éxito. Los seres humanos tenemos la obligación moral de sacar el mayor partido posible a nuestra maravillosa ventaja. Partiendo de una actitud responsable, solidaria, humilde y objetiva, y sólo a través del conocimiento, el ser humano puede lograr la necesaria amplitud de miras.

LAS AUTORIDADES ESPIRITUALES ADVIERTEN QUE NO DEBES TEMER A LAS TINIEBLAS; LLEVAS LA LUZ DENTRO DE TI.

La cosmogonía moderna es la ciencia que trata de la formación del universo. Su objetivo es entregar un diseño global del universo, abordando principalmente su origen y evolución.

La cosmología ha sido considerada tradicionalmente como una especie de rama de la metafísica. Se concebía como un conjunto de hipótesis y razonamientos relativos al origen y evolución del universo. Preguntas del tipo ¿y antes qué? ¿siempre ha existido el universo? ¿cuándo comenzó? ¿se acabará?… son preguntas que brotan del interior de del ser humano y presentes en todas las culturas. Hasta hace poco tiempo la respuesta salía de los libros sagrados, pero, a partir del siglo XX, se desarrolló una teoría cosmológica mucho más racional y basada en evidencias observacionales.

Con el uso del telescopio los astrónomos se dieron cuenta de la verdadera dimensión del universo, al tiempo que caía por su propio peso la idea geocéntrica. Hoy ya nadie cree que estamos en el centro del universo pero queda por resolver la gran pregunta: ¿hubo un creador?

Durante el siglo XX se han desarrollado varios modelos cosmológicos con soporte científico, es decir, un modelo cuyo comportamiento puede representarse con ecuaciones y leyes físicas conocidas. El modelo cosmológico más ampliamente difundido y aceptado es el Big Bang. Descansa en cuatro soportes observacionales:

1º EL DESPLAZAMIENTO DE LAS GALAXIAS, que se alejan unas de otras a enormes velocidades (descubierto en 1929 y que ha sido interpretado como una de las evidencias de la expansión producida por una gran explosión que dio origen al cosmos).

2º LA CONCORDANCIA ENTRE LA EDAD DEL UNIVERSO – calculada por la velocidad a que las galaxias se distancian entre sí – Y LA EDAD DE LA TIERRA, medida por la desintegración radiactiva del uranio.

3º LA RADIACIÓN DE FONDO, pronosticado como el necesario remanente de un universo caliente, descubierto en 1965. (Es una radiación proveniente de todos los lugares del espacio y corresponde a una temperatura de 3°K)

4º LA COMPOSICIÓN QUÍMICA GENERAL DEL UNIVERSO -cerca de un 75% de hidrógeno y un 25% de helio-, lo que puede explicarse en términos de procesos atómicos (nucleosíntesis) en el universo recién creado.

El modelo del Big Bang tiene todavía algunas lagunas como la materia oscura, la extraordinaria homogeneidad de la radiación de fondo, los quásars, etc, pero es el mejor modelo que tenemos. Por primera vez se ha podido explicar el nacimiento mismo del universo sobre una base científica.

Muchos autores han estudiado, un universo igual al nuestro, pero con ligerísimas variaciones en las condiciones iniciales. Los resultados son universos que no se expanden, universos sin galaxias, universos llenos de agujeros negros, universos con estrellas monstruosas que no permiten la aparición de planetas, etc. Lo único que tienen todos en común es que ninguno de ellos permite un desarrollo de la Vida.

Si la constante de gravitación hubiera sido mayor, solo levemente mayor, las estrellas se consumirían a mayor velocidad y, posiblemente, nunca hubiera sido posible la existencia de planetas con condiciones adecuadas para la existencia de la vida. No hubiéramos existido nosotros.

Si la masa hubiera sido algo mayor, el universo se hubiera colapsado al poco tiempo, si hubiera sido algo menor, la rápida expansión no hubiera permitido la formación de galaxias ni estrellas, el universo sería una sopa diluida de partículas. Para alcanzar esta densidad crítica se tuvo que ajustar en los primeros instantes diversos parámetros con extraordinaria precisión.

Si la velocidad inicial de la gran explosión hubiera sido mayor, y solo levemente mayor, no hubiera sido posible la condensación de materia que se acumula formando los sistemas galácticos y demás estructuras estelares. Por el contrario, si esa velocidad inicial hubiera sido menor, sólo levemente menor, la materia se hubiera retrotraído, colapsado, y, en ambos casos no hubiera existido universo. No hubiéramos existido nosotros.

Si las fluctuaciones de densidad en los primeros momentos hubieran sido algo mayores, entonces las galaxias se habrían formado muy rápidamente y ahora no habría mas que grandes agujeros negros.

Si la velocidad de desintegración de los átomos de hidrógeno en el Sol hubiera sido diferente, y sólo levemente diferente, no hubiera sido posible la formación del carbono, imprescindible para la vida. No hubiéramos existido nosotros.

Si la masa de los electrones y de los protones fuese un poco mayor con respecto al neutrón resultaría que los átomos de hidrógeno serían inestables y se desintegrarían inmediatamente en neutrones y neutrinos, imposibilitando la formación de estrellas.

Si la interacción nuclear fuerte en relación con el electromágnetismo hubiera sido menos intensa de lo que es, entonces no hubiera podido vencer la repulsión electrostática entre protones y no habría mas que hidrógeno y deuterio en el universo.

Si la masa del neutrón fuese mas de un 0,14% mayor que el protón la masa del universo sería 100% helio. Si fuera menor, la masa del universo sería 100% hidrógeno. Una interacción débil más potente, y el universo sería un cien por cien de hidrógeno, un poco más débil y todo sería helio.

Si la fuerza electromagnética fuera ligeramente menor, los electrones no se mantendrían en órbita alrededor del núcleo. Si fuera mayor, un átomo no podría compartir un electrón con otro átomo. En cualquier caso no podrían formarse moléculas.
 
En definitiva, parece que las constantes que definen las leyes de la física son precisamente aquellas que permiten que nosotros existamos. Dicho de otra manera, parece como se el universo se hubiera constituido para que el hombre pueda existir en él. Esta es en síntesis la idea del Principio Antrópico.

Fred Hoyle, en su libro “Galaxies, Nuclei and Quasars” hace la siguiente reflexión: “Las leyes físicas han sido deliberadamente diseñadas considerando las consecuencias que habrían de tener en el interior de las estrellas. Sólo existimos en regiones del Universo en las que han sido fijados exactamente los niveles energéticos de los núcleos de carbono y oxígeno”. De manera análoga, el físico Freeman Dyson afirmó: “El Universo, en cierto sentido, siempre tiene presente a los seres vivos”.

Carter, Barrow y Tipler sostienen que detrás de estas curiosas coincidencias físico-matemáticas debe haber algún principio, algo que justifique que el universo sea así y no de otra forma. Para ellos la evolución cósmica esta orientada, desde el comienzo, hacia el desarrollo de la consciencia, por lo tanto “alguien” ha tenido que preparar todo este proyecto.

¿Puede haber leyes sin que haya un legislador?

Esta pregunta, muy típica de los creyentes, nos obliga a contestar lógicamente no. En realidad se trata de un argumento falaz, es una forma astuta de convencernos de algo que no conocemos bien, es la falacia de la interrogación-presuposición.

El Principio Antrópico no está universalmente aceptado. No es un principio asumible por la Astronomía por lo que tiene de especulativo. Existen muchos físicos que consideran la posible existencia de otros big bang, de otros universos, donde las constantes de la física fueran diferentes y en los cuales no podría existir la vida. En este sentido, nuestro universo es algo casual, algo extraordinario y algo único.

El principio antrópico sostiene que los seres humanos, como observadores, son necesarios para la existencia misma del universo. Este principio, tal como fue enunciado por Brandon Carter, dice que el universo debe estar construido de tal manera que admita en su seno la creación de observadores en alguna de sus etapas.

Con estos argumentos se pretende que extraigamos la siguiente conclusión: la especie humana no debería considerarse una mas de la fauna, sino que es el fin, la razón de ser, del universo. Este principio sostiene, de manera un tanto mística, que la vida humana aparece para dotar de sentido al universo.

Resulta que para el Universo es indiferente lo que ‘piensen’ o hagan los animales, pero sin embargo, se encuentra completamente dependiente de lo que pensemos o hagamos los humanos. Es decir que unos pocos genes dan sentido al universo. Hay que ser muy vanidoso para creer que el Universo se hizo para nosotros.

El hecho de que nuestra existencia y, en general, la vida (sea en la Tierra o en otra región del universo), dependa de unas condiciones muy precarias, no supone que nuestra existencia determine las propiedades del universo que observamos, sino más bien a la inversa: son estas propiedades las que la permiten nuestra existencia. Dicho principio no tiene, pues, por qué involucrar ningún aspecto teleológico.

Desde siempre, cuando el hombre se ha enfrentado con preguntas muy difíciles ha buscado respuesta en el mundo mágico y en la superstición, es decir, un camino fácil pero absolutamente inútil.

El principio antrópico supone una involución de las ideas que se consolidaron tras años de desarrollo de la ciencia astronómica. Sus conclusiones son una vuelta al viejo y felizmente ya superado antropocentrismo.

Haciendo uso del argumento antrópico se pretende demostrar la racionalidad de la creencia en Dios y que la existencia de Dios no es una discusión sin salida. El argumento del diseño ha sido utilizado como prueba de la inevitable existencia de un Creador del Universo.

Si el objeto de Dios era crear un ser inteligente (nosotros) hubiera bastado con crear la Tierra, el Sol y la Luna, todo lo demás sobra. ¿por qué ese derroche de estrellas y galaxias? ¿por qué tantos millones de especies (la mayoría ya extinguidas) hasta llegar a nosotros? ¿es que Dios utiliza el método de ensayo-error?

La respuesta naturalista a la argumentación antrópica es la existencia de una multiplicidad de universos. La idea de una multitud de universos diferentes aparece en buen número de escenarios cosmológicos. En el modelo de inflación caótica de Andrèi Linde, por ejemplo, nuestro mundo es una “burbuja” en un cosmos mucho más grande, compuesto por una legión de burbujas análogas. Estos cosmos aparecen, se extienden y se desploman enseguida para desaparecer en Big Crunches, mientras que en otros lados otros universos nacen y evolucionan. En el “gran universo”, generaciones de mundos como el nuestro se suceden indefinidamente. Nosotros vivimos en una de esa infinidad de burbujas donde las constantes de la física y los parámetros del universo son los apropiados para que la vida haya podido surgir. Fuimos unos de los posibles ganadores de la gran lotería cósmica.

Según los últimos estudios del prestigioso físico Stephen Hawking, la evidencia científica sugiere que jamás existió un momento específico en el que el mundo se creó. El Universo, afirma, no parece tener “ni fronteras, ni límites, ni principio, ni fin”, y siempre ha sido un ente “autosuficiente”. Desde este punto de vista, no es necesario recurrir a la idea de Dios para explicar el nacimiento ni las características de nuestro mundo.
 
Según el científico, el big bang, el Universo y el tiempo físico están inmersos en una quinta dimensión. Las condiciones de esta quinta dimensión desencadenaron el estallido cósmico que dio origen al Universo hace unos 15.000 millones de años. Este descubrimiento confirma que “no es necesario apelar a algo que esté fuera del Universo para explicar su origen”. Por tanto no hay motivo para admitir la existencia de un Creador.

Por el momento no tenemos una explicación definitiva de por qué las constantes físicas toman unos valores tan precisos. No sabemos si están sujetos a alguna autoselección o son simplemente producto del azar. No obstante, la solución a esta interrogante no puede venir del delirante Principio Antrópico.

Los seres humanos nos hemos sobreestimado y encumbrado a la posición mas alta de la pirámide biológica, llegando a creer que el universo ha sido creado para nosotros. Es cierto que somos unos espectadores privilegiados de la creación cósmica pero unos espectadores absolutamente pasivos. Si tuviéramos algún papel este sería tan irrelevante como nuestra capacidad de acción.

En resumen, el Principio Antrópico es contradictorio con la realidad pues si la finalidad del universo fuese la aparición de la consciencia debería haber abundancia de vida inteligente y de alguna manera deberíamos ver evidencias de ello. El silencio cósmico parece indicar todo lo contrario.

Todas las evidencias paleontológicas indican que nuestra aparición fue un hecho fortuito y, por otro lado, la astronomía nos muestra que el universo es inhóspito y silencioso, por lo tanto no hay motivos para pensar que vivimos en un universo antrópico.

Hay una cita del famoso biólogo Richard Dawkins que expresa muy bien la postura contraria al Principio Antrópico:

“El universo que observamos tiene precisamente las propiedades que deberíamos esperar si existiera, desde el principio, ningún diseñador, ningún propósito, ninguna maldad ni bondad, nada, sólo ciega e implacable indiferencia”.